Partida Rol por web

Reign: El Fuego Interior

[Epílogo]

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22/04/2016, 08:56
Director

El vagabundo se aproximaba por el polvoriento camino. El brillante sol a sus espaldas no les permitía verle con claridad hasta que estuvo muy cerca, a sólo unos pasos.

Venía solo, tirando de una mula que cargaba con pesadas alforjas. Su faz estaba ensombrecida por el ancho sombrero de paja entretejida que le ocultaba los ojos, pero no el resto del rostro. Tez oscura como la noche. Rostro afeitado con esmero. Mandíbula fuerte. Sus estrechos labios formaban una delgada linea recta.

Hasta que no pasó a su lado no se dieron cuenta del amplio mango de la espada que sobresalía de su cinto, y sobre la cual descansaba una mano, casi acariciando la empuñadura. El arma era muy larga, pero él la llevaba como si fuera parte de si mismo, sin incomodo ni dificultad.

Los soldados le dieron el alto, preguntándole qué negocios le traían a la provincia de Meiren. Como toda respuesta, sencillamente se retiró el sombrero de paja que tapaba parcialmente su rostro. Los hombres palidecieron y rápidamente desenvainaron sus armas, dirigiéndolas hacia él sin ocultar el miedo en sus ojos. Pero el vagabundo ni siquiera pestañeó.

****

El Alto Riyan estudió una vez más los documentos. Era la segunda vez que se encontraba en la misma situación, con el Riyan de la provincia Meiren acusado de traición por mantener negocios ilícitos con Uldholm. Pero lo que más le molestaba era el hecho de que se había enterado de esta afirmación precisamente por el hijo exiliado del anterior gobernante de esa zona.

Durante un momento se había planteado ejecutarle por violar su exilio e ignorar los documentos que perfectamente podían haber estado falsificados, pero el Alto Riyan era una persona justa y, en vez de eso, había enviado a unos magistrados a verificar la veracidad de los datos que acababa de recibir. El hecho de que esa información hubiera sido corroborada era lo que le había puesto en su actual dilema.

Por un lado se sentía obligado en recompensar al hombre que le había traido esos documentos, pero era el hijo de un traidor que había roto su exilio. Por otro, tenía que castigar al hombre que se había enriquecido de forma ilegal, pero hacerlo implicaba desestabilizar políticamente una de las principales provincias de su nación. Tras pensarlo detenidamente, el Alto Riyan encontró una solución a su dilema.

****

El sol proyectaba la sombra de los dos duelistas. Tío y sobrino hacía años que no se veían, pero ahora no podían despegar su mirada del otro. En sus mentes, se enfrentaban una y otra vez en un duelo imaginario, anticipándose al resultado que no tardaría en llegar. Para ellos, no existía nada a su alrededor, ni el Alto Riyan ni los magistrados que les observaban les importaban lo más mínimo, tan solo estaban ellos y el acero de sus dindas.

Ambos se movían lentamente, reaccionando a cada movimiento casi imperceptible de su rival, recolocando sus posturas y las de sus espadas para obtener una mínima ventaja que les permita lanzarse al ataque con cierta seguridad. Después de lo que parece una eternidad, el mayor de los duelistas se lanza al ataque, esperando que su experiencia supla la agilidad que los años aún no le han quitado a su sobrino.

El movimiento era perfecto, encarnando el espíritu de la escuela de esgrima dindavara: un ataque, un muerto. Todo indica que el golpe del actual Riyen de Meiren acabará con la vida del joven exiliado antes de que él pueda alcanzarle. Pero el guerrero más joven ha viajado más allá de las fronteras de su nación, e incluso más allá de la nación vecina, hasta donde el cuerpo de Heluso mantiene la tierra en una sombra perpetua. Y, en esa extraña tierra, conoció a un hombre que había perfeccionado su técnica con la espada para poder enfrentarse a una hechicera.

La dinda del joven se elevó en un arco. Efectivamente, no llegaría a alcanzar a su tío antes de ser golpeado, pero no era ese su objetivo. Con un estruendo metálico pocas veces escuchado en un duelo de este tipo, la hoja del vagabundo desvió ligeramente el filo de su oponente, lo suficiente como para que su tajo descendente tan sólo cortase el aire. A penas un instante después, siguendo el mismo movimiento con el que había desviado el ataque de su rival, su propio acero alcanzó su objetivo. El duelo había terminado.

El Riyan de Meiren estaba muerto cuando cayó al suelo y junto a él se alzaba el nuevo Riyan, su sobrino exiliado, que recuperaba así la herencia que le había pertenecido por derecho, cumpliendo el juramento que le había hecho a su madre en su lecho de muerte.

****

Los meses pasaron casi sin que Yi Fan se diera cuenta. El retorno a su antiguo hogar había sido más duro de lo que recordaba y las primeras semanas las había pasado reestructurando los cambios que había hecho su tío en su casa familiar, devolviendo cada cosa al lugar donde correspondía. De la misma forma, la economía y las leyes de la provincia necesitaban una fuerte revisión, y todo eso se juntaba con el gran número de embajadores de toda Dindavara que acudían a presentar sus respetos al nuevo Riyan.

Los días se convirtieron en semanas, y estas en meses, sin que el joven noble tuviera a penas tiempo de pensar en nada más que sus obligaciones. Sin embargo, a menudo se descubría pensando en sus antiguos compañeros, aquellos a los que había llegado a llamar amigos, e incluso hermanos, a pesar de todo lo que les diferenciaba.

Areth, el rudo guerrero que se había unido a un grupo de mercenarios huyendo de su deber para con el ejército de su nación, negándose a luchar en una guerra en la que no creía... Y el hombre que le había salvado la vida en incontables ocasiones, que había luchado con él espalda contra espalda contra los mejores duelistas de Uldholm.

Fender, un bandido que buscaba venganza contra la mujer que le despechó, y que sólo halló la muerte a manos de ella, prácticamente por puro azar, pero no sin antes haberle enseñado a Yi Fan técnicas de esgrima completamente desconocidas para él.

Nadia, Asceltis, la mujer que le contrató para que acabase con alguno de sus rivales, la despidadada señora del crimen que atemorizaba los bajos fondos de Uldnacht y que se convirtió en la cabeza del gremio de asesinos gracias a él. Yi Fan aún piensa qué habría pasado en el Cerro de Oro si su orgullo no le hubiera hecho apartarse de ella antes de ir a la frontera Truil por el medallón.

Henry, el hombre que, a pesar de su cínica sonrisa, había acompañado al dindavara durante gran parte de su viaje, sacándole de más de un apuro cuando le perseguía la guardia de la ciudad. Anguy, el arquero al servicio de Asceltis que se había sacrificado para atraer a la amazona que portaba el medallón que tantos quebraderos de cabeza había dado a los ejércitos ulds.

Alex. Una cierta sensación de culpa acompañaba siempre al dindavara cuando piensa en el joven hechicero, que murió entre sus brazos. Si hubiera acabado antes con su enemigo, tal vez habría podido acudir en su ayuda. Tal vez... A pesar de todo el tiempo que ha pasado, una lágrima resbala por la mejilla del nuevo Riyan, una lágrima que dice mucho más de sus sentimientos que cualquier otra palabra, pues ni siquiera se permitió derramar ninguna tras la ejecución de su padre y la muerte de su madre.

****

La rutina empezaba a aburrir al Riyan, que se planteaba seriamente organizar un viaje dejando a sus magistrados temporalmente a cargo de sus tierras. Pero, cuando a penas se acababa de cumplir el primer aniversario de su regreso, un criado llamó a la puerta de su oficina.

- Yi Fan sama, hay una mujer que pregunta por vos. Habría jurado que es extranjera, pero hablar perfectamente nuestro idioma - dice, haciendo que Yi Fan levante la cabeza rápidamente. Cuando el noble se levantó, su criado, arrodillado en el suelo, añadió. - Pero, mi señor, la acompaña un hombre zafio que no deja de dar voces sin que nadie le entienda...

Sonriendo de repente, el Riyan corrió hacia la entrada, rompiendo todas las reglas de etiqueta para sorpresa de su criado. El vozarrón hablando en uld era fácilmente reconocible. - ¿¡Es que aquí no tienen alcohol de verdad!? ¡Estoy harto de ese vino de arroz que no sabe a nada! ¡Cuando vea a Yi Fan le voy a decir yo! ¡Qué anfitrión recibe a unos amigos sin una bebida como dios manda!

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11/05/2016, 10:08
Director

Asceltis no había dicho nada en toda la reunión. Después de los primeros días de cambio en los cuales se había definido la nueva estructura del Gremio de Asesinos, independizándolo definitivamente de la política de Uldholm y las decisiones del Consejo y el Senado, la mujer no se había inmiscuido para nada en las decisiones del Círculo Interno de grandes maestros. Círculo en el que, por supuesto, el Rey Sombra ocupaba una posición privilegiada. La mujer enmascarada se había mantenido fiel a su promesa y había elevado a Oligis a lo más alto del recién reformado gremio, tan solo por debajo de ella misma. Sin embargo, dado su modo de actuar tras los primeros días, el poder de facto recaía en el hombrecillo y sus dos acompañantes.

Emma, la abogada, hacía las veces de la Voz del gremio. Sus numerosos contactos en las altas esferas de la ciudad la mantienen en una situación privilegiada para obtener información... y para poder susurrar en los oídos adecuados cuando es necesario. Henry, con su eterna sonrisa, había heredado el control de la gente de Asceltis en la Periferia lo que, sumado a la red de espías del propio Gremio de Asesinos y a los contactos de Emma, le convierten en unos efectivos Oídos del gremio, ahora más necesarios que nunca con el Consejo dispuesto a acabar con todos los asesinos que encuentre.

Esa distribución de puestos había dejado a Ledoma como el ejecutor del Gremio, lo cual le proporcionaba control directo sobre la gran mayoría de los asesinatos aprobados por el gremio en la ciudad. A pesar de tener que aguantar la silenciosa sonrisa de Henry y las incesables opiniones de Emma, para la mayoría de los aprendices y oficiales del gremio de las sombras él era el verdadero modelo a seguir. La nueva Mano de los Asesinos.

La Mano... Cada vez que escucha el nombre un escalofrío recorre la espalda de Oligis. Ha pasado el tiempo suficiente como para que el hombre que ocupó su puesto se haya recuperado de sus heridas, pero nadie ha sido capaz de localizarlo hasta el momento. Ni tampoco a Jackson. Ambos hombres han jurado vengarse del Rey Sombra, pero son lo suficientemente precavidos como para atacarle abiertamente. Sin embargo, saber que ese golpe llegará antes o después sólo ha conseguido aumentar la paranoia del maestro envenenador.

Afortunadamente para él, muchos de los asesinos de rango más bajo sienten una especie de devoción por la nueva Mano del gremio, lo que, además de alimentar el ya abultado ego del Gran Maestro Ledoma, le permite contar con una casi permanente escolta siempre que le hace falta.

****

El guerrero se aproximó a Oligis. Hacía tiempo que no le había visto y por un momento le costó reconocer a Areth, el hombre que siempre viajaba acompañado del duelista dindavara. Por algún motivo, ambos habían desaparecido después del golpe que acabó con el Sin Rostro, aunque Ledoma no tenía ningún indicio de él y sus preguntas habían sido contestadas con un mero encogimiento de hombros.

- He encontrado a uno de los hombres que buscas. Un antiguo oficial al que conocías como Jackson - dice con seriedad.

Casi instantáneamente Oligis sospechó de una trampa. ¿Por qué iba este hombre, casi un desconocido, a ayudarle? Pero es la mejor oportunidad que ha tenido para deshacerse de sus enemigos e incluso si es una emboscada, estar preparado para ella puede ser casi tan ventajoso como si él mismo hubiera preparado el encuentro.

****

Henry le cubría las espaldas con varios de sus mejores hombres. Por algún motivo, casi habías llegado a confiar en el otro Gran Maestro. Casi, pues ni el puesto que ocupa ni la propia naturaleza del Rey Sombra le permiten otorgar su confianza a nadie salvo a él mismo.

Desde su posición aventajada, atisbó la sombra de una persona moviéndose por la habitación. A su lado, Areth le aseguró que se trataba de Jackson, cosa que Oligis no tardó en comprobar, a pesar del afeitado bigote del otrora oficial del gremio de asesinos. Miró al guerrero a su lado, aún sospechando una trampa, pero estaba preparado. No sólo Henry y parte de su escolta estaban al otro lado del tejado, sino que él mismo llevaba varios venenos que paralizarían a cualquier atacante, y había tomado la precaución de inmunizarse a ellos durante los meses que había ocupado su nuevo puesto en el Gremio de Asesinos.

Sin embargo, cuando llegó hasta Jackson supo que Areth no le había traicionado, pues en el rostro de su antiguo compañero pudo leer perfectamente la sorpresa. Mejor así, porque el Rey Sombra pensaba disfrutar con esto. Conociendo la habilidad del asesino para esquivar, levantó su mano con seguridad, soplando para esparcir por toda la habitación un polvo paralizante. Antes de acabar con él sería una tontería no divertirse un rato y, de paso, obtener toda la información que pudiera sobre la antigua Mano.

****

El edificio estaba vacío. El Gran Maestro no había esperado otra cosa, pues su objetivo debía saber hace tiempo que Jackson hablaría antes o después. Pese a todo, Oligis iba acompañado por un maestro y varios oficiales de su gremio. Una cosa es que supusiese que la Mano no iba a estar allí y su viaje sólo le fuera a permitir investigar el lugar donde se había alejado y otra muy diferente que se descuidase y no llevase escolta.

Dos guardias se quedaron en la entrada mientras él trataba de buscar información sobre el paradero de su presa. Pero, como había temido, el viaje había sido en vano, pues después de todo estaba buscando a uno de los mejores asesinos de su tiempo. Encogiéndose de hombros, volvió a la salida, dispuesto a regresar a la seguridad de la guarida subterránea del gremio, ya completamente reformada por Asceltis.

Pero sus guardias no estaban. En lugar de los cuerpos sólo había quedado un charco de sangre y un mensaje escrito con ella en el suelo. "Algún día serás tú". Como firma, la palma de una mano ensangrentada, la marca del hombre que había jurado matarle, un hombre al que sólo él había visto la cara.

Pero antes o después se encontrarían y Oligis Ledoma, el Rey Sombra, la Mano Ejecutra de los asesinos, estaría preparado para ello.

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18/05/2016, 10:37
Director

De vuelta en la mansión Svetlan, con parte de los Barrios Centrales aún ardiendo por los conjuros de Alder, Ilsa se encontró con una escena casi tan surrealista como la que había vivido en el exterior. En frente de la entrada, sentadas espalda contra espalda en sendas butacas, amordazadas y atadas con un largo cinturón de cuero, se encontraban Irina y Emma, la abogada.

Junto a ellas, cuidadosamente depositada en el suelo, estaba la Caja de Milonda, rodeada por cenizas.

Tras desatar a las mujeres, Emma le explicó cómo dos hombres, un enorme guerrero y un extranjero la habían asaltado y amenazado a su familia para obligarla a llevarlas hasta allí. Irina contó como le habían dicho que necesitarían llevarle a Ilsa esa caja para ayudarla en la batalla que se llevaba a cabo en los Barrios Centrales. Cuando estaban a punto de salir, los hombres habían forzado la caja e introducido en ella un extraño medallón que engarzaba una gema tan negra como el más profundo pozo del infierno. Cuando intentó pararles, el más grande de los dos las amenazó con su espadón y las ató a las sillas, mientras que el otro forzaba nuevamente la caja que acababa de cerrar. Cuando lo consiguió, una luz iluminó la sala y del medallón sólo quedaba el polvo que estaba en el suelo.

El medallón que según todos los indicios era el secreto de la contramagia que los Truil habían usado para vencer a las tropas Uld había sido destruido. Y, con él, seguramente también la carta que contenía las últimas palabras de Rowan para Ilsa.

La hechicera se agachó y cogió la caja de Milonda. Tenía el lateral dañado, pues habían utilizado un cuchillo para forzar su apertura, pero Ilsa aún podía sentir la magia que palpitaba en ella.

****

Zorya se acercó a ella y le puso la mano sobre los hombros. La última vez que había estado aquí fue para darle el último adios a su maestro, que había muerto asesinado. Seguramente los culpables habían sido el gremio de asesinos, pero tras las últimas revelaciones, Ilsa no podía estar segura de si habían sido ellos los culpables o, por el contrario, los secuaces de Asceltis habían acabado con la vida de Rowan.

Sin embargo ahora estaban aquí para el funeral de Biza Carkenna. A pesar de sus diferencias con la chica, Biza siempre había sido un miembro fiel de las Gorgonas y, más tarde, de Cerberus. La joven hechicera había sido de las primeras en cargar contra el gigante invocado por Alder, prácticamente liderando el ataque del resto de los lenguatormentas. Sin embargo, la criatura de fuego se las había apañado para acabar con la vida de la mujer. Una muerte más entre todas las víctimas del ataque que había propiciado la locura del hechicero, que quiso sembrar la destrucción de forma prácticamente aleatoria, como si lo único que quisiera es ver al mundo arder.

A escasos pasos de Ilsa, Eric aguantaba la respiración, mirando estoicamente el ataúd de su cuñada. A su lado, Kiba no parecía especialmente afectada por la pérdida de su hermana, pero Ilsa nunca había sabido hasta qué punto la rivalidad de las dos hermanas había afectado su relación.

Con seriedad y resignación, Ilsa dedicó una triste sonrisa a Zorya antes de observar cómo enterraban a Biza, devolviéndola para siempre al cuerpo de Heluso.

****

Ilsa se revolvió un momento en su asiento, ligeramente incómoda. Aún no se había acostumbrado a ocupar el lugar que durante tantos años había pertenecido a Rowan. La consejera Yael se había mantenido fiel a su palabra y la escuela de los danzallamas se había abstenido casi al completo en la elección para el Consejo, aunque también es cierto que, tras el desastre provocado en la ciudad por uno de sus antiguos miembros, no se encontraban en la mejor situación política, así que era preferible para ellos mantener un perfil bajo en asuntos públicos. Con el apoyo de Christian y el de su propia escuela ahora que Merak había muerto, la maestra Svletana no había tenido ninguna dificultad para obtener el puesto en el Consejo.

La muerte de Merak había sido agridulce para Ilsa. Sus palabras de despedida habían llegado a afectarla de alguna forma, pero aún así no estaba preparada para que el hechicero fuera tratado como un héroe, de la misma forma que Biza Carkenna. Por supuesto, nadie la hubiera creido de haber insinuado que en realidad era un traidor que había tratado de asesinarla y que ella misma había tenido que acabar con él, así que Biza tuvo que aceptar que la gente creyera que había muerto enfrentándose a Alder.

Sin embargo, tal y como le habías dicho a Yael, eso era un mal menor a cambio de poder reconstruir el gremio, y no únicamente su sede. Si algo había demostrado la locura de Alder es que las viejas políticas tenían que cambiar y el gremio de Eruditos y Conjuradores debería mostrarse una vez más como un bloque unido, capaz de presentar un frente común contra cualquiera que se atreviera a desafiarlo. Y esa iba a ser tu tarea.

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- Queda aprobada la propuesta de la Consejera Svletana - dijo con voz seria el portavoz del Consejo. La votación había sido ajustada, pero muchos esfuerzos y negociaciones habían conseguido que la mayor parte de los consejeros se mostrase a favor de la proscripción del Gremio de Asesinos.

El hecho de que se les hubiera visto enfrentándose al gigante de Alder no había ayudado, pero conseguiste retorcer eso en tu favor alegando que deberían haber permanecido en secreto, tal y como se suponía que debían hacer. Además, la ausencia del chambelán del Palacio del Consejo, Peter Novak, quien ahora sabes que hacía las veces de consejero del gremio secreto, había sido determinante para que nadie hablase en favor de los asesinos. El hombre había sido encontrado muerto en un patio que a menudo los duelistas utilizaban para batirse, debido a su discreta localización a pesar de encontrarse en los Barrios Centrales. Margaret te había asegurado que los cortes del chambelán habían sido realizados en su mayoría con un arma tremendamente afilada.

A la salida de la reunión el consejero Porter, rival de Rowan en asuntos políticos, se acercó para felicitarte. - Pocas veces se aprueba un recurso presentado por un Consejero novel - te había dicho con una sonrisa. Pero a estas alturas te habías acostumbrado a identificar el cinismo con facilidad. Un hombre al que hay que vigilar, te dijiste a ti misma antes de reunirte con Christian y Yael.

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- Somos Cerberus, los Guardianes - las palabras acudían a Ilsa casi de forma ritual, como antes lo había hecho la invocación a la Górgona. A tu lado, Zorya y Eric corearon el lema de la asociación dando por terminada la reunión.

La guardia había capturado a un oficial del gremio de asesinos y Eric, ahora maestro de su gremio y, por lo tanto, ostentando un mayor rango en el ejército de la ciudad, se las había apañado para interrogarle. Al parecer no se mostraba muy de acuerdo con la nueva dirigente de los asesinos, Asceltis, que había instaurado una política muy acorde a lo que se puede esperar de una organización de proscritos. Sin embargo, el hecho de que sólo se haya conseguido capturar a aquellos que no secundan las ideas de la Reina de los Asesinos, como la había llamado el Rey Sombra, hace pensar que la mujer está utilizando a la guardia para hacer su propia limpieza en casa.

Ciertamente, si Asceltis era su verdadero enemigo, parecía que Ilsa había encontrado alguien que la fuese a mantener mucho tiempo en la cima de Uldholm, tal y como la Consejera le había dicho a Yael poco después de la muerte de Alder.

Dos personas se acercaron a ella e Ilsa se volvió para recibirla. El embarazo de Kiba Carkenna era ahora perfectamente patente y la mujer lo mostraba con orgullo. - Consejera, permítame que le presente a nuestra nueva incorporación a Cerberus. Aunque supongo que ya se conocen. Este es Rhenar.

El bibliotecario se había recuperado casi milagrosamente de su herida en la cabeza y por fin parecía completamente rehabilitado. Al menos lo suficiente como para mostrar la preocupación política necesaria para unirse a Cerberus. Con una sonrisa, Ilsa saludó a su colega, aunque no pudo evitar desviar la mirada un momento hacia la botella verde que sabía que estaba esperándola al fondo de la sala.

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18/05/2016, 10:37
Director

La marcha de Yi Fan fue un duro golpe para Areth. Aunque sólo se habían conocido unas semanas antes, el dindavara se había convertido en un hermano de armas, tanto como Zolgar o el mismísimo Jakko. Tal vez incluso más, pues él era el único que conocía el secreto de su familia.

Nadia. El desprecio que Asceltis había despertado en el guerrero se había esfumado al conocer su verdadera identidad, pero una vez desaparecida la tensión de los primeros días después del ataque a la guarida de los Asesinos, el ver a su hermana ocupando el lugar del Sin Rostro perturbaba a Areth.

Pasear por la ciudad no ayudaba, al ver los destrozos que había generado el loco de Alder y a todo el mundo esforzándose en reconstruilos lo antes posible para poder olvidar. Y el vino... bueno, sin un buen compañero para compartirlo, no era tan divertido como hubiera debido.

Alguna vez acudió a una de las reuniones del Círculo Interno del Gremio de Asesinos. Emma le caía bien, pero los otros dos hombres no eran buena compañía para su hermana. El afeminado Herny, siempre con su sonrisa de sabelotodo y esa lagartija de Oligis, que se las había apañado para sobrevivir, e incluso medrar, después de haber traicionado a todo el mundo. No, tenía que sacar a su hermana de allí, y súbitamente se le ocurrió una forma de hacerlo.

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"Las viejas costumbres nunca mueren", pensó al ver al hombre salir del hospital. Le había costado varios meses, e incluso pedirle algún favor a Emma y Henry, pero al fin había encontrado a ese tal Jackson. Uno de los problemas recurrentes que comentaban los nuevos Grandes Maestros que la Mano había sobrevivido y que en algún momento trataría de recuperar el gremio. Areth lo dudaba ya que veía más probable que intentase acabar con el Rey Sombra y dejase tranquilos a los asesinos, pero nunca se podía estar seguro.

- Fawkes, por favor, síguelo - le dijo telepáticamente a su gato. Aún no se había acostumbrado a saber que el enorme gato parlanchín era en realidad un hechicero y se sentía culpable por no haber podido ayudarle con el medallón, pero de momento seguían juntos, a pesar de que él no tardaría en irse a buscar a esos Quellers de los que había oido hablar. Sea como fuere, Fawkes seguía siendo mucho más discreto para seguir a alguien que un hombre de su envergadura.

Asintió cuando el gato le comunicó su posición y volvió a la guarida de los asesinos para hablar con el Gran Maestro Ledoma. - He encontrado a uno de los hombres que buscas...

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Le costó convencerla, pero al final había salido de la ciudad. Estaba seguro que el aire de la Frontera le vendría bien a su hermana. Había pensado llevarla a la aldea donde se habían criado, pero había sido devorada por las llamas muchos años atrás. En vez de eso, Nadia había querido conocer el sitio donde él había crecido, el campamento de Jakko.

Martha fue la primera que les recibió, mirando con suspicacia a la mujer. Pero cuando Areth la presentó como su hermana, corrió a dar la noticia al resto del grupo. Areth sonrió al ver a la chica recuperada, pensando que tal vez podría pasar una buena noche.

- Vaya, vaya. El hijo pródigo... - dijo el vozarrón de su mentor acercándose a él.

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Habían tenido algún problema al cruzar la frontera, pero Nadia se las había apañado para convencer a los guardias de que les dejasen en paz. Areth agradecía que no hubiesen llegado a las manos, porque no era la primera vez que la veía degollar a un hombre más rápido de lo que le daba tiempo a insultarla y, a pesar de lo que sabía de Asceltis, era una imagen que no terminaba de asociar con su hermana pequeña.

El camino hacia el norte se le había hecho pesado. No entendía cómo Yi Fan era una persona normal habiéndose criado en un entorno tan extraño como este. Claro que el duelista tamibén había tenido sus momentos e ideas bastante particulares, sobre todo al poco de conocerse. Pero bueno, al menos sabía que esta tierra podía dar buenos guerreros además del arroz que comían a todas horas y utilizaban incluso para hacer licores.

- ¿Esa es la casa de Yi? - preguntó anonadado cuando vió la fortaleza de la familia Meiren. Nadia le contestó asintiendo con una sonrisa. - ¡Con todo ese espacio, seguro que habrá pensado en usar una habitación como bodega! Mataría por algo de bebida de verdad... - dijo Areth apretando el paso. Y, a pesar de sus palabras, el alcohol era algo secundario ante la perspectiva de volver a ver a su antiguo compañero.