Partida Rol por web

Egipto Oscuro

El Refugio del Dios de Ébano

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05/07/2009, 20:13
Director

A pesar de que en realidad siempre has tenido otras prioridades, la verdad es que las intrigas sociales de la ciudad no parecen dársete nada mal. Has cultivado una mente aguda para detectar la mentira y el engaño, de manera que no te cuesta demasiado adelantarte a los movimientos de la mayoría de vástagos. Las nuevas generaciones de "serpientes", guiadas por el antiguo compañero de culto de Joseth, un tipo mediocre que siempre te pasó bastante desapercibido, se mueven entre las sombras de la ciudad, fomentando los vicios, las malas costumbres, las profesiones que Set favorecía, como dios de las sombras y la traición. Crean dependencias, se hacen imprescindibles para algunos ciudadanos, unos selectos, otros... digamos que mucho menos selectos. Chusma. Todos ellos, mortales y no mortales, entretenidos con sus pequeñas vidas, disputas y aspiraciones. Tú estás por encima de eso. No entras en esas consideraciones, ni favoreces a nadie si eso no te favorece a ti (normalmente con una merecida tranquilidad, aunque sea temporal), buscando en lo básico. Poco a poco vas llevando el registro de quién es quién y cuáles son sus costumbres. Ninguno de ellos está a salvo de tu mirada escrutadora. Pero hay dos cuestiones excepciones: Anum y Joseth.

A Anum le protegen las sombras, no las de las calles, sino literalmente "las sombras". Diríase envuelto en el espectro de su señor, vuestro dios, Seth. Su misticismo, que le ha ido apartando de los asuntos más mundanos, le ha ido llevando a un ámbito que a la vez te atrae y te inspira cierto respeto. Ha adquirido un sobrenombre: "Anum, señor de la Heku oscura". Sólo Kembet, la mano justiciera de Seth y Anum pueden hacer te sombra en la ciudad. Sólo sabes de él cuando quiere hablar contigo y a través de lo que te cuentan los neonatos a los que se molesta en dar órdenes y que han acabado bajo tu influencia.

Joseth es un caso diferente. Finalmente abandona las prácticas sacerdotales más estrictas y, aunque lo sabes devoto seguidor del culto a Seth, comienza a moverse en las zonas más sórdidas de la sociedad menfita. Parece activo, buscando entre la basura de la ciudad alguna cosa, a alguien, tal vez algún conocimiento. No te ve, no puede... todavía. Hay algo en él que te despierta cierta desconfianza, la sensación de que pueda saber qué estás haciendo aunque nunca halla podido espiarte. Y lo ha intentado físicamente. A pesar de todo te genera cierto malestar, cierta incomodidad, que hubieras extirpado hace tiempo gustoso, si no fuera porque aunque Anum se volvió hacia ti para darte sus favores, Joseth no deja de ser su subordinado... ¿su vástago tal vez? En cualquier caso dudas que Anum no fuera a enterarse de la desaparición de alguien tan significativo para la ciudad y eso podría atraer también la atención de Kembet y eso es algo que no deseas.

Poco a poco la ciudad va cayendo en tus zarpas, como antaño hiceran los jefes de las tribus. Y también como antaño, te entregas a las experimentaciones, aunque ya no con simples mortales, sino con algo más evolucionado. Esta vez te entregas al estudio de los no-muertos de una forma que nunca antes habías hecho. Sin duda la ciudad, siempre creciente, puede soportar la pérdida de unos pocos vástagos por siglo, ¿verdad?

Por su parte Menfis, la gran ciudad, tan grande que resultaba inimaginable cuando vivías en las profundidades de las selvas, te ha cambiado por completo tu forma de percibir, de ver, de entender las cosas. Calles, pozos, casas y templos, el palacio del faraón o las enormes murallas que rodean toda la población. Poco a poco los principales edificios van cambiando el barro con el que se construían por la imperecedera piedra. Inconcebible. De fuera te llegan noticias de construcciones todavía más impresionantes: tumbas de más y más envergadura, cada una más innovadora que la anterior, ahora también con piedra.

Por último está el tema de la plaga. Llegan noticias de su paso por las tierras del sur y la gente, aterrada, se echa a los templos a rezar por su salvación. De una u otra manera parece que sus oraciones tienen éxito pues la enfermedad apenas si llega a sentirse más que como una noticia lejana. Aún así resulta aterradora la perspectica de ciudades enteras devastadas por la muerte. Una muerte que a ti te resulta familiar y que podría acabar con tu fuente de sustento con facilidad. Nada llega a suceder en la ciudad en ese sentido.

La noche en día resulta espectacular: estallidos religiosos y diversos altercados sazonan la ciudad, pero por suerte los sacerdotes de Path y Toth (respectivamente el culto más importante de la ciudad y el más versado en la magia) consiguen encauzar el miedo popular. Más allá de lo mundano, la vista resulta espectacular:

Las sucesiones de faraones, a su lado, palidecen. Nada importa en comparación con esto que después hubiera medio siglo de estabilidad encarnada por el faraón Den. La memoria de este día vuelve a ti una y otra vez. El otro mundo es visitable para ti de día por primera vez desde que dejaste de ser mortal. La experiencia es confusa pero plena. Conoces a un poderoso espíritu de la noche que come el día, un monstruo de oscuridad y sombras que responde al nombre de Kingu, haciendo la guerra en la tierra de los espíritus y, ahora, ganando. Sólo unos segundos dura tu encuentro con él, pues cuando comenzásteis a medir palabras y negociar acuerdos (él parecía muy poderoso aquí, pero con un peso muy liviano en el mundo "real") el Sol, Ra en su forma más aniquiladora, hizo aparición en el horizonte, saliendo de detrás de la luna. Las sombras se disiparon, la luz lo envolvió todo y tu alma comenzó a arder. Un parpadeo más y no hubieras vuelto a tu cubil.

Así, medio siglo después, reinando Hetepsejemuy, el nieto del faraón que viera el eclipse, sólo las súbitas desapariciones de vástagos en la ciudad te sacan de tu ensimismamiento. Algo pasa y no tiene que ver con el faraón advenedizo, esto va mucho más allá.
 

Notas de juego

Estamos en el 2.805 a.C.

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Lo de las desapariciones vamos a "jugarlo" otra vez un poquito. Tú dirás...

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10/07/2009, 19:17
Tch'moar

Notas de juego

¿Te refieres a las desapariciones de vástagos que yo provoco o es que además de eso desaparecen sin tener yo nada que ver?

¿Puedo aprender arquitectura entonces? ¿Es una habilidad aparte o está incluida en alguna otra?

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12/07/2009, 21:42
Director

Notas de juego

Son desaparicions de de vástagos que tú no provocas, de ahí el malestar. Además, han sido dos o tres como quien dice en un par de días. Algo preocupante. Muy preocupante.

Arquitectura sería una habilidad secundaria que vendría de Ciencias. Sería, por tanto, una secundaria de los Conocimientos. Cuidado, yo me estoy refiriendo a la construcción como arquitecto. La de levantar una casa con tus manos sería albañilería, que sería una Técnica.

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12/10/2009, 14:38
Director

El tiempo corre raudo y todavía estás meditando qué debe hacerse exactamente al respecto de las desapariciones de vástagos (siempre débiles nuevos nacidos, eso sí) en la ciudad cuando una nueva noticia llega a tus oídos poco después de despertar. Uno de tus criados te informa del incendio de uno de tus cubiles, de hecho, el cubil donde desarrollas tus experimentaciones.

Habías tenido la precaución de moverte de allí discretamente, haciendo uso de tus disciplinas, lo que, parece, te ha salvado de morir abrasado. Por supuesto, aunque resulta vivificante el poder continuar vivo, no es menos frustrante y molesto el presenciar la obra de las llamas. El barrio entero ha sufrido su furor hasta que han conseguido apagarlas, decenas de personas han sufrido heridas y cientos han dejado de tener hogar, pero lo que a ti verdaderamente te importa es que han arruinado meses de preparaciones. Cadáveres inanimados siembran la estancia que con tanto mimo habías utilizado durante decenios.

Apostarías lo que fuera a que no es una casualidad. Debe haber un culpable. Tal vez debas molestarte en buscarlo...