De pronto, un silbido precede a un gran estruendo. Un hacha de más de un metro de grande, ha cruzado el aire cerca de vuestras cabezas y se ha clavado en una de las pareces de las casas medio derrumbadas que hay en la zona. Todos os giráis asustados y podéis comprobar un hombre de gran corpulencia, con un casco que le cubre los ojos, con dos grandes cuernos y una pluma que sobresale en el centro. Porta una armadura de placas metálicas y una capa de terciopelo. Sus grandes brazos os amenaza, junto con su cuerpo y su barba bien cuidada.
- ¡Eh, vosotros!
Grito mientras me acerco a mi hacha y la saco de la pared como si esta fuera de mantequilla.
- ¿Qué hacéis por aquí? - Mi mirada se intensificó con odio. - ¿No habéis venido con intención de robar mis tesoros? ¿Eh? ¿Es eso?
Al ver al Rey Muy doy un respingo, pero enseguida me recupero y me pongo frente a él tratando de proteger a mis amigos. Esbozo la mejor de mis sonrisas mientras me relajo, engatusar a gente es una de mis habilidades, aunque un poco de ayuda de Cirem no me vendría mal.
-Oh, gran Rey Muy, por supuesto que no hemos venido a robar -mientras hablo hago una reverencia muy pronunciada mientras miro a mis amigos esperando que imiten mi gesto -, hemos venido aquí a contemplar la gloria del Gran Rey de la Montaña de Fuego. Por todo el mundo corren leyendas en torno al Gran Rey Muy, quien vive en el monte Apyr a pesar de que este arde todo el día -hablar con un rey es más difícil que engatusar a jóvenes damas bobas, aunque claro, con ellas tengo la ventaja de que no suelen decir que no a un joven como yo-y ahora que os hemos encontrado, oh Gran Rey, le presentamos nuestros respetos y, si es su deseo, nos iremos, pero llevamos varias días de camino, andando bajo este sol abrasador, sin apenas agua y sin nada que comer, y siempre se ha dicho que la generosidad del Gran Rey Muy no conoce límites...Aunque comprendo que no se fie de unos extraños como nosotros...-dejo mi propuesta en el aire esperando no haberme precipitado demasiado con ella y rezando a todos los dioses para que esa enorme hacha no rebane mi cuello.
Hago la reverencia, tantas veces realizada junto a Uriel. Y mi sonrisa, nervios, parece sacada del mejor teatro de pueblo, mientras entre dientes comento.
- ...Tonto. Ahora nos matará.
Hago la reverencia copiando los movimientos de Cirem y Uriel. Muy nerviosa y tensa. Y las palabras que suelta Uriel junto a la situación me hacen estallar.
- Tonto. Cuida tus palabras. Es el Rey Muy.
Al parecer, por una vez, estaba de acuerdo con Cirem. Lo mejor era correr de allí antes de que nos cogiera.
Escucho atentamente al chico sobre su viaje y demás. Cosa que no me importa, pues ya se de antemano a lo que han venido. Son vil ladrones y actúan como tales. Mi enfado va en aumento, hasta que mi vista se cruza con la de la chica. Doy un paso y la observo más de cerca, ya que el casco me tapa visibilidad.
- ¡Tú, criaja! - Le grito. - ¡Esa ropa! ¿Quién te la ha dado?
Conocía los colores. Sólo había una persona capaz de vestir a sus discípulos con ese ropa.
Trago saliva mientras el Rey se acerca a Mlu, quizá me he excedido en mi comportamiento, pero ahora es tarde para huir, sí que observo cuidadosamente los movimientos del Rey Muy, dispuesto a proteger a Mlu si hacer falta.
- ¿Eh?
La pregunta me sorprendió a mi tanto como al resto de mis compañeros. Sólo ver la cara de cada uno de ellos me lo confirma. Me miro la ropa como si fuese la primera vez que me la pongo.
- Me la dio el Troll Liebre.
No sabía como suavizar la cosa, siempre era muy habladora hasta tal punto de meter la pata. Y ahora no era una excepción.
- Vaya.. ¿Tú eres Muy? Pareces fuerte...
¡Lo sabía! Suelto mi hacha en el suelo, con el mango hacia arriba, y una sonrisa me cubre el rostro de oreja a oreja. Mis puños se aprietan de alegría.
- ¿El Troll Liebre? ¡El Troll Liebre! ¿Tú sabes donde vive el Troll Liebre?
- ¿Eh?
Fue lo único que pude decir con todo lo que había pasado. ¿Quién era el Troll Liebre? ¿Por qué se alegra tanto este Rey? No entendía nada...