Partida Rol por web

Las sencillas ropas son de tu talla y las sandalias se ajustan con comodidad. El arcón, vacío, parece estar dispuesto para guardar los enseres personales de quien ocupe la habitación.

Una vez mejor dispuesto, la cabeza más clara, *desarmado*, sales de la pequeña sala rectangular de adobe, para descubrirte en un patio grande de una fortaleza. Sus murallas, altas como las de una ciudad, resultan imponentes y proyectan un fuerte sombra. Los edificios, en esta parte, son más de estas pequeñas salas, aparentemente dormitorios individuales. En el centro del patio un pozo con "abrevadero". Al otro extremo del patio una torre cuyas puertas parecen conducir a otro lugar. El lugar es simplemente de otro mundo. Su arquitectura, su estilo, irreconocible. Sus gentes tienen el aspecto común de los habitantes de Próximo Oriente, tez aceitunada, cabellos oscuros, pero observados detenidamente se revelan como habitantes de 1000 lugares diferentes. Uno de los jóvenes que atravesaba el patio, al verte sonríe y se acerca hacia ti.

- Bienvenido al Nido del Águila, Seraq de Uruk. Ea-Nasir y el consejo hablará contigo si me seguís... Y sin esperar una respuesta por tu parte se gira y comienza a andar hacia la torre. Desorientado y sin otra cosa mejor que hacer, le sigues a través del recinto.

Si antes te había parecido grande, Alamut continúa sorprendiéndote. Es en sí una pequeña ciudad, con talleres, forjas e incluso recintos con animales. Dos patios has contemplado ya y todavía te faltará otro por ver. El segundo es más amplio que el primero y da cabida a las estancias destinadas a satisfacer las necesidades de esta extraña comunidad. Cruzándose con vosotros, ocupados con diversos quehaceres, veríais a varios muchachos que intercambian cordiales saludos con tu guía.

Y todavía te conduce más hacia el interior. Esta vez ya a través de salones cerrados, caminaríais hasta una estancia amplia de suelo de piedra pulida en la que os recibirían media docena de hombres a los que desconoces, además de Ea-Nasir. De rostro afable unos, hosco otros, todos centran su mirada en ti. Ea-Nasir parece exultante. El guía hace una reverencia y desaparece por donde habéis venido, quedándote sólo la opción de acercarte. Y al acercarte eres recibido por las palabras del más agradable de ellos, Hatim.

- Te saludo, Seraq de Uruk. Ea-Nasir nos ha hablado mucho y bien de ti. Estamos contentos de que hayas venido a nosotros. Yo soy Hatim, silsila de los Hijos de Haqim y tú debes estar lleno de preguntas...

Mi mirada se pasea entre los presentes tratando de escrutar sus intenciones para comigo como muchas otras veces había puesto en práctica. Pero mi intuición no me advertía de peligro alguno, al menos no de peligro para mi vida.

- ¿Cual es el objetivo de este lugar? ¿Es el inicio del camino? - pregunto dirigiendo mi mirada fugazmente hacia Hatim y posteriormente hacia Ea-Nasir.

- Parece más bien el balurte de un ejército secreto, pero un ejército así...¿a quién se enfrenta? ¿y por qué?¿por qúe yo además? - empiezan a fluir las preguntas como en un torrente desde lo profundo de mi ahora despejada mente.

Hatim es el que, de nuevo, con una sonrisa conciliadora en su boca, te contesta:

- Este lugar es la fortaleza del bien, el refugio de los elegidos, la punta de lanza contra la plaga de no muertos que si no fuera por nosotros se propagaría hasta corromper toda la existencia. Somos los hijos de Haqim, que bebió de la sangre de los príncipes para convertirse él mismo en no-muerto y defender a la humanidad de esa plaga. Tú, Seraq, has sido elegido por tu coraje, tu decisión y tus habilidades para llevar la muerte allí donde la reclaman, sin duda, sin titubeos. Eso y no otra cosa es lo que hacemos nosotros, con la diferencia de que nosotros llevamos la muerte a donde ya debiera haberla.

Su objetivo y el mío eran tan parejos, tan similares. Había una extraña confluencia de casualidades y desde hacía ya años, no creía en las casualidades. Todo estaba atado y bien atado de antemano, sólo debía confiar como había dicho Ea-Nasir, dejarme llevar por la intuición.

- ¿Que debo hacer para recorrer el camino? -

- Ser quien eres, creer en la bondad última de tus actos, seguir las instrucciones hasta las últimas consecuencias. Eso es lo principal. Esto y muchas otras cosas las aprenderás durante los próximos años de entrenamiento aquí, si así lo deseas. Aquí comienza un camino de liberación, tuya y de otros, que te ofrecemos. La alternativa es volver, sólo, sin nada ni nadia, a rehacer tu vida. Todavía puedes hacerlo, si crees que podrás darle sentido sabiendo ya lo que sabes. La elección es tuya, Seraq, sólo tuya -dice el anciano con gravedad.

No había mucho que pensar, ya nunca podría volver atrás. Ya antes de tomar la primera decisión consciente que recordaba, hace apenas un par de meses en aquel templo, sabía que ya nunca podría volver atrás, a mi no-vida.

- Acepto -

Tus palabras sellan tu destino. Los ¿sacerdotes? sonríen complacidos y Ea-Nasir se une a ti para guiarte por las estancias de la fortaleza. Te muestra los patios (3 en total), talleres, almacenes, zonas de entrenamiento, pozo y defensas. Nada queda por enseñar menos las cámaras privadas de los Silsila, antiguos del clan. Pronto te integran en sus quehaceres diarios (y nocturnos). No hay mujeres en la fortaleza y las tareas son iguales para todos: limpieza, orden, mantenimiento del lugar, mantenimiento del propio cuerpo, mejora en las habilidades ya altamente desarrolladas de los que allí viven. Media docena de combatientes de diferentes ciudades y parajes se congregan allí además de los habitantes corrientes de Alamut. Sus habilidades resultan pasmosas, algunos tan o más buenos que tú con las armas y, como tú, se entrenan cada día en ellas. Todas las artes marciales conocidas son aquí practicadas, pero también un cierto tipo de meditación y de obediencia ciega.

Ea-Nasir es asignado a ti como instructor personal, como otros 6 Rafiq lo son de los otros. Él te imparte conocimientos tanto teóricos como prácticos y te adentra en el mundo de los que sirven a los vampiros. Él es uno y tú eres convertido en su ghoul. La sangre maldita, su sangre, es el mejor alimento que jamás hayas probado, pero lleva en sí mismo la maldición que empujó a Haqim, el fundador de esta fortaleza, a instruir a los primeros asesinos de los hijos de Khayyin.

Durante 7 años recibes su sangre sin envejecer un sólo día y te nutres, al mismo tiempo de las enseñanzas del Nido de Cuervos: Asbiyya (Lealtad), Ikhusan (Hermandad), Muruwa (Honor), Hadd (Venganza), Taqqiya (Secreto), Mumin (Fe) y Umma (Comunidad).

Cada año unos pocos elegidos pasan las pruebas, otros simplemente desaparecen para siempre. Uno de ellos se convierte en "repetidor", pero su talante lúgubre y la prohibición impuesta sobre hablar de la prueba no revelan nada sobre la misma. Ea-Nasir te instruye incluso con mayor ahinco según se acerca la fecha en la que se reunirá el clan.

Llegado el día, los cuatro que habéis quedado este año, sois aislados en una habitación a las puertas de la zona "privada" de Alamut.

El ambiente de colaboración y hermandad era extraña para mí, pero llegueaamara todos y cada uno de los miembros de Alamut. Cada uno aportaba sus enseñanzas, su visión de un mismo objetivo. Ea-Nasir resulto un instructor más para el alma que para el cuerpo. Su filosofía de respeto hacia los mortales como yo, sobretodo hacia los inocentes, fue el cuchillo que daba forma a la rama, para convertirla en el bastón en el que apoyarme en mi camino.
Las enseñanzas se mostraban duras e implacables, sólo nuestra dicha era interrumpida cunado uno de nuestros hermanos caía o se desviaba del camino que en un principio había seguido. Las decisiones no se imponían, pues de buena gana poníamos nuestro corazón en todas y cada una de las decisiones. Por primera vez me entregaba en absoluto, sin temores ni dudas, en cuerpo y alma, a algo que yomismo había elegido.
Esa es mi deuda para con los Hijos de Haqim, esa es la perdición para los Hijos de Kayyin.

Los años han pasado raudos, tus compañeros y tú habéis pasado muchas vivencias juntos. Ninguno ha envejecido un sólo día desde que habéis entrado en Alamut. Todos poseéis la vitalidad inhumana de los ghouls, todos habéis redondeado vuestra instrucción en las armas hasta convertiros en maestros con ellas. Esperáis a ser llamados en silencio, sin saber muy bien qué sucederá tras la llamada. Entra uno, Rashid, llamado por uno de los místicos. Luego entra otro más y todavía otro. Quedas solo en la habitación pobremente iluminada cuando por fin Ea-Nasir sale de las entrañas de Alamut para llevarte a tu destino. Sólo dice una cosa en voz tan baja que apenas puedes oirla:

-Mumin -Fe.

Descendéis unas oscuras escaleras iluminando vuestros pasos con una antorcha hasta llegar a una sala cavernosa, labrada por manos expertas. Un sencillo cántaro de barro ennegrecido está depositado en medio de la sala circular. Los silsila, los antiguos del clan, están dispuestos de pie contra las paredes. Al otro lado de la habitación uno de tus 3 compañeros, un muchacho espigado llamado Alí, te mira con cara compungida por un instante. Luego sus facciones se endurecen.

La voz afable del buen Hatim de nuevo te da la bienvenida, luego continúa:

- Esta prueba determinará si vuestro corazón es digno de servir como fida'i a los Hijos de Haqim. Debéis matar a vuestro oponente con el arma que se encuentra tras él. Que comience la prueba.

Un castillo guardado por siete torres, si cualquiera de las torres cae, el castillo también caerá; era la enseñanza más básica y tradicional para reprensetar nuestro Kahbar. El dictado de Hatim me imponía la lucha contra mi compañero, pero los siete pilares, los siete pilares se habían erigido como mi casa, la estructuradonde se asienta mi alma. Actuar como me lo pedían derribaría no sólo una torre, si no varias. Alí era un hermano, un igual, no se trataba de un kafir, era un miembro más del clan.

El instinto me decía lo que debía hacer, derribarlo, someterlo y matarlo; esa era la orden. Pero esa no era la respuesta, las enseñanzas de Haqim no marcaban este camino. Temiendo equivocarme, ser asesinado por mi osadía o mi ceguera, pero seguro de que jamás volveríaa aceptar una orden que no estuviese en sintonía con mi aprendizaje, relajo mis facciones mientras mis brazos descienden hacia los costados reposando colgados en actitud reposada.

- Las enseñanzas de Haqim me impiden actuar de tal manera, no puedo permitir que mi ambición personal supere los intereses del clan, aunque ello me suponga la muerte. Si doy muerte a mi hermano Alí, estoy dando muerte al camino de Haqim y no soy digno de recorrer esta senda. - digo a Hatim reflejando la determinación de mis palabras en mi rostro.

- Es posible que mi comprensión sea limitada y esta decisión un error, pero mi corazón dice que iría en contra de las enseñanzas queme ha sido mostradas durante estos siete años. Fida´i es el que se sacrifica a sí mismo, disponed de mi como dicteis. -

Los silsila sólo se limitan a observar, sus caras una máscara inexpresiva. Mientras tanto Alí corre hacia la espada, sólo escuchando parte de tu discurso. Al pasar por tu lado hacia la espada que le ha sido designada para matarte grita:

- ¿Estás loco? ¡Corre a por tu espada! ¡Te mataré! su tono es agitado, debatiéndose entre la obediencia y el aprecio que te profesa.

Duda, pero recoge la daga a tu espalda y la empuña.

Las dudas parecen crecer en la mente de Alí, es un hermano fiel, pero hemos visto caer a muchos en el proceso, cierta ambición personal puede cegar nuestras mentes en el último momento.

- Haz lo que debas hacer Alí, pero recuerda las siete torres, recuerda que la luz sólo aparece en el camino. Y esa luz no quema, sólo nos acoge. -

Alí blande su daga, a tu espalda, mientras tú permaneces de pie, firme, estoicamente. Casi puedes sentir la pena y la negación de su cabeza cuando éste en un rápido gesto te atraviesa la espalda con el arma. Una afilada punta ensangrentada emerge de tu pecho, en el costado izquierdo. Pierdes el aliento a la vez que te fallan las fuerzas y caes de rodillas, el filo todavía somando. Alí, sosteniendo la daga todavía, se mueve contigo hacia el suelo, frenando levemente la caída. Sientes el frío suelo y escuchas la sangre al manchar la piedra. Alí solo repite: "lo siento, lo siento, lo siento..." mientras los silsila comienzan a aproximarse sin prisa hacia vosotros. Uno de ellos toma a Ali para sacarlo de la sala. Otro te extrae con cuidado la daga de tu corazón. Sientes como la vida se te escapa, como el frío te invade. La negrura de la muerte te espera más allá de tu conciencia, paciente, sempiterna, ganadora. La oscuridad llega a tus ojos, sólo los últimos sonidos se entremezclan de forma queda en tus pensamientos confusos.

- Has triunfado donde Alí fracasó. Eres un verdadero hijo de Haqim.

La siguiente sensación parece distar un siglo, un milenio, del último susurro sin nombre. Pero suple con diferencia todo lo que hubieras podido esperar. El sabor de la sangre ya lo habías probado. Exquisito, enfortecedor, adictivo. Pero ahora hay algo más. Tu cuerpo muerto, lleno de órganos sin función y carne inútil, se niega a abandonar la existencia. Ha sido maldito con la inmortalidad. El olor de la sangre inunda tus sentidos, todo otro detalle carece de importancia. Es igual que ya no respires, que tu pulso haya cesado, que tus manos fríos y tus colmillos afilados te identifiquen como el nuevo ser en el que ahora te has convertido. Sólo la sencilla ánfora de cerámica a la que te han incorporado importa, pues ésta contiene el preciado líquido vital del que desde ahora vas a depender. Tal vez ahora más que nunca. A tu alrededor los silsila cantan, más que repiten, las notas de un ritual arcano que no alcanzas a entender. Ea-Nasir se encuentra tras ellos, observando. Cuando tu sed es saciada te arrebatan la pieza de cerámica, con suavidad pero firmeza, para entregársela a otro compañero de armas.

Al acabar el ritual en el que te has visto envuelto, Hatim os informa de vuestra nueva condición de verdaderos fida'i y que los próximos 7 años serán para completar vuestra formación, ahora como malditos en la sangre de Khayyin. La pena por revelar lo que ha acontecido en esta sala es la muerte. Los secretos del clan son sólo para los miembros del mismo.

Ea-Nasir se reune por fin contigo cuando todo acaba. Se os ha concedido el resto de la noche de descanso y es ciertamente un descanso necesitado.

- Has pasado la prueba con maestría, estoy orgulloso de ti -dice con una sonrisa en la boca- yo mismo me encargaré de tu aprendizaje si deseas seguir mis pasos, pero en la prueba me han dicho que muestras talentos para otras artes y tal vez debieras explotarlos. En cualquier caso, eso lo decidiremos mañana. Ven, te acompañaré a tu nueva celda.

- Gracias, maditare la decisión, pero me sería útil algo más de información para poder tomarla claramente. -digo mientras sigo a Ea-Nasir en dirección a mi nueva celda.

Tu sire te acompaña a tu nueva celda, en el patio más interno de la fortaleza, alrededor del cual se hallan las celdas de los otros fida'i. Una vez allí, descansar se vuelve lo más natural, aunque el pensamiento se te ve enturbiado por todos los acontecimientos de la sala...

La siguiente noche Ea-Nasir vuelve para continuar vuestra conversación:

- El clan está dividido en tres castas distintas: guerreros, hechiceros y visires. Los guerreros somos la fuerza de los hijos de Haqim y tenemos el respeto de los demás, pero no el liderazgo. Los líderes natos son los hechiceros, los poseedores de la más antigua magia de sangre. Ingieren la kalif a través de la sangre de mortales a quienes se la han hecho consumir y con ella se acercan a la iluminación. Son los organizadores del clan y su voz se oye allá donde estemos. Por último están los visires, los más cercanos a mortales y malditos, investigan y consiguen acuerdos que nos benefician y facilitan las cosas, allí donde lo necesitamos. Uno de ellos supervisaba mis actuaciones en Uruk. Es poco usual, pero un silsila visir se ha ofrecido a hablar contigo aún sin empezar tu instrucción como nacido a la noche.

- Es...un honor. No quisiera tomar una determinación sin antes honrar el honor que se me concede. Atenderé a la petición del silsila y escucharé todo lo que me tenga que decir, tras eso, decidiré que senda recorrer. Es cierto que soy un guerrero, pero también es cierto que algo dentro de mi pugna por salir a la superficie. -