Partida Rol por web

El burdel se vació, de repente se hizo el silencio dejando un rastro de sangre y muerte tras los bandidos. Los pasos metálicos pasaron por debajo de la ventana por la que había saltado Leonardo, y luego, se hizo el silencio que fue corrompido por unas palabras que Leonardo había gritado a alguien a la carrera.

Da la vuelta, idiota, hay que llegar a las caballerizas de la entrada a la ciudad... Corre.

Y con el silencio y los muertos, la taberna se había convertido en un cementerio.

Soltando finalmente a la guerrera, la semielfa comenzó a bajar las escaleras.

Parece que no hay nadie en el edificio, tengo un caballo fuera, quizás podamos cogerlo sin que nos vean, aunque creo que lo más sensato es aprovechar lo que nos dure la invisibilidad para ponernos a salvo en el bosque.

Bajó despacio, no fuera a hacer que se hubiera quedado alguno de guardia.

Hay un monasterio no demasiado lejos, allí nos acojeran, tengo un amigo allí, odian a los Garras Rojas.

Según lo que vieran fueran, intentaría arriesgarse o no con el caballo.

Salís con cautela del burdel, observando los cuerpos que se acumulaban por sus suelos, la sangre que corría por la tarima y se dejaba caer en cascada hasta la primera planta, una masacre que no había tardado más que unos minutos. Salisteis de la taberna para encontraros que el caballo de Ammaranza, junto a los otros caballos que había en el burdel ya no estaban, no quedaba ni rastro de ellos.

Camináis hacia las afueras aprovechando la invisibilidad, mas no encontrasteis a nadie en el camino, nada a demás de muertos, muertos que habían sido arrojados de los balcones de sus propias casas o que habían sido dejados en los umbrales de sus puertas. 

Os cruzasteis con una patrulla de doce hombres que apilaban suministros robados para trasladarlos hacia algún sitio. Atado en un poste tenían al caballo de Ammaranza, junto con el caballo de Leonardo y dos más, a los que estaban cargando con dichos suministros y riquezas robadas. Caminasteis sin que ninguno se diera cuenta de vuestra presencia, demasiado ruido hacían sus armaduras y demasiado entretenidos estaban para haceros caso.

Llegáis a las afueras de la ciudad, donde el bosque se vuelve frondoso a los lados del camino principal, donde perdisteis vuestra invisibilidad.

Salir huyendo de aquel lugar no es lo más honorable que ha hecho en su vida, y si no hubiese sido por Ammaranza, habría muerto a manos de aquellos garras rojas intentando defenderse. Las artes de su compañera les había permitido escapar, pero su influencia no se limitaba sólo a eso. Tenía la necesidad de no alejarse de ella. De protegerla y de dejar que ella le enseñara cosas con las que jamás había soñado. Eran totalmente distintas.

- Lo que están haciendo es horrible, pero solas no tenemos nada que hacer. Vayamos a ese monasterio que comentas. Sólo espero que no hayan pasado por allí antes de venir a por nosotros. Deja que antes me ponga esto

Saca las piezas de la armadura que hasta ahora cargaba en un saco y comienza a colocarlas con cuidado. Su meticulosidad es casi enfermiza, y podría ponérsela con los ojos cerrados. Una vez lista, asiente a su compañera para que le haga de guía.

Ammaranza se había sentado en el tronco caído de un árbol mientras Eralissa se colocaba la armadura, pensativa y cabizbaja, no había salido de su hogar para ver esto, y aunque Él la había preparado para lo peor, esto superaba sus expectativas.

¿Por qué han hecho esto?

No lo entendía, ¿qué sentido tenía masacrar esa aldea tal y como lo habían hecho? ¿querían que pensaran que fueran los gnolls? El dolor de cabeza volvió a recordarle los excesos de la noche anterior, ahora tan lejana, y cerró los ojos intentando calmar la ansiedad que sentía.

Si, no podíamos hacer nada por ellos, nos hubieran matado igual, ahora por lo menos podremos contar lo que aquí ha sucedido.

Se puso de pie sin mucho ánimo, ella también había terminado de vestirse, ponerse los pantalones y las botas. Se echó su inútil instrumento al hombro y señaló la dirección del monasterio.

Creo que lo mejor es seguir por el bosque, sin alejarnos demasiado del camino principal, en la llanura seremos más visibles, y sin caballos, nos cogerían enseguida miró a Eralissa y esbozó una sonrisa triste no sé si sabría guiarme si nos internamos en el bosque se lamentó por ello, lo mismo la guerrera sabía en cualquier caso debemos avanzar con precaución lanzó un suspiro me alegro de no estar sola, de que estés aquí le dijo, esperando su decisión.

Escondido entre unos matorrales, sale delante de vosotras un curioso personaje. Vinie salió al camino con las manos vacías y los brazos extendidos como si fuese a dar un gran abrazo a las dos a la vez.

¡Chiiiiiiiicaaaaaas! Buenos... Oh, sí, buenos... bueníssssssimos días-y les hechó un vistazo de arriba a abajo-. Muy buenos, ya lo creo.

Las armaduras de la humana y la semielfa no dejaban mucho que entrever, pero al igual que Garret tenía el cutre don de la magia, Vinie había sido bendecido con la capacidad de ver a través de la ropa femenina, ya fuera tela, cuero o metal.

¡No me puedo creer mi suerte, que justo cuando mi vida más peligraba me encuentro con dos grandes y guapas heroínas que vienen a salvarme! Preciosas orejas...-le susurró clavando la mirada en los ojos de la mestiza.

La técnica se la sabía al dedillo. Lo principal era camelarse a la amiga fea, en este caso la mujer del estoque. Y teniendo en cuenta las arenas en las que el señor Psyches había hecho de gladiador, la amiga fea estaba muy por encima de los estándares mínimos. Debía de ser su día de suerte... de la semielfa, claro.

Grrrrr...

Lo del ronroneo era marca de la casa, como lo de las espuelas o la cera caliente, pero eso no venía al caso ahora.

Y vosotras os preguntaréis... ¿Cual es el peligro que corre vuestro pelirrojo favorito? El peligro... de tener un corazón solitario y falto de amor. Gracias por aparecer en mi vida.

Guiño de ojo. El guiño de ojo es importante. Obliga a la presa de olvidarse del plano general y establecer contacto visual.

Miradme a los ojos, ricuras...

Os ha resultado un personaje simpático, y fuera de que acaba de salir de un matojo como saldría un asaltante, su discurso os ha parecido entretenido y en cierta manera, halagador.

Intentaba caminar en silencio, atenta a los posibles ruidos del camino, pero por mucha sangre elfa que corriera por su venas, que tampoco era el caso, estaba claro que la joven se movía mucho mejor entre los muros de una cálida posada con una copa de vino y mucha gente a su alrededor.

Aunque desde luego parecía que andaba con todo un ejército, puesto que Eralissa hacía más ruido que un batallón, y lo de moverse disimuladamente entre los árboles no lo llevaba demasiado bien. A pesar de todo Ammaranza no dijo nada, prefería tenerla con ella aún con el riesgo de las que descubrieran, se alegraba de que hubiera aceptado su ayuda, no hubiera querido abandonarla a su suerte si hubiera decidido ayudar a quien era imposible hacerlo.

Casi deja escapar un grito cuando vio la aparición que tenían delante.

¿Qué coño es eso?

Echó mano de inmediato a su estoque, y miró a su alrededor cuando dijo que su vida estaba en peligro, en busca de quien o quienes podían ponerla en semejante estado.

No te muevas de ahí

Amenazó la semielfa, pero cuando soltó aquel ronroneó a la chica no pudo evitar una risotada contenida

¿Esto es en serio? ¿En mitad de un bosque?

Desvió unos instantes la mirada hacia le chica de azules ojos, con una expresión de incredulidad en su rostro, ahora divertido. Sabía jugar a estos juegos pero es que es tan sumamente malo que hasta resulta entretenido. Desenvainó el estoque, pero no adoptó ninguna postura de combate, sino que simplemente dejó caer la mano junto a su cintura, haciendo que el acero tocara el boscoso suelo.

No, va, ahora en serio la chica lo miraba a los ojos, parecía a punto de echarse a reír ¿Quién demonios eres y que haces aquí? preguntó con tranquilidad, con su atención centrada en el desconocido.

¿Es cosa mía o han sonreído? Sí... estos pichoncitos ya están comiendo en la palma de mi mano.

Mi nombre es... redoble de tambor... ¡Wallace C! La C es de "cuidado conmigo chicas, que estoy que ardo". Y no pienso dejaros llamarme Wally hasta que anochezca y tengamos una cena romántica a la luz de las velas.

Qué triste es tener que recurrir a sobrenombres porque tu apellido es tan fácil de ridiculizar, pero no iba a permitirse el lujo de que le volviesen a llamar "Señor Pises". Vinie sabe aprender de las bofetadas de la vida, y el arte de la seducción no permite errores ni da segundas oportunidades.

Es brooooma. Unas muchachitas tan bonitas como vosotras pueden llamarme Wally a cualquier hora del día.

Ahora que las tenía en el bote, era momento de lanzarles una sonrisa. Bajó la pañoleta que le ocultaba la mitad inferior de la cara. No era ni guapo ni feo... más bien tenía unos rasgos con personalidad. Su nariz aguileña era lo que le restaba algunos puntos, pero seguía teniendo cierto atractivo. Además, era una tara que se cuidaba bien de mostrar solo después de que los peces hubieran picado el anzuelo.

Y ya que los tres se habían hecho tan buenos amigos, era el momento de acercarse y acortar distancias. La verdadera seducción siempre empieza cuando la proximidad hace respirar las mismas bocanadas de aire. Haciendo caso omiso al alto dado por Ammaranza, caminó hacia ellas... las rodeó por el lado de Eralissa... y se puso entre ambas rodeando sus hombros con las manos.

Yo ya os dije mi nombre. ¿Y vosotras, chicas? ¿Con quién tengo el gusto de hablar... soñar... y enamorarme?

En el camino, a escasos cuatro metros de vuestra posición, se escucha el galopante paso de un caballo azuzado por su jinete, el cual tenía una senda claramente marcada, lo más lejos de Tonfalia que pudiese. - ¡Kiah! Corre Sardinilla, Corre. - Entonces es cuando visteis a un hombre de unos treinta años, con una larga melena rizada y una barba bien cuidada a la moda de Cuatrocaminos, cabalgando sobre un caballo ligero blanco. Vestía una armadura de cuero tachonado y tenía una herida no muy profunda que le surcaba el pecho. - Kiah!

Entonces es cuando vio la situación, vio a Vinie cortejando a las muchachas, mientras Ammaranza blandía su estoque con su punta hacia el suelo. Tiró fuertemente de las riendas del caballo, y este no solo paró, sino que se encabritó un tanto, sin embargo, el jinete supo mantener el equilibrio. Luego bajó del caballo de un salto y lo tomó de las riendas.

Ammaranza, Eralissa, ¡Estáis vivas! - Dijo en una mezcla entre exclamación y duda - La ciudad ha caído, Norwan y Dovahkiin están muertos... medio pueblo está muerto, y los Garras Rojas han salido hacia aquí... puede que por aquí tengan un campamento... - Respiró agitado antes de fijarse en el tipo de la nariz aguileña, y luego se acercó un poco más a Ammaranza para susurrarle algo.

Hay otro hombre, escondido más adelante, parece una emboscada.

Ah... el amor es un campo de batalla terrible, un campo díficil con innumerables obstáculos. Por ejemplo, los idiotas. La cosa se iba a poner complicada si no... ¿Le está comiendo la oreja? ¿Le está comiendo la oreja a la semielfa normalita tirando a mona? Ese desconocido se la está jugando...

¡Oye, tú! ¡Espabilado! Estas chicas son mi plan. Si lo que quieres es dormir calentito esta noche, tienes dos opciones: o marcharte y abrazarte a tu caballo por las noches... o quedarte para que te caliente la cara a golpes.

Una cosa es que aquel tipo la divirtiera, y otra que lo dejara acercarse hasta distancias demasiado peligrosas, así que cuando ignoró la petición que le había hecho acerca de mantenerse lejos, ambas se pusieron en guardia, retrocediendo unos pasos, no estaban vivas por ser unas estúpidas, y la confianza en los demás no era algo de lo que Ammaranza tuviera mucho.

He dicho que no te muevas

Intercambio de nuevo una mirada con Eralissa, que seguramente estaba tan tensa como ella ante los movimientos del tal Wallace hablar para distraer ese truco también lo conocía la semielfa.

Estaba a punto de alzar su arma cuando la irrupción de Leonardo la pillo por sorpresa. A este si lo dejó acercarse, y su gesto no cambió demasiado cuando le informó sobre la muerte de Dovahkiin y Norwan, apenas los conocía, le apenaba más la muerte de Riso.

Me alegró de que tú también hayas podido escapar sonrió, pero sus ojos no se apartaban del desconocido, y las palabras de Leonardo confirmaron unas sospechas que no quería creer, le había caído simpático, no quería pelear con él, y menos matarlo, pero no dudaría si llegaba el caso.

!Basta de tonterías!

Levantó el estoque en dirección al charlatán

Nos vamos de aquí, no nos sigáis, los Garras Rojas están masacrando a todo aquel que encuentra.

Vaya, tu plan se quiere alejar de ti y tu única opción de dormir calentito esta noche se esconde detrás de unos matojos... - Desenvainó su espada para apoyar el argumento de Ammaranza - Ya la has oído, nos vamos, haced lo que os venga en gana...

Sea lo que fuera a ocurrir allí, Leonardo no tenía intención de dejar a Ammaranza y Eralissa solas, y menos con alguien que se guarda las espaldas con un tío escondido entre los arbustos.