Entro en el gimnasio y sonrio feliz ante tanta maquinaria. Miro el reloj. Aún tengo tiempo de sobra. Unos calentamientos, y me subo a la cinta de correr. La preparo para una hora.
A pesar de ser las 4:25, paro la cinta de correr, sintiéndome algo cansada. No es lo mismo que las calles de mi Italia, pero algo es algo.
Me bajo, secándome con una pequeña toalla de mano la cara y el cuello, y salgo hacia recepción, en dirección a mi habitación.