No dudó en guardar el libro, ya que la respuesta era simple. - Me lo imaginaba.
Al ver que salía disparado, empezó a correr tras él, pero no cabía opción. Sus pasos no eran rival para las zancadas de la liebre. Pronto dejó en su empeño y la seguía con una velocidad moderada. Adecuada para no terminar agotado. Por el camino jugueteaba con su palo/lanza, y mantenía colgada a la espalda el arma que se había agenciado del orco caído.
Pasó casi una hora cuando detrás de Rongar, apareció Magim con alguien montado a su lomo.
Me freno detrás de Rongar.
- ¡Perdón por haberte hecho esperar! Pero fuimos a donde te dejé a buscarte y habías desaparecido. ¿No quieres mi regalo?
En su cara reflejaba desilusión. Sabía que tenía que entregar un presente a quién le ayudara. Eran las normas de su comunidad.
- Si, si. Se disculpó, pero me preocupaba que te pasara algo al salir así de rápido. Ni se fijó que alguien había ocupado su puesto sobre la liebre. Si lo hubiera hecho se sentiría celoso.
- Hola
Digo desde lo alto de Magim. soy un anciano de pelo canoso y largo. Cubro mi cota de mallas con una capa de piel de liebre, y al bajar de un salto de su lomo, no sin dificultad, me apoyo sobre un bastón de madera maciza.
- Abajo.
Comento para mi cuando llego a tocar tierra firme, delante del chiquillo.