La canonesa Galenia de la Orden de la Vela Eterna observaba al paciente que tenía delante de ella. Sus compañeros lo habían traido con todo el antebrazo entablillado. Tenía media extremidad roja e enormemente hinchada, desde el codo hasta los dedos. Con cuidado, palpó la zona inflamada, presionando levemente en diversos puntos.
— ¿Sientes esto, soldado? — preguntó. El herido negó con la cabeza cubierta por el sudor, su expresión contraida en un gesto de dolor.
— Diagnóstico, hermana Ymeng — ordenó a una de sus asistentes.
— El hueso está roto — respondió al momento la novicia — Un claro caso de síndrome compartimental.
El guardia imperial trató de alzar la cabeza un poco — ¿Q-qué sig...nifica eso?
— Significa que tenemos que amputar. Si lo dejamos más tiempo, acabará gangrenándose — algo lamentable, pero necesario. Si lo hubieran traído horas antes, hubieran podido hacer algo por él, pero no había otro remedio. Pero un brazo se podía reemplazar, una vida perdida, no.
El soldado empezó a revolverse, tratando de objetar — Hermana Sarane — dijo Galenia. La otra novicia apenas tardó un segundo en acercar el hipospray de su narthecium al cuello del hombre e inyectarle una fuerte dosis de Stimm, anestesiando al guardia imperial para que no se moviera durante la operación. Tras aquello, retiró el entabillado, y la hermana Ymeng procedió a acercarse, y a encender el cuchillo sierra de su propio narthecium, haciéndolo descender hacia el principio de la zona dañada.
Galenia se apartó en ese momento, dejando a la hospitalaria continuar por su cuenta, pues no era una operación complicada para alguien con las habilidades que les otorgaba el servicio en la Orden. Apartó la tela de lona, y salió al exterior del hospital de campo, donde docenas, si no centenares más, de heridos, aguardaban su turno, mientras los sanitarios del Officio Medicae y las pocas hermanas hospitalarias que no estaban ocupadas operando se paseaban entre ellos, proporcionando primeros cuidados, atendiendo a los más leves y haciendo triaje de entre el resto.
Aun con los caídos reduciendo el ratio al que salía cada una para atender, seguían siendo demasiados. Y el asedio apenas acabab de empezar. Las bajas seguirían aumentando en los próximos días. Al menos, la bajada de temperaturas ayudaría un poco, si bien aquellas nubes negras que no terminaban de descargar le provocaban una sensación de inquietud.
— ¿Ha llegado alguna novedad del mando de la Guardia, hermana Serane? — preguntó a la hospitalaria a su espalda.
— No, canonesa — respondió la novicia, al tiempo que consultaba su placa de datos e iba pasando de un mensaje a otro. De repente, detuvo su dedo en uno de ellos — Un momento, una petición de última hora. El personal del Lord General nos pide que demos prioridad al cuartel de campo número 42. De él han partido la mayoría de unidades que formaron parte del ataque central al Dique, y el Lord General ha considerado que nuestra presencia y cuidados les vendrá bien. Una especia de recompensa por su victoria.
Galenia asintió, todavía mirando al frente — Bien. Preparadlo todo para que una misión se dirija allí en cuando hayan acabado con lo más urgente aquí.
La novicia guardó su placa de datos, pero no se movió del sitio. Estaba claro que dudaba sobre si preguntar o no algo a su superiora — Habla, hermana, alivia tu mente. La duda es señal de debilidad.
Aquello fue suficiente para obligar a la hospitalaria a decir lo que pensaba — Canonesa, en el puesto 42 hay un gran destacamento de legionarios penales. Han pecado contra el Emperador...
— Hermana Sarane, ¿Qué es la vida? — la interrumpió Galenia. La novicia tardó un segundo más de la cuenta en responder, pillada por sorpresa al no esperarse una pregunta tan básica sin venir a cuento aparentemente, pero la canonesa no le dio tiempo a replicar - Es Su moneda, Sarane. Su moneda. Esos hombres y mujeres han pecado por el Emperador, sí... y están pagando por sus pecados. Su redención llegará cuando mueran a Su servicio. No nos corresponde ni a tí, ni a mí, sino únicamente a Él, decidir sobre sus vidas. Serán tratados como los demás, para que puedan ganarse la redención a Sus ojos — sentenció — Ahora ve, avisa a las demás de que han de trasladarse.
— Sí, canonesa — dijo por lo bajo la novicia antes de partir.
Todos los personajes heridos, sin importar su gravedad, se recuperan hasta su número máximo de heridas. OJO, el reposo seguirá siendo necesario para recuperar heridas para todos aquellos cuyas heridas superen el doble de su BR.