Partida Rol por web

TRIGÉSIMO QUINTO DÍA DE LA RUPTURA DE LA ROCA.

AÑO: 4715 RA.

MES: FARASTO (INICIOS DE LA PRIMAVERA, MES TRES).

DÍA: 8, DÍA DEL SOL.

HORA: HACIA LA MEDIA MAÑANA. - CLIMA: CIELO DESPEJADO. TEMPERATURA TEMPLADA.

Rastrojo iba a pie cambiado. La salida se había retrasado. Los asuntos de los acorazados Barril y Palomita con Serpiente le había dejado a la espera en mitad de la nada. Normalmente se habría vuelto a su tienda a dormir, pero la había desmontado para irse. También valoró la posibilidad de "meditar" una buena siesta en el exterior de la cocina, una buena opción si el sol no estuviera tan alto que la sombra se había ocultado en la base de la pared.

Estando ocioso como estaba, tenía más tiempo para ocuparse de los detalles. Las calvas de Cielo y Fadresh centelleaban reflejando los rayos solares de manera alterna, no le pasó inadvertida la conversación ni siquiera al chamán. Una vez el inquisidor gordo se había ido, Rastrojo se acercó a Cielo.

¡Ey, Cielo!

Ya se temía lo peor. Cielo se iba a llevar ese zombu a algún rincón y se lo iba a comer de la manera más caníbal posible. Como si no lo viese venir. Bajó la voz, para dar un falso sentido de confidencialidad y confianza hasta que pudiera contárselo todo a Serpiente.

Cielo, muchacho... ¿Cómo estás? Sabes que Fadresh no puede darte órdenes directas, ¿verdad? Es nuestro patrón, tiene que vérselas con los mandos, no con los soldados rasos. Si vas a hacer algo para el inquisidor, deberías consultarlo antes con el Capitán. Por cierto... ¿Qué es lo que vas a hacer exactamente? A mí puedes contármelo, somos amigos.

Se temía lo peor. Estaba claro. Nunca le debieron dar margen a Cielo, debieron encadenarle desde un principio.

La comitiva formada por Serpiente, Palomita y Barril llegaba de vuelta al campamento. Aún restaba algo más de una hora antes de partir camino a Cántaro Roto, así que el grueso Oscuro aún tendría tiempo para organizar los enseres que traía en el carromato de Khadesa. La metálica figura de Barril caminaba con paso largo y firme, extrañamente animado, se diría. Puede que tuviera que ver con la figura del Primer Mago actuando como un vulgar conductor de carromatos o puede que fuera otra cosa. Una vez en el interior del campamento, el fornido Cabo llamó la atención de Analista y Capitán así como de Ponzoña de estar por ahí, a quienes informó del resultado de su visita.

— Saludos. Parece que mi petición de medios para desempeñar nuestras funciones a Fadresh no cayó en saco roto después de todo. Aquí tenéis lo que nos ha sido entregado. —

Barril levantó la manta un tanto para que ambos oficiales pudieran ver el contenido del carromato. Se advertían una serie de armaduras de cuero y metal, con más abundancia de este último, así como un conglomerado de armas varias, incluida algunas ballestas y munición abundante. También había unas toscas planchas de metal forjado que Barril identificó a pesar de su extraño aspecto.

— Armas, algunas de buena calidad, armaduras de escamas y unos toscos pero funcionales escudos paveses. Debo decir que el lote es un buen recurso, si bien echo de menos unas lanzas largas en su contenido. Querría asignar algunas cosas a la Infantería directamente, antes de que partamos, con vuestro beneplácito. —

El tono de la conversación se volvió algo más reservado, si bien fue claro para los soldados que pasaban cerca que lo que contenía el carro era equipo destinado a los miembros de la Duodécima.

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AÑO: 4715 RA.

MES: FARASTO (INICIOS DE LA PRIMAVERA, MES TRES).

DÍA: 8, DÍA DEL SOL.

HORA: HACIA LA MEDIA MAÑANA. - CLIMA: CIELO DESPEJADO. TEMPERATURA TEMPLADA.

De camino a seguir con sus tareas, fue interceptado por el Chamán Rastrojo, que, siempre diligente, había observado la conversación con el Inquisidor. Y siempre atento, también había previsto que lo que se hubiese tratado fuese contrario a las normas y formas de la Compañía. Le respondió en el mismo tono confidencial... como si temiese que la carcasa que le seguía pudiese transmitir lo que oyese a su amo.

-No, Segundo Mago, no me ha ordenado nada. Tampoco me fío de él. Simplemente, hemos hablado de lo que me pasa, pues parece que conoce la materia. Y de comida, hemos hablado de comida.

La lengua asomó de nuevo, relamiendo la cara; era como si la mera mención del término "comida", la despertase de un conveniente letargo, y la hiciese desear catar algo.

-Si hay algo que deba comentaros en general... lo haré a su debido momento.

Dedicó una postrera inclinación de cabeza al mago, pues la intervención del mismo merecía tal alabanza, pues denotaba un serio interés en hacer las cosas, ser proactivo y anticiparse a los problemas que pudieran surgir. Rasgos sin duda de alguien de preclara inteligencia y que no temía acometer las tareas precisas en cada momento.

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Capitán se acercó a comprobar le contenido del carro cuando se llamó su atención, alzando un poco las cejas ante lo que veía. No podía decirse que fuera bonito, al menos buena parte de ello, pero desde luego suponía una mejora y un apoyo para parte de los efectivos.

-Creo que podremos darle buen uso-comentó el oscuro, hablando en voz baja a continuación.

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Lombriz había terminado con todas las labores de preparación para el viaje. Lo que se le había encomendado cargar estaba listo, sus pertenencias limpias y preparadas, ya solo quedaba que le dieran la orden para ponerse en marcha. Así que cuando el cabo Barril regresó se acercó para ponerse a las órdenes, pero antes de que pudiera decir nada el Cabo comenzó a hablar con Capitán. 

Al escuchar la palabra armas desvió su atención de la conversación que los dos mandos estaban teniendo para dirigirla al carro. Tenía cierto gusto por las reparticiones de armas, podía decir con certeza que ese era uno de sus momentos favoritos, pues siempre estaba emocionado por si le otorgaban alguna nueva arma. Así que empezó a observar por encima a ver si alguna le llamaba especialmente la atención. No se acercó mucho al carro, pese a que tenía mucha curiosidad, para evitar ganarse algún regaño del temperamental Barril. 

La presencia de Barril se hizo palpable cuando giró su enorme casco para observar a la pequeña nube de curiosos que se congregaba en las cercanías. No hizo amago de ocultar el interior del carro, pero su gesto valió para que pudieran seguir hablando los llamados a ello con cierta garantía de privacidad. Alzó la voz en cierto momento para dejar claro algo sobre el contenido del carro a aquellos que se habían congregado en las cercanías del mismo.

— Aquí viene algo de equipo extra soldados, son cosas que nos vendrán bien. Espero que tengas listo todo tu equipo para salir Lombriz, ya que te veo ocioso eso significa que estás preparado. Me alegro de ello. —

El hercúleo Oscuro había vuelto al K'Hlata, como esperaba que hiciera todo el mundo en el campamento. Si pillaba a alguien hablando en Oscuro le daría un buen rapapolvo.

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Acudió al centro de la algarabía creciente para ver que nuevas traían sus primos. La imagen de Serpiente en el pescante, le causó cierta sorpresa, aunque no cayó en hacer juicios al respecto. Tras la aproximación de algunos compañeros, Lagrimita ojeo el contenido del carro de un vistazo, asintiendo satisfecho. Se sumó al diálogo existente, acercándose a Barril con la intención de compartir algunas opiniones, perfectamente audible por quienes les rodeaban.

— Al fin, todo llega a quien no tiene más remedio que esperar. — Pronunció a modo de dicho, aunque estaba convenientemente alterado para encajar en las circunstancias. Volvió a repasar con la mirada el equipamiento, escuchando lo que unos y otras decían, más pendiente de localizar algo concreto. — ¿Alguna espada larga de buena calidad? — Reveló al fin tras quedarse callado, asintiendo a las palabras de su primo. Su gesto se torció al poco, si había alguna espada en ese carromato, debía estar muy escondida, lejos de la vista.

— Estas armaduras vendrán bien a más de uno, a Romo por ejemplo, podremos sumarle al grupo de infantería pesada. ¿Se necesitan manos para descargar? Me ofrezco voluntario. — Luego, ladeó la cabeza y miró a Lombríz, haciéndole un gesto para que se acercase y ayudar de paso.

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Rastrojo echó el cuerpo ligeramente hacia atrás al ver la lengua de Cielo asomar.

¿Qué coño le pasa a este cretino? Si yo estuviera en su lugar también aprovecharía mi papel para mantener alejados a los demás. Contornearme y hablar enigmáticamente para que la gente me deje tranquila. ¿Pero él? Él no es así. ¿O sí? La verdad es que su comportamiento antes de su transformación me importaba un comino. No sé si está actuando con normalidad.

Jugó la carta del rango. Había visto a Gulg y a Barril hacerlo todo el tiempo.

¿Cómo he de tomarme tu actitud, soldado? Primero decides guardarte información para ti, y luego me haces una reverencia. ¿Cómo encajo eso? ¿Eh? ¿Un saludo informal o una burla sobreactuada? ¡Saluda marcialmente, leñe, que no eres una puta bailarina! Y lo de informar cuando llegue el momento no es una opción, muchacho-qué raro se me hace usar muchacho, yo soy más joven que él-. Voy a hacer que te salgan pelos en los huevos. Cuidadito conmigo. No pienso quitarte el ojo de encima.

Responde, Cielo. Ayer dijiste que tu apetito se había aplacado. ¿Tienes que contarme alguna novedad al respecto?

El orondo Cabo observó como aquello empezaba a congregar a una multitud de moscardones cada vez mayor y más molesta. Dejó que la manta que sostenía cayera sobre el equipo en cuestión ocultándolo a la vista y se dirigió a los que se acercaban cada vez más, en particular al pequeño K'Hlata que parecía querer meterse en su armadura.

— Nada de espadas, no. Aún se está decidiendo el destino del material. Será revisado y descargado cuando los Mandos acabemos de hablar del asunto, cosa que sólo será posible si podemos hacerlo sin interrupciones y dejáis de meter la nariz en mi puto sobaco. Y eso va por ti, Ballestero, si no quieres que yo invada tu espacio personal, será mejor que te retires unos pasos, Soldado. —

La mano de Barril se convirtió en un puño cerrado, dejando claro que el concepto que tenía de "espacio personal" probablemente coincidía con una hemorragia nasal. Por suerte no tenía sus guantes armados puestos, porque una torta de ese calibre del gigantesco Oscuro podría ser bastante peligrosa. Todo tenía su momento y este era el de determinar dónde iba cada pieza adquirida. Ya tendrían tiempo de husmear todo a placer.

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Tan pronto como había hecho el gesto a Lombriz, pidiéndole que se acercase, el oscuro lo intercambió por otro de detención. Barril se habría levantado con el pie izquierdo esa mañana, quizá fuera por la prolongada abstinencia sexual y bien por imposibilidad de catar aquel tonel de cerveza antes de partir. Sea como fuere, asintió a sus palabras, comenzando a ejecutar una maniobra evasiva, aprovechando que se había centrado en reprender concretamente a Ballestero.

— Pies, para qué os quiero. — Pensó mientras marchaba.

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No estaba el campamento repleto de novedades positivas como para ignorar las pocas que le interesaban. Se acercó hacia el carro de equipamiento que Barril había traído, lo hizo con su andar complicado y con la barbilla elevada como de costumbre. Muchos soldados se acercaron a ver las armas como si repartieran dinero, algo que a él no le gustó, prefirió retirarse un par de pasos y ponerse de puntillas a observar lo que había.

Las armaduras tenían una pinta horrible, pero el metal seguramente ofreciera más protección que el cuero desnudo. Le costó ver algo más, aunque las puntas de algunas rudimentarias lanzas sobresalían. Nada que le llamara demasiado la atención, la maestría de los armeros de la zona parecía muy inferior a la del difunto Herrero.

—Dejad hueco, no os apelotonéis —dijo mientras se echaba otro par de paso atrás al no ver nada que le gustara demasiado.

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La rutina en el campamento podía resultar aburrida con el paso de los días, quizá era por eso que la curiosidad de los hombres estuviera bien alerta ante cualquier cosa inusual que sucedía. El tintineo del carruaje que traía Barril repleto de "juguetes" no ayudaba a mantener a raya esa curiosidad.

Grito se encontraba supervisando el material preparado para la expedición, había varios montones apilados repletos de aparejos, tiendas y demás carga pesada para el viaje.  Cuando vio volver a la expedición el segundo se acercó, quería que Palomita echará un último vistazo a las monturas preparadas para que viera si estaba todo en orden.

Bien ya habéis oído al cabo, dispersaros no tardaremos en salir así que estar preparados.  Palomita revisa las monturas, creo que esta todo en orden pero mejor asegurarse.

Cuando los soldados poco a poco se fueron dispersando, Grito habló con el cabo.

Tenemos todo el material preparado, solo faltará cargarlo en el carromato y estaremos listos para salir.  Los hombres están comiendo algo antes de partir para no tener que parar en el camino hasta el anochecer.

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Guepardo observó el término de la conversación entre Cielo y Fadresh, así como el reanimado destripado que se quedó y se movía junto al primero, la aparición de Rastrojo para hablar con el infante, la aparición repentina del carromato cargado de equipo y las amenazas de Barril para dispersar a los curiosos, asegurando que se encargarían los mandos de acordar la repartición de cosas. El jaguar se encogió de hombros y centró su atención en el chamán y Cielo. Por algún motivo el birrioso chamán tenía interés en saber qué habían hablado entre el k'hlata maldito y el inquisidor. Posiblemente como muchos, aunque en esta ocasión el mestizo se arrogaba ínfulas de mando inéditas en él.

Con paciencia el jaguar esperó a que el infante se quedara solo, si es que podía considerarse compañía el no-muerto eviscerado que parecía seguirle a todas partes, e intentar hablar con él.

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-¿Qué te sucede, hermano? ¿Te encuentras bien? No es normal verte alterado -Frunció el ceño, en genuina expresión de preocupación. Lo mismo había tenido algún problema al descomer, o había ingerido algo que le había sentado mal.

Ver un arrebato de tal calibre en el Segundo Mago... era realmente extraño.

-Respondiendo a tu pregunta; sigo sin hambre. Todavía me siento satisfecho por lo que ingerí de ese -señaló con la cabeza a la carcasa que ahora era casi como su sombra, y que le observaba detenidamente con unos ojos vacíos de vida, vidriosos.

-Por lo demás, siento que pienses que me guardo información que debiera ser expuesta, pero me permito recordar, que todo miembro de la Compañía es un hombre libre antes que nada, sujeto por un juramento de lealtad. Si hay algo que deba comunicar, lo haré, no lo dudes, pero cuando lo considere oportuno, y a quien considere oportuno, siguiendo siempre el conducto reglamentario.

Señaló con la cabeza al carro, donde el Cabo Barril destacaba por su estatura.

-Y si el Cabo no está presente, al mando correspondiente. Pero debo asegurarme de lo que vaya a decir antes de hacerlo. Lo que piensas que es información que me guardo, realmente es algo que debo confirmar antes de decirlo a quien deba. No obstante, de seguro que estarás bien informado de ello, no te preocupes. Y será más pronto que tarde.

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Aquella multitud de soldados ociosos había acudido al carro atraídos por su contenido. Se comportaban como vulgares urracas ante el más leve brillo, y bastante molesto resultaba ya tener que manejar aquel maldito carro, tarea que no sabía cómo había terminado realizando, como para encima tener que abrirme paso entre un montón de sudorosos mercenarios para alejarme lo más posible del culo de los caballos. Pero es que además, antes debía inspeccionar los "regalitos" para asegurarme de que no se había incluido nada indebido.

Entonces sonreí.

Ah, qué dulce sería todo si entre los objetos hubiera alguno maldito. Uno que provocara sarpullidos especialmente molestos en lugares de lo más incómodos. Y si no, siempre podía decir que sí y divertirme viendo la cara de los cotillas al pensar que su más apreciado colgajo de carne se les terminaría pudriendo y cayendo al suelo por haber metido el hocico donde nadie se lo había mandado.

- Ahora haré lo que te dije que haría cuando llegáramos, Cabo Barril.

Y, tras informarle de ello, desvíe mis brillantes ojos hacia el contenido del carro.

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Capitán se giró para ver a la marabunta de curiosos que se apiñaban alrededor del carro, y que Barril ya había espantado convenientemente, privándole de tener que hacer nada al respecto. Casi parecía que pudieran oler el metal, por como se habían arremolinado unos cuantos, aunque la verdad es que tampoco había nada especialmente bonito que ver. De fondo, parecía que el segundo mago estaba trabajando, otra cosa realmente nunca vista, aunque desde luego bien recibida. 

Una vez los curiosos se hubieron esfumado, devolvió su atención al carro y a la conversación, pronto tendría que partir el grupo de Cántaro Roto, y más valía que todo estuviera bien atado para entonces.

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Tarde. El ojo experto de Ballestero ya había pesado y medido las ballestas, los virotes y demás para cuando Barril le enseñaba su puño.

Durante medio latido de corazón pareció que se iba a mofar de esa extremidad que podría haberse confundido con una maza pesada por el sencillo método de no moverse ni un milímetro (presumiblemente entonces esquivaría como un relámpago cuando el cabo descargara su ira y tal y tal), pero no hizo nada tan dramático.

Era, una vez más, su inexpresivo método de hacer las cosas que, o bien parecía provocador, o desagradable sin más.

Lo que hizo fue asentir seco y retirarse cuando se lo pidió el cabo. Y así que lo hizo, siguió a lo suyo.

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Cielo...-dijo el chamán, atónito-¿Qué es eso de que todo miembro de la Compañía es un hombre libre? Esas ideas subversivas te las está metiendo Fodres Fadresh en la cabeza, ¿verdad?

No necesariamente. A lo mejor Cielo ha malinterpretado el lema de "La última de las Doce Compañías Libres de Khatovar". Puede que la Compañía Negra sea libre, pero no las personas que la integran.

Por más divertida que me resulte la idea de verte intentando explicar a Derviche que ella es "un hombre" libre, porque  cuenta como "miembro" y patatín y patatán, una compañía libre es solo un ejército de mercenarios, se llama así en contraposición a las tropas de un cacique, que se deben siempre al mismo señor. No puedes ir por ahí decidiendo cosas por tu cuenta, a lo loco. Esos espíritus libres, notas discordantes, siempre terminan mal. Recuerda los latigazos a Reyezuelo o la paliza hasta la muerte a Sacorroto. Sigue mi consejo, tío: mejor omitir que desafiar. No puedes ir por ahí diciendo soflamas como "cuando lo considere oportuno" o "a quién considere oportuno". Son ideas peligrosas, te pueden meter en un lío.

Va, venga. Puedes irte. No pasa nada. Pero deja de decir esas barbaridades, Cielo, joder, que un día pueden meterte en un lío...