Cinco años habían pasado desde el apocalipsis. La paz había predominado por sobre todo, dejando de lado los conflictos sin escalar de algunas facciones. Durante todo este periodo de paz, la mayoría de facciones se habían unido para erradicar todas las células terroristas sin distinción ni piedad alguna, llevando eso a que muchos tratados de paz fuesen firmados y las relaciones de algunas facciones mejorasen.
El Inframundo no había tardado mucho en reconstruir y reforzar sus cimientos... al menos económica y socialmente, pues políticamente el asunto de Sirzechs trascendió más allá. Siendo el mahou más querido, hubo más de un problema para que se eligiera el siguiente mahou a pesar de que todas las casas tenían la vista puesta en el trono máximo del Inframundo. Los meses pasaron sin que se llegase a ningún acuerdo. No parecía haber un candidato claro, y ningún mahou quiso asumir el puesto. Curiosamente, la mayoría del pueblo tampoco quería a nadie más que Sirzechs, por lo cual la vía democrática que el propio Sirzechs había implementado no sirvió absolutamente de nada. Muchos opinaban que Millicas, el hijo del antiguo Lucifer, tomara su puesto por derecho, pero no se había llegado a nada aún. De cualquier forma, el puesto estaba vacío hasta la fecha, por lo que el ambiente político con el pasar del tiempo solo se hacía más y más tensos; todas las casas querían más poder, y poner a uno de los suyos en el puesto de Lucifer era la mejor forma de conseguirlo.
¿Pero en qué afectaba eso tu vida? ¿Qué había sido de Muto Urena todos estos años?
Antes de que fueras oficialmente liberada, Val habló con cada uno de forma individual. Cuando lo hizo contigo, fue una conversación algo incómoda y breve por lo que había sucedido entre ustedes. No se podría decir que aún estuviera interesado en ti, así que no fue Val el que tocó el tema, y realmente agradecería en silencio si tú no lo hiciste tampoco. Aquella conversación pasó poco después de un mes después de que las chicas despertasen y las aguas comenzaran a calmarse en el Inframundo. Unos cuantos días después de ser liberados, tú, Sayaka, Shiori y varios demonios más que habían participado en esa batalla fueran declarados héroes de guerra; Sayaka, Shiori, tú y unos pocos más llevándose consigo las máximas condecoraciones, lo que les otorgó derechos a cosas que meses atrás no habrían podido esperar, como influencia, riquezas y la posibilidad de aplicar para formar un clan en un futuro no muy lejano. ¿Pero aquello era algo que interesase a Muto Urena?
Después de la batalla, les habían prometido un periodo de paz, y eso se cumplió. Con tu libertad adquirida, tuviste el derecho de hacer lo que quisieras, y dentro de eso estaba volver al mundo humano. ¿Pero y qué pasó con los gemelos? Chisa despertó seis meses después, pero le tomó mucho más tiempo volver a ser la misma... aunque nunca volvió a serlo realmente; un brillo dentro de ella se había extinguido. No era la misma chica ruidosa y animada que llevabas conociendo muchos años, sino una versión más apagada de ella. La peliblanca se mantenía en contacto contigo. Sin embargo, desde hacía unos años se había dedicado a viajar por el mundo humano sola. Por su parte, Eizo había mantenido cierta distancia desde lo que le había sucedido a Chisa. No obstante, nunca se distanció de ti del todo; aún te consideraba su amiga, aunque era cierto que mantenías menos contacto con él. Cinco años después, sabías que Eizo se había quedado solo en el Inframundo viviendo una vida bastante corriente. Había renegado de la idea de buscar un clan, y trabajaba para los Gremory como un demonio libre en cosas que no tenían nada que ver con las batallas.
Pero mucho de hablar de los demás. ¿Qué había pasado contigo? ¿En qué punto de tu vida te encontrabas? ¿Habías decidido volver al mundo humano con tu padre o te quedaste en el Inframundo para seguir desarrollando tus habilidades con Sun Wukong? ¿Tal vez ambas?
Perdona la demora, pero aquí está :D. Puedes hacer un resumen, si gustas, de lo que crees que Urena habría hecho en este tiempo. Una vez con eso, te introduzco a una pequeña escena que no nos tomaría más de 4 o 5 post y cerramos. En caso de que no desees la pequeña escena, házmelo saber y con el resumen bastaría.
Sonaba el despertador y abría los ojos. Se cumplían cinco años después de quel evento y yo me levantaba del futón como si nada. O al menos eso es lo que hubiera pensado una persona cualquiera viendo aquella escena.
Pero nada era común y corriente. Aunque la vida se respiraba así y había momentos, la mayoría de ellos en los que todo parecía normal, en aquel momento yo no pude evitar echar la vista atrás y hacer un pequeño análisis de lo que había acontecido en aquellos cinco años.
Tomé el teléfono y miré los últimos mensajes. Por la noche la gente dormía así que no había mucho o quizá casi ninguno, pero me había dado por observar las conversaciones con Chisa y Eizo. Suspiré al saber en lo que se había convertido nuestra relación a raíz de todos aquellos eventos. En realidad solo habían pasado cinco años y parecía que los gemelos necesitaban un tiempo para pasar página. Ella viajaba como si de Phineas Fog se tratase y su hermano se dedicaba a un tipo de servidumbre peculiar, dentro del mundo de los demonios.
Suspiré.
Observé a mi alrededor. Apilada en un rincón, había un kimono de artes marciales de estilo chino que me había regalado Sun Wukong. Le había pedido al "viejo" que me siguiera entrenando, pues sabía que no había llegado al límite de mi poder y quería seguir manteniendo mi resonancia con el bastón, el cual ya controlaba casi a la perfección y con el que mejoraba día a día. Aquella mañana, debería levantarme y lo primero sería reunirme con el Rey Mono para recibir otro entrenamiento especial.
Mi situación social en el inframundo había mejorado, pero yo no quería que aquello me afectase más de lo normal. Asistía a eventos y reuniones importantes, conversaba con otros de mi misma categoría y algunos me comentaban mis diferentes posibilidades acerca de formar un clan, pero yo no me sentía preparada, al menos todavía. De hecho, jugaba con cierta ventaja, sabía que todavía no tendría que formar a un grupo fuerte para encarar lo que se nos venía y quería estar preparada yo, para ser el Rey de un nuevo grupo.
Pensaba mucho en Shiori y Sayaka, e intentaba comunicarme con ellas tan asiduamente como podía, al fin y al cabo éramos hermanas, era lo que habíamos decidido.
Recordé también el tiempo posterior a aquel apocalipsis. Cuando Val me ofreció la libertad y evitó hablar de nuestra relación yo también obvié aquella parte. La verdad era que, después de unirme a su clan, mi forma de ver a Val había cambiado. El chico refinado por el que todas las chicas del instituto estaban colgadas no era tal y aquel encanto que emanaba en público se disipaba en la intimidad. Aunque yo lo entendí muy pronto, creo que Val acabó entendiéndolo igual. Estoy segura de que no le sentó demasiado bien y lamento aquel momento que tuvo que pasar, pero estaba segura de que Val seguiría mejorando y volvería a ser el mismo.
Volví a suspirar.
Me tomé del cabello y lo levanté con mis manos. Con una goma que llevaba en la muñeca lo até en una coleta. Me levanté y entonces la puerta de la habitación sono.
- Venga Urena, vas a llegar tarde - sonó la voz de mi padre al otro lado de la puerta.
Habíamos recuperado la casa, la habíamos reconstruido y volvimos a vivir ahí. Yo quería dedicarme al estudio, quería continuar con el dojo y a su vez estudiar. No era tan buena cocinera como mi padre, pero me encontraba estudiando en una buena escuela así que, algún día, compartiría su mismo grado. Quizá acabase abriendo franquicias de los restaurantes de ramen de papá en el inframundo.
- ¡Voy! - le contesté.
Oí los pasos de mi padre alejarse a la vez que yo me acercaba a la puerta. Cuando salí, el ya alcanzaba la planta de abajo.
- ¡Me aseo y bajo, papá! - exclamé desde el pasillo.
Cuando acabé de prepararme bajé para el desayuno. Me acerqué a mi padre y le di un beso en la mejilla.
- ¡Qué bien huele! - dije con entusiasmo.
Tenía todavía unas horas para mi primera clase del día, pero la escuela de cocina era mi excusa para seguir entrenando con Sun Wukong, mientras no me permitieran contarle la verdad a mi padre.
Damos con la escena. Haz la elipsis que necesites que lo he dejado en el desayuno, pero podemos irnos donde creas conveniente. He montado la escena un poco para explicar todo :)
Después de todo lo que habías vivido, no sería extraño percibir tu realidad actual como un sueño. Vivías como humana, pero eras una demoniza, y con cada día que pasaba, tu fuerza crecía más y más. Por supuesto, seguías entrenando con Sun Wukong; eras su sucesora después de todo, aunque para ello faltaba tiempo aún. Por ahora, podías permitirte vivir con tu padre en la casa donde habías crecido, y hacer cosas que tenías planeadas cuando eras humana.
¿Qué había sido de tu padre en este tiempo? Contra viento y marea, el negocio había ido bastante bien, permitiéndoles incluso abrir unas cuántas franquicias más. Eso proporcionaba una seguridad monetaria bastante considerable... Aunque claro, no es que tú necesitaras dinero ahora; tu poder adquisitivo incluso en ese momento era el suficiente para varias franquicias de lo que quisieses... y tal vez hasta más. Pero eso tu padre no lo sabía, y no es que necesitases ostentosidades y excentricidades para ser feliz, ¿verdad?
Así como el negocio, tu padre día con día luchaba para recuperarse de la pérdida de Akemi. Había días más claros que otros, pero sin duda no la superaba, y tal vez no lo haría pronto. El tiempo sería el que lograría cerrar poco a poco esas heridas. Por lo pronto, sabías que tu padre había decidido no buscar a nadie más aún, y eso se mantenía. Por supuesto, era más que evidente lo mucho que lo ayudaba que estuvieras allí también.
Después de comer, tu padre te pidió ayuda en la tienda principal antes de que fueras a tus "clases de cocina", tienda de la cual aún se encargaba personalmente a pesar de contar con unos cuántos empleados de confianza. Realmente, contabas con el permiso de contarle las cosas a tu padre siempre que este pudiera manejarlo. ¿Pero podría? ¿Cómo reaccionaría cuando le contases todo lo que había pasado en realidad? ¿Le contarías realmente lo que había sucedido con Akemi? ¿Podría soportar saber todo eso? Había muchas cosas que debías considerar antes de contarle la verdad, pero tarde o temprano tendrías que hacerlo.
En medio de una jornada normal, la mañana comenzaba con bastante tranquilidad. No había muchos clientes, por lo que el local, aquel que tu padre había decidido mantener intacto, se hallaba bastante apacible y normal. Y así se habría mantenido de no ser por dos presencias que percibiste antes de que llegaran al local. Con ninguna de las dos podías estar equivocada, aunque una de ellas llevabas años sin percibirla.
Apenas un minuto después de que percibieras las presencias, la puerta se abrió y una mujer delgada de cabello largo y... negro entró junto a un anciano de cabello blanco y figura encorvada que se apoyaba en un bastón. La mujer de cabello negro parecía conversar amablemente con el hombre. Hasta allí, nada era raro... de no ser porque esa mujer era Chisa y el anciano, aunque tenía una forma distinta, no era otro que Sun Wukong. Apenas entraron, ambos dirigieron su mirada a la barra; Sun Wukong sonriendo fantasmalmente con picardía; Chisa sonriendo tímidamente con un brillo en los ojos que no pudo ocultar... pero sin aquella efusividad que la había caracterizado antaño. El anciano se fue a sentar a una mesa, mientras que Chisa acomodó su bolso después de hacer una reverencia al anciano y se acercó a la barra. Entonces, se sentó.
Tu padre miró de reojo a Chisa sin reconocerla y te pidió que la atendieras. Notando que Dai no la había reconocido, Chisa rio un poco. Apenas te acercaste a ella, no pudo ocultar su sonrisa.
—El especial de la casa, por favor —era un poco más alta, aunque su cuerpo seguía siendo delgado. Sus rasgos se veían un poco más finos, algo más maduros, pero lo que más llamaba la atención de ella era su larga y negra melena que sabías de sobra que era tintada—. Ha pasado tiempo —y algo nerviosa, y sin demostrar la elocuencia que tenía años atrás, se acomodó mejor en el asiento. Probablemente se preguntaba qué pensarías de ella ahora.
Preferí no comentarle nada a mi padre acerca de la aparición de Chisa por el local y no pude evitar sonreír en el mismo momento en el que me asomé a la barra para saludarla. No me dio tiempo ni a iniciar el protocolo que se le hace a todo cliente, más por puro juego que por, realmente, la necesidad.
Tomé nota del especial y me giré un momento para pasar la mano por la ventanilla a la cocina y pegarlo en su sitio junto con las comandas de barra.
- ¡Especial en barra! - exclamé.
No tardé en escuchar el "oído" y en volverme para ver a Chisa. Apoyé mis manos y me eché hacia adelante para mirarla todo lo bien que podría.
- Demasiado tiempo, diría yo - dije exhalando un suspiro -. Ese viejo... ¿Te ha traído el aquí? ¿Tengo que darle las gracias a el, o puedo recibir una alegría doble cuando sepa que fuiste tu la que tuvo la idea? - le pregunté entre socarrona hablando de Sun Wukong y con cierto tono de voz muy emocionada y feliz por verla - ¿Qué te pongo para beber? - le pregunté - Has cambiado mucho, se te ve muy bien. La verdad es que has logrado que mi corazón se hinchara de felicidad al sentirte llegar - dije ampliando una sonrisa.
Miré de reojo al anciano. Sabía meterse en el papel, en esos momentos no parecía más que el anciano que aparentaba ser, pero imaginaba que, en su cabeza, había aquella sonrisa de superioridad como queriendo decir "¿Esta no te la esperabas, eh, mocosa?" o "Admite que nunca voy a dejar de sorprenderte, que soy el mejor" o alguna de aquellas frases con las que solía aderezar aquella pose.
No pudo evitar sentirse algo nerviosa de que la mirases tan fijamente, pero ella tampoco podía evitar mirarte y sentirse feliz. Una gran nostalgia inundó su pecho, y sus ojos vagaron por aquel lugar que le traía tantos recuerdos, algunos de ellos que evocaban cosas dolorosas como la falta que hacía tu madre. Chisa sabía que los tiempos pasados no volverían, ni las personas que habían perdido en el camino. Aún no estaba del todo preparada para afrontar esas cosas, esa era la razón por la que no había vuelto al Inframundo aún. Y por lo mismo, era extraño verla de vuelta en Japón.
Tu pregunta acerca de Sun Wukong la sorprendió, sobre todo por la forma en que te referiste a él. Se mostró algo confundida. ¿Acaso...?
—Lo encontré en un paso de cebra. Me preguntó por el local, y como al parecer ambos nos dirigíamos al mismo lugar, me pidió que lo acompañara. ¿Lo conoces? —preguntó algo intrigada, sin parecer sospechar que se trataba de Sun Wukong. Luego, sonrió un poco—. Yo vine... porque esperé encontrarte a ti o a Muto-san aquí. No quería avisar para intentar sorprenderte, pero creo que me sentiste mucho antes de que llegara —rio un poco, y lo siguiente que dijiste la avergonzó—. Tú también te ves muy bien. Me alegra verlos a ti... y a Muto-san —y miró a tu padre por un momento, quien no podría imaginarse que estabas hablando con Chisa. Entonces, se quedó mirando por un momento el cartel con los tipos de ramen y bebidas—. Es un poco temprano... ¿pero puedes traerme una cerveza?
Mirando de reojo a Sun Wukong te topaste con que, en efecto, seguramente pensaba lo que imaginabas. Después de todo, sí que tenía su típica sonrisa en la cara mientras te miraba desde la mesa.
Mientras atendías a Chisa, tu padre las miraba intrigado después de servir a un par de clientes. Era cierto que Chisa había cambiado, así que sería difícil reconocerla de buenas a primeras. Sin embargo, luego de haberla estado mirando por un rato, Dai creyó estar seguro, por lo que se acercó.
—¿Chisa-chan?
—H-ha pasado un tiempo, Muto-san —le saludó Chisa, nerviosa.
Tu padre abrió los ojos.
—¿De verdad eres Chisa-chan? ¡Pero has cambiado mucho! ¿Cómo has estado todo este tiempo? ¿Eizo-kun no vino contigo?
La mención de Eizo hizo que Chisa se entristeciera un poco. Antes de verse obligada a contestar, por suerte para ella, más clientes llegaron al local, y tu padre tuvo que encargarse.
—Urena, sirve todo lo que Chisa-chan quiera a cuenta de la casa. ¡Bienvenido! —dijo antes de alejarse.
Chisa lo vio alejarse y sonrió algo triste.
—Veo que Muto-san... sigue siendo el mismo. Me alegra verlo así —y rememoró a Akemi. Por un momento, verte a ti hizo que la recordara, pero aquello fue algo que no mencionó.
Chisa dio su explicación y miré de reojo al anciano. El hecho era que Chisa no parecía haber reconocido en el anciano a alguien con un aura como la del Rey Mono.
- Suele... venir por aquí - expliqué -. Puede que se te mencionara en alguna conversación y debe haberte reconocido - dije -. A pesar del cambio, parece tener buen ojo - volví a mirar de reojo al viejo -. Pues nos das una alegría ya verás cuando se entere pa... - comentaba mientras alcanzaba una cerveza y mi padre me interrumpía.
El gran chef Muto lanzó unas cuantas preguntas a Chisa algunas de las cuales, yo imaginaba, no debían ser muy cómodas para ella. Dejé la cerveza en la barra delante de ella y, con la mano que sabía que no vería mi padre, hice un gesto como restándole importancia a aquellas preguntas a la vez que la puerta se abrió y este se dirigió a dar la bienvenida a la nueva clientela.
- Hecho - le contesté.
Entonces volví para hablar con Chisa.
- Todavía le cuesta un poco a veces, pero se le ve feliz... más o menos. tiene que pasar página, como todos - le comenté -. No te preocupes, nos inventaremos algo sobre Eizo-kun - dije -. Pero cuéntame ¿Dónde has estado? ¿Qué has hecho? ¿Cuánta gente has conocido? - le pregunté - Luego podemos salir y acabar de ponernos al día - añadí con una mirada de "tu ya sabes".
El sonido del bol colocándose en la repisa de la ventanita y el clinc de la campanita que hacían sonar los cocineros me sacó de la barra y el especial se asomaba. La suerte de dedicarnos exclusivamente al râmen es que todos los ingredientes ya estaban listos, en la mayoría de casos era juntarlos en el bol y ya estaba, todavía más rápido era el especial, que tenía mucha demanda.
Se lo aproximé a Chisa y le dije.
- Espera un momento, ve comiendo, voy a atenderle - dije refiriéndome al viejo.
Me desplacé hacia la salida de la barra, a través de la cocina y aparté los pendones de la cortina tradicional que tapaban el acceso a aquella zona solo para el personal, caminé hacia la mesa donde se había sentado el viejo y me planté a su lado.
- De verdad... ¿Algún día vas a dejar que te atienda otro? - le pregunté.
De vez en cuando Sun Wukong venía al local, había tomado varias formas mujeres, hombres de mediana edad, estudiantes de primaria, de instituto, perros que pedían comida a la entrada del local, universitarios... Siempre se presentaba en una forma diferente. Tenía también la costumbre de, usando alguna especie de conjuro, evitar que alguien les atendiera, era una forma de "atraerme" a su lugar. Decía que la servidumbre era la base de todo gobernante y si quería ser la Reina Mono alguna vez debía saber que se siente ¡Cómo si no lo supiera ya! En el fondo siempre pensaba que se reía de mi, pero formaba parte de su "encanto personal".
Chisa parpadeó, sin entender aún por qué un extraño tendría que reconocerla. Volvió a mirar al anciano sin que su cara le sonase de nada. La razón por la que no podía reconocerlo era porque el viejo había escondido todo su poder, más no su esencia. Gracias a tu senjutsu, lo habías reconocido. Sin embargo, Chisa no era capaz de ello. Aquello sería algo que la ahora pelinegra te preguntaría más tarde.
Tomó la cerveza apenas la pusiste frente a ella, acariciando algo melancólica el vaso de cristal. Alzó la mirada cuando mencionaste que todos debían pasar página. Eso era algo que ella no había sido capaz de hacer aún. Pero lo siguiente la hizo sonreír un poco. —Estaré en Japón un par de semanas. Tengo muchas cosas que contar, pero también quiero saber todo lo que has hecho —le dio un pequeño sorbo a la cerveza—. Estuve en Tailandia, llegué anoche al hotel. Planeo volver a Europa pronto.
Por las cosas que Chisa te había contado de antemano, sabías que había prescindido de usar magia en su viaje, haciéndolo simplemente como un humano normal lo haría.
Estuvo a punto de seguir hablando, pero se interrumpió al ver que ibas por su tazón. Te agradeció con una pequeña sonrisa y asintió. Podía esperar un poco más para hablar contigo. Después de todo, había parado en Japón esas dos semanas para, por sobre todo, verlos a ti y a tu padre. Se dedicó mientras tanto a tomar los palillos y soplar, viéndose en su rostro una emocionada sonrisa que sí recordaba más a la Chisa de antaño, mientras movía los pies emocionada por probar aquel ramen que no había olvidado.
Con su carita toda inocente, Sun Wukong te vio ir a su mesa, sonriendo de lado con tu pregunta y afirmando el agarre sobre el bastón.
—Me niego. No sería divertido, mocosa. Tráeme lo de siempre, y una jarra de cerveza —y lo de siempre era comida para más de diez personas en los días en que menos hambre tenía. Por un momento, miró a Chisa, quien se había quemado con los fideos por las ansias y ahora tomaba cerveza como si no hubiera un mañana—. La chiquilla parecía realmente preocupada mientras caminaba hasta acá. Pero mírala —rio un poco—, solo bastó un bol de ramen y cerveza para que su corazón se calmara. A veces eso es todo lo que se necesita —dio con su bastón un golpecito en el suelo—. O un lugar donde el corazón pueda sentirse tranquilo —con una mano enrolló su bigote, pareciendo orgulloso—. Eso me quedó bastante bien. Grábatelo como lección, mocosa.
Con tu post, cerramos el epílogo. :D Puedes cerrar como desees.
No hacía falta ni preguntar lo que Sun Wukong quería, el viejo era redundante a su manera. Iba a contestarle, pero aquella observación que hizo sobre Chisa me hizo sonreír.
- Es para todo eso para lo que estamos aquí, para alimentar el alma y calmar los corazones - dije -. No eres el único poeta aquí - sonreí -. La culpa es tuya, al fin y al cabo. Saldrá en un rato - le comenté.
La mesa del Rey Mono era la única en la que me permitía realizar algunos conjuros simples. Había aprendido a crear alimento, pero muy simple, comida de supervivencia, pero el viejo me había hecho esforzarme más para poder crear cerveza. Debía admitirlo, el sabor era bueno, no iba a culparle por querer beber del tanque. Con un movimiento de dedos la jarra se materializó en mi mano y la puse en la mesa.
- Si no te importa, hoy me saltaré el entrenamiento, así que bebe con moderación - le dije.
Últimamente se había empeñado en enseñarme un estilo peculiar. Afirmaba que el alcohol era veneno para los humanos, pero que los nuestros tenían hígado y riñones a prueba de bomba. Con esa excusa y multiples estudios dentro de infinitos compendios de tratados sobre el Rey Mono que sacó de varias bibliotecas del inframundo, se empeñó en que aprendiera a pelear con unas copas de más.
Por alguna razón, el anciano, lejos de sonreír sobradamente, como solía hacer, asintió y agitó una mano como mandándome marchar.
El resto de mi jornada en el restaurante siguió sirviendo al viejo y otros clientes y charlando tranquilamente con Chisa cuando podía parar tras la barra.
Sabía que iban a ser dos semanas cortas, pero quise pasar la mayor parte del tiempo con ella. Intenté retomar viejas costumbres, aprender nuevas. Sobre todo pensaba ofrecerle a Chisa un lugar donde volver, un sitio que considerase su casa. En alguna conversación se lo hice saber. También le expliqué quien era aquel viejo, cuando estuvimos a solas.
Supongo que Chisa se volvió a encontrar cómoda en Japón y, aunque siguió viajando volvió una y otra vez a visitarnos, quizá con menos reticencia que aquella primera vez. Con aquel gesto, me sentía feliz de saber que la melliza se encontraba realmente a gusto como para repetir sus viajes de vuelta.
La vida seguía y las cosas se iban poniendo en orden. Pero yo seguía entrenando para enfrentar a ese caos que volvería a llegar. Debía estar preparada, junto a mis hermanas.
Yo creo que no es un mal final, muy abierto dejando muchas historias alrededor por si en algún momento se quieren continuar.
Ha sido un placer jugar a estos poco más de cinco años de campaña! :D