Robert se agachó, contemplando la sitaución sin mover un músculo. El griterío de la sala de apuestas disminuyó, magnificando la tensión. Los pasos de los dos jovenes orientales resonaban por todo el almacén. El de la espada estaba persiguiendo al otro. Claramente, quería matarle.
El otro, corría con desesperación. Los francotiradores la habían tomado con él, por el bien del espectáculo. Giró una esquina, buscando ponerse a salvo, y tras cuatro pasos, una barra de metal surgió de la pared, accionada por un resorte, y lo derribó. Desde donde Robert estaba, escuchó un crujido, como ei el golpe le hubiera roto algunas costillas. El chino gritaba en el suelo, cuando el de la espada le alcanzó. No tuvo miramientos. Un corte limpio, y la cabeza rodaba, separada del cuerpo. Los vítores volvieron.
Banks observó, desde su posición, cómo los francotiradores guardaban sus fusiles y miraban hacia arriba. Del techo, de unas trampillas, bajaron cuerdas, por las que los fusileros escalaron. En la plataforma de Robert no bajó ninguna cuerda. Ahora estaba sólo contra el loco de la espada. Pero Banks tenía un arma más potente.
Mierda.
Ese tío le ha cortado la cabeza de un tajo. Es él o yo. Hay que sobrevivir...
Me acomodo el rifle como en los entrenamientos de armas de las escenas de acción y busco al chino. Se la técnica. Contener la respiración, buscar un tiro limpio y apretar con suavidad el gatillo. Puedo hacerlo. Debo hacerlo, o él hará chop-suey a la Robert Banks.
Apuntó con frialdad al chino de la katana. Éste parecía algo confuso. Ya nadie le disparaba y no podía encontrar a su rival. Robert se dio cuenta de que era invisible... que jamás buscaría arriba. El chino se quedó quieto, como pensando. Banks tomó aire... agunató... apoyó su dedo contra el gatillo... aguantó... esperó... apuntó... -BLAM- El joven asiático cayó salpicando sangre del agujero entre sus cejas.
El griterío de la sala de apuestas se intenisficó. Una megafonía soltó un discurso en chino que Banks no pudo entender. La trampilla que había a unos metros sobre su cabeza se abrió, y una cuerda se descolgó. Robert trepó sin muchos problemas.
Dos asiáticos muy grandes le quitaron el rifle y lo llevaron escaleras abajo hasta la misma sala de apuestas. Estaba llena de chinos eufóricos. En las pantallas, se veían los cadáveres de los particpantes. Le subieron a un pequeño escenario, donde un estrafalario maestro de ceremonias gritaba como un descosido. Los billetes cambiaban de manos a toda velocidad. El maestro de ceremonias hizo una especie de presentación y levantó la mano de Banks, indicando su victoria. Entre la multitud, Robert distinguió la cara de Billy, que le miraba con una sonrisa de oreja a oreja. A su lado, con expresión torva y casi disgustada, estaba Tom Cruise, con gafas de sol y gorra. Robert conocía esa expresión. El actor estaba jodidamente cabreado, pero no podía permitir que nadie se diera cuenta.
El trámite de las celebraciones pasó, y devolvieron a Banks al camerino anterior, donde le dejaron volver a cambiarse y coger sus cosas. Pasada media hora, estaba otra vez en la parte de atrás del coche, sentado junto a Billy y a Cruise.
Billy le chocó la palma y buscó en su bolsillo. Sacó un fajo de billetes y se los entregó.
- Menudo genio. Toma. Veinte mil dólares. Los has dejado temblando. Nadie se esperaba que te atrevieras con el francotirador... y lo de la arena...¡Dios! ¡Se me pone la piel de gallina de sólo recordarlo! Has estado a pocos centímetros de volar por los aires... Robert, tío... eres una puta máquina.
Tom parecía hostil. Robert, que le conocía bien, veía la envidia brillando en su mirada perfecta.
- Creo que con esto tenemos bastante. Hay más torneos... hacen uno a la semana, pero no me parece que sea prudente que vuelvas a participar... todos irían contra tí. Es la maldición de los ganadores. Nadie ha ganado dos torneos. Nunca. Los hacen mierda. Pero éste... nadie daba un duro por tí. Por eso, las apuestas han subido muchísimo. Sólo he apostado cien pavos... ¡imagina si nuestra estrella se hubiera dignado a poner pasta!
Esto cabreó a Cruise. Robert reconoció la expresión de Misión Imposible 1. Siempre que perdía los nervios recurría a esa cara. Estaba a punto de mostrar su cabreo, cuando Billy sacó una pistola de su chaqueta y se la puso en la frente.
- Tu te callas, imbécil. Te dije que apostaras. Si no hubieras sido tan mamón, ahora tendríamos más de medio millón cada uno pero... El señor no sabe cuándo dejar su ego de lado. Que esto te sirva de lección, enano.
Si una palabra más, abrió la puerta del coche en marcha, y lanzó a Cruise fuera. Por la ventanilla trasera, Robert comprobó, una vez más, que el actor no era capaz ni de rodar sobre sí mismo. Billy guardó su pistola, bastante contento.
- Se recuperará. Todos los idiotas lo hacen. Lo bueno es que le hemos dejado con un palmo de narices. Lo malo es que te has quedado sin trabajo. Mejor así, desperdiciar un talento como el tuyo de esta manera me parece un crimen.
Sacó de su bolsa de deportes una botella de chapán y la descorchó rápidamente, dando un trago a morro. Luego se la pasó a Robert.
- Mira... Sé que te he hecho una putada. Debí ahberte contado que había que matar peña y tal pero... tenía miedo a que te echaras atrás. Como sea. Tengo algo que te puede interesar, pero no tiene nada que ver con la industria del cine. ¿Te interesa trabajar para el sector privado?
Enmudezco.
Estoy un rato en silencio con los ojos como platos hasta que digo con un hilo de voz...
- ¿Has tirado... has tirado de una patada al señor Cruise del coche? Y... ¿le has encañonado con una pistola?
No podía creerlo... era lo que siempre había deseado hacer, pero por miedo, jamás se me habría ocurrido llevar a cabo. De repente Billy se convirtió en mi héroe personal.
Quizá no debería haberlo hecho. Quizá no debería olvidar que mi vida había estado en juego hacía unos minutos. Pero la adrenalina me recorría el cuerpo como si llevara encima la droga más potente del jodido mundo.
Solo pude sonreir. Enano... le había llamado enano ja ja.
- ¿Dónde hay que ir ahora?
Billy parecía más que satisfecho por la actitud de Robert.
- Si, es un imbécil. Nos buscará para demandarnos... pero nunca nos encontrará. Ya nos ocuparemos de que tengáis una charla, tú y él... o no...
Recuperó la botella de chapán y dio un largo trago. Luego se la devolvió a Robert.
- ¿Cómo plantearte esto sin que suene brusco...? Pertenezco a cierta organización... de carácter social y ecológico... Mierda, siempre es difícil de explicar... El mundo se va a la mierda, y lo sabes bien. Lo que nos proponemos es salvarlo. Suena como muy... altruista... Vamos... Sabes que hay gilipollas como el Cruise por todas partes. No hay más que ver a los chinos del almacén... gritando como locos porque cinco matados se destrocen a hostias... así no vamos a ninguna parte, no señor.
Dejó la botella en el suelo del coche y dio un toque en el hombro del chófer. Éste se giró. Para tremendo susto de Robert, era el mismo Billy. O su hermano gemelo. Estaba delante de dos personas idénticas. El Billy-Chófer siguió hablando.
- Creo que te lías, Billy... las cosas sos mucho más fáciles cuando se explican directamente. Queremos cargarnos a la mitad de la población mundial... quizás a unos cuantos más.
Robert observó preocupado cómo el Billy-Chófer soltaba el volante y se giraba por completo para seguir hablando.
- Necesitamos gente valiente, capaz, inteligente... gente a la que le guste correr riesgos innecesarios.
El otro Billy le pasó la botella y tomó la palabra.
- Tenemos un plan sólido... es imposible que falle, como ya comprobarás tú mismo.
El coche avanzaba a toda velocidad por los muelles de Shangai. Parecía que el Billy-Chófer también había olvidado dejar de acelerar. El otro Billy siguió hablando.
- Ahora vas a morir. Te guste o no. Pero no te preocupes. Es algo transitorio.
Mientras el Billy-Chófer bloqueaba las puertas, el otro Billy sacó su móvil y, en un rápido movimiento, lo apoyó contra la frente de Banks. Luego volvió a guardarlo.
- Lo mejor será que te lo expliquemos en otro sitio... que te lo explique Jonas, que es más elocuente. Por ahora, relájate y disfruta. Yo... yo odio el agua.
Volvió a sacar la pistola y, sin decir una palabra más, se voló la cabeza. El estampido resonó en la cabeza de Robert. El Billy restante, Billy-Chófer, empezó a reír. Manoteó en el asiento de atrás para quitarle la pistola a Billy.
- ¿Qué... qué...
Todo ocurre a demasiada velocidad. ¿Qué está pasando aquí? ¿Billy tiene un gemelo?
- ¡¿Voy a morir y luego qué?! - empiezo a hiperventilar - ¿Transitorio? ¿No será como toda esa mierda de "Entrevista con el vampiro", no?
Agua. Aguanto la respiración... pero algo me dice que no va a servir de nada. De nada, de nada...
Billy-Chófer alcanzÓ la pistola del otro Billy, se relajó y se repatingó en su asiento de conductor, sin tocar el volante.
- Yo de tí, no me abrocharía el cinturón de seguridad... así será más cómodo.
El coche aceleraba cada vez más. Se dirigía a toda velocidad contra unos contenedores. Robert, cadgado de miedo, veía cómo la situación escapaba completamente a su control. No podía saltar sobre el volante, ni abrir la puerta... el coche parecía destinado a estamparse.
Y lo hizo. Chocó de frente contra el contenedor, atravesándolo. El parabrisas se cubrió de envases de comida china mientras el coche volaba hacia el mar. El golpe hizo que la cabeza de Billy-Chófer se estampara contra el salpicadero. Aquel coche debía estar trucado, pues no saltó ningún aribag. A Robert le sorprendió la fuerza con que el vehículo se estrelló contra el agua. En las películas, siempre parecía que se deslizaban... nada más lejos. La velocidad del coche contra le tensión superficial del mar le lanzaron contra el asiento del copiloto. Sintió un dolor fortísimo en el brazo derecho... podría habérselo roto. El parabrisas reventó. Billy-Chófer parecía un muñeco roto volando por dentro del vehículo.
El agua fue entrando. Robert trató de salir, pero estaba atrapado entre los restos del chásis... y el agua seguí entrando. Subía el nivel. La presión del aire empezó a taponarle los oídos. Pronto, no quedó aire que respirar. Los cadáveres de los dos Billys flotaban dentro del coche. Los restos de la cabeza del Billy-No-Chófer se mezclaban con el agua, oscureciéndola. ¿Cuánto tiempo podía aguantar Banks la respiración? En condiciones óptimas, había llegado a los dos minutos y medio... pero estas no eran condiciones óptimas. Pasados 96 segundos, tomó una bocanada de agua como acto reflejo.
Sintió cómo sus pulmones ardían, luego empezó a invadirle una intensa sensación de paz. Su visión se volvió borrosa. El frío del agua se fue difuminando... se quedaba como dormido.
Ese tópico de que la vida pasa ante tus ojos... Robert lo tenía más que comprobado. Sólo que esta vez llegó más lejos que nunca. Pudo apreciar detalles de la infancia que ni recordaba. Pudo paladear su primer beso en toda su magnitud... casi recordó el momento de su propio nacimiento. Luego vino el túnel de luz.
Aquella fue la primera vez que Robert Banks murió... y en ese momento pensó que jamás la olvidaría.
FIN DE FLASHBACK - 1