Partida Rol por web

Desde muy joven, la vida te había enseñado que este mundo era sólo de los hábiles y los osados, habías escuchado rumores sobre cierta mercancía que llegaría hoy por la tarde a la ciudad.

La persona que transportaba tu objetivo no era más que un viejo joyero quien había hecho su fortuna mediante toda clase de acuerdos algo cuestionables.

Sabías que si le echabas el guante a esos anillos, tendrías suficiente dinero como para largarte de la ciudad y empezar una nueva vida donde quisieras.

El viejo tenía un itinerario específico y tu ya lo tenías estudiado, sólo era cuestión de birlarme el maletín y meterte por los callejones de la toscana y luego al paraíso.

Y allí estaba él justo a tiempo.

Había llegado el momento. Divisé mi objetivo entre la multitud a pocos metros de mi posición. La planificación del robo, el estudio de posibles vías de escape, la memorización de las rutas y las arduas noches de observación del individuo habían dado sus frutos, y ahora todo parecía demasiado sencillo. Tenía la impresión de que todo el esfuerzo había sido superfluo e innecesario. Aquello era harto sencillo. Se parecía a los robos de mi infancia.

Confiado, me dirijo recto y con la cabeza gacha hacia el objetivo. Sorteo a las personas con las que me cruzo sin llamar la atención. Eludo las miradas de curiosos transeúntes y rápidamente me fundo en un grupo de gente, del que salgo con facilidad. A tres metros del joyero. Preparo mis manos, porto guantes para evitar dejar huellas en caso de que hubiera imprevistos, pero ello parece muy lejano. Dos metros. El maletín tintinea su contenido y añade una línea más de música a la orquesta de este día. El bullicio de la calle la completa. Un metro. Ni siquiera se ha percatado aún de mi presencia. Me dispongo a ejecutar el robo y...

Es apenas una fracción de segundo, el joyero no logra verte y antes de que pueda reaccionar siente como le arrebatas el maletín de la mano,cuando se gira hacia ti ya es tarde, te habías fundido entre la multitud y desaparecido por un callejón cercano, tenías tu premio.

En apenas unos pocos minutos ya habías llegado a un lugar seguro y te disponías abrir el maletín cuando el sonido de unos aplausos rompió el silencio del lugar.

Bravo chico, eres bueno en verdad, pero ahora entrégamelos y te podrás ir sin daños. - dijo un gnomo mientras caminaba hacia ti con paso lento mientras sonreía con malicia.

Rápidamente acciono los cierres semiabiertos del maletín para ocultar su contenido y le dirijo una mirada amenazante al gnomo mientras presiono el objeto en el pecho para protegerlo mejor y doy leves pasos hacia atrás, evitando el gentío de las calles cercanas pero también la figura cada vez más próxima del gnomo. 

-El maletín lo he conseguido yo, búscate tú tu propio tesoro -intento dar a mi voz tono agresivo y usar en mi favor mi tamaño frente al de mi asaltante-. 

Aprovecho para escudriñar al gnomo y buscar en él indicios de peligro: armas, defensas, objetos mágicos...

El gnomo no parece intimidado por tu persona, pese a que evidentemente se encuentra en desventaja ante ti, en especial porque parece estar desarmado.

El pequeño gnomo avanzaba con paso lento pero seguro hacia ti, mientras ajustaba un anillo bastante caro en su mano derecha mientras sonreía con evidente malicia.

Chico no me lo pongas difícil, no queremos llamar la atención de esos sujetos, después de todo uno de esos anillos les pertenece a ellos y no querrás que te encuentren con él. - dice el gnomo mientras se acerca cada vez más a ti.

Chico un anillo no vale tu vida y si tengo que usar la violencia no voy a dejar testigos es tu última oportunidad de irte de aquí con tu vida y quizá con parte de tu botín. 

Sonrío, agacho levemente la cabeza y sopeso mis opciones. De mis ojos emana un tímido destello de algo que puede ser miedo o coraje y que ni yo conozco. Me esfuerzo por aparentar calma y tranquilidad y ahueco las mangas de mi chaqueta. Improvisar siempre ha sido mi fuerte. 

Mi mirada recorre presta su figura, y tras detenerse en varias partes de las que sospecha, observa que carece de armas u objetos con los que dañarme. En sus manos el brillo de un lujoso anillo centellea y capta mi atención durante unos segundos. Desconozco cómo lo ha conseguido, pero desentona con su aspecto general.

Pese a que no cuente con armas, su amenaza parecía clara, sus palabras seguras y sus tratos deseables. Ahora me abre la posibilidad de que pueda quedarme con parte del botín. Pero he sido yo quién lo ha conseguido y no pienso compartirlo. Puedo asegurar que no alertará al resto de los transeúntes. Él es tanto o más sospechoso que yo.

Mido mis movimientos; estoy a pocos metros del fin del callejón. No puedo echar a correr con la multitud de personas que caminan a mis espaldas. Y si...

-Escucha, gnomo. Ni tú ni yo queremos salir heridos, y yo no te voy a entregar ni un milígramo del peso de este maletín. -Le dirijo una mirada desafiante, midiendo todas y cada una de mis palabras y dotándolas de un halo de seguridad.- No nos conviene enfrentarnos: sigue tu camino, yo seguiré el mío y no será necesario lamentar acciones poco saludables para los dos. Es muy sencillo. -Esbozo una levísima media sonrisa mientras doy pequeños pasos hacia mi atacante-. 

En una hecatombe de recuerdos repaso en mi cabeza las palabras, frases, posturas e intenciones del gnomo. 

El gnomo sonríe y empieza a hablar en un idioma extraño, para lugo desvanecerse delate de tus ojos, lo siguiente que sientes es un golpe seco en el abdomen que te hace perder el aire.

Na sabes como pero estas seguro de que es obra del gnomo, el cual deja escapar una ligera risa burlona mientras empieza a llover a cántaros.

Mientras sujetas con fuerza el maletín para evitar que el gnomo te lo robe, pues al parecer el pequeño estaba determinado a no dejarte ir con el maletín.

Producto de la lluvia, se forman múltiples charcos en el suelo del callejón, charcos que sin tener porque empezaron a formar una serie de ondas, lo que delata la posición del gnomo, el cual estaba intentando acercarse hasta ti sin ser notado, si bien es cierto, no podías saber con exactitud en dónde se hallaba tu enemigo, lo que estaba claro es que no estabas solo en aquel callejón.

El gnomo intenta aprovechar su ventaja atacando directo a tu estómago, pero falla por mucho su diana lo que lo hace gruñir de frustración.

Mi destreza no me traiciona. Mis sentidos ubican la posición del gnomo rápidamente gracias a las grotescas ondas que emiten sus pasos. Suelto una leve risa mientras con rapidez amago un esquive que confunde a mi rival: falla su golpe y ni siquiera logra rozarme. 

-Ha sido un buen intento... -Antes de que pueda retirar el brazo con el que ha intentado proferir el golpe, abalanzo mis dos manos hacia su codo para proferir un golpe seco en el nervio de la articulación que le fuerza a lamentarse. Está desorientado. Es mi momento-. 

Ataco con un ráfaga de golpes rápidos en el abdomen que no logra esquivar, adelanto varios pasos y...

¡Crack! Asesto un puntapié certero en su pequeña rodilla, que cede sin dudar y conforme se dobla y su rostro queda a la altura de mi cintura, un rodillazo cae sobre su mandíbula. La gravedad hace el resto y su cuerpo se precipita a medio metro de mí.

Respiro. Aún sigue consciente. Busco el maletín: a mi izquierda, a pocos metros de mí. Si la lluvia hubiera dañado su contenido, ese gnomo lo pagaría. Me planteo la opción de marcharme, pero he de asegurarme de que no cante. Esto no saldrá de aquí, me repito, y camino decidido ante un contrincante que aún gimotea por el golpe. A su lado el agua de una lluvia que cesa se entremezcla en ondas con la sangre que ha expulsado. Es un espectáculo truculento, desde luego. Me arrodillo para observarlo mejor, acerco mis labios a sus oídos y le susurro:

-Pero el mío ha sido mejor. -Sitúo mis manos en su cuello y en los ropajes que se adhieren a su clavícula y, en un alarde de más fuerza de la que dispongo, alzo al gnomo y le sujeto frente a la pared. Hilos de sangre gotean en sus labios. Estoy a centímetros de su rostro.- Te advertí de que no sería saludable. -Sonrío.- Haz lo que te digo y saldrás de aquí rápido. Quiero que me digas tu nombre, cómo has hecho eso y por qué sabías que iba a robar los anillos. Mi paciencia es famosa, y no precisamente por ser buena. -Hago amago de esperar una respuesta, pero interrumpo mi propio silencio presto al percatarme del intenso brillo en sus dedos.- Y ese anillo. Dámelo. 

Maldito mocoso no olvidaré esto. - responde el gnomo para luego farfullar algo en un lenguaje que no entiendes, desapareciendo sin dejar rastro.

Sin embargo, tu día no había hecho más que complicarse, pues cuando el gnomo desaparece, escuchas que alguien suelta un sonoro. - ¡Mierda! Maldito Fritz.

Cuando giras tu cabeza para ver el origen de la voz un drow se acerca a ti con el rostro serio. - Bien chico, lo acabaste, pero necesito esos anillos y créeme, no estoy de humor para juegos.

Cuando estás por responderle, notas que las pupilas del drow emiten un ligero destello y el maletín desaparece.

¡Está detrás de ti, que no se los lleve! - grita el drow mientras echa a correr hacia el maletín, pero tu eres más rápido con un salto dertibas al gnomo y en el forcejeo logras alcanzar su anillo lo que termina en una potente descarga eléctrica saliendo de tu mano hacia el cuerpo de un inconsciente gnomo que se vuelve visible delante de todos.

¡Oh carajo! Un despertar, justo cuando pensé que mi dia no podía complicarse más. Chico vienes conmigo y no protestes o te llevo por la fuerza. - dice el drow mientras busca algo en su bolsillo.

¿Qué está pasando hoy?

En una mezcla de asombro, sorpresa, curiosidad y un leve temor tanteo con una profunda y ávida mirada la escena. Palpo mis bolsillos, sacudo mi chaqueta y me acaricio las manos mientras observo al gnomo chamuscado en el suelo a pocos metros de mí. 

-Eso... ¿lo he hecho yo? -Digo para mí, sin tratar de ocultar mi sorpresa.- Pero... -Observo como el drow me dirige una senda invitación. No tengo ni la intención ni la capacidad de soportar otro combate o huida.- Por favor, dime quién eres. -Digo en un profundo suspiro. -¿Qué es un despertar? ¿Por qué queréis ese maletín? ¿Y por qué ha salido una descarga de mis manos cuando he tocado... eso? -Señalo el anillo del gnomo disimuladamente-.

Por primera vez en mi vida siento miedo. Miedo real, no un leve temor ante una nimiedad o cobardía frente a un ataque. Estoy desorientado, me tiemblan las piernas y siento escalofríos en todas las partes de mi cuerpo. No estoy predispuesto a hacer nada. Y la mirada de ese drow... Es hipnotizante. 

El drow se encoje de hombros y se pellizca el puente de la nariz para luego empezar a responder tus preguntas una a una con evidente tedio en su voz mientras va levantando uno a uno sus dedos.

Veamos, lo diré en orden para que lo proceses y nos evitemos malos entendidos, las respuestas a tus preguntas son:

Sí, tu lo hiciste y me ahorraste la molestia - levanta el dedo índice de su mano derecha.

Feneref Valerian, maestre de la orden de especialistas de los guardianes de las sombras. - levanta el dedo corazón de la misma mano.

Es cuando un durmiente despierta su magia ya sea por un evento traumático o por haber tenido contacto accidental con un foco arcano como es tu caso. -  extiende el dedo anular dejando los tres levantandaos.

Contiene anillos que incrementan las capacidades mágicas de sus portadores que fueron adquiridos en el mercado negro del mundo de sombras, el pobre diablo al que se los robaste no tenía ni idea de lo que llevaba. - extiende el dedo meñique mientras para luego contraer todos sus dedos y extenderlos una vez más.

Pues si prestaste atención a mi tercera respuesta, creo que puedes deducir la respuesta a la última pregunta, pero si no, te informo que realizaste un conjuro de manera involuntaria, lo que lo hizo en exceso potente, pero incontrolable, por lo que es poco probable que lo puedas repetir, al meno sin la instrucción adecuada y por el tipo de conjuro deduzco que serás uno de mis pupilos en cuanto te presente al concejo de maestros. - sentencia al tiempo que extiende el pulgar dejando los cinco dedos extendidos ante ti, para luego sacar una tiza de su bolsillo y grabar unas runas en el piso, las cuales no se ven afectadas por la lluvia.

Bien, ven aquí y trae a ese idiota contigo, va a ser divertido cuando Monique le eche el guante. - añade con una sonrisa mientras las runas empiezan a brillar.

"¿Y si me niego y trato de huir? ¿Podría tratarse de una ensoñación?"

Las preguntas revolotean como mariposas por mi cabeza mientras continúo abstraído de la realidad. Se ha presentado ante mí un mundo totalmente nuevo que desconocía por completo y que siempre he considerado como un compendio de cuentos de hadas sin fundamento. "Hasta ahora." En circunstancias normales el mero planteamiento de la existencia de focos arcanos o Consejos de Maestros desembocaría en sonoras carcajadas, pero ahora... Estaba frente a ello. Todo había sucedido delante de mí. Yo había sentido como la electricidad circulaba por mi brazo como si se tratase de un cable, como de la punta de mis dedos habían brotado chispas y como la potencia eléctrica había doblegado con facilidad el cuerpo del gnomo. Negarme a aceptarlo sería un acto de necedad. 

"Despierta." Personas mucho más sabias que yo habían tratado de explicarme la existencia de un mundo así durante mi estancia en el internado; me negué a dar veracidad a sus palabras y ahora me he topado de frente con ellas. Sea lo que fuere, esta situación es real y como tal, he de enfrentarme a ella. Recapitulemos.

El drow se hace llamar Feneref Valerian y dice ser maestre de una orden de guardianes de las sombras. Pese a su pertenencia a dimensiones similares a las del gnomo, es obvio que su naturaleza es completamente distinta. Su porte es elegante, imponente y lo suficientemente poderoso para evitar a todas luces que me plantee salir airoso de un enfrentamiento con él. Basta el centelleo que emana de sus ojos para disuadir a cualquiera. He de hacer caso de sus órdenes. Por ahora.

Me arrodillo levemente frente al cuerpo chamuscado del gnomo. "Pobre diablo." Extiendo mis manos sobre sus costados y le levanto con suma facilidad, lo cargo en mi hombro izquierdo y lo llevo hasta Feneref. Su condescendencia es obvia; es consciente de su poder y del miedo que inflinge y por ello se permite la licencia de dar órdenes con tanta facilidad. 

-¿Pasa algo si las piso? -digo señalando con mi mano libre a las runas brillantes que acaba de dibujar-.

Antes de que responda, añado:

-Esa no es la única pregunta que tengo. -Esbozo una tímida sonrisa- Me suelen llamar Neo.