Partida Rol por web

Los medicae atendieron las heridas de Brotinn eficazmente, mientras este acababa de intercambiar impresiones con el resto de los varangianos. Sus pasos, junto con el resto de los miembros de su regimiento, le habían llevado ante los restos del psíquico enemigo, que estudiaba con interés clínico de quien observa una necropsia. 

Se quedó pensativo por un momento antes de contestar -El gran tacticae Wolfmannsen solía decir que nunca hay que interrumpir a un enemigo mientras está cometiendo un error. Confiemos en que los herejes comentan muchos más, aunque es irrelevante; todos caerán más tarde o más temprano ante los hijos de Varangia y la Guardia Imperial- dijo, recogiendo su báculo rematado por un Aquila Imperialis de las manos de Snarl -¡bien, no nos demoremos más, kamerater. En marcha!

La visioingeniera no se prodigaba en palabras. No se relacionaba del todo bien con los seres humanos, pero sí sabía que algunos humanos le caían mejor que otros, como engranajes perfectos que encajasen en una maquinaria precisa y engrasada.

Así se sintió cuando apareció el cocinero de Drafeliv. Saludos Tangtang alzando una mano. Kiki lo miró como queriendo reconocerlo... Pero Clank dudaba que eso fuera posible.

Volvió al blindado donde ofreció el puesto de artillero al recién llegado Tangtang

- Todos muertos- respondió Desastre, que acababa de descender del edificio después de saquear el penal muerto.- Mira si puedes aprovechar algo, como ese medkit de ahí- añadió, señalando el abandonado medkit del tabrisano muerto en mitad de la calle.- Nos vendrá bien parcharnos un poco y no creo que la comisaria vaya a darnos la baja

Gabarri miró a los médicos con cara de incredulidad. Parecía que en lugar del juramento hipocrático habría hecho el juramento hipócrita. Caminó hasta el cadáver del tabrisiano y recogió el medikit tras cerrarle los ojos al médico. - A ver, gañanes, los que estéis heridos pasad por aquí para que os haga un zurcido. - dijo disponiéndose a restañar las heridas de sus compañeros penales mientras los demás médicos hacían lo propio. 

Cuando llegó la orden de avanzar, Gabarri guardó las cosas en el medikit y se dispuso a llevárselo para seguir avanzando con el grupo. 

Tras la llegada de los refuerzos y la atención a los heridos, el breve momento de descanso llegó a su fin, y bajo las órdenes de Nereida, la fuerza de flanqueo se reorganizó y se situió en formación para avanzar de nuevo. Dejando atrás los restos de semiorugas y búnkers humeantes, y los cuerpos de decenas de muertos que empezaron a ser tratados por la sacerdotisa Topal, los imperiales se adentraron más y más en la Ciudadela de Acero, encontrando pronto que, al menos en aquellas zonas secundarias y laterales a las principales vias de acceso, las calles se iban volviendo cada vez más estrechas y sinuosas, con apenas espacio en algunos puntos como para que lograra pasar el Chimera.

Igual que les había sorprendido anteriormente, la presencia enemiga se desvaneció sin dejar rastro, sin duda esperando de nuevo un momento idóneo para emboscarlos. En los edificios se veían defensas preparadas y en varias ocasiones tuvieron que deshacerse de alambre de espino que bloqueaba su paso o de trampas detectadas a tiempo, pero ningún soldado enemigo apareció para dispararles.

Con los nervios a flor de piel, y esperando la inevitable siguiente batalla, los soldados del Emperador prosiguieron con su misión.

Tras el respiro breve, había llegado la hora de avanzar junto con los refuerzos, y dejando a Rabiah atrás para atender a los heridos que necesitaran la extrema unción. La comisaria observó la angosta y tortuosa calle que se abría ante sus ojos y suspiró antes de ponerse a impartir órdenes. No podían avanzar como locos ahora, todo estaba lleno de esquinas traicioneras y podrían ser emboscados con aún más facilidad que en la calle anterior.

McKnife, cójase a uno y suba a las azoteas otra vez, vosotros dos, lo mismo, pero a esas - señaló la opuesta a la que iría McKnife - Gabarri, Abe, abajo conmigo - se giró - el chimera a mitad, Tyvianos, cúbrannos, Varangianos, lideran la marcha, vayan con cautela y atentos a las esquinas - y dando ejemplo de ello, Nereida avanzó como bien había ordenado, era una líder nata y el ejemplo era con lo que uno debía ejemplificar en primer lugar.

Einar iba tenso todo el camino, aquella calma no era buena para sus ansias. Cuando las calles se volvían angostas, y empezaban a Zizagear, rezaba al emperador por que apareciese algún enemigo cercano, pues era donde mejor se desenvolvía el Varangiano. 

Todos iban armados con armas a distancia. Cuando Nereida los puso liderando la comitiva, sonrió. Sus hermanos llevaban escopetas de combate, con hachas-bayoneta, eran los ideales para esa tarea. Él aferró con mas fuerza su hacha sierra. A distancia media cualquier enemigo sería desintegrado por las escopetas, y a corta distancia él mismo se aseguraría de que fuese la última mala decisión del enemigo. Se sentía seguro, sabiendo que desde las azoteas los penales les cubrirían y viendo toda la potencia de fuego que tenía a sus espaldas.

Waldemar afinó cada uno de sus sentidos, a la vez que le hacía un gesto a Ejulf para que hiciera exactamente lo mismo. Fue mirando a cada ventana, a cada centímetro del lugar. Quería asegurarse de que no los emboscaran, y, de ser necesario, anunciar cualquier trampa o explosivo para enfrentar al enemigo. No quería perder más compañeros en ese combate, e iba a hacer todo lo necesario para poder cumplir con la voluntad del Emperador.

Abe sintió varios golpecitos en su espinilla. Miró hacia abajo y vio a Becky dándole puntapiés:

—¡Que se nos van, cazurro!¡Y muy atento a cualquier enemigo! Ya sabes, que tu tuqui haga su trabajo.—le gritaba su compañera, que señalaba a Nereida y los demás.

— ¿Por quée sieempreeestás eenfa-fadaadaa, Beeck? Ees Tuki-Tuki, sieempree loo olviidaas ja ja ja—y avanzó cual elefante en una cacharrería junto tal y como la jefa había ordenado, tranquilo porque no veía nada raro en los edificios.

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Recorrer el campo de batalla revisando los bolsillos de los caídos ... no fue para nada glorioso, pero era parte del día a día en la guardia imperial. - Un par de granadas ... no esta mal. Miro a Rigoberto mientras recoge un cohete casi en perfectas condiciones, si obviamos la sangre que lo cubre por supuesto. - Con eso, si podremos hacer un estropicio. 

Una vez hecho el acopio de municiones y tras haber bebido algo de agua, vuelven las ordenes y se reinicia el avance hacia el encuentro con los herejes. - Pues ahí vamos otra vez ... pues el camino del hombre recto nunca termina y hay que darles la gracia del Emperador, a esos sucios cultistas. 

Brotinn avanzó junto a sus compañeros -Atentos a las azoteas y a las esquinas. Nuestras escopetas de combate deberían darnos ventaja en estos callejones, pero para eso hay que encontrarse ante el enemigo. Y me da que no vamos a tardar mucho en hacerlo. Me pregunto cómo le irá a la fuerza principal...

El avance ordenado por Nereida fue tan decidido como breve, algunos ni siquiera llegando a dar más que un par de pasos, pues las agudas miradas de Waldemar Ásgeirr y Einarr Sigurdsson, entranadas en el duro mundo de Varangia donde un paso en falso podía llevarse a un hombre y a sus compañeros a la muerte, lograron detectar la amenaza más inmediata. Frente a la sección de alambre de espino que les bloqueaba el paso, vieron que había oculta bajo cascotes sueltos una mina de gran tamaño, demasiado para tratarse de ser una pensada para personas.

Sin duda el enemigo esperaba que algún blindado acelerara para llevarse por delante el alambre de espino, como ya había hecho antes el Chimera, para pisar la mina y detonarla. Aquello habría un gran problema para ellos, pero por suerte, ahora podían contrarestarlo. Claro que seguro que había más trampas en su camino... que al igual que el enemigo, se mantenían ocultas, pues aunque más y más posiciones defensivas se iban revelando, no había nadie que las manejara, ni en los edificios ni a pie de calle.

Seguramente los penales que en aquellos momentos escalaban las paredes lograran darles más información una vez llegaran arriba, pero de momento, marchaban a ciegas, por un lado, un camino ancho, pero plagado de trampas y bloqueos, y por el otro, uno más estrecho, igual de ignoto, pero por el que sin duda no podía pasar el Chimera, tan solo infantes.

- Alto ahí! Tenemos una mina como una casa detrás del alambre- dijo el varangiano.

Pensando en que sería más fácil para todos desmontar el alambre, Einar se puso a la labor, pero no sabía si las prisas o los nervios de no saber si le estaban apuntando le impidió centrarse en el trabajo, no consiguiendo retirar el alambra.

-Alguien que eche una mano, no podremos quitar el alambre con el Chimera.

El avance duró muy poco, demasiado poco. No habían logrado avanzar apenas unos metros hasta que se toparon con el primer obstáculo, y no uno pequeño. Había acertado en que el blindado no liderara la marcha esta vez, el Emperador siempre provee - ¡Vamos! ¡Quiero la alambrada fuera a la de ya! ¡Otro equipo que retire  la jodida mina! ¡Quiero cuatro hombres cubriendo ese callejón para interceptar posibles flanqueos! ¡Hienas a las azoteas para ayer! ¡Vamos! ¡Moved esos jodidos culos de una vez! ¡Tenemos una guerra que ganar y una ciudad que conquistar! - apretó la mandíbula - ¡Haced que vuestras madres se sientan orgullosas! 

Murat y su compañero siguieron en la formación, observando atentamente los edificios que le rodeaban, buscando algún movimiento que delatara la presencia de algún hereje en su interior, mientras esperaban que los zapadores limpiaran el camino de minas.

Brotinn se paró en seco cuando escuchó el aviso de Sigurdsson. -Dos de vosotros, echadle una mano con ese cable. El resto retroceded tras la esquina. Y avisad a los que vienen detrás, esa mina también podría hacerle un roto incruso al chimera.

Esto pinta mal, esperemos no encontrar muchas más o avanzaremos a paso de tortuga de los pantanos se lamentó silenciosamente el primaris.

La verdad era que los jodidos herejes, no dejaban de retroceder y dejar trampas, pero al mismo tiempo nuestros soldados no hacían mas que encontrarlas y seguir avanzando ... - la vida de un guardia imperial en toda su gloria- ... Pero desmontar las trampas, nos hacia perder un tiempo precioso. - Varangiano, creo que puedo echarte una mano. 

Waldemar algo sabía de trampas, pero de este alambre de púas, parecía que realmente no tenía idea. No veía dónde comenzaba, como estaba agarrado, como estaba armado. Miró a Ejulf confundido, a ver si a él se le ocurría algo.

Sin atreverse a lidiar con la mina, prefiriendo dejarla en manos de los verdaderos expertos, Einar y Waldemar se pusieron a trabajar en el alambre de espino, ayudados por algunos de los varangianos, del penal Gabarri y del granadero de Ursua. Entre todos, lograron despejar lo suficiente el camino como para que pudieran moverse con libertad por él.

Entretanto, la visioingeniera Sui Hui Yin descendió del Chimera por la escotilla superior y se acercó a la mina antitanque, logrando desactivarla tras echarle apenas una mirada. La vía estaba libre también para el Chimera, aunque en aquél estrecho espacio, maniobrar el transporte blindado resultaría complicado, al menos con tanta infantería por en medio.

Los legionarios de la derecha lograron alcanzar la azotea del edificio que escalaban, informando rápidamente con un grito que esta estaba despejada, y que tendrían que moverse más antes de poder confirmar qué había más adelante.

Por el momento, el enemigo les estaba dejando manga ancha pero todos sabían que cada segundo que pasaba era un segundo más cerca de una nueva emboscada.

Abe miró arriba con la boca abierta cuando Nereida señaló a los edificios. Le parecieron muy altos y soltó un "oh" de admiración. Al momento Becky le recriminó su distracción y le gritó que montara guardia con el trasto que llevaba.

—No es un traasto, Beeeckyy. Ees Tuuqui-Tuuqui, mi aarmaa.

Su compañera le dio un cachete en el brazo y le volvió a gritar, así que Abe miró hacia donde ella decía y preparó su arma por si aparecía cualquier enemigo.