Partida Rol por web

Volveremos a vernos. Escucho Hiko en el aire conforme el cuerpo del Kenku se deshacía en miles de plumas que lo envolvieron y lo rodearon, que cayeron sobre él y nublaron su visión por completo, convirtiendolo todo en oscuridad hasta que finalmente desaparecieron. Entonces Hiko abrió los ojos y se encontró en la habitación, sentado mirando la ventana, por la que la luz de amateratsu brillaba con su luz matinal. 

El samurai bajó a buscar algo que comer, más por inercia que por hambre, pues su estómago no sentía tal sensación. Sin embargo, nada más salir de la habitación supo que algo malo sucedía en aquél lugar. Era más una intuición que otra cosa, pues se encontraba todo en su sitio, y no había indicio sensitivo que le indicase que había algo mal, pero es que ... todo estaba en silencio. No se escuchaba el piar de las aves, no se escuchaban a los mercaderes regatear en las calles, no se escuchaban los carros ir y venir, o los pies sobre la madera de la posada. Nada.

Con paso lento y tranquilo Hiko bajó hasta la taberna, esperando encontrarse a los dueños y poder preguntar, pero lo que se encontró fue a los parroquianos y al tabernero recostados sobre sus sillones, las mesas y sobre la barra.

La luz de la mañana golpeo su nariz y pronto el calor de la misma invadió su rostro, desde allí podía ver un cierto paisaje pero no duro por mucho ya que aquella sensación le hizo abandonar la habitación pero algo sucedió, son esos presentimientos que te abrazan junto con la duda y hacen que pienses en que todo podía estar mejor pero no es así, Hiko cruzo el umbral hacia el pasillo y sus pasos sobre el suelo de madera se hicieron escuchar, bajo hacia la taberna para encontrar allí algo que no esperaba en lo absoluto.
Los ojos recorrieron el lugar pero la sensación había desaparecido al ver a cada individuo ocupando una espacio total mente dormidos, aun no podía entender si seguía dentro de un sueño o la situación se había vuelto parte de el mismo; trago saliva y camino unos pasos más hacia la puerta de la taberna.

La puerta de la taberna cedió a las manos del samurai, abriéndose al exterior, donde la luz, apagada por las nubes que tapaban el cielo, le golpeó. Allí no había nada más, nada más excepto una extraña presencia, una mujer de cabello corto, labios carnosos y piel tentadoras. Su vestido negro es estrecho y afirma sus caderas y demás formas femeninas. Lleva un antifaz en el lado derecho de su cara, de manera longitudinal, desde su cabello hasta su oreja. Al verte, se muerde el labio inferior, rojo como la sangre, y sonríe con lujuria.

Los ojos de Hiko lentamente cobraron la visión tras salir de la penumbra hacia el exterior de la taberna, fue allí que la vio pero su cuerpo no reacciono como esperaba, se sentía aletargado como si las fuerzas se le habían ido por el hambre, no tenía una posición de combate pero si estaba absorto por aquello que veía. Su silencio pareció decir mil palabras que no podían formularse pero tras inspirar el aire ficticio o no pudo decir algunas – Eres tu verdad? – Fueron las primeras palabras que salieron de el pudiendo moverse sin dejar de ver a la mujer, un pie toco la tierra y el otro lo secundo con un par de pasos más, observo a la mujer y volvió a tener ese impulso de la tentación, su mano izquierda se movió como para tocarla buscando saber si era real o una simple ilusión.
En su mente un mantra propio que solo decía un par de plegarias a las fortunas parecía mantenerle un tanto desinteresado sobre aquella mujer pero no sabía cuánto más podría aguantar.

El contacto humano era lo que buscaba Hiko, pero la distancia que los separaba y el hecho de que el contacto era un tanto tabú en la sociedad de samurai, impidió que pudiese comprobar si realmente era una persona física o solamente una visión.

Ella se mordió el labio inferior con seductor movimiento y miró fijamente al hombre que tenía frente a sí. ¿Quién crees que soy? Dijo ella con su sensual voz mientras se acercaba lentamente y saltándose todo protocolo se acurrucó sobre su espalda y sus manos bajaron por su pecho sensualmente, dejando al hombre paralizado.

Ese instante en el que debería haber reaccionado la Mujer que ahora estaba a sus espaldas y con sus manos en s pecho le habían dejado prácticamente mudo y sin poder moverse,  una sensación extraña recorrió su ser y con la fuerza de la tierra pudo decir las palabras – Eres tu quien adormece a esta gente y ahora juegas conmigo – Los brazos del Ronin estaban a un costado de su cuerpo mientras este intentaba moverlos sin lograr mucha, aquella voz mórbida y sensual parecía el más potente de los Sakes que había probado pero este tenía otro efecto, dejar desarmado al samurái.

Intentaba recordar als palabras de Atsushi pero las mismas se mezclaban con las de la mujer que le tenia alli sin poder moverse, sintio miedo o algo pareciado que carcomia sus huesos.

Ella rió. Su risa era rica en sonidos, tonos, y formas. Como si todo un público de os grandes teatros de Otosan Uchi, ella era capaz de adoptar los tonos de decenas de personas en su risa. Puede que si, samurai. He aprendido, recientemente, a introducirme en las mentes de los demás y saber cuanto necesito de ellos para destruirlos o perfeccionarlos. Sin embargo, parece que desean quedarse cerca de mi, pues quienes vienen nunca más vuelven al mundo de Ningen-Do.

El cuerpo del ronin seguía inmóvil pese a que cada intento se sentía una presión sobre cada musculo del mismo, sus ojos miraban al frente y cada palabra que surgió a continuación era como si el filo de una katana pasara por su garganta – Tu – Trago saliva solo para cerrar un ojo dado el dolor…. Su mente volvió horas atrás cuando había visto a la mujer que amaba, su corazón se exprimió y uno de sus brazos pese al dolor de moverlo fue a dar en la empuñadura de katana que reposaba en el obi, pero no paso nada mas… allí quedo inmóvil.
Los segundos pasaron como si se hubieran transformado en minutos y estos en horas hasta que las palabras salieron nuevamente – Tu entraste en mi mente… - Susurro despacio – Como te atreves Oni… - Aquella palabra lo dijo todo pero primero debía poder moverse.

Debia volver, con las respuestas...

Oni! La voz de la mujer sonaba ultrajada. Su semblante cambio a uno de ira y rabia. Como las representaciones de las fortunas en su forma benigna y vengativa, como la noche y el día, el semblante de ella se torno oscuro. Hiko sintió un gran miedo ascender por su cuerpo y apretarle el corazón, como si pudiese aplastarlo y deshacer su vida con un solo pensamiento. No soy un demonio, ni tengo nada que ver con Jigoku, Hasaya Hiko. Mi poder es diferente, muy diferente. Gracias a mi poder he destruido a otros que si que pertenecían a ese reino de mal antes de que pudieran causar daño en el Imperio.

No olvides que ahora estas en mi reino, y aquí yo tengo más poder del que te crees. 

La mano de Hiko trató de esgrimir la katana, pero no consiguió nada, pues en su lugar ya no estaba esta, sino una hoja roma y oxidada.

Sé en que piensas y te ayudaré pues soy bondadosa, después de todo. Su semblante volvió al de la hermosa mujer sutil y hermosa, pero ahora él sabía a que se atenía. Si lo deseas te llevaré, en cuerpo y alma, al lugar que buscas, donde tu señor se encuentre.

-Señor? – Pregunto con ciertas dudas pero su cuerpo parecía relajarse – Quien eres, que eres – Nunca había tratado con espíritus o cosas similares – Pero tus palabras son tentadoras, casi podría decir que enredarían al más cuerdo, pero no logro entender… la gente está durmiendo? – Las palabra parecían manar sin sentido entre tanta confusión, observo su katana y aun más preguntas se creaban en su mente.

-Si tu poder es tan grande como dices, que podrías enseñarme para cumplir con mi objetivo… erradicar el mal de esta tierra - pregunto - pero deja mi mente en paz - esperaba que su cuerpo comenzara a tener nuevamente la movilidad.

La imagen se desdibujó y Hiko observó que se encontraba flotando sobre las nubes observando la costa del Imperio. Poco a poco se acercaban a la ciudad imperial, a la bahía del Sol Dorado, pero ligeramente hacia el noroeste. Más y más se acercaron, hasta llegar a una pequeña colina, donde había un castillo elevado sobre 7 jardines, cada uno de diferente belleza, unos cuidados y ordenados, con la hermosura de los reinos divinos, y otros desgarbados y descuidados, llenos de árboles raquíticos y sombras. Dentro del castillo dormía un joven igual que su antiguo señor, pero sin las arrugas propias de la preocupación. Decenas de pergaminos se encontraban abiertos, llenos de datos e información, un verdadero estudioso. También había una saya de increíbles dimensiones, pero ningún arma en su interior. 

Tu señor se encuentra en peligro, pues se haya en el hogar de aquél que lo codicia todo. La codicia le ha llevado a pactar con una oscura influencia que se extiende por el imperio. Ella desea despertarlo y lo conseguirá si esos samurai permanecen en ese castillo.

Las palabras de la mujer surgían como las lluvias de primavera,  suaves y fieras al mismo tiempo que constantes y seguras; Hiko permaneció en silencio pero no olvidaba el viaje hasta allí… las nubes, había sido un pájaro gozando de libertad hasta que sus pies tocaron la tierra. El Ronin camino por aquel lugar descrito entre pergaminos abiertos los cuales miro muy por arriba para centrarse en aquella saya de inmenso tamaño.
-Que es este lugar – Murmuro casi inaudible pero seguramente la mujer entendería, se acuclillo frente a la funda del arma y la toco con la yema de los dedos – Puedes decirme algo más? Sin tantos enigmas…  - procuro decir girándose para mirar a la Mujer – Hay palabras que no entiendo.. mi señor… esta muerto hace ya diez años – Comento – Ayúdame y estaré en deuda contigo… ayúdame a entender y eliminar a la oscuridad de las tierras de Rokugan - Tras las respuestas Hiko intentaria leer los pergaminos.

Soy tan enigmática como los sueños que me dan esta información. Solo puedo verlo como mera espectadora si la mente es demasiado poderosa. Del cuerpo emergieron unas plateadas alas que soltaron un polvo ligeramente suave sobre el cuerpo del ronin. Él se sintió más ligero, como si su cuerpo no pesase apenas y una simple brisa lo pudiese transportar. El custodio los tiene encerrados, solo la necesitaba a la dulce, y ahora la tiene. Ella es su sacrificio para abrir la puerta, aunque aun le falta uno de los artefactos, y sabe quien puede tenerlo.

Tu cuerpo comenzó a flotar en el aire, bajo tus pies se extendieron varios jardines, y en uno de ellos se encontraba un páramo gris con arbustos grises de hojas plateadas, flores blancas con largos pistilos dorados y un estanque con nenúfares de gran tamaño. Antes de ser consciente de nada, ya tu pies se posan en el lugar y el mundo empieza a cobrar los colores normales. Despiertas transportado a miles de kilómetros de distancia.