Ignoras a la centauro y llamas a los guardias. Tardan un poco en contestar, pero sabes de qué hilos debes tirar para salir de aquí en pocas horas. Unas monedas en un bolsillo, unas promesas susurradas en los oídos adecuados y estás de nuevo en las calles sin ninguna mancha en tu expediente.
Silbando satisfecho, te diriges de vuelta a tu casa de la Periferia.
La partida continúa en la escena siguiente:
Los Bajos Fondos