Cinco años habían pasado desde el apocalipsis. La paz había predominado por sobre todo, dejando de lado los conflictos sin escalar de algunas facciones. Durante todo este periodo de paz, la mayoría de facciones se habían unido para erradicar todas las células terroristas sin distinción ni piedad alguna, llevando eso a que muchos tratados de paz fuesen firmados y las relaciones de algunas facciones mejorasen.
El Inframundo no había tardado mucho en reconstruir y reforzar sus cimientos... al menos económica y socialmente, pues políticamente el asunto de Sirzechs trascendió más allá. Siendo el mahou más querido, hubo más de un problema para que se eligiera el siguiente mahou a pesar de que todas las casas tenían la vista puesta en el trono máximo del Inframundo. Los meses pasaron sin que se llegase a ningún acuerdo. No parecía haber un candidato claro, y ningún mahou quiso asumir el puesto. Curiosamente, la mayoría del pueblo tampoco quería a nadie más que Sirzechs, por lo cual la vía democrática que el propio Sirzechs había implementado no sirvió absolutamente de nada. Muchos opinaban que Millicas, el hijo del antiguo Lucifer, tomara su puesto por derecho, pero no se había llegado a nada aún. De cualquier forma, el puesto estaba vacío hasta la fecha, por lo que el ambiente político con el pasar del tiempo solo se hacía más y más tensos; todas las casas querían más poder, y poner a uno de los suyos en el puesto de Lucifer era la mejor forma de conseguirlo.
¿Pero en qué afectaba eso tu vida? ¿Qué había sido de Shiori Hino todos estos años?
Antes de que fueras oficialmente liberada, Val habló con cada uno de forma individual. Cuando lo hizo contigo, fue una conversación difícil, pero no te ocultó aquello que ya esperabas sucediera. Aquello acabó pasando poco después de un mes después de que despertaras. Unos cuantos días después de ser liberados, tú, Sayaka, Urena, Souma y varios demonios más que habían participado en esa batalla fueran declarados héroes de guerra; Sayaka, Urena, tú y unos pocos más llevándose consigo las máximas condecoraciones, lo que les otorgó derechos a cosas que meses atrás no habrían podido esperar, como influencia, riquezas y la posibilidad de aplicar para formar un clan en un futuro no muy lejano. ¿Eso siquiera te interesaba?
Tu vida había tomado un giro que no esperabas cuando habías despertado. Sorpresivamente, lo que te prometieron resultó ser verdad: nadie te obligó a luchar de nuevo, y Ajuka te permitió ver a Yari con más regularidad hasta el punto de permitirle vivir contigo en el mundo humano. Por supuesto, volviendo periódicamente a Grigori. En todo ese tiempo, Yari realmente se había esforzado por adaptarse a ese mundo... y a su poder. Progresaba favorablemente, y precisamente era eso lo que le permitía poder vivir contigo en el mundo humano, como ambos habían querido.
¿Pero y Shiori? ¿En qué punto de su vida se encontraba? ¿Cómo había cambiado ante la guerra? ¿Había logrado sanar algunas de sus heridas?
Cinco años habían pasado ya desde el Apocalipsis, el evento que marcó otro antes y después no sólo en el Inframundo, sino en las facciones y, principalmente, en la joven Hino Shiori ya que la demoniza podía contar con los dedos de una mano las situaciones que le dejaron marcas permanentes... Y la última fue ese enfrentamiento que la cambió para siempre y solo unos cuantos fueron capaces de percibir esas diferencias, siendo el más obvio que se volvió mucho más sensible qué antes, o al menos que lo exteriorizaba con más notoriedad.
Fue esto lo que permitió deslumbrar para el resto que el dolor, la ira y la tristeza aún se albergaron en su corazón por un largo tiempo.
Tardó bastante en salir de su habitación, no quería afrontarse a la realidad de que había dejado de ser humana y le costaba reconocer lo que era en la actualidad, e incluso una vez que puso un pie fuera de su cruel refugio de cuatro paredes, el proceso de aceptación se prolongó por más tiempo, de ahí que le doliera más de lo necesario cuando Val anunció lo que ya sabía, que sería liberada; se negó, se sentía más perdida en un mundo en el que se negaba ser partícipe y pensaba que al dejar de ser caballo, perdería su único propósito que le guiaba en seguir viva, por lo que cuando su pieza fue extraída después, tuvo una fuerte recaída y se encerró otra vez en su cuarto.
La paciencia y el amor de todos permitieron que lograra levantarse. Sus amigos, su hermano, su pareja, su familiar, Mikasuki, los Gremory y otros tantos más fueron la luz en la oscuridad qué le rodeaba y le Impedía ver más allá, quedando agradecida por el apoyo a pesar de que quería rendirse. Y ahora que podía ver todo lo sucedido con retrospectiva, la Shiori adulta de 22 años no se quejaba de su pasado ni le reprochaba sus decisiones, se limitaba a abrazar a su yo del pasado qué sufría y que había definido su presente.
Ni antes ni ahora le importó mucho el título ofrecido, y aunque comprendía más los beneficios que eso le conllevaba, no le interesaba utilizarlo ni mucho menos firmar su propio clan, pues ansiaba su libertad y no sentiste atada a una sociedad que rechazaba. Ya entendía de dónde provenía su negativa, pero no permitía que eso disfrutara sus visitas al Inframundo porque vivía en el mundo humano junto a Aoi, Mikasuki y Yari, además de Koaj en temporadas.
Shiori practicaba el kendo y el sueño de instalar el Dojo había regresado, pues quería instruir a más el arte del kendo tal y como siempre quiso de niña; pero, por otro lado, optó por no estudiar la universidad y se limitó a terminar el bachillerato, ese anhelo lamentablemente murió hace cinco años, pero eso no fue impedimento para estudiar por sí misma y era una visitante constante de las Bibliotecas (sin importar el mundo al que fuera), siendo una autodidacta que iba a su ritmo; además, trabajaba como instructora particular del kendo y mejoró en el dibujo, cosa que le sorprendió porque no esperaba tener un talento más allá de las katanas, no aceptaba comisiones y perfeccionó para sí misma únicamente, aunque de vez en cuando le llegaban pedidos y ofertas de patrocinadores a los que negó rotundamente. Aún había noches en las que tenía pesadillas, otras en las que su mente se perdía en los recuerdos o que lloraba de repente, pues sus heridas aún continuaban sanando; pero era consciente de su camino para superarlos algún día y su arte le ayudaba a canalizar su dolor. Ya podía ver un mañana, lo cual era un gran avance para Shiori y sus propósitos a un futuro inmediato.
También aprendió a proteger sus visiones escribiéndolas y guardando copias tanto en transcripción como grabaciones sin importar si eran banales o no, pues consideraba qué detrás de una visita podría esconderse algo que podría ser relevante en algún momento... Y si no, más vale pecar de prevención que de alguna consecuencia no advertida.
Su vida estaba siendo pacífica y amena, conociendo a personas que serían relevantes en algún momento de su vida y superando poco a poco sus traumas; Shiori aprendía a vivir otra vez y eso le permitía despertar cada mañana sin dudas de por qué había abierto sus párpados.
Habiéndote alejado de aquel mundo violento en el que habías vivido durante algún tiempo, volvías a recordar, aunque ahora no lo fueses, lo que se sentía vivir como un humano. Y además con Yari, Mikasuki, Aoi y Koaj. Habiéndose despejado alguno de tus miedos, podías permitirte de nuevo, como mínimo, volver a disfrutar de días tranquilos.
Pero las pesadillas nunca se iban del todo, ¿verdad? A pesar de eso, no tenías que afrontarla sola.
Si bien ahora vivías en el mundo humano, aún mantenías contacto con tus antiguos compañeros de clan, yendo a ver algunos ocasionalmente, aunque ir al Inframundo siempre acababa siendo estresante, e incluso teniendo más contacto con Val, quien también había empezado a vivir en el mundo humano tan solo un año después de haberlos liberado.
Todo lo que habías vivido nos llevaba hasta el presente día: la Golden Week.
Te habías despertado temprano, más que de costumbre, y habías batallado mucho para conciliar el sueño, lo que te llevaba a despertar apenas habiendo podido dormir algo. Al mirar al otro lado de la cama, la viste desarreglada, dándote la pista de que Yari ya estaba levantado, lo que indicaba que había dormido mucho menos que tú, si es que lo había hecho. De vez en cuando, no era extraño que el insomnio atacase. Pero esa noche el insomnio era causado por una cosa distinta.
Salieron poco antes de las diez, dejando a Aoi jugando videojuegos. No es que la gatita no quisiera acompañarte, pero su sexto sentido le decía que esa era una ocasión que debía respetar. Mikasuki estuvo a punto de decir lo mismo, pero no pudo resistir que decidieras llevarla, siendo aquel lugar donde había reposado por muchos años. Las ansias, desde luego, eran palpables para todos. Yari esa mañana se notó especialmente nervioso, caminando de un lado a otro y tomando mucha agua. Si tocaste sus manos, incluso pudiste sentir lo frío que estaba su tacto. Ni siquiera pudo desayunar.
Por sugerencia del propio Yari, se movieron en transporte público hacia Yanaka. Llegar a Yanaka les tomaría algunas horas... y por eso Yari lo había propuesto. Más que nadie, sabías cuántas ganas tenía Yari de visitar de nuevo Yanaka, pero también sabías cuánto miedo tenía. Llevaba años esperando que le diesen el permiso para ello. Ahora que podía ir... sentía que no podría hacerlo. Sin embargo, allí estaban los dos, sentados en un vagón, casi solos, a un par de estaciones de Yanaka, con las zonas boscosas y montañosas pasando a gran velocidad como borrones por las ventanillas. Desde allí, pudiste observar con calma a un pensativo Yari; sus facciones apenas habían cambiado, en contraste con las tuyas. Al notar que lo mirabas, te sonrió un poco nervioso.
—Perdón... fui yo el que lo propuso, pero estoy temblando de nervios —y era cierto, sus manos temblaban un poco, por lo que tuvo que entrelazarlas.
La paz había sido parte de la vida de Shiori en estos años, por fin teniendo la tranquilidad que no solo sentía merecer sino también que anhelaba. El miedo a que fuera llamada a una nueva pelea a veces le quitaba el sueño, además de la culpa no no colaborar tomando en cuenta sus habilidades combativas. ¿Acudiría si no quedaba de otra? Sí, pero solo por ciertos motivos y no por propia iniciativa. ¿La hacía sentir menos o que era mala por no colaborar? Tardó bastante, pero por fin había aceptado la conclusión de que... no, no era alguien egoísta por fines dañinos, simplemente era alguien que aún tenía sus luchas internas y no estaba preparada para ello.
Ese día en particular tampoco había comido aunque sí se esmeró en su arreglo de vestimenta. Su cabello ya estaba más largo pero no como lo tenía en su juventud, estaba sujetado en una coleta y ocultaba a Mikasuki para no llamar la atención; llevaba una blusa de color verde sin tirantes y abierto hasta por debajo de sus hombros, dejando al descubierto su cuello y el área a lo largo de la clavícula, un pantalón blanco y zapatos negros cómodos. Era una moda que antes no habría usado, pero se adaptó en nuevos estilos sin perder su esencia anterior.
Shiori veía por las ventanas aquél paisaje que le removía su corazón hablando mental y ocasionalmente con Mikasuki, además de aprovechar los silencios para recordar a sus amigos y compañeros de clan, pensando que al volver de Yanaka podría mandarles un mensaje para contarles cómo les había ido. También se preguntaba si Aoi comería bien y planificaba una ida a la Biblioteca para distraerse, pero luego de entrenar en el kendo y...
-¿Qué pospusiste?-preguntó la pelinegra parpadeando un poco ya que no lo escuchó bien; sin embargo, cayó en cuenta de lo que quiso decir y carraspeó avergonzada mirando a un lado por la pena-. N-no seas idiota, Ransu. Es... normal que te sientas así-luego tomó su mano y apretó con suavidad, quería parar el tiritar de Yari-. Cuando vine hace varios años me sentía como tú... o peor, pues todo continuaba fresco para mí... puedo entender perfectamente cómo estás-ya le había contado de su visita con Sayaka como demoniza para hacer contratos... y de quién era su cliente-. Pero no estás solo... estamos juntos en esto. Y.. solo estaremos ahí lo necesario, cuando alguno se quiera ir nos vamos. ¿Te parece?
Se animó a voltear a verlo y sonreírle de lado con nerviosismo palpable, pero mostrando la fortaleza que ambos necesitaban para eso.
Que respondieras de forma tan distraída sirvió para despejar un poco a Yari, pues este no pudo contener el aire en sus mejillas, acabando por soltar una carcajada. Que no estuvieras tan nerviosa como él en ese momento de cierta forma lo aliviaba, y lo hacía pensar si simplemente estaba exagerando. ¿Quizá le daba más vueltas de las necesarias a algo sencillo? Ahora que por fin volvería a Yanaka, el porqué se le difuminaba en la cabeza. Si llegaba a ver a su familia, ¿no sería aquello más doloroso que gratificante? Ver sus miradas indiferentes que nunca lo reconocerían. Ni siquiera ser capaz de despedirse apropiadamente o darles un último abrazo. Serían dos fantasmas caminando en una tierra que ya los había olvidado. Bajando la mirada, Yari apretó sus manos con un poco más de fuerza. ¿Qué buscaba exactamente al volver a Yanaka?
Cuando tomaste su mano, volvió a mirarte. Soltó sus propias manos y apretó con suavidad la que le tomaste. Tus palabras lo hicieron erguirse un poco más y tomar un profundo respiro. Su tiritar cedió un poco, pero aún podía percibirse. Ver tu sonrisa lo hizo sonreír un poco también, llenándolo de una calidez que necesitaba en esos momentos.
—Tienes razón —acarició un poco tu pulgar con el suyo, mirando ahora hacia el suelo del vagón, aunque fue tan solo por un momento, pues volvió a mirarte muy serio y con un ligero brillo en los ojos—. Gracias por estar aquí —algo en su mirada y en su tono de voz te decía que esas palabras no se referían solo a que lo acompañases a Yanaka, sino a mucho más.
El resto del viaje fue más o menos igual de silencioso. Cuando las puertas del viejo vagón se abrieron y dieron un paso hacia la plataforma de la estación, la fría y fresca brisa de primavera agitó un poco sus cabellos. Como si el tiempo no hubiese pasado por ella, y siendo una de las zonas que no fueron afectadas por el ataque de Amon, todo se veía exactamente como lo recordaban. A tu lado, escuchaste a Yari reprimir un sollozo mientras se llevaba una mano al rostro para esconder sus ojos. Su respiración se agitó un poco. Tuvo que tomarse un momento para recomponerse. —Lo siento.
No fue hasta que las puertas del vagón se cerraron que Yari se limpió los ojos y reunió la valentía para avanzar, siempre que tú quisieras hacerlo también.
Las calles principales no habían perdido la esencia tampoco. Algunas casas se veían completamente abandonadas, y otras completamente reformadas. El pueblo se había reconstruido; se veían algunas caras nuevas, así como casas y locales que estabas segura no existían cuando vivías allí. Pero en general, Yanaka se mantenía siendo lo que siempre fue. Todo el rato viste los ojos de Yari brillosos, teniendo que pasar las manos por estos cada cierto tiempo. Si sostuviste su mano, pudiste comprobar que temblaba tanto como en el vagón. Y aun sin usar senjutsu, podías sentir, tal vez compartir, todo lo que Yari estaba reprimiendo en esos momentos mientras su mirada, anhelante y melancólica, vagaba de un lugar a otro, queriendo grabar todo en su retina, hasta el más pequeño detalle.
La presencia de ambos no pasó desapercibida entre los habitantes del pueblo que caminaban por las calles. Por esa razón, Yari también intentó mantener la compostura, tomándote de la mano para transmitirte seguridad... y también a sí mismo. Por supuesto, no todo fueron lágrimas; sonrisas risueñas también escapaban de Yari al ver lugares o personas que reconocía. Caminando por sus calles, notaste que, en efecto, el pueblo había siendo reconstruido sin que hubiera rastro alguno de la destrucción que Amon había provocado más que en sus memorias.
En medio de aquel paseo que encogía el pecho, subieron por las calles dirigiéndose hacia donde alguna vez estuvo tu casa. Desde la distancia, ya no podía verse la gran casa ni el dojo. Sin embargo, cuando estuvieron lo suficientemente cerca, no te encontraste con los escombros ni los cráteres, sino con un pequeño parque rodeado de un área boscosa. El lugar era apacible, y las ramas se agitaban suavemente, proveyéndolos de sombra. Se adentraron al parque, subiendo unas cuántas escaleras. Entonces, en el centro de este, en un pilar de granito, encontraron algo que no esperarían.
En honor a Ayaka y Yasahiro.
Y la fría brisa volvió a agitar sus cabellos. Yari bajó la mirada y un par de lágrimas volvieron escaparse. No dudó en abrazarte, pues sabía que en ese momento sería algo que necesitarías. Al parecer, los Hino no habían desaparecido de Yanaka. No del todo.
¿Cuánto pasaron en aquel parque? Era difícil saberlo. Pero eventualmente, llegó la hora de recoger sus pasos.
De camino a la estación de tren, y habiendo pasado incluso por la escuela, se detuvieron fuera de la tienda de conveniencia que siempre solían visitar.
—Tal vez deberíamos comprar algo para comer —los sentimientos de Yari seguían a flor de piel, pero después de haberse desahogado tanto, se hallaba considerablemente más tranquilo... aunque sus ojos seguían irritados. Te miró sonriendo un poco—. ¿O prefieres ir a casa?
En lo que respondieses, las puertas del local se abrieron. De este, tres chicas de secundaria salieron riendo y hablando alegremente con paletas heladas en las manos. Una de ellas fue la que te llamó especialmente la atención.
Su piel era oscura como la de Yari. Al verla, tuviste un déjà vu. Era más alta, pero esa sonrisa y esos rasgos... ¿Podría ser? Cualquier sospecha se despejó cuando sus ojos se encontraron. Poco a poco, la chica dejó de caminar y sus ojos se quedaron fijos en los tuyos, desapareciendo su sonrisa. Sus ojos se abrieron un poco y frunció el ceño. Entonces, como si se hubiera dado cuenta de algo, sus manos se abrieron. El hielo de la paleta se estrelló contra el suelo, partiéndose en pedazos. Al mismo tiempo, los labios de la chica se abrieron.
—¿Shi... nee? —al pronunciar ese nombre, sus ojos cafés detrás de las gafas brillaron. Se llevó las manos rápidamente a la boca y dio un paso atrás. Y Yari, habiéndose percatado de la morena, se quedó petrificado. Su boca se abrió instintivamente para pronunciar un nombre al que llamaron las preocupadas amigas de la chica.
—¿Mayaka-san? ¿Estás bien?
Sin embargo, Mayaka no las miró, quedándose fija en ti.
—Mayaka... —al susurrar ese nombre, las lágrimas recorrieron las mejillas de Yari una vez más, quien por un momento te miró, incrédulo.
Al parecer, los Hino no habían desaparecido de Yanaka. Si una persona podía recordarte... eso era más que suficiente para darlo por hecho, ¿verdad?
Con tu post, cerramos la escena.
La risa de Yari acerca de su respuesta distraída le tomó por sorpresa y rio levemente, pues ella misma también se sentía sumamente nerviosa aunque lo canalizaba de otras maneras como el enfocarse en otros temas y no propiamente en su presente al dirigirse a Yanaka. La última vez que había ido a su pueblo natal fue una experiencia dolorosa que le afectó demasiado, podía recordar cómo lloró junto a Sayaka en donde antes estaba su hogar para luego seguir con eso junto a Val frente al altar en Byoko-sho, en ese club que solo era una fachada. Ahora tenía a alguien más a su lado, alguien que podría ser la única persona que comprendía su sentir, alguien que le ayudaba con el peso de sus hombros.
-Gracias también a ti -admitió con una tenue sonrisa y un color levemente quebrado en su voz que podría interpretarse como una burbuja de aire en su garganta o que simplemente tragó mal saliva, pero se trataba de un esfuerzo de no ponerse a llorar ahí mismo. Shiori ya no podía reprimir sus sentimientos como antes y aunque algunos no lo veían malo, a veces le incordiaba a la japonesa ser más sensible que antes... ¿O tal vez era que su mente le ofrecía una alternativa más sana?
Cuando llegaron a la estación, ella misma sintió una fuerte opresión en su pecho y rápidamente sus ojos se humedecieron, parpadeando rápido y mirando a todas partes como si con eso lograra calmarse. Irónicamente, lo que le ayudó a alcanzar lo que quería fue escuchar y ver a Yari así, pues se enfocó en él y se acomodó a su lado para hacerle ver que no estaba solo. Le dio un abrazo y cuando ambos estuvieron mejor retomaron su camino dejando atrás las puertas cerrarse, siendo ella quien lo jaló suavemente dándole la fuerza que necesitaba Yari para eso.
El esfuerzo que hacían los dos para caminar por las calles renovadas pero al mismo tiempo iguales fue una total odisea, más para Shiori porque ella había visto con sus propios ojos cómo quedó todo cuando visitó a Mayaka por accidente. De vez en cuando se oía su respiración contenida y al igual que su novio, sus ojos estaban constantemente húmedos, y aunque hablaba mentalmente con Mikasuki, llegó un momento en que dejó de hacerlo para concentrarse en otras cuestiones. Además, de vez en cuando apretaba la mano de Yari para ayudarlo... Y ella misma ayudarse, tal y como él lo hacía también. A diferencia de Yari, ella no se notaba tan risueña pero tampoco mal, por el momento; evadía una que otra mirada, pero siempre trató de ser educada cuando la situación lo ameritaba y en más de una ocasión se reprimió el querer pedir irse de ahí, le estaba resultando más difícil de lo que había creído. Aun así, se esforzó en seguir al joven, él requería estar más tiempo allí aunque la destrucción realizada por Amon pesaba únicamente en sus recuerdos.
Cuando arribaron a lo que debían estar el dojo y el templo, la tensión en Shiori era palpable y obvia, además de verse sorprendida y aliviada de que sus terrenos fuesen áreas más apacibles y tranquilos. Atraída, caminó por el sendero con una parte de ella anhelando ver las edificaciones qué la vieron crecer, alguna señal de que alguna vez vivieron los Hino... Y lo que definitivamente no esperaba fue toparse con ese pilar y leer el nombre de sus padres. ¿Cómo era eso posible? ¿Alguien los recordaba? Las lágrimas que había contenido todo el tiempo emergieron como cascadas incontenibles al mismo tiempo que los labios de la espadachina temblaban, pero con el abrazo de Yari la pelinegra no soportó más y lloró tan fuerte que no sería extraño que alguien escuchara su tono mezclado con alivio, melancolía, dolor y orgullo.
--
-N-no tengo hambre, pero... con una botella de agua estaré bien -fue su tenue respuesta mientras las puertas de la tienda abrían y Shiori seguía reflexionando la poderosa experiencia de ambos en Yanaka. Ya quería irse, sus piernas se quemaban por dirigirse a la estación e incluso pensaba pedirle a Arabelle si podía teletransportarlos al departamento o al inframundo si era necesario. No se sentía mal de estar ahí, pero sí agotada y el brillo en su mirada se perdía a momentos.
Pero antes de continuar con los pensamientos de una decisión, su instinto le alertó de una de las tres chiquillas que salían de la tienda y se le quedó viendo con sus ojos muy abiertos al mismo tiempo que parecía reconocerla y Yari quedaba anonadado también. ¿No era un error como le dijo Azazel en su momento? ¿Aún la recordaba a pesar de la magia, el tiempo y todo lo demás? Shiori abrió la boca y, aunque dudó por un momento, decidió romper el hielo y sonreírle a la niña mientras nuevamente sus ojos brillaban ante la señal de que lloraría en unos segundos más. Su corazón latía rápido y el deseo de irse se fue, sintiendo añoranza de la sensación de haber vuelto a un hogar.
-Has crecido mucho, Mayaka-san.