Algún día tras el regreso de la misión del farmacéutico.
Es lamentable la muerte de esos dos, la imagen de los dientes y la oreja en la bañera me resulta nauseabunda, no dejo de pensar que yo podría haber sido el siguiente, y me siento egoísta. También inútil, no pude evitar que los mataran, como caí en una trampa tan tonta como una copa envenenada? Encima Alex quedo destruido, o destruida, lo que sea, pobre muchacho. Como si eso fuese poco, Neo me salvo, otro ateo mas de la academia, uno que a viva voz subestimo al altísimo, y en lugar de ser la fe lo que lo salve, es su incredulidad la que me salva, a mi, a un sacerdote. Me culpo, si, y con algo de razón, pero acaso este es el plan de dios? o es que la voluntad de dios no puede contra la de un osgo?
No puedo encarar esto solo, en la Academia nadie ha dado muestras de su fe, y la sacerdotisa que me sano tal vez no sea de la inquisición, no puedo acudir a ella. Tan solo Leonor Cafarena podría entender mi pesar, por eso me dirijo a su despacho. - Maestra, puedo hablar con usted unos minutos? -