Carthia levantó la vista del informe logístico que estaba leyendo para fijarla un momento sobre la pila de pendientes que no parecía disminuir nunca. Es más, de no ser porque tenía monitorizado su tiempo de trabajo y ratio de eficiencia, uno del que estar orgullosa en su opinión, juraría que no hacía sino crecer a medida que llegaba más y más documentación.
Los ataques a los diversos Puestos no habían causado un elevado número de bajas, pero eso no quería decir que no les hubieran hecho daño. Talleres y forjas, hospitales de campaña, líneas de comunicaciones, depósitos de suministros... Estaba enfrascada con estos últimos, anotando cada pérdida y reinventariando todo el material de que disponía el 9° Grupo de Batalla al completo.
Demasiado poco crédito se le daba a la logística, en su opinión. La parte burocrática del Departamento Munitorum rara vez se llevaba alguna conmemoración, apenas una palmadita en la espalda. Sus vidas no se ponían en riesgo tan a menudo como las de los soldados, vale, pero sin su trabajo, no se vencerian combates, no se ganarían batallas, no se completarían cruzadas.
Pero aquello poco interesaba a los generales avidos de gloria. Poco les importaba de donde salían las baterías de los rifles láser, el combustible para los tanques, los proyectiles de la artillería. Lo querían, lo necesitaban, y punto. Conocía a von Rauken lo suficiente como para saber que no era uno de esos, pero aun así, no pudo evitar pensar por un momento en los ancestros del Viejo Tiburón una vez más.
Apenas le había dado dos días para tener la reorganización de fuerzas a un nivel aceptable. Ella era buena, pero solo el Dios-Emperador hacía milagros, de modo que se estaba obligando a ir deprisa, leer en vertical, dejar pasar ciertos fallos pequeños que ya solucionaría en el futuro, y tomar decisiones drásticas.
Como la que iba a tomar en ese mismo instante. Cogió el siguiente informe de la pila y fue pasando las páginas echando un vistazo rápido a su contenido. Lo mismo que en los de los otros Puestos: número y disposición de bajas, reorganización de unidades, pérdidas materiales... Aquello era curioso, puesto que tan solo se hacía petición de más munición y equipo, nada más. Al parecer, habían logrado salvar la mayor parte del campamento.
El número el sonaba. Rebuscó entre la pila de documentación ya revisada, hasta encontrar lo que su memoria le había recordado. Efectivamente, un convoy de suministros había llegado recientemente al lugar. Y por lo que decían los adeptos encargados del transporte, habían entregado su carga sin problemas.
No se lo pensó dos veces. Estampó el sello con fuerza sobre una de las dos casillas que esperaban su veredicto al final del informe.
"Puesto 42: Reabastecimiento denegado"
Para la próxima misión, todo el mundo empieza con un tercio de la munición, granadas y demás consumibles que llevéis normalmente, redondeando hacia arriba. Sería la mitad, pero la pérdida del depósito de suministros también os afecta.