Sayaka trató de volar con cuidado junto a Azazel y cuando llegaron, aterrizó con cuidado para ayudarle al ángel caído a hacerlo sin lastimarse. Lo habían logrado, pero el aire de Victoria era inexistente. Nadie se sentía feliz de ver semejante matanza. Si tan solo fuera más fuerte...
Miró a Azazel cuando este le puso la mano sobre la cabeza y sus ojos llorosos no dejaban de escurrir lágrimas. Podía ser un ángel caído, pero para Sayaka era como su padre. No quizo hablarle para recordar que no podía escucharle por su culpa, pero apretó los puños enojada. Entonces, los guerreros comenzaron a entrar y dragón emperador disipó su armadura para mostrar a uno de los jóvenes de los Rating Games. ¿Entonces era como ellos? ¿Como ella?
Se quedó mirándolo estupefacta, además que era muy apuesto. Posó su mirada en él y cuando este miró al asentamiento y las miró, las mejillas de Sayaka se colorearon. Solo en ese momento había notado que se había quedado mirándole. Apartó la mirada y fue con Koaj. Ella lloraba en los brazos de Shiori. Sayaka acarició su cabello y le sonrió - Buena niña - para luego ir al lado de Ikutsuki. Sujetó su mano restante con cuidado y acarició su cabello con delicadeza.
- Espero puedas perdonarme, Ikutsuki-san - mientras sus lágrimas seguían corriendo. No quería dejar el lado del chicoal menos hasta que despertara.
Desde su lugar, Shiori veía el pasaje desolado que se presentaba ahora que la pelea había terminado. Sus ojos negros se endurecían a cada segundo mientras reconfortaba a Koaj y veía cómo los refugiados/sobrevivientes iban llegando a su mismo sitio. Por supuesto, esto no se comparaba a lo que ella misma vivió en Yanaka, pero esa experiencia le permitió no derrumbarse en el llanto ni en la frustración, pues aquellas imágenes y olores le eran, desafortunadamente, familiares y no le tomaron por sorpresa. Humanos, demonios, ángeles caídos, magos... al final, todos podían caer.
Se quiso acercar al ver llegar a Azazel, pero solo quedó en la intención mientras veía la sangre seca en sus oídos. Ahí comprendió que el hombre no podía escuchar debido a los gritos de Sayaka, pero no dijo nada al respecto porque con tratamiento se recuperaría y la alfil comprendía lo que había causado. Así como a Ikuktuski no le dijo nada de sus errores en los Rating Games porque él lo sabía, tampoco lo haría con la sirena. Todos eran conscientes de sus errores y capacidades.
Asintió cuando el ángel caído agradeció; además, cuando vio al nuevo de la longinus parpadeó un par de veces dándose cuenta del poder de ese Sacred Gear y la fortuna de que el Inframundo tuviese tal poder para proteger. Era irónico que los demonios fuesen los buenos luego de tantos años donde se les mitificaba como seres malévolos; pero los seres humanos no se eximían de sus actos. En todos lados había blanco, gris y negro.
Sostuvo la mirada al chico hasta que se fue sin dejar de abrazar a Koaj. A su lado, el inconsciente del ojiverde continuaba en ese estado y maldijo en silencio esperando ver que abriese los ojos de un momento a otro. Sabía que estaba vivo, pero quería que se mantuviese así. También observó a Sayaka que se colocó al lado del chico y suspiró, para hablar de nuevo a su compañera.
-Las Bathin están aquí, a la izquierda-señaló con la cabeza a la izquierda de las gradas para mostrarlas exhaustas, tiradas en el suelo jadeando. Alrededor de ellas había bastante destrucción y sujetos de túnicas reducidos a nada; la lucha había sido intensa, pero estaban bien. Eso sí, solo estaban quienes habían ganado, ningún rastro de los que perdieron-. Koaj-san... un apellido es el nombre a la familia o clan al que perteneces. Tu nombre propio es Koaj, así como el mio es Shiori; pero yo pertenezco a la familia Hino. ¿Te sabes el tuyo?
Azazel se lazó de espaldas al suelo, respirando con algo de alivio al por fin poder descansar sus golpes. Las flechas que habían sido clavadas en su espaldas eran las heridas menos graves que tenía. Levantó una mano mientras estaba acostado, antes de que alguien se preocupase. Solo necesitaba descansar un poco.
Koaj se volvió a Shiori, negando mucho con su cabeza. Sus ojos estaban rojos e hinchados de tanto llorar. Se limpiaba de nuevo las lágrimas, volviendo a poner su cabeza en el regazo de Shiori. Los ojos de la pequeña Koaj expresaban miedo. ¿Qué pasaría con aquella niña una vez la dejasen? ¿Qué sería de su vida? ¿Tendría más familia? ¿Cómo viviría después de todo eso? No lo sabían realmente. Y ella tampoco.
—Mamá... Mamá... —Koaj seguía llorando desconsoladamente, agarrándose fuertemente a la falda de Shiori.
Ikutsuki parecía no reaccionar. Sus heridas eran de seguro muy graves y necesitaría más descanso que ese. Además, había perdido un brazo y sus quemaduras eran graves. Cuando Azazel se recostó, notó que la preocupación por él era generalizada. Parecía que todos se preocupaban por él, de alguna manera. Lo miró y se giró hacia su compañera cuando le habló de "las" Bathin. Eso indicaba que Samuru no estaba allí. Se giró a verlas para encontrarse con su pose cansada. Habían llegado al límite. Afortunadamente, Sayaka y Shiori tuvieron suerte y salieron bien libradas de sus combates. Sayaka se quedó con Ikutsuki, pero se giró hacia Koaj cuando comenzó a sollozar. Dijo con una muy triste sonrisa.
- Después podremos ayudarla. Por ahora, sólo podemos consolarla - sonrió y se giró hacia Azazel para retirar su mirada con tristeza. Era su culpa y se sentía responsable. Solo esperaba que aquello fuera de manera temporal. Si tenía la posibilidad de agradecer al dragón emperador, lo haría. Por el momento, sólo restaba esperar a reunirse con el resto de su clan para poder tratar heridas, recuperarse y avanzar.
¿Era posible que no tuviese un apellido o era parte de la cultura de los demonios del inframundo? Shiori observaba a la pequeña llorar y continuaba acariciando su cabeza de manera suave y con cuidado, no quería que Koaj se pusiese peor haciendo preguntas que seguramente la confundirían. Además, asintió al comentario de Sayaka sabiendo que ella tenía razón y entonces recordó uno de los cuentos que solía contarle su madre a ella y Samuru cuando eran niños.
-Koaj-san...-su voz continuaba indiferente al igual que sus ojos fríos. El vacío la consumía, pero sentía que podía distraer a la niña si era posible-. ¿Conoces la historia de Momotaro? Fue un niño que nació de un melocotón...
Y así, continuó con aquella historia del héroe infantil mientras estaban rodeadas de tal destrucción.
Las cosas se habían asentado.
Los aliados que quedaban en pie habían hecho desaparecer sus armas y por fin bajado la guardia, simplemente se dedicaban a sobrevolar por toda la destrucción, buscando sobrevivientes de la catástrofe. No eran muchos lo que habían. De entre todo el centenar de cadáveres una decena fueron los demonio que sobrevivieron, siendo gravemente heridos. Algunos probablemente no vivirían por mucho. Los enemigos que aún se arrastraban eran fríamente ejecutados, no había piedad alguna para ellos. Ciertamente el paisaje no era algo digno de apreciar.
Luego de unos cuántos minutos más y más personas llegaron por el destrozado techo de la arena. Guerreros demonios, ángeles caídos, ángeles; decenas y decenas de personas se incorporaban al lugar con rapidez, moviéndose hacia los asentamientos de sobrevivientes, empezando a mover los escombros.
Algunos llegaron hacia el lugar en donde ustedes se encontraban. Unos demonios hicieron aparecer algunas mantas que fueron repartiendo a los que habían sobrevivido. Una ángel se estaba encargando de dar primeros auxilios a los heridos de gravedad. Parecía tener un poder parecido al de Itomi.
Una ángel caído se encargó de los niños. Para su sorpresa, Koaj no era la única afectada por el ataque. Al menos cinco niños más, sentados de espaldas a una pared, parecían haber quedados solos en medio de la batalla. Una mujer igual de horrorizada que ellos trataba de calmarlos, aunque no tenía demasiado éxito.
Muchos de los que habían llegado entraron al gran recinto a toda velocidad, probablemente buscando lo mismo que lo que buscaban afuera: supervivientes. Además, no podía ignorarse el hecho de que dentro del recinto se hallaba la enfermería.
Se volvieron una vez más para contemplar los restos de la arena de su alrededor. No era realmente alentador. Habían sufrido un ataque y eso era lo que había quedado de la batalla.
Lo que estaban viviendo... ¿era el fin o el comienzo de una guerra?
El capítulo queda cerrado para ustedes.
Sentiste que las llamas a tu alrededor se hacían mucho más fuertes. Habías descubierto quién era. Por alguna razón la mujer sonreía, pese a que de sus ojos brotaban incesantes lágrimas. Su mano siguió intentando alcanzarte, así como tú también lo intentabas. Sus temblorosos dedos quería tocarte una última vez, pero antes de llegar a ti su mano se desplomó a unos cuantos centímetros de la tuya.
Sus labios, temblorosos, se movieron. Apenas como un susurro escuchaste que tu madre te decía algo, mientras el brillo en su mirada se hacía casi imperceptible.
—Vi... ve... —sus ojos ya carecían de cualquier brillo; las lágrimas habían dejado de rodar por sus mejillas. Su pecho ya no se movía. Su mirada se había quedado fija en la tuya, acompañados de esa pequeña sonrisa que no había desaparecido.
Fue entonces que sentiste el dolor más tortuoso que habías sentido en toda tu vida.
- Eizo-kun, ¡no! - grite al ver que Eizo se interponía entre uno de los rayos y yo.
Invoqué un par de bastones y me preocupé de atacar a uno de los magos mientras mis dos bastones se encargaban del otro. Ambos bastones aparecieron al lado del enemigo y lanzaron un golpe.
Motivo: Duplicar bastones
Tirada: 1d100
Dificultad: 15+
Resultado: 48 (Exito) [48]
Motivo: Ataque de bastones duplicados
Dificultad: 0
Habilidad: 15
Tirada: 2 6 8
Total: 6 +15 = 21 Éxito
Objetivo: Daño de bastones duplicados
Tirada: 2d6
Modificador: 2
Tirada: 4 6
El dado ha explotado: 2
Total: 12 +2 = 14
Motivo: Ataque
Dificultad: 0
Habilidad: 15+1
Tirada: 2 4 8
Total: 4 +15 +1 = 20 Éxito
Objetivo: Daño
Tirada: 2d6
Modificador: 3
Tirada: 1 3
Total: 4 +3 = 7
Mandaste a volar a ambos magos con los bastones; no habían tenido tiempo siquiera de reaccionar. Les habías hecho estrellarse contra la pared, agrietándola un poco. No sabías si estarían muertos o inconsciente, pero al menos ya no serían una molestia.
Eizo se llevó una mano a la cabeza, entrecerrando uno de sus ojos; el otro se había quedado brillando en aquel azul tan electrificante.
La lucha de Samuru y el dragón estaba llegando a su final. Samuru, acorralado contra la pared, sacó la espada de la boca del dragón para clavarla directamente en su cabeza. Su primer intento fue fallido; las escamas del dragón eran lo suficientemente fuertes como para resistir esa fuerza de ataque. Samuru lanzó un grito y azotó con mucha más fuerza su espada contra la cabeza del dragón, la segunda vez penetró por completo. El dragón se retorció, abriendo su mandíbula y lanzando alaridos de dolor. Unos de los dientes rasguñó parte del brazo y el torso de Samuru, pero las heridas no fueron graves. El dragón empezó a caminar hacia atrás hasta chocar contra la otra pared. Siguió moviendo su cabeza con la espada del pelinegro clavada en la cabeza, hasta que por fin cayó de lado inerte.
Gilridir sentada con las manos apoyadas en el suelo. Sus ojos bien abiertos hacia el final del pasillo. Como habías visto, había un gran boquete en la pared. Sin embargo, ahora que el polvo de los escombros se asentaba, te daba una vista más clara de lo que sucedía.
Alguien daba un par de pasos penosamente hacia el frente. Blandía una espada en su mano derecha. ¿No era esa la espada de...?
—¡Reyner, detente! —gritó Eizo, en dirección al boquete, sin quitarse la mano de la cabeza. ¿Sora, acaso era él? Pero estaba un poco lejos para distinguirlo con certeza. Solo podías ver un cabello castaño... Pero esa espada...
Gilridir se llevó las manos a la boca al escuchar a Eizo. Momentos después, pudieron ver cómo su figura se derrumbaba en el suelo, levantando otra pequeña nube de polvo.
—Esto es absurdo... —todos los demás se habían quedado de pie, tensos, mirando hacia donde Sora estaba. Incluso el mismo Samuru, quien ya había sacado su katana de la cabeza del dragón, se había quedado mirando hacia allí con una dura mirada.
Acaso... No podía ser cierto, ¿verdad?
- ¿Qué? - fue lo único que alcancé a pronunciar ante la escena del supuesto Sora.
Tan pronto vi derrumbarse la figura de Sora corrí para comprobar su estado. Al llegar a su altura me agaché y levanté su cuerpo con mis brazos.
Te abriste paso en medio de la destrucción lo más rápido que pudiste, llevándote unos cuantos escombros de por medio a tu paso.
Apenas llegaste pudiste ver a Sora tirado boca abajo. Frente a él, de espaldas al suelo, estaba una mujer rubia vestida con la túnica de los magos; tenía una gran herida que le perforaba el pecho. Había un gran charco de sangre bajo ella que teñía gran parte de los rubios cabellos. Tenía otra herida también en el hombro, pero la más fatal había sido la de su pecho. Había muerto con una expresión de horror plasmada en el rostro.
En cuanto a Sora, no había nada que pudieses hacer con él. Tenía una herida aún borboteante de sangre en el estómago. Tanto él como el enemigo habían sido apuñalados uno por el otro, pero no había ninguna espada alrededor de ellos. Sora estaba en mal estado, todo su cuerpo estaba magullado y toda su ropa sucia y rota. Pese a todo eso, sus ojos estaban cerrados. Su rostro estaba lleno de aún frescas lágrimas.
Por más que intentaste hacer algo para que se moviese, Sora no respondía. Un momento después sentiste los pasos de dos personas venir hacia ti, apenas audibles por las explosiones que se hacían cada vez más fuertes y más regulares afuera.
Detrás de ti estaban Samuru y Eizo.
—Urena... ¿en verdad él? —no pudiste ver el rostro del peliblanco, pero pudiste imaginar la expresión que tenía por su voz quebrada. Samuru se quedó en silencio— No puede ser cierto... ¿verdad?
Ya había visto la muerte de cerca, pero no me acostumbraba, quizá fuera porque las veces anteriores o habían sido enemigos, o había sido yo misma la que fallecía sin remedio. Aunque Sora no tenía una personalidad de mi agrado, no pude evitar que unas cuantas lágrimas se me cayeran al sentir que la vida se le había ido y que solo estaba sosteniendo la cáscara vacía que suponía su cuerpo.
Me enjugué las lágrimas, inútilmente, al oír los pasos. Al girarme todavía se podía ver el dolor y la pena en mi rostro, y los signos claros de las lágrimas que habían salido de mis ojos. Dejé a Sora en el suelo y asentí ante Eizo.
- Sí, ambos se dieron el golpe de gracia a la vez - dije como única respuesta.
Apreté los puños y dejé unos instantes de silencio.
- Tenemos que intentar salvar al resto, hemos acabado con la amenaza más directa pero, ¿en la enfermería estarán seguros? - dije apartando de mi mente la idea de que el cuerpo de Sora se hallaba sin vida detrás de mí - Vamos a comprobarlo.
Ni Eizo ni Samuru lloraron ante la situación, pero sí que se quedaron plasmados al ver tu rostro. Como era de esperarse, Eizo estaba mucho más conmocionado que el hermano de Shiori, sin embargo, este también tenía una expresión dura en el rostro. Eizo ni siquiera estaba pestañeando. Estaba blanco como el papel. Apenas mostró signos de que estaba despierto cuando les volviste a hablar.
—Urena... —seguía conmocionado, pero asintió levemente. Samuru, quien era el más capaz de los dos, te miró y habló con un tono de voz que intentaba ser afable.
—Yo debo ir a buscar a mi hermana —dijo, totalmente determinado—. Si nos conseguimos enemigos acá, probablemente abajo también hayan. Ustedes deberían quedarse en la enfermería. Si llega una emboscada todos allí quedarían indefensos —Samuru levantó su espada del suelo y los miró por última vez antes de irse—. Buena suerte a ambos —y salió corriendo pese a sus heridas hacia el boquete del pasillo, para luego bajar por las escaleras.
Eizo, quien seguía mirando el cuerpo de Sora, se mantuvo firme; quizá porque tú le habías transmitido eso, o quizá porque no quería quebrarse de ti. Sus ojos resplandecían mucho gracias a su sacred gear, pero no había señal de lágrimas en ellos.
—Vamos.
Luego de tu respuesta habrá un último post, y con eso por fin cerraremos el cap :D. ¡Prepárate para el arco de Urena!
- Buena suerte Samuru-san - dije -. Informa a Shiori-san y a Sayaka-san de como estamos aquí, no quiero que se preocupen demasiado por el estado de Val-buchou, que sepan que está controlado.
Asentí ante Eizo y puse una mano sobre su hombro.
- Nosotros vamos a cuidar de los heridos - dije entonces comenzando a avanzar a paso acelerado antes de comenzar a correr en dirección a la enfermería.
Volviste corriendo junto a Eizo a la enfermería. Los heridos habían dejado de llegar, pero no precisamente porque no los hubiese; la lucha fuera se volvía mucho más intensa.
Itomi había logrado curar a todos aquellos con heridas más fatales; ahora descansaba apoyándose sobre una pared, en su aura podías ver que había utilizado mucho poder, ya que ahora esta era bastante débil.
El monitor que había en medio de la enfermería volvió a encenderse con muchísima interferencia. Todos los que estaban conscientes se agitaron un poco. Las imágenes se hacían un poco más claras, desvelando todo lo que pasaba. Azazel estaba luchando con Kokabiel. Llevaba las de perder luego de haber tenido que proteger a Sayaka y a la misma Shiori. Después de hacerlas retroceder, intentó acabar con el ángel caído, pero estaba demasiado herido para ello. Después de un rato resistiendo, Kokabiel por fin logró asestar a Azazel un golpe que lo mandó a volar hacia la otra punta de la arena.
Todo se creía perdido, Kokabiel estaba preparando un ataque devastador. Entonces, sin que nadie supiese qué había pasado, algo como un rayo vino volando del techo golpeando a una increíble velocidad a Kokabiel y haciéndole estrellarse contra el suelo. Se escuchó el gran estruendo del cemento crujir y las partículas de polvo de los escombros se irguieron.
Un par de segundos después un gran brillo de color dorado se produjo, antes de que el polvo se disipase y, entre este, salió una figura que emanaba una cantidad de poder increíble.
El sujeto de armadura extendió una mano hacia abajo de él. Una pequeña bola de energía de color verde se reunió en la palma de su guantelete. Lo lanzó hacia el suelo y, momentos después, una explosión comparable a la que había causado Kokabiel se produjo. El sujeto lanzó otro ataque y otra explosión se produjo, y otra, y otra, y otra. Los enemigos que quedaban ya no se esforzaban en luchar, todos sus esfuerzos estaban dirigidos únicamente a escapar. Ya no aparecían más magos y, los que quedaban, estaban siendo reducidos por los aliados.
Un momento después un gran brillo color rojo rodeó al usuario del boosted gear; todos los que estaban medianamente cerca tuvieron que cubrir sus ojos para protegerlos de la luz. Segundos después se vio, justo en el mismo lugar donde estaba el sujeto con armadura, a un chico que les sonaba de algo.
La mirada del dragón emperador rojo era dura. No apartaba la mirada del cráter. Sus labios estaban un poco contraídos, mientras extendía su mano una vez más hacia el cráter y, luego de que apareciese un guantelete de color rojo sobre su ante brazo, volvió a lanzar una bola más de energía, creando una explosión fuerte, aunque bastante más débil que las que ocasionaba vistiendo su armadura. Hizo desaparecer su guantelete y se mantuvo con sus alas extendidas, mirando hacia el cielo. Las alas del demonio no eran como las de ustedes, sus alas eran grandes y negras; unas alas de dragón.
Un momento después, decenas y decenas de guardias heridos entraban por el techo destrozado del lugar. Los enemigos que quedaban habían sido completamente reducidos y los guardias y ángeles caídos levantaban sus armas, pero con una dolorosa expresión. Nadie gritaba de efusividad, solo tenían sus armas levantadas.
El usuario del Boosted gear salió momentos después una vez más por el techo.
Eizo se permitió tirarse en el suelo para sentarse. Toda la sala quedó en silencio ante las devastadoras imágenes. Habían cientos y cientos de cadáveres y la destrucción de la arena era increíble.
Algunos llantos se empezaron a escuchar, tanto de las enfermeras como de los pacientes.
A través de la pantalla podía verse que, mientras la batalla transcurría, muchos eran los guardias, ángeles caídos y refuerzos en general que habían hecho la victoria de aquella batalla posible.
Ya no quedaban casi magos en el lugar: la victoria estaba servida. Aunque, ¿en verdad era una victoria?
¡Cerramos por acá con Urena!
Todos se reunieron alrededor de media hora después de que todo acabase.
La noticia de que Sora había muerto era lo más devastador que había pasado al grupo. Cuando el cadáver fue levantado se toparon con que, sobre su pecho, una pieza de ajedrez blanca con forma de caballo yacía acostada. Esa era la pieza que Val había dado a Sora. Como por arte de magia la evil piece temblaba, tratando de rodar, pero no lo conseguía. Quienes habían sido testigos de ello presenciaron la capacidad de las evil pieces.
Se hablaba también del dragón que había sido invocado en la batalla; nadie sabía quién lo había hecho. Supieron luego de boca de la propia Arabelle que era ella quien lo había invocado.
Otra cosa que impresionó a todos fue el estado en el que se encontró a Ikutsuki; su brazo izquierdo había sido cercenado. Había perdido el control en aquella batalla. Nadie sabía qué había sucedido con su brazo o por qué había perdido el control, pero Ikutsuki no despertó, así como tampoco lo hizo Val.
Chisa y Yuu despertaron poco después de que todos se reuniesen, más conmocionados de lo que cualquiera podría estar. Habían cerrado sus ojos cuando los rating games casi terminaban y los habían abierto cuando una sangrienta batalla que había matado a uno de sus compañeros terminaba. Chisa estuvo llorando todo el rato, siendo consolada por su hermano y Urena. Yuu se mantenía sentado sobre su camilla, blanco, con sus ojos fijos en la pared.
Val no despertó hasta pasadas unas horas. No sabía cómo reaccionar ante todo lo que le estaban diciendo ya que, al igual que Chisa y Yuu, él había cerrado sus ojos cuando el ataque todavía no sucedía. Le tomó unos minutos tras su borrosa mirada procesar todo y, para desconcierto de la mayoría, la reacción de Val fue increíblemente fría. Aunque el peliblanco estaba indiferente y calmado ante todo, ya todos sabían que eso era nada más lo que mostraba en el exterior. Expresaba tranquilidad, pero su interior debía ser un mar picado.
¿Podría recuperarse el inframundo de un golpe semejante? Probablemente sí, aunque eso no significaba que las pérdidas hubiesen sido mínimas. El ataque a Agreas había sido el atentado más devastador que había sucedía en el mundo sobrenatural desde que la brigada del caos había reaparecido. Para los escépticos que dudaban de que en verdad un segundo grupo terrorista estuviese siendo conformado, la aparición de Kokabiel despejó todas sus dudas.
¿Cuánto pasaría hasta que el siguiente ataque fuese perpetrado?
Grita «¡Devastación!» y suelta a los perros de la guerra.
Capítulo 4 oficialmente cerrado. ¡Enhorabuena!