Partida Rol por web

Dioses, me han descubierto... Tengo que escapar o estoy perdido.
Busco un hueco entre los dos que quieren cogerme para escapar...

Das media vuelta y te lanzas a correr no si antes toparte con el primero de los guardias, que te aferra con gran fuerza el brazo izquierdo. Mientras te debates para desasirte de su agarre, llega a ti el segundo guarda, pero al estar debatiéndote con el primero apenas puede cogerte del otro brazo y acaba siendo empelido hacia un costado. Te agitas salvajemente hasta que logras librarte del primer guardia después de bastante esfuerzo, ya intensamente afectado por la sensación de que tu vida pronto acabaría si no lograbas superarle. Comienzas una rápida huida, atravesando primero el dintel de separación entre los dos patios y luego, esquivando a otros en el primer patio. Logras llegar hasta las calles desiertas, nocturnas, de Menfis con ruido de hombres moviéndose tras de ti para alcanzarte.

Con el alma furiosa del que huye para salvar su vida, corro. Corro hacia la oscuridad de la noche ansiando escondite. El templo ya nunca más será un lugar seguro y no podré volver nunca, mi casa tampoco lo será, pues será el primer sitio en el que me buscarán. Nervioso y hundido, furtivamente me hundo en las tinieblas del arrabal cercano a la casa de Misrak. Con la daga desenfundada me oculto por las calles cercanas a su puerta, sin pasar por ella. Lo último que deseo es que lo descubran los hijos de Set. Espero encontrar ayuda ahí. La orden de Isis no está preparada para el combate abierto, y es mucho mejor que permanezca en la clandestinidad. No acudiré a Theoris ésta noche. Esta noche Aen-ka-Beles huirá sólo hacia las tinieblas.

La situación se vuelve tensa por momentos. Has logrado huir inicialmente del problema, pero has oido sus pisadas tras de ti y pasas minutos eternos que parecen horas oyendo pisadas de hombres que te persiguen o respiraciones furtivas tras las esquinas. Extremas la precauciones y te ocultas lo mejor que puedes, pero los hombres del templo se han desplegado por el arrabal y, lo que es peor, es de noche, el dominio de los siervos de Set. Apoyado contra una pared, meditas tu siguiente movimiento.

Apoyado contra la pared de una de las casas donde se encuentra Misrak, busco unos salientes para subir al techo-tejado. Debo entrar en la casa de Misrak, pero no desde la puerta, sino desde cualquier otro sitio. Preferentemente una abertura en el techo. Si no existen en la casa de Misrak entrare en otra. Hoy no es un buen día Aen-ka-Beles, pero no niegues que te emociona...

Trepas con agilidad felina al bajo tejado de la casa en la que te apoyabas y guarecías cuando oyes desde la calle un grito:

- ¡Está allí!

Localizas de inmediato a un guardia. Sí, una guardia de la ciudad señalando a tu posición desde una de las calles del barrio, no muy lejano a ti. Es seguro que en breve habrá un pequeño grupo de guardias de la ciudad y/o del templo pisándote los talones y haciendo puntería con sus lanzas. Esto no pinta nada bien...

Los dioses no me son favorables hoy...
Debo encontrar algun sitio por el que entrar a alguna de estas casas, si la de Misrak no tiene aberturas...
Es complicado, me encerraría...
Corro como un gato hacia la otra parte de la "manzana" y bajo del tejado de un salto. Debo huir hacia el Nilo. Allí no me encontrarán...

Corres, corres como una rata perseguida por un gran gato, saltas de un tejado a otro hasta que finalmente aterrizas en el suelo de la calle, seguido no muy de lejos por, ahora, media docena de tipejos de aspecto musculoso y poco agradable. Llegas hasta el borde del Nilo, pero entonces caes en tu error: nadar para atravesar el Nilo es peligroso, aún de día. Ahora es de noche, los depredadores acechan y no verás los peligrosos remolinos que se crean en su cauce...

Te giras para ver que dos de los hombres están más cerca de ti de lo que pensabas y detienen su carrera para convertirla en un trotecillo en el que se despliegan uno hacia un lado y el otro hacia el otro, cerrando, o tratando de cerrar, tu huída. Portan lanzas, mucho más largas que tu daga, lo que deja todavía peor situación. Por las calles a sus espaldas suenan los gritos de los otros guardias, dirigiéndose hacia aquí.

Lanzas. El miedo sube por la yugular hasta el cerebro. Allí encuentra la reacción esperada. Me llevo la mano a la daga sin desenfundar.

Sólo miro a uno de los guardias. El que tiene detrás la inmensidad del oscuro desierto. No debo matarlo, pero si debo herirlo. Fijo la mirada en la punta de la lanza y ordeno en mi mente los movimientos que tengo que hacer. Debo apartar la lanza con la mano izquerda y cortar a la altura de la rodilla la pierna derecha del contrincante. Con suerte cortaré algun ligamento o tendón que le impida correr detrás de mi.

Tu destreza en combate te hace un adversario temible. La lanza queda a un lado, el guardia incapaz de reaccionar a tiempo, y un hábil tajo de tu cuchillo le deja incapacitado para correr. Luego vuelves a emprender la huida aprovechando el hueco que te has procurado. Escuchas los pasos acelerados tras de ti del segundo guardia, además de los gritos de los demás, irrumpiendo en la rivera y uniéndose a la cacería. Oyes la respiración del guardia tras de ti, cerca, demasiado cerca, tanto que si te giraras sabes a ciencia cierta que no te daría tiempo más que a ser ensartado por su lanza...

Entonces oyes un gorgoteo y un grito ahogado a tu espalda. Ya no hay sonido de pasos corriendo tras de ti ni pesados resoplidos de alguien a la carrera. Reunes el suficiente coraje para girar la cabeza, todavía corriendo, para ver una figura oscura junto al cadáver degollado del guardia que te perseguía.

- ¡Al río, ve al Nilo, hay que atravesarlo nadando! -te grita mientras enfunda su daga manchada de sangre y echa una mirada al resto de perseguidores.

Dioses, Misrak, ¿donde te habias metido? Quiero gritarlo, pero estoy sin aliento y solo puedo pensarlo muy fuerte.
¡¡Corre tu también!!! ¡¡SON MUCHOS!! Y me giro. No voy a volver a mirar a Misrak. Espero que sobreviva, o por lo menos venda su vida por dos o más Setitas.

Sigo coriendo buscando algun charco lleno de tierra humeda. En cuanto lo encuentre me tiraré y rodaré sobre la espalda sobre él. El barro y la arena del suelo eliminarán mi olor a sudor, y las bestias del Nilo lo tendrán más dificil. Mi padre me lo enseño.

El Nilo es la frontera. Tranquilo. Relajate. Mi cuerpo está a punto, mi mente tambien. Corro hacia la orilla y salto. Las negras aguas del Nilo me envuelven mientras nado. Solo nado hacia delante. Solo siento el agua y la oscuridad rodeando mi cuerpo. Sumerjo la cabeza abundantemente. Me gusta la sensación de la negrura envolviendo todo mi cuerpo. Tengo que llegar al otro lado.

Las negras aguas del nilo te envuelven, sientes su fuerza arrastrándote mientras comienzas a nadar hacia el otro lado. Pronto la negrura de la noche y el empuje de la corriente, te hacen dudar que tu orientación sea la más apropiada, pero continúas nadando. Tu objetivo: la orilla opuesta del Nilo, a salvo de los setitas. El obstáculo: las traicioneras aguas del ancho y largo Nilo, sus peligrosos depredadores y la falta de luz que te impide saber dónde o a qué distancia está la orilla.

Seguir nadando, Solo tengo que seguir nadando. Las fuerzas comienzan a fallarme, y la moral empieza a sufrir. Quizás no salga vivo de ésta, pero no pienso rendirme. La negra noche, las negras aguas, y las negras bestias del Nilo serán mi mortaja o mi liberación. Seguiré nadando mientras pueda, o al menos flotando mientras mi cabeza me lo permita. En un peligroso sobre esfuerzo, viendo que no llegaré pronto a la otra orilla, decido desenfundar mi daga y llevarla en la mano mientras nado. Si alguna bestia intenta atacarme será el filo de cobre lo que se lleve a la boca.

Tras muchos esfuerzos y haber desaparecido durante interminables instantes en los que sientes la falta de aire en tus pulmones, en un último arrebato de fuerza y tenacidad, consigues resurgir entre las aguas y alcanzar, cansado y empapado, la otra orilla del Nilo. A decir verdad, no sabes cómo lo has conseguido. Pasan unos instantes hasta que eres consciente de que cerca de ti hay movimiento... un cocodrilo se sumerge en las aguas del Nilo a la vez que una figura oscura y decidida, sin aparente cansancio, aparece en tu orilla.

- Vamos, no hay tiempo que perder -dice Misrak con su profunda voz.