Cuando las sombras de Susuni Suzuki se desvanecieron y el rugido de la motosierra de Denji se apagó, el silencio en la sala fue profundo. Solo quedaban tres personas de pie: Claude Wiper, Elend, y Kaede Shinohara, los últimos supervivientes de la retorcida prueba que habían atravesado. Sus cuerpos, cansados y llenos de heridas, parecían listos para finalmente descansar, creyendo que por fin todo había terminado.

Pero entonces, la puerta se abrió con un crujido que cortó la calma. Una figura familiar, con su aura imponente y mirada impasible, entró en la sala. Makima. Su presencia inmediatamente llenó el espacio, silenciosa pero dominante. Sus ojos recorrían a los presentes con la misma calma inquebrantable de siempre. Sin necesidad de que alguien hablara, Makima avanzó, sus pasos resonando con una precisión meticulosa. Se detuvo frente a los tres, observándolos como si evaluara su destino en ese preciso momento.

-Felicidades -dijo con su tono suave, pero lleno de un peso inquebrantable. Las palabras parecían hundirse profundamente en el aire- Todos ustedes han sido aceptados como parte de la Agencia de Seguridad Pública.

Hubo un silencio profundo mientras las palabras de Makima calaban en ellos. Después de tanto sufrimiento, de tantas muertes y desconfianza, la prueba había terminado. No quedaba ningún demonio oculto entre ellos. Habían sobrevivido. Makima sonrió de manera leve, casi imperceptible, y añadió.

-Y ya no queda ninguno de ustedes que sea un enemigo de Seguridad Publica. Ahora, solo queda seguir adelante.

Las palabras eran definitivas. El ciclo de caos y confusión había concluido. Cada uno de ellos sabía que la vida en la Agencia no sería fácil, pero al menos habían superado esta etapa. Sin más que añadir, Makima giró y comenzó a salir de la sala, dejando tras de sí la última impresión de su presencia autoritaria y enigmática. Las luces parpadeantes del lugar iluminaban la salida...

En un instante de tensión que parecía eterno, Claude Wiper sintió que esta era su única oportunidad. La revelación de su verdadera naturaleza como el Demonio Sanguíneo, el maestro de los lazos y pactos de sangre, lo empujó a actuar. Mientras Makima caminaba hacia la salida, su espalda expuesta, Claude sintió el poder oscuro en sus venas comenzar a latir con fuerza. Sin vacilar, se transformó.

Su cuerpo comenzó a distorsionarse mientras el color rojo oscuro, casi negro, de la sangre lo envolvía, formando hilos como si fuera una marioneta de la misma esencia vital que controla a los demás. Las venas se convirtieron en látigos que se extendían en todas direcciones, buscando controlar y atrapar a Makima, amarrándola a él por un vínculo de sangre, esperando someterla a su voluntad.

Pero antes de desatar su ataque final, Claude miró de reojo a Elend, su antiguo compañero en esta caótica prueba. Sabía que no podía permitir que él advirtiera a Makima. El pacto que había formado con aquella simple humana, Kaede Shinohara, le daba una conexión especial, un poder sobre su vida y su muerte. Sin dudarlo, Kaede Shinohara cumplió con su parte.

De un solo movimiento, con una rapidez mortal, Kaede Shinohara le cortó el cuello a Elend, deteniéndolo antes de que pudiera emitir siquiera un grito. La sangre de Elend salpicó la fría sala, un testamento trágico a los lazos que habían formado. El cuerpo de Elend cayó al suelo, sin vida, mientras Claude giraba su atención completamente hacia Makima.

Pero mientras los hilos de sangre avanzaban hacia ella, algo en la atmósfera cambió. Makima no se movió. No mostró miedo. No mostró sorpresa. Se detuvo en seco y giró lentamente, mirándolo con esa mirada impasible que siempre tenía, como si hubiera anticipado cada uno de sus movimientos desde el principio.

El silencio era aplastante. Claude intentó manipularla a través de su poder, pero lo que encontró fue una pared impenetrable, una fuerza mucho más allá de lo que podía controlar. Los hilos de sangre se detuvieron en el aire, incapaces de tocarla. Makima lo miró con una mezcla de desaprobación y frialdad.

-Claude -dijo, con una voz calmada pero cargada de autoridad absoluta- Los demonios como tú deberían saber cuándo es mejor no desafiarme.

Antes de que Claude pudiera reaccionar, su propio poder comenzó a desvanecerse. Los hilos de sangre que controlaba comenzaron a retraerse, como si una fuerza invisible los estuviera desmantelando desde dentro. La presión de la realidad se cerraba sobre él, aplastando cualquier esperanza de victoria.

-No puedes controlarme -continuó Makima, dando un paso adelante. Su mirada seguía siendo fría, distante- Porque yo ya te controlo a ti...

Y en ese momento, Claude lo comprendió. No importaba qué tan poderosos fueran sus lazos de sangre, Makima ya había sellado su destino... lo más probable es que todo aquello, desde el inicio, ya había sido meticulosamente planeado por ella. Y ahora, este, al igual que Kaede Shinohara no iban a ser más de lo que eran, simples peones para quien ganó el juego.

FIN