Partida Rol por web

Asiento con la cabeza, tímida, sonrojada. Aquel Caballero me iba a defender, como si de una princesa me tratase. 

- Oye, ¿y a dónde dices que vamos?

Me costaba hablar con él, me imponía mucho respeto y era incapaz de mirarle a la cara. Pero tampoco podía permanecer callada todo el trayecto. Aquel hombre me estaba dando una vida nueva, y debía de agradecerle todo el esfuerzo que está haciendo.

Bedwyr vio a la chica sonrojada, y suavizó en lo posible su tono, para no intimidarla. 

-Ya no queda mucho. Es una casa a orillas del mar, en un paraje precioso. El hombre que vive allí, el Troll Liebre, es un maestro de gran poder, que ha prometido enseñarme. 

Vio que la muchacha se resistía a mirarle, y no sabía como cambiar eso. 

-Soy un Caballero de Sandael, cierto, pero no soy ningún noble ni ningún rey. No eres mi subordinada ni nada por el estilo. En realidad, querría que me consideraras tu amigo. 

Levanté la mirada y lo miré. Sonreí como mejor pude, y puse mis dos manos sobre sus hombros. Asentí con la cabeza. Pero algo me llamó la atención. La otra orilla, comenzó a acercarse. Ya mismo llegarían a su destino. 

- Veo, que voy a servir a más de  una persona.

Señalé a lo lejos. En la orilla se veía otra barca amarrada, con un hombre en su interior. En la orilla, junto a la casa, se veían cuatro figuras, que desde la distancia, no se distinguían bien.

No iba a estar tan sola como pensaba. Eso me alegró.

Bedwyr sonrió cuando logró que por fin la chica le mirara. Puso sus manos en sus hombros, y aunque Bedwyr no las notó, debido a las gruesas hombreras de la armadura, se sintió mejor. 

Sin embargo, las palabras de la chica volvieron a sobresatarle. 

¿Más gente? El Troll Liebre estaba solo la última vez. 

Pudo ver aquellas personas, aunque sin saber nada más debido a la distancia. Bedwyr se puso serio. Siempre era mejor pecar de precavido. 

-No deberían estar aquí, el Troll Liebre vive solo. Ten cuidado, no sé quiénes son. 

Agarró los remos y comenzó a remar todo lo rápido que pudo sin cansarse, hasta alcanzar la orilla. 

Conforme iba acercándose a la orillas, veía la pequeña barca que habían usado aquellos visitantes para llegar. Estaba en la arena, con un hombre extremadamente delgado y... reconocible. Es el granjero que Bedwyr se había topado antes de llegar a la Ciudad. Estaba plácidamente descansando dentro de la barca, con las manos sobre su barriga y un gorro sobre su cabeza, que le tapaba los ojos. El respirar podría indicar que está dormido.

Dentro de la playa, se podía ver a Troll Liebre liderando al grupo, mirando a Bedwyr, con una mano en el bastón y la otra en su espalda. Los demás estaban detrás. Que curiosamente también conocía Bedwyr. Eran los tres que se había topado en la taberna donde había pasado la noche. Los que le preguntaron donde estaba el puerto.

Asentí con la cabeza y me deslicé hacia abajo para taparme del peligro, supongo que el aviso del Caballero indicaba que había arqueros cerca. No me gustaría que una flecha me atravesara ahora que estaba consiguiendo salir del infierno.

Poco a poco, los miembros de la expedición que se había encontrado Bedwyr a su llegada, fueron entrando en la barca, dirigida por aquel granjero que se encontró por el camino, acompañados de Troll Liebre. Tras acomodarse, abandonaron la costa hacia el lugar de donde él mismo había salido hace poco para llegar con Dnubaga. Era todo  muy extraño, y el silencio que procedió, sólo era roto por las olas chocando con la orilla, y las ramas de las palmeras y árboles cercanos. Dnubaga miraba confundida a Bedwyr, sin entender muy bien que había pasado.

-No te preocupes-le dijo a Dnu mientras la ayudaba galantemente a salir de la barca y a dirigirse hacia la casa-Al parecer esos viajeros buscaban algo del Troll Liebre, algo que había tirado hace mucho. Así que les ha acompañado para solucionar su problema. 

-Nosotros nos quedaremos aquí y le esperaremos. Veamos si hay algo de comer por aquí. 

Bedwyr entró en la casa y buscó la cocina.

Asentí con la cabeza. Y ayudado por él, salí de la barca y nos dirigimos a la casa. Nada más entrar, miré todo lo que había allí. Un salón grande para el tamaño que tenía la casa por fuera, con la cocina a la izquierda, y tres habitaciones a la derecha, junto a un cuarto pequeño, que hacía las veces de armero. Todo estaba un poco desordenado. Limpio, pero desordenado. Y con un olor raro. Olor a viejo, a húmedo, no sabría muy bien describirlo.

- ¿Cuál sería  mi trabajo?

Bedwyr respondió a Dnu procurando ser claro. No quería que hubiera malentendidos. 

-Tu trabajo será el de una criada: cocinar, limpiar y cuidar de la casa. Nada más. Yo me encargaré de que no te pida nada extraño.

Asiento con la cabeza.

- Está bien. Está bien. Te lo agradezco.

Miro hacia los lados, observando la casa.

- Pues para hacer bien mi trabajo, necesito reconocer todo. Tengo que saber donde guarda la comida, los utensilios para la limpieza, etc. Así que si me disculpa.

Hago una reverencia y me encamino para reconocer toda la casa.

Había pasado muchas semanas desde que me fui de mi hogar, y estaba deseando llegar y descansar un rato. Mi viaje había sido productivo, pero no era momento de recordar nada, estaba demasiado cansado. Me despedí de mi liebre gigante, que corrió hacia el interior del bosque de detrás de la casa. Y entre en ella con paso cansado. Allí vi a mis dos nuevos amigos. Dnubaga y Bedwyr. Ya me había olvidado de ellos. Los miré, de pie en la entrada, durante un largo rato.

- Voy a descansar.

Y me dirijo a mi cuarto. Era tarde, mañana sería otro día.

-Como quiera señor, no le molestaremos. Si Dnu necesitase algo ya lo veremos mañana. Que descanse.

Y con estas palabras me dirijo tras Dnu por si necesita cualquier cosa mientras reconoce la casa.

Veo que Bedwyr entra en la cocina. Los pocos días que han pasado juntos se ha portado como un caballero. Siempre atento. Siempre servicial. E incluso ha realizado casi tantas tareas de la casa como yo. Gracias a su ayuda, hemos limpiado en profundidad la casa de Troll Liebre, y no es que el viejo la tuviera desordenada o sucia, pero todo el mundo sabe que una casa da mucho trabajo, sobretodo, cerca del mar. 

Cuando entra, le dedico una sonrisa. Me caía bien.

- Ya he visto que ha llegado el señor Troll Liebre. Aún no ha tenido un momento conmigo. - Digo entristecida. - Supongo que mañana cuando se levante estará un poco más atento. 

-Viene cansado, no se lo tengas en cuenta. Como todas las personas mayores, suele ser cascarrabias desde el principio para "dejar claro quien manda", pero seguro que es una buena persona y si tu te portas bien con el, seguro que el también lo hará contigo. -mientras le digo estas palabras me acerco a ella y le acaricio el hombro a modo de tranquilizarla- Si necesitas cualquier cosa estaré fuera descansando un rato también. ¿Me avisas para cenar?

Su tacto me tranquilizaba. No era como el tacto de tantos hombres que me habían tocado y se habían aprovechado de mi. Este hombre era bueno.

- Si. - Asiento con la cabeza. - Cenaremos dentro de una hora.