-He estado curioseando por ahi.-Respondo sin darle importancia.- He visto un dragón pasar por debajo de esta nave. Parecia un lagarto. Ha sido curioso de ver. Ahora mismo acabo de ver un dragón montado por un jinete que venia desde la ciudadela. ¿Sabes quien puede ser? Los caballeros miraban con preocupacion... Esperro que no sea nada.
¡Dragones! ¿De qué color?... Me hubiera gustado verlos, nunca he visto dragones... No se, quizá sea algo normal en estas tierras, al norte del mar la gente es muy rara - Rió alegremente, despreocupada tras dos semanas libre de los bárbaros.
No llegas hasta el atardecer, por lo que o te buscas algo que hacer hasta entonces, o podemos esperar a que con los otros personajes llegue a ese punto.
-No vi el color. Intuí la forma y salí a buscarte. Los dragones son seres imprevisibles, lo se por experiencia. En nuestra tierra un gran dragón rojo me entrenó y me ayudó a luchar. Deberiamos ocultarnos.
Vamos adentro, busquemos un sitio donde sentarnos y que me hables sobre cómo ha sido tu vida desde que el destino consideró oportuno separarnos. No puedes decir que no has vivido nada interesante, acabas de decir que entrenaste con un gran dragón rojo. - Se adentra más aún bajo cubierta hasta llegar a una sala, pequeña donde había un par de mesas y varias sillas, pero no había nadie allí, los guerreros Rantanos estaban en otro sitio, todos juntos en una sala, en lo que resta del viaje, rezando.
Siéntate y cuéntame.
Entro tras ella y me siento a su lado.-Cuando nos separamos me dediqué a perseguir a la horda de bárbaros... Recogí un puñado de armas de las aldeas arrasadas y fui sobreviviendo como pude. Un dia me encontre con un encapuchado que decia llamarse Tyndarion. Resultó ser un dragón rojo.
Cuando le explique mi situacion me llevo a traves de un portal a una inmensa cueva donde empezo mi entrenamiento. Cuando me considero listo me envio de vuelta al lugar de partida y continué mi marcha hasta el ataque de los rantanos.
Y esa es mi historia.
Conforme el navío volador se aproxima al barranco de la loba, las figuras de la ciudad se van haciendo más nítidas y contemplas con asombro cómo se elevan las grandes murallas de la ciudad de Nightshade, de dura roca blanca, y un grosor capaz resistir las envestidas de cualquier enemigo. Alguien grita - ¡Agarráos, vamos a arribar! - Y el navío se frenó contra el suelo, sin daño en su estructura, te sujetaste antes de que el barco te sacudiera.
Veíais la ciudad en el horizonte, y al otro lado, un precipicio de quinientos pies de caída. El júbilo se hizo evidente entre las filas de rantanos, desconocedores de las mañas noticias, que volvían de nuevo al hogar.
Me agarro como puedo a lo que tenga más cerca antes de impactar. Mientras se produce el coque, miro a mi hermana para comprobar que esta bien. Una vez incorporados, trato de no mostrar preocupacion por las inminentes noticias. -¿Y tu historia, hermana?-Pregunto al fin.-¿Como fueron tus años de cautiverio?
Tuve más suerte que muchas de las mujeres que eran capturadas por la horda, el jefe se encaprichó conmigo, lo que me alejó de las manos de las huestes. El jefe de los bárbaros era un tipo extraño, refinado, no era como el resto de la chusma, llegó el momento en el que le separé del resto del grupo, como si él no tuviera culpa de lo que le pasó a nuestra gente, hasta que entendí que si habían arrasado nuestra ciudad fue por su culpa. Entonces empecé a tratarle como lo que realmente era, un asesino, lo que no le gustó, me castigó severamente, me empezó a tratar como una esclava, y si no obedecía ordenaba con azotarme y entregarme al resto de los hombres.
Parecía incómoda cuando hablaba de sus años en cautiverio, era normal después de tantos años, pero no dejó de hablar, por mucho que los recuerdos inundaran su mente.
Por suerte todo acabó con el ataque de los Rantanos, que los dioses hagan que su orden perdure muchos siglos...
Vamos hombres, desembarcar el equipo y rumbo a la ciudadela. - La voz del gran maestre resonó el barco y los hombres se pusieron en camino. Las botas metálicas chocaban contra la madera - Poneos la armadura y que el pueblo sepa que hemos llegado... ¿Dónde está Gandalf?...bah, ese viejo ha vuelto a desaparecer.
Cuando todo el cargamento de valor hubo bajado dio la orden de abandonar el barco, que aún tenía un viaje de vuelta por hacer - Vamos, el que no vaya volver a Gwydion que baje.
-Vamos, hermana.-Digo incorporandome.-La llamada es para nosotros. Me gusta este armatoste volador, pero prefiero bajar a tierra lo antes posible.
Dicho esto, recojo todas mis cosas y me encamino hacia el exterior del navío seguido por mi hermana. En mi mente da vueltas la conversación con aquel sospechoso anciano, sus advertencias y su misión. En ese instante me paro y me llevo la mano al amuleto que me regaló para asegurarme de que aún sigue ahí. Una vez lo toco, emprendo la marcha de nuevo pensando en el arma que le forjaré a mi hermana.
Salís del barco volador, y a lo lejos veis como se acercan dos mujeres, una acorazada, con armadura completa y otra vestida más sutilmente, aunque con un pequeño camisote ce mallas que asoma bajo la ropa. De apariencia parecen aventureras, pero no parecen las típicas mercenarias. Se acercan andando al barco.
Pasamos a Introducción 3. Un paseo por la ciudad.