Partida Rol por web

Que va tio, no nos dan nada. Si te digo la verdad no tengo ni idea de como se las apañó la comisaria para poder pedir ese apoyo por radio... - dijo negando con la cabeza. - Ojalá tuviese, veo que sabes apreciar lo bueno. - dijo riendo cuando le mencionó la bebida. - Yo había pensado en conseguirte un  plato de lo que ha preparado Tangtang, estoy en su turno de comidas y ya sabes que está bastante cotizado. ¿Lo has probado? - preguntó colocando sobre la mesa su propia ración de mangostinos para que el olor llegase hasta las narices de Dotstry. - Soy Gabarri, por cierto, no me había presentado. 

Dicen los rumores que tienes buena intuición de lo que va a pasar y que a veces no te importa compartir esas intuiciones con los demás soldados. - dijo sondeando la disposición del operador de comunicaciones para hablar. - Yo, por ejemplo, estaría dispuesto a cambiar casi cualquier favor por saber a que agujero de mierda van a mandarnos... - dijo guardando silencio. 

Gracias, pero no me queda explosivo para mejorar más granadas. - dijo disculpandose cuando Arrin ofreció a los demás sus servicios. - Quizás tras el próximo asalto, si ambos seguimos de una pieza podamos volver a hacer negocios. - añadió tendiendo una mano al hombreton. - ¿Hay algo más que pueda hacer por vosotros? - preguntó sin perder la sonrisa.- 

Una pregunta, cuando nos vimos por primera vez estaba echando una mano en la enfermería. Ahí había una de vuestras medicae, Dagmar. ¿Sabes algo de ella? - se animó a preguntar. La doctora había aceptado cenar con él antes del asalto anterior y no había aparecido. Tampoco la había visto tras ese asalto, ¿habría muerto?

Malcom se quedó mirando a Gabarri mientras escuchaba lo que esta iba diciendo, manteniendo todavía cierta suspicacia respecto al penal, aunque la mención a las raciones de aquél rápidamente famoso cocinero provocó un brillo momentáneo en sus ojos —  No he tenido el gusto, la verdad. Dicen que están bastante buenas... — fingió desinterés... aunque se quedó mirando el plato fijamente cuando el otro lo puso delante de él sobre la mesa.

— Casi cualquier favor, ¿eh? — comentó el de comunicaciones, sin dejar de mirar el plato — Bueno, digamos que los rumores son... un poco exagerados. Pero a través del vox se escuchan muchas cosas interesantes, y de vez en cuando no me importa ayudar a un compañero si lo necesita mucho... Con todo a lo que tenéis que enfrentaros, cualquier cosa que pueda hacer para que podáis prepararos bien y volver con vida, lo haré de buen gusto — al tipo le faltaba salivar, estaba claro que lo que iba a hacer con buen gusto era devorar aquél plato de mangostinos.

Dotstry se inclinó sobre la mesa, acercándose a Gabarri, mientras alargaba una de sus manos, cogía el borde del plato y lo atraía hacia él lentamente — La verdad es que no os van a enviar a ningún lado, al menos pronto — dijo en un susurro — ¿Las nubes que aparecieron de repente? Pues tienen a los mandos cagados de miedo. Nadie sabe que són, pero todos están de acuerdo en que es algo malo de cojones, así que no quieren hacer nada hasta que sepan más o hasta que se dispersen o puedan quitarlas de enmedio. Pero no parece que vayan a ir a ninguna parte, y no tengo ni idea de como puede uno hacer que se aparten las nubes. Además, he escuchado rumores... — bajó aún más el tono, como temiendo conjurar algo al pronunciarlo en voz alta — ... algunos mencionan que estas nubes son un fenómeno psíquico de algún tipo... están reuniendo a los psíquicos más poderosos del 9º para intentar detener lo que sea que vayan a hacer... — se estremeció al acabar de decir aquello.

— En fin, que de momento, la única novedad es que va a llegar hasta el puesto un convoy con material para el depósito de suministros. Provisiones, munición, combustible, herramientas, cosas que los soldados han pedido al Munitorum, esas cosas — volvió a su lugar en la mesa, cogiendo una cucharada de la ración, y se la llevo a la boca. Cerró los ojos mientras degustaba el exquisito plato ante el penal — Jo-der, que maldita pasada — exclamó, mientras cargaba rápidamente una nueva cucharada. Estaba a punto de llevarsela a la boca cuando miró de reojo a Gabarri — Eso es todo lo que tengo ahora mismo, pero si alguna vez tú o alguno más queréis algo, siempre podéis traerme más platos de estos. O podemos llegar a otro tipo de acuerdos, claro.

Tras aquello, Malcom se dispuso a dar buena cuenta de los mangostinos, sin reparar más en su interlocutor.

¿Como iba a hacerlo? Ni idea, pero algo en su interior le decía que tenía que compartirlo así que Gabarri estuvo esperando en una de las "calles" entre tiendas, jodido de frío, pero en un lugar que se le viese desde lejos. Su mirada recorría los rostros de la calle buscando la dura mirada de la Comisaria Kriemhild. Cuando la vio, se aseguró de que ella le hubiese visto antes de acercarse a ella de frente y con las manos fuera de los bolsillos. - Señora Comisaria, si dispone de un momento me gustaría hablar con usted. En privado si es posible. - dijo tras cuadrarse y saludar como era debido luego aguardó elevando una plegaria silenciosa por que aquello no acabase con él atado a un poste, cavando letrinas o cualquier otra forma de castigo. 

-Unos cabrones muy duros. Uno casi le suelda el casco al tempestor a manotazos, pero al final acabó triturado-replicó, impresionado en cierto modo porque la comisaria les hubiera plantado cara... Aunque tampoco debía estarlo mucho, era la cosa de cosa esperable por los miembros de su profesión.

-Los túneles... No sé si tendremos otro tiro con eso. No puede mandar a cualquiera ahí abajo, están oscuros como el espacio entre las estrellas, y con trampas dejadas por los locales. Pero ha de haber algún modo de acceder.

Tras dar un par de vueltas al rededor del Mafo-Fu, recuerdo que debo concentrarme. Necesito equipo para producir fármacos. Necesito equipo para producir mi tarea. Sin embargo un aroma extraño y peculiar anida en mi nariz y se disipa hacia mi estómago. Siento los retortijones del hambre y encamino mis pasos hacia aquel lugar donde los Drafalivanos comen. Se que no debo estar por aquí, pero el olor que estimula el hambre es poderoso. Así que paciente observo a la distancia mientras me aseguro que ningún comisario ronde cerca.

Lo recibió con los brazos en jarra, molesta por que se le acercara y le hablara. Tenía los ojos entornados, la mano en la empuñadura de su espada de energía (todos sabían que la comisaria prefería ejecutar con armas cuerpo a cuerpo); a pesar de ello, asintió dándole permiso para hablar para repetir el gesto segundos después para ir a un lugar más privado.

Cuando lo hubieron encontrado, y sin alejar la mano de la empuñadura, Nereida lo fusiló con la mirada - Espero que sea importante, habla - le ordenó con voz firme e imperiosa, dejando entrever un enfado monumental que iba creciendo, y que como no le dijera nada interesante o importante, Gabarri estaría en serios problemas. 

Asintió a las palabras de Orrin y miró con cierta tristeza como su bol se estaba quedando casi vacío. Suspiró, oteó la cantina y luego volvió sus ojos al vástago - bueno, si el alto mando así lo entiende, que así sea. En cualquier caso, eventualmente, cuando conquistemos la ciudadela, tocará barrer todo lo que quede. Estoy segura de que esa parte final será la peor de todas - y sonrió agría. 

Zhao pocas veces había presenciado un milagro tan directo y evidente por parte de Mao Fu como la comida de Tangtang. El gato parecía devolverle la mirada desde su altar y su colgante, sonriente, como diciendo, sí, he sido yo. Zhao no se lo podía creer. Después de comer dos boles seguidos, con la boca aún llena de sabores que casi había olvidado, se había acercado a él. 

-Tangtang... ¿puedo llamarte Tantang?-le dijo-Hacía décadas que no comía tan bien. Décadas sin probar los mangostinos y los fideos drafelivanos. Bendito seas tú, tus manos y los designios del Omnisiah que te han puesto en mi camino. 

Después le había ayudado en lo que necesitase, tanto a repartir la comida como a limpiar las escudillas. Sentía que se le había hecho un regalo tan grande (un pedacito de hogar) que no podía aspirar a compensarlo. 

Luego había oído a la tecnosacerdote hablar sobre su Chimera. Había corrido a su lado de inmediato.

Tecnosacerdote, 01000111 01101100 01101111 01110010 01101001 01100001 00100000 01100001 01101100 00100000 01001111 01101101 01101110 01101001 01110011 01101001 01100001 01101000 -le dijo con el respeto que tenían todos los drafelivanos a los miembros del Culto Mechanicus-Si quiere, le enseño el Chimera. Está allí, con el resto. Es una maravilla-dijo con tono de padre orgulloso.

Ya había terminado con el nuevo, ahora no tenía nada que hace con el "Yo he terminado, si vuestrad merced no tiene inconveniente, recomendaría que se retirara para prepararse para la siguiente batalla y fuera conciendo al resto de los soldados" le digo a Ynestrilla, solo quedaba saber su valor en combate y su interación con el resto de la tropa, pero eso era mas cosa del sargento que mia.

Yuan ladeó un poco su cabeza al ver la reacción del Doblesueldo, tratando de comprender su sobre reacción ante la sugerencia del joven médico. Para ella, esto sería un hito histórico debido a que era la primera vez que alguien se alegraba de ser un sujeto de extracción de muestras orgánicas desde que tenía memoria-. ¿Será el factor cultural? ¿Algún trauma encéfalo craneal post combate? O ¿las modificaciones corporales, que son famoso los Doblesueldo, habrá comprometido ciertas áreas cerebrales? -. Pensó despreocupadamente mientras veía a aquel soldado irse del lugar, recordando, con nostalgia, que, en su planeta, si es que quería hacer sus pruebas y experimentos, generalmente tenía que visitar los patíbulos o las zonas donde los enfermos terminales estaban en su último suspiro.

En cualquier caso, como si aquella apuesta jamás hubiese sucedido, Yue simplemente volvió a concentrarse en su ahora vacío bol para luego pararse y volver hacia donde se encontraba Tangtan .-….-. No dijo nada cuando llegó e incluso ni siquiera se había dado cuenta que su camarada de escuadra estaba hablando con un sargento, simplemente tiro de sus mangas mientras le extendía su bol hacia él como una señal clara de que quería más a la vez que su oscura mirada expresa, con un leve brillo que solo los más observadores pueden detectar, un orgullo digno de un niño que recibió un juguete nuevo en su cumpleaños pero, en este caso, no sería un simple juguete, sino un nuevo espécimen de experimentación mediante el uso de su comida favorita. Gesta, que ella consideraba digno de alabanzas y que esperaba recibirlas de sus compañeros.

Dejeme empezar diciendo que respeto su puesto y su labor comisaria, por eso estoy aquí hablando con usted. - le dijo con sinceridad. - Tengo intel sobre lo que va a pasar y quiero compartirla con usted porque creo que usted tiene una visión más amplia de la situación. Tan solo le pido que no me pregunte como lo sé, no quiero mentirle asi que por favor no me obligue. - añadió sabiendo que eso podría meterle en problemas. 

No nos van a mandar a ningún lado, la tormenta que se acerca es repentina y fuera de estación, tiene preocupado a todo el alto mando y piensan parar la guerra hasta que se despeje o saquen algo más de información sobre ella. No he sido penal mucho tiempo, pero estoy seguro que de el alto mando no pararía la guerra por un poco de lluvia. Creo que hay algo más detrás de la tormenta, comisaria, algo que no va a gustarnos nada, el alto mando está reunido a los psíquicos más poderoso para tratar de detener lo que sea que trae esa tormenta. - hablaba con sinceridad y con calma. - A parte de eso, la otra novedad es que los suministros que la gente está pidiendo al monitorum vienen en un convoy a través de la tormenta. Si mis temores son ciertos, dudo mucho que el convoy llegue. No estaría de más estar sobreaviso y prepararse por si algo le ocurriese a ese convoy, ir racionando algo lo básico. - terminó. - No se, se que me arriesgo contandole esto, igual no me cree o igual no tiene valor pero espero que vea más allá de este mono Comisaria, usted tiene su puesto y yo el mio pero ambos luchamos por el imperio. Puede que haya cometido errores en el pasado, no voy a negarlo, pero estoy intentando hacer las cosas bien.  -dijo antes de guardar silencio y esperar la reacción de la comisaria. 

No me hagas la pelota - le soltó interrumpiendo su frase inicial, odiaba que la adularan o valoraran su trabajo, todos tenían su papel en el Imperio y hacer lo que uno debía, a su entender, no era motivo suficiente de reseña alguna. Sin embargo, lo dejó acabar, y conforme el penal iba soltando todo lo que había averiguado, el rostro de Nereida se fue tornando a preocupación y su postura se relajó al alejar su mano de la espada.

Suspiró con fuerza y miró a un lado y a otro. Deseó poder estar en reuniones de alto mando, de poder saber más información y no tener que obtenerla de esta manera, pero así eran las cosas y no perdería el tiempo lamentándose. Apretó la mandíbula - bien, es evidente que se como has sacado la información, todos saben cuan de bocazas es el oficial de comunicaciones con el que estuviste compartiendo mesa; pero no tomaré medidas contra ti ni el otro - puso los brazos en jarra durante un instante, pensando algo, pero luego posó su mano derecha enguantada sobre el hombro izquierdo de Gabarri - prepárate para lo peor, ten cerca tu arma, esto no pinta bien, y si el alto mando no mueve ficha, es porque el archienemigo la ha movido ya. Se diligente y obediente, puedes marcharte - y lo despachó dando dos pasos hacía atrás tomando distancia del penal.

-No sé... No puedo decir que sepa casi nada de los condenados traidores, pero me da en la nariz que las cosas de abajo van controladas o algo. De ahí esas marcas de la cabeza, ¿quizás un implante? No lo sé-replicó, apurando el contenido del bol-pero creo que, cuando caiga la ciudadela, los túneles serán lo de menos. Unas pocas escuadras de limpieza con lanzallamas pesados, y hecho-añadió. Qué no habría dado por un lanzallamas, aunque la mención del fuego también hacía que le picaran un poco los parches de piel sintética que aún estaban asentando.

-Que Mao Fu te de sabiduria y habilidad en el manejo del Chimera - digo al nuevo Zhao Yang... Leo su nombre en la tablilla de datos.

-Pocas cosas más placenteras que comprobar el espiritu máquina de tu vehiculo. ¿Tiene nombre por cierto? 

Desde que la unidad C. A. T. M40-FU les salvara milagrosamente a todos, sentía que todas las maquinas, sin importar su función, debia tener un nombre adecuado.

Antes de salir cojo otro bol de fideos ardiendo. 

Al dirigirme hacia la salida, me dedpido de la comisario.

Un par de pasos más alejados del bullicio del puesto de Tangtang me percato de un hombre acechando, me parece reconocer al hombre que había sido castigado en la tarde por orden de la Comisario.

Me acerco y le tiendo el bol. - Que Mao Fu te guie en momentos de necesidad.

Hecho lo cual, me dirijo junto con Zhao Yang a comprobar por qué se sentía tan orgulloso de su máquina. 

Zhao hizo una inclinación agradecida hacia la tecnosacerdote al escuchar sus palabras. Le agradó bastante su entusiasmo por revisar el Chimera, aunque por otra parte no habría esperado otra cosa de una tecnosacerdote. 

-¿Nombre? La verdad es que no-dijo Zhao. Nunca se le había ocurrido ponerle uno. Había pasado tanto tiempo conectado a aquel vehículo que ya lo sentía como parte de él, su espíritu máquina era una prolongación de su consciencia. Habría sido como ponerle nombre a un brazo o a una pierna. 

-Podemos ponerle nombre si lo desea, o que se lo ponga el escuadrón. Su espíritu máquina es muy bueno, es tranquilo y eficiente. Mucho menos colérico que el de los Leman Russ, pero sin ser tan manso como los de los Mula. 

Tras la parada para darle su bol a aquel pobre hombre que había sufrido su castigo, por fin llegaron frente al Chimera. Estructuralmente era igual que los demás, ya que alterar el diseño del PCE habría sido tecnoherejía, pero tenía un par de detalles distintivos. 

En primer lugar, estaba muy bien mantenido, cuidado con esmero, pero aun así se notaba su trote. Tenía mucho uso, zonas reparadas, quemaduras de láser. Al contrario que los demás, llevaba un refuerzo en las orugas resultado de un parche de la vez que había pisado una mina. 

Además, lucía en ambos laterales, orgulloso, el símbolo de Mao Fu en la parte trasera y el del Omnisiah en la delantera. Cuatro medallones, dos a cada lado, que Zhao acarició con cariño, para que le dieran suerte. 

Pero la modificación más evidente estaba en su frontal: llevaba una enorme pala de acero, con dientes en su parte inferior, sólidamente acoplada a la parte delantera del vehículo. Era un añadido perfecto para apartar rocas, escombros o enemigos del camino. 

-¿Qué le parece?

El gran barbudo se quedó mirando la mano de Gabarri, sopesando. Finalmente la estrechó con fuerza, no demasiada, no quería partir esos dedos tan habilidosos, y golpeó a su vez el hombro de aquel hombre. Una sonrisa acudió a la cara del Doblesueldo, algo nada habitual en él, que siempre mostraba un rostro serio y taciturno, concentrado. - Gracias. Los herejes se arrepentirán de éste encuentro, te lo aseguro. No sé porqué te encarcelaron, ni me interesa, pero te deseo que mueras como un hombre, luchando y vendiendo tu vida cara. - y eso, entre los Doblesueldos, era un honor, y su destino manifiesto. 

Gabarri, así se llamaba aquel sujeto. Arrin hizo el esfuerzo de aprenderse su nombre, era lo mínimo que podía hacer, mientras aquel le preguntaba por Dagmar. El espadachín ladeo la cabeza ligeramente, alzando las cejas con cierta sorpresa. - Es raro que no acudiera, los Doblesueldos mantenemos nuestra palabra, pero si no me equivoco, la asignaron a otro frente, y ante una órden directa de los mandos, las promesas quedan para más tarde, si es posible cumplirlas. Lamento haberla perdido también, era una buena incorporación a nuestra escuadra, dada a meterse en lo más feo del fregado. - 

Se guardó las granadas y despejó la zona de trabajo, sin dejar rastro de lo sucedido. Alrededor las nubes de tormenta seguían rodeándoles, y parecía que hacía más frío que antes. - No me gusta, huele a lluvia, pero ésto es un desierto, ¿no? Con psíquicos involucrados, todo ésto me hace muy poca gracia. Cobardes, que vengan a probar el filo de mi espada. - 

Se giró hacia la zona común y miró en la distancia. - Mañana tengo que ganar a esa pequeñaja comiendo. - dijo con convencimiento. 

Entendía las palabras del sargento, pero aun me escocía que aun habiendo sobrevivido al encuentro en el campo del honor, tuviese que jugarme la vida en campos dejados de la vista del Sagrado Emperador. 

- Sepa señor, que no haré nada que pueda mancillar el nombre de nuestra unidad, y que lo ocurrido fue en post del honor. Aun recordaba el cañón de la pistola de duelo de mi contrincante, y el grito cuando mi rayo impacto en su pierna. - Pero no todos ciudadanos Tyvianos entienden igual el honor. Asiento ante las palabras del doctor y vuelvo a cubrirme con la camisa. - Gracias señor Andre de la Estocada. Si me dan licencia señores, prepararé el equipo para lo que sea que nos venga encima. 

- Al igual que los nodos de una máquina se dan corriente entre sí así hemos los drafelivanos de procurarnos energía entre nosotros, tu felicidad es esa energía y con ella serás productivo - apretó las palmas de sus propias manos a la altura de su frente e intentó de manera lastimosa inclinarse hacia delante -. Estaré encantado de que me llames Tangtang, Zhao Yang, pues yo también me alegro de estar conectado contigo; disfruta de tu primer día en el Puesto 42.

Fue entonces que sintió en tironeo de sus mangas y se giró para ver a la doctora, por un momento la expresión de ella le recordó a la de su familia y aquello le hizo sonreír. Recibió de ella el cuenco y con un más que tirante gesto de cortesía hacia el Sargento Ynestrillas le presentó a la mente más brillante de Drafeliv.

- Mente cogitadora en cuerpo nutrido, al menos hasta que se nos bendiga con metal ¿Sabéis? - le dijo al tyviano antes de dedicar su atención indivisa a Ki Ki -. Ah, el picante ¿verdad? Ya mismo te lo sirvo. En la escala COL-Ville son cientos de miles de unidades pero sé que ni con esta cifra te echarías atrás - y con esto fue a por la sopa y los tallarines para luego meterse en el puesto de cocina móvil y buscar el magmasco, la terrorífica especia de su planeta natal - Una vez me rasqué un ojo tras cocinar con esto y no pude ver durante una semana, con lo que ya has comido podrías fundir clavos en tu estómago, jejejejeje.

Tras hacerle entrega del cuenco Tangtang se tambaleó un poco, hasta allí había llegado. Se aferró a la mesa y sonrió para expresar que se encontraba bien para luego incorporarse del todo, aplastar una palma contra la otra frente a su pecho y despedirse del Sargento Ynestrillas y de la Doctora Ki Ki.

- Ha sido un día muy productivo, el puente está en manos de El Imperio y ahora es mi responsabilidad poner este organismo mío a descansar o perderé eficiencia para mañana - se disculpó para con ellos, habiendo deseado poder quedarse más tiempo pero conociéndose lo suficiente para saber que ya había forzado demasiado la maquinaria - Mao Fú os dé la tranquilidad del trabajo bien hecho y que la campana siempre taña tres veces por la Omnissiah.