Antorchas oscilantes sobre sus pebeteros de hierro iluminan esta escalinata, aunque su luz es tenue y fría, y un viento gélido desciende por el hueco central.
Escaleras de subida y escaleras de bajada.
Siento hacérlo así, pero es que tengo que dar ventaja al otro grupo para darle el margen de tiempo que has invertido tú en todo lo que has hecho, para que ellos avancen en su camino.
No es que sea tonto, ya sé que sigues todo el rato rastros, pero en lo que tú avanzas, los demás también pueden hacerlo y encontrarse con peligros.
Poco a poco Igor se iba adentrando en el corazón del castillo. Ya no le quedaba duda de que sus compañeros habían ido por ahí, aunque todavía no alcanzaba a oírles.
Se mantenía alerta por lo que pudiera pasar, no se fiaba de las sombras, no se fiaba de las estatuas y tenía la incómoda sensación de tener un ojo vigilante sobre él. Ocaso a su lado también se movía tenso y aquello era casi lo que más le inquietaba, los animales solían tener una especie de sexto sentido. No obstante, su vínculo con el animal era muy fuerte y quizá era su propio temor el que se viera reflejado en la conducta del animal.
Cuando llegó a las escaleras recordaba haber escuchado algo de las catacumbas, no obstante, nuevamente se cercioró de que aquél era el camino correcto.
Sigue siguiendo las huellas donde quiera que le lleven.