Partida Rol por web

-Merak -Ilsa pronuncia su nombre como un insulto, o, peor, como una maldición. Esa rata siempre acertaba en la diana y la descomponía como si un cristal milenario que fuera golpeado por una roca metorítica- Los actos públicos quedan para las alimañas como tú, querido.

Ilsa hace una pequeña pausa para respirar. Ahora tendrá que reponerse de esa imagen, y esta conversación puede ser crucial para restaurar una cierta normalidad para ella en el Gremio.

-Me sorprenden esos celos que muestras. -Dice parpadeando primorosamente- ¿Ahora es nuestro maestro? El único camino que has seguido ha sido el tuyo propio, querido Merak. Tantas ganas tenías de cerrar esa losa, ¿verdad?

Suspira para sus adentros. Siempre en el momento menos oportuno, con la guardia más baja. Maldito seas, Merak, te odio.

Merak sonríe confiado.

- Las alimañas como yo... Y el resto de miembros del Consejo; y, ya puestos, los del Senado... ¡No, querida! Te guste o no, los consejeros tienen una función pública y por lo tanto, están obligados a dar la cara en actos solemnes y a mantener la compostura en ellos.

Se oyen cuchicheos en favor y en contra de los dos argumentos, pero no tienes tiempo para atender a ellos, pues tu antiguo amante sigue hablando.

- Es curioso que me recrimines a mi que haya seguido mi propio camino, cuando tú misma abandonaste Rulfoun para venir a la capital. - Sabe perfectamente que él fue una de las causas de que cambiases de ciudad, pero sus palabras te informan de una de las bazas que pretende jugar. Rulfoun acoge la sede de la escuela de los lenguatormentas, una de las dos escuelas de magia principales de la nación y, tras la muerte de Rowan, la escuela de las Alas de las Palabras no tiene ningún representante de esa ciudad en el Consejo. - Ninguno de los miembros de la sede de nuestra escuela deseaba la muerte del Maestro Rowan, eso es evidente, pero tampoco se puede permitir que la voz de Rulfoun no se escuche en el Consejo.

-No, Merak, no es propio de ti esconder tu ambición tras la solemnidad pública. Una de las cualidades principales que ha de poseer un Consejero es la capacidad para anteponer los intereses del Gremio frente a los suyos propios. Algo que Rowan sabía muy bien. Aquí no se trata de vivir en Rulfoun, sino de representar y defender sus intereses ante personas que están muy alejadas de una escuela de magia. Aquí se trata de conocer a nuestros aliados, ser capaz de establecer lazos y sobre todo no dejarse llevar por la pasión -Ilsa yergue su espalda todo lo posible, pero de nada sirve para alcanzar la planta del hechicero-. La voz de Rulfoun siempre ha sido escuchada y no lo dejará de ser en nuestra Sede ni en Uldnach. Sin embargo confundes los encuentros internos del gremio con los propios de un Consejo.

Necesito un trago. Hace mucho tiempo...

Merak no pierde la sonrisa, por lo que cualquiera que no le conozca tan bien como tú no se habrá dado cuenta de que has tocado un punto sensible. Siempre fue una persona ambiciosa y eso no va a cambiar ahora.

- Anteponer los intereses del Gremio y no dejarse llevar por la pasión... Es curioso que seas tú quien lo diga, maestra, pues hoy mismo has demostrado ser demasiado pasional y tener suficientes intereses personales como para mantener la posición que te correspondería incluso durante el funeral de nuestro maestro.

Estira una de sus alas ligeramente, antes de insistir en el tema, más para la audiencia que cada vez se acumula más a vuestro alrededor, que para ti.

- Por supuesto que se ha de oír la voz de Rulfoun, pero no a través de terceros que puedan tergiversar las palabras a su antojo. No, las Alas de las Palabras es una escuela suficientemente importante como para que un maestro de su sede ocupe un asiento en el Consejo. Todos los lenguatormentas deberían estar de acuerdo con eso.

Con sus palabras llama a la lealtad de los hechiceros para con su escuela. En otras circunstancias y con otro aspirante que no fuera él, tal vez podrías incluso estar de acuerdo, pero es demasiado lo que os estás jugando. El que puedas desvelar los acontecimientos de Uldnacht depende de ese puesto en el Consejo... Tu propia vida puede depender asimismo de esa votación.

Ilsa se recompone rápidamente ante las palabras de Merak. Últimamente no hacía sino desarrollar su oratoria.

-Cuán inmenso es el campo de tu ignorancia, querido amigo. -Suspira muy seria- Si no he podido presentarme como correspondía a las convenciones consuetudinarias ha sido, precisamente, porque las obligaciones no descansan, ni en los sepelios. Ha sido precisamente la necesidad la que me ha alejado de la comitiva, y ha sido precisamente mi ansia de servir a Uldnach y al Gremio la que me domina desde hace días.

Casi escupe esas últimas palabras, dichas con un exceso de sinceridad que casi las convierte en mentirosas.

-Tú, sin embargo, te preocupas meramente de estar, de ocupar tu posición sin hacer ruido, de aprovechar las circunstancias como un ave de presa. Éso es lo máximo que puede ofrecer a Rulfoun. Ciertamente la ambición es una virtud demasiado escasa para el Consejo.

Ilsa mueve sus alas, sintiendo la ligereza de su cuerpo, incrementada después de su transformación. Trata de alejar la imagen de Merak de su mente, y centrarse solamente en el individuo, en su rival.

Le notas incómodo ante tu anterior intervención, aunque él mismo es un orador experto y no permite que la audiencia se percate de que ha acusado el golpe.

- Me temo que confundes obligaciones con maquinaciones, querida. Después de todo te ha faltado tiempo para entrevistarte con alguno de los consejeros después del entierro del hombre que llamabas maestro. - Sonríe con un gesto lupino.

Sin embargo, no llega a terminar su intervención. Los ligeros murmullos de la gente a vuestro alrededor suben de intensidad notablemente y, en unos instantes, el grupo de oficiales y aprendices se separa para dejar pasar a la Consejera Yael.

- Maestros, por favor... - dice sonriendo, no sin cierto tono de reproche. - Deberíais dejar estos debates para la semana que viene. Habrá una asamblea para tratar estos temas antes de la votación, así que les aconsejaría guardar sus argumentos para entonces.

Merak asiente con una ligera reverencia y se despide de la consejera. Antes de alejarse te dedica una profunda mirada de odio mezclada con una promesa que no llegas a adivinar. Suspiras un momento, pues semejante sentimiento de rencor sólo es posible hacia alguien a quien hayas amado con anterioridad.

Tú misma te alejas de la sala y de la muchedumbre que la llena. Un momento después escuchas unos ligeros pasos que te siguen. Te vuelves para encontrarte nuevamente con la sensual maestra danzallamas.

- Maestra Svetlana... - dice con una sonrisa cuando te das la vuelta. - Tenía también un mensaje para vos de una de mis alumnas. Amanda me ha pedido que te reúnas con ella en la entrada principal de nuestra escuela.

-¿Straussen? Curiosos. Gracias por el mensajes, Consejera Yael. Y gracias de nuevo por aliviar la tensión con Merak, por cierto. Es como... -Ilsa piensa muy mucho la comparación, y al final se decide- una herida abierta.

De esas que solo se curan con licor.

Si me disculpáis -Se despide con una elegante reverencia y caminando tranquilamente se dirije a la salida, preocupada por la madre de ese sibilino y esquivo fantasma que todos andan buscando desde hace días.

Caminas en dirección a la sede de los Danzallamas en Uldnacht, un edificio en los Barrios Centrales tan grande e imponente como tu propia escuela en Rulfoun, pero algo empequeñecido por la majestuosidad de los Gremios de la capital.

Tal y como te dijo la consejera Yael, la maestra Straussen te está esperando en la entrada, con su habitual expresión seria.

- Maestra Svetlana - saluda formalmente. - Lamento la muerte del Consejero Rowan, sé que estaban muy unidos.

Con un leve gesto, te invita a entrar al recibidor del edificio. Entras esperando poder refugiarte del calor veraniego, pero desgraciadamente la temperatura en la escuela de los señores del fuego es aún más abrasadora que en el exterior. Por supuesto, la hechicera no parece inmutarse.

- Supongo que sabrá por qué le he pedido que venga. Mi hijo sigue desaparecido y no hay noticias de él por ningún lado... Sé que tiene muchas cosas en la cabeza, pero le conviene escucharme. - Dice interpretando el gesto de tu rostro de forma bastante susceptible. - Mi influencia en esta escuela no es poca, al igual que la de mi amiga Yael. Por lo que tengo entendido, necesitará un fuerte respaldo político para su candidatura al Consejo, y los flamedancers suponen prácticamente una tercera parte del quorum del gremio.

Se da la vuelta y mira la entrada de su escuela, pensativa.

- Encuentre a mi hijo y me encargaré de que la mayor parte de mi escuela secunde su candidatura.

Las palabras de Straussen sorprendieron enormemente a Ilsa. El enojo fue creciendo por momentos también, pero trató de componer una sonrisa serena y de mostrar seguridad.

-Maestra Straussen... agradezco sus condolencias-comenzó a decir, y era mentira, como es natural, porque a estas alturas lo que Ilsa habría agradecido es que dejaran de mencionarle a Rowan, aunque sabía que tal cosa era imposible-. Agradecería su apoyo en el Consejo a mi candidatura, en efecto. No obstante, no tenga cuidado, con él o no encontrar a su hijo se ha convertido en una prioridad personal y no le quepa duda de que pondré todo mi empeño en localizarlo.

Entonces se dio cuenta de que el principal motivo para buscarlo no era la ambición de un puesto que deseaba, ni el miedo a la muerte que, en lo más hondo de su conciencia le atenazaba, ni la compasión por una madre tan fuerte como patética (Ilsa no soportaba la maternidad). Entonces se dio cuenta, como esa extraña iluminación interior que, según decían, era propia de místicos y chamanes en tierras remotas, de que el verdadero motivo que la impelía a seguir con todo esto era la más lasciva e impía curiosidad. Quería conocer, comprender qué demonios estaba ocurriendo. Y esa conciencia le proporcionó algo de fortaleza para afrontar la mirada de la maestra flamedancer.

-Le juro que me ocuparé de ello personalmente.

Se vuelve nuevamente hacia ti y asiente con solemnidad.

- Eso espero, maestra Svetlana... Eso espero. - Por un momento se queda en silencio, pensativa. - Sin embargo, tengo que advertirle de una cosa: no será usted la única candidata a la que le ofrezca este mismo acuerdo. Comprenderá que tratándose de mi hijo, no estoy dispuesta a apostarlo todo a una carta.

La obsesión de la mujer por su hijo es evidente, pero cuando te paras a pensarlo entiendes por qué. Como maestra danzallamas, estará sin duda sintonizada con su escuela y sabes que uno de los efectos secundarios del conjuro de sintonía es la causa de esterilidad en el hechicero. Alex será el único hijo que Amanda jamás podrá engendrar.

Asientes en respuesta. No te hace gracia que la mujer tenga intención de contactar con Merak, pero al menos ha sido lo suficientemente sincera como para decírtelo. Ves cómo se aleja al interior de la escuela sin prácticamente despedirse y decides volver a la calle.

Una voz familiar llama tu atención.

- ¡Ilsa! - te giras para ver a tu criada, que se para a tu lado y tarda unos segundos en recuperar el aliento. - Menos mal que la encuentro. Me dijeron que había venido hacia aquí...

Respira con voz entrecortada, recobrándose de la carrera que ha realizado para alcanzarte.

- Es Stepjan. ¡Ha despertado! - dice al fin.

-¿Despertado? Dice Irina. Por un momento no parece captar el significado de las palabras de Irina. Observa cómo Amanda se marcha. Todos tenemos nuestras obsesiones y nuestras debilidades, pensó.

-Vamos al hospital de inmediato. Y sin más se lanza a buscar un carruaje. Prefería no dejar a Irina sola en estas circunstancias, y quién sabe quién podría seguir su vuelo.

Montáis en un carruaje y pasas medio camino instándole al cochero que vaya más rápido. Tras lo que te parece una eternidad, llegáis al fin al hospital. Nuevamente reprimes las ganas de salir volando e Irina te sujeta la mano, tratando de que te calmes y mantengas las formas tal y como corresponde a tu posición.

Inspiras fuertemente y asientes con cariño a Irina. Realmente no sabes qué habrías hecho todo este tiempo sin el apoyo de tu sirvienta, aunque los últimos días sin Stepjan también se te han hecho bastante cuesta-arriba. Esperas a que el cochero te abra la puerta del carruaje y te colocas el vestido al salir.

Seguida por Irina, caminas con paso firme hacia la habitación de Stepjan. Cuando llegas al pasillo, ves cómo una menuda mujer se acerca a ti.

- ¡Ah! Me alegro de que recibiesen mi mensaje... Stepjan ha despertado, pero aún se encuentra algo débil - dice Margaret mientras os acompaña hacia la habitación. - Pese a todo, es muy buena señal. Eso sí, traten de no hacerle pensar demasiado, pues ahora mismo todavía necesita unos días de descanso.

-Estimada Margaret- Dice Ilsa apresuradamente.

-¿Qué ha ocurrido? -inquiere a la médico sin esperar casi respuesta- ¿Stepjan está bien?

Las ideas de Ilsa comienzan a volar. No parece que vaya a ofrecerle mucha información pero la noticia, al fin, es algo positivo, así que estaba dispuesta a disfrutar del momento.

Sin muchos preámbulos Ilsa entra en la habitación como una exalación dejándose alguna pluma en el vano de la puerta.

Entras en la habitación, sin darle tiempo a Margaret para responder a tu pregunta.

Algo se mueve en la cama donde Stepjan está tumbado pero, antes de que puedas sobresaltarte, ves cómo tu sirviente, tu viejo amigo, se gira lentamente hacia ti.

- ¡Señora! Me alegro de verla - dice con voz lenta, como si estuviera medio-dormido. Sin embargo, consigue forzar una sonrisa en su rostro cansado.

De repente, se pone serio y, como si acabase de acordarse de algo, pregunta precipitadamente.

- ¡Diana! ¿Está bien? ... Lo siento mucho, no pude protegerla.

Se vuelve a recostar en la cama, incapaz de sujetarse sobre el brazo mucho más tiempo. Sin embargo, ya estás a su lado, por lo que no necesita seguir girándose para verte. Sonríe con gesto cansado cuando vuelve a abrir los ojos un momento después.

-Diana está... en prisión (espero). Hiciste más de lo necesario, viejo -Dice Ilsa tocando la cabeza de su defensor con sincero cariño -Ahora descansa.

La realidad es que no esperaba que Stepjan le proporcionase ninguna novedad más allá de las que Diana se había dignado a revelar, pero valía la pena intentarlo.

-Stepjan, parece que la centaura conocía al asesino, pero se niega a darnos información. Sé que estás cansado, pero tengo que preguntártelo: ¿qué ocurrió en casa la otra noche?

Un pequeño aleteo de sus alas revela cierto nerviosismo, un reflejo del que la propia Ilsa no parece ser consciente.

El hombre se queda un momento pensativo, tratando de recordar.

- Diana estaba en una habitación en nuestro mismo pasillo. Escuché el ruido de un cristal roto y cogí un arma para ir a investigar lo que estaba ocurriendo. Cuando llegué a la puerta de la habitación, la escuché hablando en su idioma natal. La lucha empezó poco después, cuando el hombre la atacó. Yo entré y le ataqué por la espalda - no parece demasiado orgulloso de si mismo cuando dice eso, pero al fin y al cabo, no es un guerrero - pero se dio la vuelta y me golpeó...

Se lleva la mano a la frente, cubierta por vendas limpias.

- No sabría decir si se conocían, aunque, ahora que lo dices, el tono de conversación que mantenían parecía indicar que así era... Y que no se llevaban precisamente bien. - Reprime un gesto de dolor al tocarse la herida, pero sonríe con gesto inocente ante la mirada de reproche de la doctora Margaret. - Pero, señora... ¿Ha vuelto a hablar con ella? Tal vez Diana pueda decirle más al respecto.

Sonríe a Margaret mientras la mujer se aproxima a ajustarle el vendaje.

Ilsa toma la mano de Stepjan durante su parlamento. No desea agotarlo innecesariamente, pero sin duda le vuelve a crear la inquietud respecto a Diana que estuvo rondándole por la cabeza los días pasados. Diana sabe algo que no está dispuesta a decir. Pero la situación es tan desesperada que se necesita saber todo lo posible.

La sugerencia de Stepjan al final le muestra el conflicto con toda su crudeza. A Ilsa no le gusta pensar en los medios que estaría dispuesta a adoptar para conseguir sus fines. Pero no queda otro remedio.

-Tengo que hablar con ella, en efecto. Ahora descansa, querido. Los cuidados de Margaret son excelentes.

Ya dirigiéndose a ella le pregunta acerca de Rhenar:

-¿Acaso hay alguna mejoría en él? -Inquiere con más vanas esperanzas.

Mientras tanto ordena a Irina que busque a Eric y que se reúna con ella en la prisión.

Irina se va a buscar a Eric, dejándote a solas con la doctora.

Margaret, niega con la cabeza.

- Desgraciadamente, me temo que el oficial Rhenar sigue sin presentar ninguna mejoría. Hemos conseguido que Stepjan despierte, pero la herida de Rhenar era algo más profunda. - Su gesto parece preocupado por tu compañero del gremio. - Como ya le dije, es cuestión de suerte que alguien despierte de una herida semejante en la cabeza.

Te despides de la doctora, que te dice que aún necesitarán cuidar de Stepjan al menos un par de días más, para ver cómo evoluciona su situación. Pese a su precaución, respiras aliviada al saber que tu sirviente se encuentra bien, pues habías temido por su vida.

Finalmente sales del hospital y te diriges a tu cita con Eric en la prisión de los Barrios Medios, para ver si finalmente Diana puede deciros algo que sea de utilidad.

La escena continúa en
El Cuartel de los Barrios Medios