Partida Rol por web

Henry asiente y te hace un gesto con la cabeza. Por un momento, al observar el oscuro pasadizo piensas en sacar el medallón para iluminarlo, pero tu acompañante parece saber moverse por aquí incluso en la más profunda oscuridad. Pese a todo, cambias de lugar el medallón a un bolsillo exterior de tu túnica para que la tenue luz que consiga atravesar la tela te permita distinguir al menos dónde vas a poner el pie.

Corréis todo lo que podéis durante un minuto y luego Henry relaja el ritmo, poniendo más atención en caminar en silencio y menos en avanzar a toda velocidad. No pasa mucho rato antes de que estés completamente desorientado por la falta de luz, el olor y la monotonía de los túneles que sirven de alcantarillas a los Barrios Centrales. Sin embargo no deja de sorprenderte que estos pasadizos tengan el tamaño suficiente como para que varios hombres caminen por aquí sin ni siquiera llegar a meterse en las aguas residuales. Estás seguro de que en los Barrios Medios las alcantarillas serán poco menos que túneles excavados en roca y la Periferia, por supuesto, carece de cualquier tipo de alcantarillado.

Súbitamente, Henry te hace un gesto y os quedáis quietos. Casi un instante después, tus ojos distinguen una ligera luz a lo lejos. Dos sombras se acercan, hablando entre ellas. Parecen vestir ambas de la misma forma, como si estuviesen uniformadas, aunque no te da la impresión de que vayan armados igual que los guardias que os estaban persiguiendo. Apoyas la mano en la empuñadura de tu arma, dispuesto a enfrentarte a cualquier enemigo, pero afortunadamente las dos personas se desvían antes de llegar a vuestra posición.

- Debemos salir de aquí - susurra Henry. - Esta zona no es segura.

Sin más dilación, se dirige a unas escaleras que ascienden hasta la calle. Cuando salís, parpadeas un par de veces para acostumbrarte a la iluminación de las antorchas de los barrios Centrales.

- Y bien, dindavara, ¿qué piensas hacer ahora? Yo pasaré la noche en el Grifo Ardiente. Si quieres allí hay una habitación para ti - sugiere mientras mira atentamente a su alrededor. Aún no estáis a salvo de la guardia, que probablemente esté persiguiendoos y, como bien sabes, tu aspecto llama ligeramente la atención en relación al atuendo más atrevido de los ulds.

Te sigo.

Yi Fan pronuncia las palabras en voz baja. Se siente aturdido y agotado. La manga de su camisa está empapada en sangre por causa del corte recibido cuando recuperó el Medallón, pero la herida no le duele en absoluto.

Tiene que curarse, tiene que descansar, tiene que recapacitar. Todavía no asimila el hecho de que Fender haya muerto. Piensa en ello y no siente nada. Es curioso como a lo largo de nuestra vida nos creamos nuestros grandes planes, nuestros objetivos, para que después la realidad los haga pedazos en un instante... Lo mismo que le ha sucedido al bandido.

Al menos en el Grifo Ardiente no tendrá que preocuparse de nadie durante las próximas horas. Ahora mismo Yi Fan se siente insensible, como si nada le importara. Si se pusiese a vagabundear por las calles, estaría poniendo en riesgo su vida, a pesar de que está seguro que la mirada de Henry no estaría alejada de él... al menos mientras se encuentre en posesión del Medallón...

Guiado por Henry, os alejáis de los Barrios Centrales sin cruzaros con ninguna otra patrulla de la Guardia. Casi suspiras con alivio cuando os alejáis de las calles empedradas y os adentráis en los polvorientos callejones de la Periferia. Sin decir nada, el secuaz de Asceltis te guía hasta El Grifo Ardiente.

El tabernero os saluda con una sencilla inclinación de cabeza y os indica cómo llegar hasta vuestras habitaciones. Subes a la que te han asignado y reconoces el mismo lugar donde Asceltis te curó la cabeza hace tantas semanas. No puedes sino evitar pensar en cómo has cambiado desde entonces, trabajando para la mujer.

Cansado, te tumbas en el colchón. El día de hoy ha sido extraño: la muerte de Fender ha sido casi inesperada y no puedes sino recordar al último de tus camaradas caído en el combate. Sin embargo, el bandido se lo ha buscado él solo, mientras que Alex cayó porque ni Henry ni tú reaccionasteis con presteza suficiente para defenderle. Agitas la cabeza, desechando esos pensamientos que no aportan nada productivo. Después de todo, hoy también has descubierto algo importante: quién es el culpable de la caída en desgracia de tu familia. Casi no has tenido tiempo para pensar en la traición de tu tío, pero sabes el nombre de su contacto en Uldnacht.

Tal vez mañana vuelvas a luchar por tu honor en vez de por el dinero de Asceltis.

La partida continúa en la siguiente escena:
Los Duelistas