Partida Rol por web

Mientras veía tu arranque de locura, aquel sujeto volvió a enarcar las cejas, interesado. Habías dado una respuesta interesante a alguien que habría quebrado a aquellos con la voluntad más férrea. Pero eso era algo de esperarse, ¿no? Después de todo, tú ya estabas completamente rota. Puede que el único hilo que hacía que no cayeses al vacío ya hubiese sido cortado.

A pesar de tu patético estado, las palabras que habías dicho terminaron por molestar levemente al pelicastaño. Cuando mencionaste que sería tu presa, la copa de cristal terminó por romperse en su mano. Su ceño se veía algo fruncido, habías logrado molestarlo. El vino manchó su chaleco y parte de sus pantalones, eso terminó por enfurecerlo un poco más.

—Estás tan loca como ella —masculló, molesto, con su tono afeminado—. Necesitas disciplina. No soporto a quienes...

La puerta a tus espaldas se abrió. Sentiste un horrible escalofrío en tu espalda.

—Te escuché, Hela. Eres una persona horrible por hablar de otras cuando estas no están presentes.

Las puertas volvieron a cerrarse. Aquella persona que había dicho esas palabras se quedó de pie a un par de metros de ti, a tus espaldas. Sin embargo, aquellos insesantes escalofríos seguían recorriendo todo tu cuerpo.

—No le has enseñado modales a tu querida hija. No puedes llamarme a mí una persona horrible cuando eres una madre despreciable —aquel que tu madre había llamado Hela, volvió a sonreír, expectante de ver tu reacción—. Tiene una boca tan grande como tú.

—Lo sé. ¿No es linda? Eres tal como mamá, ¿no es así, Sayaka? Dime... ¿me extrañaste?

Rojo...

Su mirada seguía viendo sangre alrededor y con cada paso que daba su madre hacia ella, Sayaka más miedo sentía, más se consumía en aquel oscuro sentimiento y más perdía su último enlace con su humanidad, con aquello que la acercaba a sus amigos. No sabía si podré volver a sonreír, ni siquiera si podría volver a abrazar a Souma. ¿Sería digna de ello después de esto?

Las lágrimas seguían surcando sus mejillas como un grito agónico de su corazón que luchaba por no perecer en aquel nido de oscuridad, pero la furia, la demencia, la oscuridad... ¿Cómo no contagiarse de aquello? Cuando dijo que necesitaba disciplina, miró a aquelo hombre desafiante. Sea cual fuera la tortura a la cual la sometería, ella la soportaría sin importar qué. Su cuerpo y su mente se habían desconectado, pues aunque sus piernas temblaban, a ella simplemente no le importaba. Al escuchar la voz de su madre, Sayaka se sobresaltó y se giró con rapidez. Se quedó mirándola sin dejar de llorar, pero tampoco sin poder dejar de mirarla.

- O... kaa-san - fue todo lo que pudo salir de su boca con voz tenue. Era ese su momento de morir. Pensó en su abuelo y en cómo lo dejaría solo otra vez, pero también recordó a su padre y cómo este la confrontó aunque sabía que no podría ganarle. Sonrió y miró a aquel a quien su madre llamó Hela.

- Claro que sí, Okaa-san. Me aburría de hablar con sirvientes - rió y se giró a su madre, esperando que esta dictaminara su sentencia. No tenía planeado luchar, sabía que perdería miserablemente. Estaba sola y era débil. Seguía llorando mientras que esa sonrisa se había quedado tatuada en su rostro.

Apenas volteaste, la viste.

Nada había cambiado en ella. Lucía igual de angelical y inocente que de costumbre. Su apariencia, como si el tiempo hubiese decidido detener su paso, seguía completamente intacta. Sus grandes y hermosos ojos brillaban en un radiante ámbar como el tuyo. Sus largos y sedosos mechones de cabello, tan azules como la más pura de las aguas, llegaban hasta casi sus talones. Su complexión seguía siendo delicada, frágil. Realmente, no aparentaba más de tu edad. Lejos de ser madre e hija, no sería difícil confundirlas como hermanas. Su blanca piel, casi transparente a los rayos de luz... y esa sonrisa. Pequeña, frágil, hermosa... Letal. Esa era Mizu.

—Sayaka... no deberías lucir una imagen tan deplorable, no luego de haber venido voluntariamente hasta mí. Viniste porque querías verme, ¿verdad? —rió un poco con su encanto inocente, infantil— Ven aquí, Sayaka. Extrañabas a mamá, ¿verdad? Soy la única que puede entenderte, la única que te ama, la única que siempre lo ha hecho —abrió sus brazos, invitándote a ir hacia ella—. Ven, Sayaka. Ya no tienes nada qué temer.

No había cambiado un ápice. Mientras que Sayaka había crecido, Mizu no había cambiado ni un ápice. Era como si se hubiera congelado en el tiempo y la misma figura juvenil e inocente fuera eterna. Sentía miedo. Mucho miedo. La sonrisa se había borrado de su rostro y su rostro cambió por uno de total pánico. Creería que podría siquiera mirarla a la cara, pero ni siquiera eso logró hacer. Al decirle que estaba deplorable, notó que seguía llorando sin control. El temor la ayudó a recuperar una franja pequeña de lucidez: era su final. Iba a morir. Cayó en las garras de su madre y, lo peor, es que ella se entregó por voluntad propia. Mejor ella que los demás. Eso decía, pero estaba segura que su madre la usaría como su arma, tal y como le dijo de pequeña.

Cuando le dio esa orden, la chica sintió que su cuerpo se movía solo, justo como cuando era niña, justo así. Justo cuando su padre tuvo que verla caminar hasta su madre contra su voluntad mientras este era herido de gravedad. Justo así. No pudo ni siquiera luchar contra ella así. Por más que se había esforzado, por más que entrenó, por mucho que se puso al límite recuperando sus recuerdos perdidos... Nada le había servido para librarse de ese momento. ¿Sería su destino estar a merced de su madre por la eternidad? Un paso, otro paso, otro paso... Y así Sayaka llegó hasta su madre para corresponder su abrazo.

Su aroma era familiar, incluso el tacto de su cabello... Todo era como antes, pero ella ahora conocía la verdadera cara de esa mujer y aquello le causaba repulsión. Como último acto de protección a su persona, cerró los ojos con fuerza, esperando que con eso fuera menos tortuosa la experiencia que tanto había recibido. No pudo decir nada, ya que se había paralizado del miedo.

Sálvame... Souma...

Era su fin. Su corazón lloraba sus últimas lágrimas, tal y como lo había hecho tantas veces ya de niña.

Hela observó maravillado cómo respondías a la orden de tu madre. Él no había logrado doblegarte con juegos mentales, los cuales aún seguían activos, ya que veías todos los cuadros a tu alrededor moverse como en una horrible paranoia. Sin embargo, la simple presencia de tu madre y una orden te hacía reaccionar de esa forma... se notó un poco más molesto. Sus facciones femeninas se volvieron más duras.

Mizu, por su parte, observó complacida cómo respondías a su orden, recibiéndote entre sus brazos. Justo en ese momento eras un poco más alta que ella. Con delicadeza, tomó la parte posterior de tu cabeza y la llevó hacia su hombro. Te acarició el cabello en un puro gesto maternal, dándote un par de palmadas en la espalda.

—Mamá te quiere, a pesar de lo que le dijiste aquella vez. Mi amor para ti es incondicional, así como mi odio. Has sido malagradecida conmigo a lo largo de tu vida, siempre intentando huir de mí. Pero por primera vez has sido tú la que vuelve a mí por voluntad propia. ¿Será esa una prueba de cuánto me amas? —en todo ese tiempo no dejo de acariciar tu cabello, usando un tono de voz empalagoso, claramente plástico— Dime, ¿por qué viniste hasta aquí? 

En su último recuerdo, su madre seguía siendo más alta que ella, pero ahora la había sobrepasado por un poco. ¿Cómo era posible que se viera tan pequeña? Aquello era perturbador. Su apariencia era igual a la de siempre. Y hacía que su cuerpo se consumiera en el más profundo terror.

Cuando acariciaba su cabeza, una mezcla entre nostalgia y repulsión llegó a su piel, a aquella que entraba en contacto con ella, por lo que escuchar su pregunta hizo que se asustara. ¿Qué quería decirle? Dijo lo mismo - Para salvar a mis amigos - fue todo lo que le dijo. Su voz temblaba, la resolución que le había mostrado a Hela se había ido. Ya era solamente una pequeña asustada, con temor a lo que el regaño de su madre traería, ya que ella sabía bien lo que seguía. No sabía qué tanto tendría que esperar, pero sabía que ese sería el resultado final.

Sentir la molestia de Hela era reconfortante. En verdad lo habían hecho enojar y eso le bastaba. Era glorioso ver que estaba tan enojado con alguien como ella. Una mortal carente del poder suficiente para sobreponerse a su madre.

- No puedo dejar que los mates, Okaa-san - decía entre lágrimas.

—¿Salvarlos...? —su voz sonaba dulce y seguía acariciándote, pero algo te decía que su aura se estaba intensificando. De hecho, era así. Si hubieses tenido el coraje suficiente, te encontrarías con una espeluznante sonrisa en su rostro, aquella que tú misma tenías unos momentos antes hacia Hela— No puedes dejarme hacerlo, ¿entonces has venido a impedírmelo? ¿Cómo? ¿Qué es lo que deseas hacer? ¿Asesinarme? ¿Eso es lo que de verdad quieres? —Mizu te soltó, aún con su fachada inocente— Está bien, te daré una oportunidad —te apartó de ella y dio un par de pasos hacia atrás—. Conviértete en un monstruo y cambia a tu madre por tus amigos. Es eso lo que deseas, ¿no? Déjame ver qué tanto lo deseas, Sayaka.

Ese cambio de su energía... Era una sensación extraña. Una parte de sí tenía temor, pero otra parte sentía repulsión por la figura que era su madre. Escucharla hablar así le dolía, ya que una parte de sí aún se debatía en la imagen de la madre amorosa, mientras que la otra comprendía el monstruo que era. Y a pesar de eso, cuando la escuchó decir eso, la miró a los ojos con una enorme tristeza en el rostro.

Lo intentó. De verdad lo intentó. Pero su voz no dejó su garganta. Se congeló mirándola mientras seguía llorando. No pudo atacarla, pero sí que decidió hablarle.

- El único monstruo eres tú, Okaa-san. Mataste a mi padre y lastimaste al tuyo. Lo que me tienes no es amor. Solo me quieres usar, como lo has hecho desde que era una niña - empuñó sus manos y esperó. Sabía que era su fin, pero no podía dejar de decirle algo que le diera a entender que había recuperado parte de sus recuerdos.

Al momento en que Spike dejo el cuerpo y unos segundos antes de alzar vuelo, su comentario me dejo un poco molesto. — ¿Que si fue cosa mía? — Claramente fruncí el ceño, en verdad parecía que todo este tiempo no me había escuchado. — Oye, oye... ¿No me has estado escuchando, Spike? No es solo "una" persona, son varias seguramente las que han creado este espacio, te lo dije. — Lo mire de pies a cabeza, para saber si en verdad me estaba tomando el pelo o no. — Además no me escuchaste cuando te dije que no le atacases. A la próxima ten cuidado, yo solía cometer esos errores. Por si no te has dado cuenta, ahora no tengo un brazo. — Y le señale de manera irónica mi brazo faltante. 

— También te dije antes que hay aliados luchando, así que en marcha, rápido. — Al alzar vuelo e ir directamente hacia la explosión, la cosa no podía ser peor en verdad. Cinco personas salieron volando, tres de nuestros compañeros están completamente muertos y dos parecen sobrevivir. No veo rastro de mi familiar, lo cual me preocupa todavía más. — ¡Vengan a mí, chicos! — Dije mientras me dirigía cuál proyectil enfrente de ellos. Al caer al piso, inmediatamente analicé el lugar en busca de enemigos. — ¡Spike, llévalos a cubierto y regresa conmigo, yo te cubro, no permitiré que mueran, no este día! — Con la guardia en alto esperaba a mi familiar a que me explicase que demonios sucedió aquí, intentando ubicar a mi enemigo. 

La sonrisa de Mizu se ensanchó al ver que no habías logrado atacarla. Realmente, su descripción era de un placer indescriptible. ¿En verdad esa mujer te amaría de alguna forma realmente retorcida, o simplemente disfrutaba torturarte y jugar contigo cual herramienta? ¿Había espacio en alguna parte de su corazón para el amor? En esos momentos, podías estar segura que no, al menos ya no ahora. Esa mujer estaba completamente rota, así como su hermoso rostro deformado por la más pura de las maldades. No cabía en su gozo.

—Pero tú has vuelto a este monstruo, Sayaka. Has vuelto, aún sabiendo lo que te esperaba. Has vuelto aunque sabes lo que haré a tus malditos amiguitos. Has vuelto porque tu naturaleza así te lo pedía, ¿verdad? —se acercó a ti y te sujetó las mejillas. Su tono de voz poco a poco aumentaba en intensidad— En un tiempo serás la hija que deseo. En un momento, una que odiaré menos. No tienes que tener miedo —sentiste que los cuadros a tu alrededor presionaban la tela, a punto de salir. Ya no solo tus manos estaban cubiertas de sangre, ahora también lo estaba todo tu cuerpo. Por el rabillo del ojo el cuerpo de Souma estaba completamente maniatado, tirado en la pared; el de tu padre estaba al otro lado. El cuerpo de Kiki se encontraba a tus pies, completamente atravesado. Estaba en su forma de zorro; solo podías ver su piel completamente negra—. Sé una buena chica —Mizu llevó las manos a tu cabeza, estas comenzaron a brillar tras la aparición de dos extraños círculos mágicos—. No necesitas a nadie más —mientras tu cuerpo temblaba, sentiste que tu visión poco a poco se oscurecía—. Mi hermosa Sayaka...

Lo último que viste antes de perder la consciencia fueron aquellos diabólicos ojos color ámbar que brillaban ante el placer de haberte destruido. Después de eso... ¿Después de eso...? Después de eso...

¿Quién eras?

- Gracias - dije cuando Kou se apresuró a realizar los primeros auxilios quitándome la katana del hombro y tapando la herida.

El mal presentimiendo de que algo pasaría con la katana se confirmó cuando está salió disparada en dirección hacia donde había salido proyectada la kitsune.

Sin mucho tiempo que perder entre esquivar el arma que parecía volar hacia su propietaria, bien porque debía hacerlo de forma automática o bien porque Shigeru, que continuaba consciente y preparándose para realizar un nuevo ataque, allá donde hubiera ido a parar, tuve que levantar mi muro de bastones al ver como uno de los demonios que formaban el grueso del grupo con el que atacaba Shigeru, lanzaba un último ataque en dirección al atareado Iehari.

- De nada - le contesté.

Acto seguido ordené a los dos bastones golpear con fuerza al enemigo por su cuenta. Preferí no esforzarme demasiado y reservar fuerzas y los bastones podrían con un enemigo a punto ya de caer. De momento tenía alguien más importante de quien preocuparme.

- ¿Podrás antes de que vuelva Shigeru? - le pregunté a Iehari en referencia al círculo de teleportación - No me hace gracia dejarla con vida, pero esta retirada a tiempo ya es una buena victoria, si no se da por enterada de que ha perdido y que debe retirarse o rendirse, la próxima vez estaremos esperándola y será mucho peor para ella.

Tus bastones, más la patada que Kou le había dado, definitivamente habían dejado inconsciente al pobre desgraciado víctima de su dureza. Aunque, por si las dudas, Kou le asestó otra patada, entrecerrando los ojos. Miró que ningún otro enemigo se moviese, y cuando se cercioro de eso, se apresuró a volver hacia donde tú estabas.

Ponerte atención en medio de lo que hacía parecía, verdaderamente, una tarea titánica para Iehari. ¿Realizar un círculo de teletransporte era tan difícil, o era por las condiciones del lugar? Sea como fuere, podías estar segura de que Iehari usaba magia extraña; nunca habías visto hacer círculos así a Arabelle o Akeno.

—Solo dame unos segundos más —patrones de cuadrados se formaban al borde del círculo. De alguna forma, esa parecía ser la parte más crítica para Iehari. Sin embargo, Kou lucía bastante perdida al respecto.

—¿De verdad es tan difícil hacer uno de esos, Iehari-senpai? Nunca fui buena en las clases de magia, pero supondré que sí. Después de todo, pareces estar sufriendo.

—¡Ya está!

—Iiik... Lo siento, no quise...

Aunque Kou pensaba que esas palabras iban hacia ella, no podía estar más equivocada. Todo el círculo mágico empezó a brillar en una suave luz color azul turquesa. Los patrones titilaban a un calmado, pero constante compas. Iehari no tardó en entrar al círculo.

—¡No tenemos mucho tiempo! ¡Apenas pude conseguir una abertura en este extraño espacio, no durará mucho tiempo!

No había mucho más qué decir.

—¿Te ayudo, Muto-sa...?

BAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAM

¿¡No tenían intenciones de dejar terminar una frase a Kou!?

Sentiste un pequeño temblor en el suelo bajo tus pies, como si algo se hubiese derrumbado. La energía de Shigeru, aunque se mantenía muy débil, comenzaba a moverse. No podía ser, ¿acaso iba hacia donde estabas?

—¡No hay tiempo! ¡No soportaré mucho más! —dijo Iehari, apretando los dientes mientras más gotas de sudor recorrían su rostro.

Me mantuve expectante ante la creación del círculo por parte de Iehari. Probablemente el tiempo corriera en nuestra contra y estaba haciendo todo lo que podía, pero temía que quizá no pudiera ser suficiente.

Finalmente el círculo quedó creado.

Kou se ofreció a ayudarme justo en el momento en el que sentimos aquel temblor, miré hacia donde Shigeru había salido despedida y endurecí la mirada.

- ¡Vamos, no tardará en llegar! - dije refiriéndome a Shigeru mientras comenzaba a correr - Con tu permiso - dije a la vez que tomaba a Kou por la solapa en la nuca de la chaqueta y la levantaba un poco en el aire, casi como si la llevase al círculo.

De un pequeño salto a poca distancia del círculo y de Iehari, nos lleve a ambos al centro de este.

- ¡Ahora, ya! - le indiqué a Iehari apremiando la acción para sacarnos de ahí.

Spike miro lo que había extraído de su investigación, trato de guardarlo con sumo cuidado para no caer en algún tipo de maldición si es que la tenía.

¿Estaba siendo demasiado paranoico?

Ademas se sintió mal al escuchar el regaño de su compañero ¿No había atacado el cuándo el mismo le pidió que no lo hiciera al inicio? Siendo así, agacho su cabeza y acepto el regaño.

-Está bien, seguiré tus ordenes la siguiente ocasión.

Dicho eso siguió corriendo a Ikutsuki, el sujeto dominaba bien el vuelo, pero el no, así que corria por las calles siguiendo a su compañero alado por lo que al llegar, estaba resollando.

-Voy, deja, retomo, el aire.

Poniéndose en marcha tomo los cuerpos y se dispuso a obedecer para salvaguardarlos. Al parecer la batalla se había prolongado con los demás.

Esta es una barrera muy grande ¿Cuánto de la ciudad estará así?

Kou endureció la mirada, preparándose para ayudarte a llegar hasta donde Iehari estaba. Sin embargo, cuando la tomaste de la chaqueta...

—¡Oye, espera! ¡Pensé que no podías moverte! ¡Yo puedo correr por mí misma! —aunque se agitaba un poco en el aire, tú no hiciste caso a sus protestas. Por un momento viste que el mismo Iehari, a pesar del esfuerzo que estaba haciendo para mantener la magia, se sorprendió al ver cómo habías cargado a Kou.

Cuando llegaste al círculo, te miró completamente desconcertado. Tu indicación fue lo que hizo que reaccionara.

—Allá vamos...

El círculo comenzó a brillar con mucha más intensidad, haciendo que tuvieses que cerrar un poco los ojos. Durante ese instante, aunque tan solo duró unos segundos, pudiste ver cómo alguien parecía salir por debajo del suelo destrozado. Gracias al brillo del círculo mágico, solo pudiste ver una sombra, una figura entre todo el brillo. Sin embargo, el círculo mágico terminó por aumentar su intensidad. Sentiste cómo eras halada a toda velocidad hacia el suelo. Sin embargo, antes de aparecer del otro lado, lo único que viste fue a esa figura, viniendo hacia ti a toda velocidad.

Las ordenes estaban dadas y el plan se había puesto en marcha. Ikutsuki llamó a su familiar, pero este no acató su llamado; se encontraba demasiado ocupado inmiscuido en medio de la pelea que, apenas y llegasen a la esquina de la calle, notarían que era realmente... grande. Al menos una de veintena de personas, entre yokais, miembros del DxD, y terroristas, se encontraban en medio de rayos de poder, explosiones, cortes, humo y mucha sangre por todos lados. ¿Cómo habían llegado yokais hasta ese lugar?

Spike tomó a los dos heridos, tratando de escapar de las explosiones y los escombros. Buscar un lugar que sirviera como refugio entre tanta destrucción no era una tarea sencilla, mucho menos mientras se cargaba con dos personas y se intentaba esquivar todos los ataques.

Cerbero fue incapaz de siquiera tener tiempo de explicar a Ikutsuki lo que sucedía, ayudando a quienes parecía reconocer como aliados. Sin embargo, corrieron a Ikutsuki apenas aterrizó cerca de ellos. Los ataques a Ikutsuki, quien ahora estaba en medio de toda aquella destrucción, no se hicieron esperar. Tuvo que lidiar de primera mano con ellos, volviendo a activar su sacred gear. 

Mientras Cerbero lo cubría, Ikutsuki se lanzó a, entre ataques con su espada y con sus llamas verdes, a reventar a todos aquellos que atacaban a los miembros que podían reconocer de DxD y yokais inocentes.

Mientras eso sucedía, Spike se unía a la batalla a la distancia. Asegurándose de haber encontrado un lugar seguro para los heridos, cubrió desde la distancia a sus aliados. Al final de todo, nada parecía ir nada bien. Uno de los que Spike había puesto a salvo, había muerto; sus heridas eran demasiado graves. El otro estaba a punto de morir también. Un par de cuerpos más, tras otra potente explosión que mandó a volar a Ikutsuki, cayeron completamente destrozados cerca de donde Spike estaba. El poder enemigo en esa ocasión realmente era fuerte, mucho más fuerte de lo que habían visto antes. ¿Podría ser que ese espacio no fuese más que una trampa para ratones? Podrían darlo casi como un hecho: querían exterminar a todos los que estaban allí.

Esa situación se alargó durante un par de minutos, en donde solo podía ver aliados y enemigos caer, por su propia mano, o por la de las demás. Sin embargo, hasta ese momento no habían vislumbrado una figura que se encontraba a lo alto de un edificio, de pie, observando todo sin siquiera mover un dedo.

Era preciosa, pero había algo extraño con ella. Sus ojos se encontraban vendados y se veía delicada, frágil. Gran parte de su figura se ocultaba tras un ancho sobre todo negro con capucha, el cual apenas y dejaba ver solo una parte de su rostro. Pareció sonreír, pero no hizo nada más. Dándose media vuelta, se perdió en la terraza del edificio.

Poco después de que aquella extraña mujer se perdiera de nuevo, la niebla que habían visto en la Kioto real comenzó a cubrir todo de nuevo, aún y en medio de la batalla. Ninguno fue realmente consciente de lo que estaba sucediendo, ninguno pudo ser capaz de evitarlo. La niebla eventualmente lo cubrió todo y, antes de que sintieran una sensación vertiginosa, lo último que pudieron recordar fue la sonrisa de esa mujer que dejaba escapar una vibra muy poderosa... y extraña.