No me moví del lugar en el que estaba, aunque poco a poco comencé a recobrar algo de conciencia de todo. Itomi, es hora de que te recuperes y comiences a hacer lo que mejor sabes hacer: recabar información. Bien, si todo lo oido hasta ahora era realidad, ahora mismo en escena se encontraba una angel caida acosadora completamente loca por mi que se había echo pasar por una alumna de intercambio; una mujer portadora de la Excalibur, o al menos un arma homonima, la cual creía que era tan simple como el uso de un vaso; mi jefe, un bibliotecario tranquilo y apacible, al parecer mitad angel caido y mitad demonio; y una persona desconocida, de una de las academias mas prestigiosas, que resulta ser un demonio. Genial. Ahora solo me falta un angel y esto ya sería el festival de la pluralidad cristiana. Suspiré y me mantuve alejado de la pelea, pero decidí que sería mejor no perder detalle. No sabía quien sería mi enemigo mas adelante, pero aprendería de aquella experiencia. Aun no tenía fuerza para levantarme, pero lo haría.
—¿No les parece que están siendo muy duros con una hermosa chica inocente como yo? Soy una chica enamorada que está escapando con su amado, ¿hay algo de malo con eso? ¿No están ustedes conforme con todo lo que le han hecho a Itomi? Engañarlo; separarlo de su madre; ocultarle su pasado... eso ha sido muy malo de su parte. Solo lo mantenían vigilado por su sacred gear, ¿no es así? Odio a la gente hipó-...
Una ráfaga de energía se dirigió a la cabeza de Yuno a gran velocidad. La ángel caído creó una lanza y con esta desvió la ráfaga, haciendo que se perdiera en el firmamento hasta desvanecerse.
—¿¡Qué planean los exiliados con los sacred gears que han venido tomando en todo este tiempo!? —por primera vez pudiste ver a Mori-senpai molesto, ¿podía ese hombre todo este tiempo mostrar emociones?— Sabemos de su existencia; ¿¡Qué se traen entre manos!? Este chico es el portador twilight healing; sería un eslabón fundamental en pro de un grupo terrorista. Anane, ¿quién es la cabeza de esto? Si no piensas decírmelo por las buenas... —Mori-senpai preparó otro ataque en su mano; esta vez mucho más grande.
—¡Deja de usar mi nombre, lo gastarás! —gritó la ángel caído Anane, sintiendo repulsión hacia el mestizo— No quiero que un sucio mestizo ponga mi nombre en su boca. Un niño como tú no sabría lo importante que es mi hermoso Itomi para nosotros. Dime; ¿has presenciado alguna guerra? Has nacido en esta estúpida paz. ¡Eso es aburrido! Una raza superior como nosotros nunca podríamos mezclarnos con los demonios..., —se metió un dedo en la boca, haciéndose nauseas— ¿sabes lo repugnante que eres? Estoy luchando por no vomitar.
—Eres una criatura corrompida, Anane —Mori-senpai sacó un par de guantes blancos de su bolsillo y empezó a ponérselos— ¿Todo esto tiene que ver con Elemiah? No. Ni siquiera hace falta que respondas a eso —una extraña presión empezó a manar de su cuerpo. Era como un vaho frío. Poco a poco un aura fue materializándose a su alrededor; color amarillo y verde, tal como el color de sus ojos. Los dos colores de su aura se compenetraban y separaban, mientras miraba a Anane inexpresivo—; no te daré tiempo a ello.
Después de decir aquellas palabras.... Desapareció.
Mori-senpai se había esfumado. ¿Dónde estaba? Anane no lo sabía, tampoco; su expresión de desconcierto y molestia eran signo de ello. Todo se había sumido en el silencio, lo único que podía escucharse era el silbido del viento agitando la rama de los árboles.
ESTRUENDO
Algo había arrastrado a Anane hasta el suelo a una velocidad increíble, haciendo que la ángel caído se estrellara de lleno. Un pequeño cráter se creó en el lugar. Cuando la nube de polvo habíase levantado lo que pudiste ver fue a Mori-senpai, quien sostenía del cuello a la ángel caído, estrangulándola con una de sus manos.
Lo más escalofriante de la escena, posiblemente, podría ser esa mirada inexpresiva, mientras gradualmente iba apretando con más y más fuerza la carne de su cuello.
Anone parecía ser débil ante los ataques físicos. Su cara estaba transformándose en una mueca repugnante de dolor, mientras que las venas en su rostro empezaban a marcarse, al mismo tiempo que se ponía roja. Al chasquear sus dedos un pequeño círculo apareció en la espalda de tu camisa; cosa que solo pudiste advertir tú. Era un pequeño círculo púrpura y, a medida que tomaba más brillo empezaba a quemar, hasta el punto de volverse doloroso.
—Itomi... —empezó a balbucear algo, con mucha dificultad— No puedo dejar a Itomi...
Mori-senpai, advirtiendo que Anone todavía podía hablar, puso más fuerza en su agarre.
—Agradecería que te callaras hasta dejar de respirar, por favor —y apretó un poco más, haciendo que Anone se estremeciese—. Sería un hermoso gesto de tu parte.
Más sin embargo, mientras Mori-senpai estrangulaba a la ángel caído Anone el círculo en tu espalda comenzó a brillar con más intensidad; causándote un gran dolor. Podías sentir como si una plancha al rojo vivo estuviese siendo puesta en tu espalda.
Todo se volvía cada vez mas subrealista. Aquella persona que había considerado el culmen de la tranquilidad y la paz estaba ante mí mostrando una furia capaz de asustar al oso mas fiero y apretando la garganta del objeto de su ira con fuerza, como si fuera lo mas normal del mundo sin que nadie lo parara. Cada vez me parecía que conocía menos a aquellos que me rodeaban, e incluso a mi mismo, pero estaba claro que el tal Sacred Gear que tenía en mi interior era útil para ambas partes.
No pude evitar soltar un grito de dolor. Mi espalda parecía estar siendo marcada cual una res, haciendome sentir un dolor que no había sentido antes. Lancé mi cuerpo hacia delante, pensando que el calor venía del arbol en el que estaba apoyado, pero era mi propia espalda la que ardía. Me retorcí en el suelo, sin poder controlar mis propias acciones. ¿Por que no podía haber terminado todo aquello en la azotea? ¿Por que había ido a la azotea en primer lugar?
Tu gritó desconcertó a todos; incluso a Mori-senpai. Anane, aprovechando el descuido de su enemigo creó una lanza en una de sus manos y la clavó en el hombro de Mori-senpai, haciendo que este soltase su agarre. Siendo liberada de las mano que le aprisionaba, la ángel caído creó en la palma de su mano una pequeña bola de energía amarilla, clavándosela a Mori-senpai en el estómago, mandándolo a volar por los aires. Una vez habiendo recuperado sus sentidos volvió a chasquear sus dedos, cosa que hizo que el círculo de tu espalda desapareciera. Más sin embargo, las quemaduras que este produjo no lo hicieron.
—¿Creen que soy estúpida? —se levantó con relativa facilidad apoyándose en sus brazos, pero tosiendo, al mismo tiempo. En su pálido cuello podía notarse la marca de una gran mano. Se había vuelto un gran hematoma— Perdóname, Itomi; no quería hacerte daño, pero ellos me obligaron a hacerlo —sacudió un poco sus alas, mientras posaba su mano donde había sido estrangulada, tratando de mitigar el dolor—. Eso fue muy poco amable; algo que esperaba de un sucio mestizo. Al único que puedo tolerar es a Itomi, los demás me enferman.
—¿¡Qué le hiciste a Itomi, Yuno!? —Mitsuki blandía la espada hacia la ángel caído, mientras temblaba de la ira. La espada sagrada parecía estar respondiendo ante sus sentimientos, dejando escapar una extraña presión— ¡Te has atrevido a hacerle daño! ¡No te lo perdonaré!
Anane rió divertida.
—¿Yo, hacerle daño? —y volvió a soltar otra cínica carcajada— No más del que ustedes le han hecho.
Mitsuki se agitó más ante la actitud tan descarada de la ángel caído, hirviendo en cólera.
—Aún te atreves a reír estando en un estado como ese... eres repugnante —apretó el mano de su espada con mucha más fuerza—. Tus pecados serán saldados con el poder de esta espada. ¡Desaparece en nombre de Dios!
Mitsuki se lanzó a una gran velocidad hacia el frente, en dirección a Anane. La ángel caído la esperó mientras creaba dos espadas de luz. Mitsuki abanicó su katana cuando se encontraba lo suficientemente cerca de su enemiga y... ¿esta se alargó? La ángel caído sin ánimos de recibir el ataque extendió sus alas y se elevó. El área donde la punta de la espada impactó quedó hecha añicos, levantando una gran nube de polvo; luego del ataque la espada volvió a su forma original. Anane, aprovechando la falta de visibilidad, se abalanzó hacia Mitsuki, abanicando sus espadas de luz. Sin embargo, la pelinegra logró bloquear su ataque. Cuando las espadas de luz de Anane hicieron contacto con la espada sagrada se desvanecieron, obligando a Anane a retroceder.
Por su parte, Mori-senpai yacía a unos metros de la pelea, apenas consiguiendo alzar su torso con dificultad. Tenía una gran herida en el hombro, más sin embargo la lanza de luz había desaparecido. El ataque de la ángel caído parecía haberlo afectado mucho más allá de la herida en su hombro, la cuál cubría con una de sus manos enguantadas; algo en su expresión... estaba pasando por un agudo dolor. No pudo aguantarlo más, así que eventualmente cayó inconsciente sobre sí mismo.
—No tengo intenciones de dejar que te lleves a Itomi. Lo protegeré con mi vida de ser necesario; ¡él es un amigo muy importante para mí! —gritó Mitsuki, y volvió a la carga una vez más, esta vez con movimientos mucho más ágiles.
¿Amigo? ¿Te consideraba así o solo estaba actuando? ¿Cómo podrías saberlo? Al final todos te estaban usando para su beneficio... ¿no?
—¿Amigo? ¿Qué clase de cursilerías son esas? —Se burló Anane, mientras esquivaba los ágiles ataques de Mitsuki con relativa facilidad— Qué hipócrita eres al decir ese tipo de cosas, Mitsuki-chan. Ustedes han sido quienes lo separaron de su madre; le ocultaron sus orígenes y lo mantienen cautivo; ¿amigo importante o... herramienta? —las palabras envenenadas de la ángel caída solo hicieron que Mitsuki hirviera más en cólera, abanicando su espada sin mucha habilidad. Los árboles estaban siendo partidos por la mitad y la destrucción del terreno estaba siendo devastadora; más sin embargo Mitsuki era incapaz de darle un solo de sus ataques a Anane— ¿Eso es todo lo que puedes hacer con una excalibur? Pensé que la portadora de esta generación sería alguien fuerte, me siento decepcionada— Los ojos de Mitsuki eran afilados y con sed de sangre, su habilidad había aumentado considerablemente; sobrepasando la de una humana común. ¿Todo este tiempo había tenido esa clase de habilidades? Sin embargo, excalibur, la espada que blandía, empezó a brillar de una forma muy extraña, desprendiendo una gran cantidad de energía. Anane, ante esto, solo mantenía una sonrisa provocadora. Mitsuki estaba perdiendo los estribos; estaba cayendo en su red. Ni Mori-senpai ni el joven apellidado Belphegor parecían poder meterse en la pelea. Al ser demonios quizá la espada sagrada pudiese hacerles daño— Tus movimientos son torpes, inútil. ¿Eso es todo lo que puedes dar?
—¡Cállate! ¡Cállate! —Mitsuki abanicaba su espada con furia, movimientos rápidos pero inefectivos; Anane se aprovechó de ello para acabar con todo de un solo golpe —Gougth —antes de que cualquiera pudiese haberse dado cuenta, Mitsuki había sido empalada por una gran lanza de luz. Anane sostenía la lanza con fuerza, mientras que balbuceaba algo que no pudiste escuchar en su oreja. Segundos después... soltó el tembloroso cuerpo de Mitsuki, el cual cayó de lado, entre pequeños espasmos. Una gran herida adornaba su abdomen destrozado, del cual salían borbotones y borbotones de sangre.
—Oh, lo siento, Mitsuki-chan. No pensé que fueses una maldita humana tan débil. Podrías haberme dado un poco más de diversión en primer lugar, ¿no cree-...? Gougth —la sonrisa en la cara de Anane se borró, mientras que sus ojos temblaban un poco. Posó las manos en su vientre de donde... ¿Una espada? ¡Anane también había sido atravesada por la espada sagrada! ¿Pero... cuándo? El ángel caído Anane cayó de rodillas, mientras miraba perpleja la herida en su vientre— Esto... no puede ser posible. Yo no... Yo no-... Gougth —una gran cantidad de sangre que salió de su boca hizo que se ahogara.
Mitsuki, quien aún parecía mantener el conocimiento se rió un poco, ignorando el fuerte dolor en su estómago.
—Te dije que yo... Protegería a Itomi a costa de mi vida. Sin embargo si yo... tengo que morir, tú vendrás con-... conmigo —sus ojos poco a poco comenzaban a perder brillo. Con las pocas fuerzas que le quedaban mientras se desangraba volteó a mirar hacia ti— Itomi...-kun. Vive por... por favor. Eres mi mejor... amig-...
Antes de que pudiese terminar la oración una pequeña bola de energía estalló cerca de la cabeza de Mitsuki.
—¡¡¡CÁLLATE DE UNA MALDITA VEZ, PERRA!!! —Anane fue quien llevó a cabo el ataque. Jadeaba con dificultad y la espada parecía producirle un agudo dolor a cada segundo que pasaba.
—¿¡Mitsuki!? ¡¡¡Mitsuki!!! —el joven de cabello blanco intentó correr hacia la chica, pero Anane lo hizo retroceder con un par de ataques. Al parecer todavía tenía la fuerza suficiente para seguir disparando esa extraña energía— ¡Ángel caído! ¡Pagarás por lo que has hecho! —Belphegor tenía una mirada inexpresiva, que solo mostraba desprecio hacia Anane. Extendió su mano hacia ella y un pequeño círculo de color blanco se materializo en su mano, delante de una pequeña bola de energía. Apenas más grande que una canica— Mitsuki... ¿cómo te has atrevido a hacerle daño? ¿Qué ganas haciendo todo esto? ¿Por qué les molesta tanto la paz?
Anane solo sonrió y volteó a mirarte.
—Lo siento, Itomi. No podré llevarte de vuelta a casa. Pero tampoco puedo dejar que te quedes aquí —extendió su mano hacia ti, algo húmedo empezaba a correr por sus mejillas—. Por lo tanto moriremos juntos, ¿te parece? —con sus últimas fuerzas materializó una última lanza. Antes de que Belphegor pudiese lanzar su ataque, Anane dirigió su lanza hacia ti— Te amo, Itomi.
Un agudo dolor recorrió todo tu cuerpo. Una gran lanza te había atravesado el pecho. Pudiste sentir como tus pulmones colapsaron al instante, siendo seguido por tus demás sentidos.
—¡¡¡ANANE!!! —el peliblanco dejó escapar su ataque: la pequeña bola, al pasar por el círculo de color blanco se transformó en una ráfaga de energía muy intensa.
La última cosa que pudiste ver antes de que todo se volviese negro... fue la sonrisa de Yuno, mientras se desvanecía en aquel blanco tan brillante.
Antes de darme cuenta estaba corriendo direccion a Mitsuki. Mis piernas habían respondido por si solas mientras mi cabeza no respondía cuando vi a Mitsuki atravesada por la lanza. Tenía que llegar a ella. Tengo que detener esa hemorragia, ¿pero como? Necesitaría aguja e hilo, o al menos algo para poder tapar la herida. Ropa, la tela podría valer. Aunque estuviera sucia, es mejor que dejar la sangre... Algo me paro, lanzandome de nuevo al suelo, y algo me molestaba en el pecho. Cuando lo miré vi una lanza atravesándome. Alargué la mano, intentando llegar a Mitsuki. No podía acabar así, no por mi estupidez. Después de haber visto romperse mil leyes de la fisica y de la naturaleza en una sola noche, ¿no iba a poder romper solo una mas y salvar a una amiga? Pero la visión se me aclaró, y poco a poco a poco todo se tornó luz, mientras la sonrisa de de Mitsuki solo desaparecía.