Cada segundo que pasaba, por cada instante que dejaba pasar, sentía como una soga se ajustaba a mi cuello para después ir apretando poco a poco reduciendo mi respiración. Era cuestión de tiempo, cada vez las probabilidades de aguantar se iban reduciendo drásticamente, si no era por la noche sería por el día. Ninguna de las dos formas era una muerte agradable.
Me pregunto quién de nosotros sería el siguiente en caer, e inevitablemente me preocupa de si seré yo la nueva víctima destinada a morir en a saber que prueba absurda y sádica imposible de escapar. Al menos no hemos visto a nadie salir triunfante para contarle, todos los que han sido puestos a prueba han muerto miserablemente.
Era tarde, no faltaría mucho antes de que escuchara la incómoda señal que indicaba que era la hora de descansar, descansar, curiosa palabra, era imposible reponerse, día tras día, muerte tras muerte, el agotamiento tanto físico como mental era notorio en cada uno de nosotros. La angustiosa tensión permanente en la que nos encontrábamos sometidos podía hacer mella en cualquiera.
Ya no tengo nada más que añadir, se ha discutido todo lo posible, se han rebatido teorías, hipótesis, pero sin tener alguna forma de probarlas eran completamente inútiles, aunque tampoco había señas de estar equivocados, así que tampoco eran desechables. Más incertidumbre, más preguntas y pocas respuestas, por no decir ninguna.
Ahora mismo, solo puedo aportar silencio, necesito pensar, recordar, atender. Poco más podía hacer salvo mantener la cordura en este infierno. Antes dudaba que existiera, ahora en cambio ya no, lo había visto y lo peor de todo es que lo estaba viviendo.
Las alarmas suenan, indicando a todos que es momento de volver a sus habitaciones, sabiendo que esta noche uno de ellos no despertaría en su cama.