Despiertas en una habitación iluminada por un foco intermitente. Estas recostada sobre una camilla con sabanas teñidas de gris y beige por el polvo. Las paredes se ven gastadas también. No se aprecian muchas cosas en el lugar, salvo un espejo opacado también por el polvo, y una puerta metálica sin rendijas, además de una televisión en una de las esquinas superiores del lugar.
Te sientes mareada y confundida, notas el hormigueo típico que da en las piernas cuando se te duermen, pero en todo tu cuerpo. Luego, un fuerte dolor de cabeza te invade, como si de la peor resaca de tu vida se tratase.
Te sientas en la cama, pero al moverte sientes un extraño peso alrededor de tu cuello. Tienes una especie de aparatoso collar sobre los hombros, y la parte superior del pecho y la espalda. Solo puedes notar unos pequeños paquetes conectados a cables. Te sientes nervioso, te acercas al espejo y compruebas que no hay forma de quitarte el collar con las manos, e incluso notas unas cuatro lucesitas que parpadean débilmente.
Miras la puerta, te acercas, pero antes de llegar a ella, la televisión se enciende. Inmediatamente, un extraño muñeco te saluda con una voz oscura y ronca, parecía distorsionada por un programa de computadora.
“Hola Marion. Quiero jugar a un juego”.
“Eres el claro ejemplo del ascenso y la caída. Te has convertido en una parodia de ti misma, por no tener la suficiente voluntad para alcanzar algo. Tenías la belleza, la clase, las actitud, pero tiraste todo por la borda. Fuiste débil, y te arruinaste a ti misma. Te convenciste de que no podrías soportar la presión de tu trabajo si no te drogabas.”
“Dejaste de valorar tu vida. Pero yo quiero rescatarte. Quiero ayudarte a reestablecer la dignidad que te quitaste. Pero deberás jugar bien tus cartas, Marion. Vivir o morir ya no es mi decisión, sino de quienes han sido encerrados contigo.”
Es extraño aquel sentimiento que de afecto que surge cuando alguien se da el tiempo de conocernos, y de mirar quienes somos. Aquel sentimiento de afecto que se convierte en admiración cuando esa persona nos “rescata” cuando estamos mas solo. ¿Por qué admirar a quién quiere jugar con tu vida? No lo entendiste, pero no le diste muchas vueltas al asunto. Tu vida se había convertido en una especie de tormento, y este hombre estaba dispuesto a empujarte a tu propia salvación, y en el fondo, quisiste colaborar con él.
Eres la Arrepentida: Si es atacado por las noches, pasara al bando de los secuaces de Jigsaw.
Sales de la habitación, y te encuentras en un pasillo lleno de personas. Todas con el mismo collar que tu, todas en la misma situación que tu. Hay por lo menos veinte personas en ese lugar, los desconoces a todos, pero entre todos reconoces a dos personas.
Primero, a Kim, una chica rica hija de papi que quiso incursionar en el mundo del modelaje, más su mera presencia no te agradaba, y utilizaste tus influencias para cortar sus alas.
Y luego, viste a Alfred, o como le conocían en esas "fiestas" en las que ultimamente te ganabas la vida, "The Blob". Lo ves, y tu mirada se inyecta de odio al ver al hombre que con sus fetiches y su masoquismo te contagio el VIH al penetrarte con su miembro herido y sangrante, condenándote a llevar aquella enfermedad en tus venas que te destruía poco a poco, cada día.