Partida Rol por web

Joseth, adoptado por el templo de Set de Tinis, fiel a los suyos, buen orador, sacerdote devoto... ese eres tú. Apenas si recuerdas algo de tu vida anterior al templo y la verdad, poco te importa. Tu vida es la dedicación al templo y lo haces muy bien. Tu mente preclara, tu carisma desbordante, tu voz encandilante, todo en ti parecen aptitudes para desempeñar la tarea de conducir al rebaño de fieles por los caminos que os convienen. Y eso también lo tienes claro, nunca te lo tuvieron que explicar. Egipto es un lugar de muchos dioses y la competición entre los mismos es la de sus sacerdotes entre sí para la mayor gloria (poder y riquezas) de sus templos. Sus templos. Sabes que si tu carrera como sacerdote continúa por este camino un día llegarás a dirigir uno, con todos los privilegios y comodidades que ello supondría. Para mayor gloria de Set, por supuesto.

Hoy, por fin, se te ha presentado esa oportunidad, pero no de la manera que esperabas. Un extraño visitante llegó ayer por la noche y estuvo reunido con el viejo sacerdote principal de tu templo. Por la mañana, sin que se sepa nada más del visitante, Anhur, el viejo sacerdote principal del templo de tu ciudad, te informa de que el sumo sacerdote de Menfis reclama la presencia de sacerdotes jóvenes con potencial para el que será el más grande templo de Set en Egipto. La noticia resulta embriagadora. Tú escogido para semejante tarea.

Muchísimas gracias mi señor. Llevo esperando la bendición de Set por tantos años. Oraré por ti cada día, así compensaré todos estos años, todo lo que me ha enseñado. La gloria de Set llegara a cada rincón de Egipto. Demasiado entusiasmado, así embarcaba este crecido huérfano fuera de los brazos de su maestro. Iré a preparar mis cosas. No poseía demasiado, pues aún no era más que un acólito más al que encargar pesadas tareas, pero por poco que tuviera, pensaba llevarlo consigo. En cuanto caminaba hacia su cuarto pasó por su mente la imagen de un gran desierto tan fugaz que le paralizó. Mi señor! hermano, ¿sabría usted si los mercaderes han pasado ya por el pueblo? Viajar a Menfis es muy arriesgado, tendría que confiar en ir bien acompañado. No conzco el camino a Menfis.Su entusiasmo se transformó en miedo a lo desconocido, no había casi salido del pueblo en su vida. Por suerte el sabio Anhur podría enseñarle una vez más. Cuanto más pensaba en su proxima parada, mas inmensa crecía su inquietud, sintiendose muy pequeño ante la visión de Menfis.

- El viaje no será muy complicado, tranquilo, Joseth. Partirás en una barca río abajo y Menfis está a unas dos semanas de viaje, pero te dejaré en buenas manos. Sólo ten cuidado de no acercarte demasiado a cocodrilos e hipopótamos, jejeje. -dice en tono un tanto jocoso. Y hace un gesto con la mano para que vayas a prepararlo todo.

Como tu maestro dice, el viaje en barco a lo largo del Nilo, no ofrece mayor dificultad y los pescadores que te llevan conocen los peligros del río, de manera que no hay muchos sobresaltos.

Dos semanas más tarde, hacia media mañana, verías la impresionante Menfis: una ciudad nueva y enorme, sin nada comparable, con miles de habitantes. Construida al amparo de una enorme presa, la ciudad es la sede de la corte del rey Narmer, señor de las dos tierras. El palacio del faraón, el más grande edificio que jamás hayas visto, está construído en piedra, como sus murallas y sus jóvenes templos. Toda la ciudad no sobrepasa los 20 años de antigüedad.

En el extremo norte de la ciudad, por donde vienes, se alza tu destino, el templo de Set en Menfis:

Os dirigís hacia el embarcadero de la ciudad.

Una nueva sensación recorre mi cuerpo. Era la primera vez que observaba tal tamaño para un sólo edificio. Bajé aprisa y nervioso del barco. Estaba algo cansado de navegar y la tierra firme me sereno un poco. Pensaba y temía por enfrentarme a tal ciudad, pero por el contrario nada más llegar su grandeza me envolvía y embriagaba. Me sentía extraño, pero cómodo, bienvenido sería la palabra. Agradecí y me despedí de los pescadores que me trajeron zarandeando mi brazo. Tuve que dejar una bolsa de tela en el suelo para ello, que enseguida volví a recoger con esa misma mano. Y emprendí mi marcha hacia el Templo.

El templo, tan fácil de ver desde el Nilo, era mucho más complicado de vislumbrar desde el interior de las callejuelas de Menfis. La ciudad bulle con actividad. Mulas, bueyes, tenderetes y talleres invaden la calzada y los gritos anunciando diversas mercancías se funden con los ruidos animales, las conversaciones y la simple actividad creando un rumor como jamás habías oído.

Poco a poco, esquivando animales y personas, productos y desechos, alcanzarías las cercanías del templo. De enormes proporciones, el templo, con zonas todavía de adobe, se está alzando en piedra. Su construcción, a pesar de relativamente avanzada y ya suficiente para dar una visión de lo que será su grandioso aspecto final, todavía está lejos de haber acabado. Tal vez un centenar de operarios se afanan con sus quehaceres en andamios, rampas y escaleras, moviendo enormes bloques de piedra de un lado a otro, o instalándolos en sus lugares definitivos con sumo cuidado. Alcanzas a ver entre el gentío a un sacerdote supervisando las obras.

Avanzo lentamente fijandome en cada detalle del templo, maravillado por su magnitud y la influencia que irradia. Entusiasmado me acerco al sacerdote casi arrastrando mi equipaje. Alabdo sea Set. Saludos hermano, se presenta Joseth de Tinis, un nuevo acólito. Tal fue el entusiasmo, que el tono de mi voz resonó más fuerte de lo esperado. Me sentí en principio algo avergonzado, pero debía mantenerme firme.

- ¡Ah! Tu debes ser el nuevo wab (asistente de sacerdote) que estábamos esperando. yo soy Akhom. Confío que el viaje habrá sido tranquilo. Ven, te enseñaré esto. -dice el sacerdote a la vez que hace una seña a uno de los operarios, que asiente con la cabeza.

- Como verás, esto está todo patas arriba, faltan años para que se acaben las obras y ya llevamos alguno con ellas. Ojalá se acabaran de una vez, collevan tantas obligaciones...

Y comenzaría a enseñarte el recinto. El templo es un mundo cerrado organizado en torno a dos patios y la habitación donde reside la estatua del dios, Set. El primer patio, más grande, es en torno al cual están los diferentes talleres y almacenes. El segundo es para actividades religiosas. La habitación de la estatua sólo puede ser pisada por los sacerdotes, que se encargan de limpiar su suelo, quitar el polvo, lavar la estatua y repintarla cada día.

La habitación de los wabs está en uno de los laterales del segundo patio, donde rápidamente te asignan un espacio y material para que puedas fabricarte tu propio lecho.

Akhom, finalmente, te indica que Anum, el sumo sacerdote, será informado de tu presencia y que le conocerás en cuanto sus numerosas ocupaciones se lo permitan, posiblemente esta noche o la siguiente.

Gracias Arkhom, espero impaciente presentarme ante Anum, no quiero molestarte más, si necesita alguna cosa, encantado me gustaría ser de ayuda para gloria de Set.

Comienza a desenvolver su eguipaje, dobla sus túnicas y las deposita sobre un saliente del habitáculo. Al lado coloca una serie de estatuillas de los dioses que por tradición velan los sueños de la humanidad y protegen de la mala fortuna en su lucidez.
Una vez que sus escasos efectos personales estaban ordenados decide salir para observar las obras. Al rato, estando aburrido, decide dar una vuelta, para buscar algo cómodo en donde descansar por la noche. Se acerca al río, el gran Nilo. Cada nuevo paisaje que observa le maravilla, está tan feliz, que apenas consigue recordar por qué y para qué está en Menfis. Se siente hipnotizado.

A pesar de que esperabas, en cierta forma ansiabas una visión sobre la ciudad, pues toda ella te ha impresionado grandemente, al acercarte al río, en un lugar apartado donde las mujeres lavan la ropa, verías una escena singular: la oscuridad de la noche envuelve a dos figuras, un joven pastor de buena presencia a pesar de su sencillez, recibe una charla de un, cuanto menos, príncipe. Su aspecto es, en una palabra, imponente. Es un príncipe y un dios-hombre, que no puede sino llamar la atención. Viste con las ropas más exquisitas, como corresponde a la realeza; un sencillo parche negro cubre un ojo. Incluso con un solo ojo tiene una mirada penetrante, que, de hecho se cruza con la tuya para, te parece, escudriñar tu alma.

La luz va iluminando mi cara lentamente, disolviendo al oscuridad como si de arena empijada por el vienot se tratase. ¿Qué era eso? No sabía darle respuesta. Nada tenía sentido. Se mantuvo inmóvil en cierta forma, pues su cuerpo temblaba asustado, pareciera que de un momento a otro se derrumbara como una torre de barro. Volvió su mirada a la ciudad, hacia al templo, boquiabierto, esperando una respuesta. Debe ser Menfis, no... debe ser Set Busco de nuevo otra respuesta en el cielo, pero mostraba su constante calma. Tras un buen rato de meditación, continuo torpe en busca de lo necesario para procurarme una cama.

Esta visión que has tenido no ha sido como ninguna otra. Es la primera vez que alguien de una visión es capaz de interactuar contigo. ¿Un mago? ¿¿Un Dios?? Sigues recordando cada uno de los detalles de su cara, su cuerpo, sus vestiduras... Así como el aspecto del pastor parece disolverse según pasan los segundos, como es habitual en tus visiones, estás seguro de que la visión del príncipe-dios no la olvidarás jamás.

Algo aturdido todavía acabas de recoger el fardo de materias vegetales que necesitas para tu lecho y emprendes el camino de regreso al templo.

La gran pregunta ahora es: ¿qué harás respecto de esta visión?

Voy llegando al templo, portando en mis brazos lo recogido, con una expresión un tanto desconcertada, avanzo casi sonambulo hacia mi habitaculo, cruzando el patio. Suelto todo en el suelo, descuidado, un tanto atónito. Tras pensar por unos segundos salgo al patio, deseo que el caluroso aire me golpee la cara. No dejo de mirar el horizonte, una mirada perdida, atenta al paso de cualquier sacerdote, para aclarar mis tormentosas dudas.

Es de nuevo Akhom el que te ve y te atiende en un momento en el que entra en los "dormitorios".

- ¿Qué tal va eso? Oh, vaya, ¿estáis bien Joseth? Os noto.. ¿mareado? dice el eficiente sacerdote con un tono de preocupación.

No lo se Akhom... Comenta fortandose los ojos con las llemas de sus dedos pulgar e indice. ¿Sabeis de alguien... "importante"...que posea un ...parche? Confió en Akhom, pues sólo él sabía de su llegada, quien sino podría preocuparse de él. Consiguió terminar la frase, tartamudeando y casi sin poder pronunciar la palabra parche. Tras terminar miró a Akhom con inociencia, esperando encontrar alguna respuesta, alguna frase que desvaneciera sus tempores.

- Pues, creo que hay un cortesano que perdió un ojo en las batallas en el Bajo Egipto, pero ¿qué tiene que ver con vuestro estado, joven? ¿Acaso os han hecho algo o habéis presenciado algo? inquiere con inquietud y curiosidad.

No tranquilo, no ha pasado nada, será el cambio... ando un tanto desconcertado, se me pasará. No era precisamente lo que esperaba, pero casi agradecía que fuera real que al contrario. No sabía que hacer, no estaba acostumbrado a estas cosas, pero debía volver a la cordura, ignorar que ha pasado, no darle más importancia, a pesar de que el tuerto le mirase profundamente. No deseaba que le tomasen por loco nada más llegar al templo. Supongo que debo descansar... Acabó susurrando de nuevo con la mirada perdida.

Akhom te deja descansar hoy, pero te advierte que mañana mismo empezarás con tus quehaceres en el templo. Te acomodas en tu nuevo lecho y escuchas la respiración de los otros muchachos y jóvenes sacerdotes del templo, pero te cuesta dormirte. Cuando por fin lo consigues, sueñas profusamente y la figura que viste esta mañana en el río resurge una y otra vez.

No llegas a poder situar con certeza a esa extraña figura. Le das vueltas y más vueltas y sólo elucubras la teoría de que podría ser un espíritu de un rey que por alguna razón se haya vuelto visible. Lo raro es el pastor. ¿Tal vez tenga la capacidad de ver espíritus? Desde luego no lo sabes a ciencia cierta.

A la mañana siguiente despiertas tarde y golpeado por un joven wab que no duda en maltratarte un poco para que despiertes por fin.

- ¡Despierta, vamos, ya deberíamos estar haciendo nuestros cometidos matutinos!

Sobresaltado se levanta de su lecho, agachando la cabeza en señal de disculpa. Lo lamento mucho, en seguida voy. Comenta con una voz ronca, carraspeando al terminar la frase para despejarse la aun dormida y seca garganta. Mostraba la necesidad real de descanso, se sentía débil, sin fuerzas. Sin poder dejar de pensar en sus perturbadores sueños. Hasta que prestar atención a sus tareas le despejase un poco la mente y le mostrase como las fuerzas le venía poco a poco.