El escozor no llegó. Miré, giré y moví mi cabeza para ver todo lo que hacía Rongar sobre mi ingle. Mi curiosidad unida a la incertidumbre del dolor que podría venir, hacían que mis gestos fueran más rápidos de lo normal. Cuando Rongar terminó, sonreí.
- No me ha dolido. - Dije en un grito apagado y silencioso. No quería que me oyesen los del poblado. - ¿A ti te ha dolido? - le pregunté curioso.
- ¿Está muy cerca el poblado? ¿Es un poblado peligroso? ¿Hay monstruos?
Me incorporé y le seguí de cerca.
Puso cara de alegría: - No monstruos no. Comentó entre risas disimuladas. Creo que lo más raro vamos a ser nosotros. Se recostó un poco. Vamos a descansar un rato y mientras eso se seca, recobramos fuerzas. Se puso cómodo, como para disfrutar de ver las nubes pasar y comentó. - Y si quieres luego investigamos.
Las palabras de Rongar me tranquilizaron. Era increíble lo fuerte que era, y junto a él, me sentía seguro. Es más, lo montaba en mi lomo por el mismo motivo. Estoy seguro que puede correr a la misma velocidad que yo, pero tengo miedo a volver a quedarme sólo. Lo miré con ojos de liebre degollada.
- Iremos cuando tú quieras. Se que no sucederá nada.
Tras descansar un rato se puso en pie y se estiró como un gato. Se desnequilosó las articulaciones y tras moverse como si fuera un atleta que calienta, se acercó al "conejito" y le dijo: A ver como está eso. Lo despegó con cuidado, y donde se había pegado, lo mojó para que se fuera sin forzar. No queremos despellejarlo. La idea es curar, no joder más.
Abrí mis patas traseras con cuidado, y miré por todos lados posibles como se encontraba aquello. Parecía que mejoraba, de eso no había duda. Y me sentí aliviado. Me levanté de un salto y puse mi cara más alegre que podía.
- ¡Vamos entonces!
El chico se puso la espada a la espalda. Para él era un poco grande y era la forma más cómoda de llevarla y la lanza-palo lo usaba de bastón del caminante. - Vamos pues. Se dijo a si mismo, pero en voz alta. Y hacia el pueblo que fueron. Escuchaba al acercarse y caminaba muy despacio, como cansado, pero realmente esta atento a lo que sucedía allí dentro, como era aquello, las voces y movimientos que pudiera detectar y aquello que le llamase realmente la atención.
Caminé junto a Rongar. Protegido por su presencia. Despacio como él. Olfateando la hierba, detectando ruidos, mirando a todos lados. Cuando entramos en la calle principal del poblado, por el camino anaranjado de tierra, repleto de pequeñas hierbas que afloraban sin ningún sentido. Aquello representaba que aquél pueblo, si estaba abandonado, no lo había hecho hace mucho. El camino y por ende, la calle principal estaba bien cuidada.
Observé las primeras casas, eran pequeñas, y estaba cerradas, en medio del camino, un árbol nos tapa la vista de la plaza central. Pero se intuye vacía como el resto de las casa, que se ven tanto cerca como a lo lejos. Poco más de una veintena de ellas.
- Que silencioso.. tal vez no viva nadie aquí...