Partida Rol por web

Sales volando en dirección a los barrios Centrales. El humo del incendio siendo sofocado te quema los pulmones, pero el aire clarea rápidamente al alejarte de la zona. Mientras te diriges a tu destino no puedes dejar de pensar en lo que está ocurriendo y en cómo los acontecimientos parecen acelerarse cada vez más.

La mansión Carkenna no destaca especialmente entre las grandes casas de su alrededor. Al contrario que la tuya, la familia de Biza no tiene ningún miembro en el gremio de Masones pero aún así, sigue siendo un edificio evidentemente lujoso. Cuando te acercas ves cómo la calle parece un hervidero de actividad en comparación al resto de la noche en los Centrales: una patrulla de guardias corren en dirección a casa de Biza y te parece ver a la mujer en la puerta, junto a un cuerpo tendido en el suelo. Sin embargo, también ves cómo otra patrulla sale corriendo por una calle lateral en otra dirección, no demasiado desviada del camino que estabas siguiendo desde el Cerro de Oro.

Ilsa sopesa la situación en décimas de segundo: parece que Biza está viva y ha derrotado a un enemigo. La situación parece bajo control, así que sigue desde el aire a esa patrulla, aunque descendiendo para tratar de escuchar alguna conversación, identificar al capitán o intervenir en caso de necesidad.

Te precipitas hacia la bocacalle por la que ha entrado la patrulla y ves cómo se paran junto a un hombre en la entrada de una de las grandes mansiones de los Barrios Centrales. Desciendes ligeramente hacia ellos para ver a Eric dando órdenes a los guardias que acaban de llegar.

- ¡Maldita sea! - grita enfadado. - ¡Derribad esa puerta!... ¡Vosotros! Bordead la manzana. ¿Sabéis si esta casa tiene puerta trasera? ¡Y por qué demonios no la estáis cubriendo!

El ruido de tu aleteo le hace girar la cabeza hacia ti.

- ¡Ilsa! Me alegro de verte. Nos podrás ayudar a... - de repente se queda callado, observándote como si se hubiera dado cuenta de algo. - ¡Tus alas! ¡Aún las tienes!

Mira a sus hombres, que se giran hacia él extrañados, pero les hace un gesto para que continúen con sus órdenes y se acerca a ti, obligándote a aterrizar a su lado.

- ¡Biza! Sus alas desparecieron... El didavara que está ahí dentro tiene un medallón como el que describió la centauro. Brillaba con un fuerte tono azulado e hizo desaparecer la magia de mi cuñada - explica rápidamente. - Es un alivio que tú aún mantengas la tuya estando él tan cerca, pero debes tener mucho cuidado...

Ilsa siente cómo un impulso eléctrico recorre su cuerpo al escuchar a Eric. Ahora tienen ante sí la posibilidad de atrapar a algún secuaz de Asceltis con ese objeto. Eso podría permitirles estudiarlo y, si fuera posible, incluso superar su magia.

-Tenemos que atraparle. Iré a la parte de atrás por si sale por allí.

Ilsa sale volando hacia el otro lado de la mansión lo más rápido posible.

-¡Tendré cuidado!- Le grita a Eric aunque más, tal vez, para sí misma, puesto que seguramente ya no puede oirla.

Sin dudarlo demasiado, alzas el vuelo por encima del edificio. Desconoces quiénes son sus dueños, pero dada su localización, supones que serán maestros de algún gremio o, al menos, adinerados oficiales del mismo. Desgraciadamente, la construcción de todas las casas de los Barrios Centrales es demasiado sólida como para que puedas infligirles un daño estructural con tu magia. Si hubieras estado en la Periferia, tal vez habrías podido derribar el edificio completo o al menos dañar los tejados, pero no aquí.

Desde el aire, ves que la casa es más pequeña que tu propia mansión. La manzana cuenta con cuatro edificios independientes, que se juntan en un patio central dividido por altos muros. Desde tu posición privilegiada, puedes ver cómo el patio de la casa por la que ha escapado el dindavara parece ligeramente iluminado, pues una ténue luz azulada destaca como un faro en la oscuridad de la noche de Uldnacht.

Si embargo, casi súbitamente, la luz desaparece, dejando de nuevo todo el edificio sumido de nuevo en la oscuridad.

Ilsa no deja de pensar en las palabras de Eric cuando la luz azulada confirma su sospecha... Tiene activo el medallón para afectar al que se acerque. Bajar sería un suicidio, pero desde aquí poco puedo hacer... -La rabia se apodera de la hechicera. Rabia por todos los caídos. Un ansia irracional de derrotar a Asceltis que se sublima hacia ese dindavara.

Así que Ilsa, con una temible sensación de impotencia, permanece en lo alto, mientras espera a que entren en la casa los soldados de Eric... preparando un rayo para lanzarlo contra el guerrero a la menor oportunidad.
 

Eric y sus hombres tardan un largo minuto en forzar la puerta de entrada y recorrer la casa hasta el patio. Cuando por fin aparecen, empiezan a registrar el pequeño patio y buscar puntos por donde se pueda haber saltado a otro adyacente. Te decides a descender cuando uno de los guardias retira un matorral y señala un estrecho desagüe. Eric se acerca y lo observa mientras aterrizas entre sus hombres.

- Parece ser que han escapado por aquí - dice con seriedad. Señala a uno de los suboficiales que le acompañan y le da una orden directa. - Trata de seguirles por los túneles - dice negando con la cabeza. Cinco hombres no tardan en descolgarse hacia las alcantarillas. - Tú, llama a un médico para que atienda al sirviente inconsciente - le dice a otro de los guardias que vuelve al interior de la mansión. - Vosotros, volved a la calle y avisad al resto de las patrullas. Si algo más grande que una rata sale de las alcantarillas, quiero enterarme - termina con voz seca.

Mientras los hombres se dispersan siguiendo las órdenes del teniente, Eric camina hacia ti.

- Parece que han escapado por las alcantarillas. Esa maldita red de túneles es completamente imposible de controlar - añade negando con la cabeza. - Con suerte una patrulla entera conseguirá salir, pero dudo mucho que sean capaces de encontrar a nadie ahí dentro - te explica ahora que los guardias se han ido.

Ilsa se queda pensativa durante unos segundos pensando cómo actuar. Siempre han escapado por las alcantarillas y no ha habido manera de encontrarlos. Ilsa tampoco era especialista en rastreo ni en combate, así que acompañar a aquél grupo era una acción sin sentido. Recordó que ya Biza lo había intentado sin éxito, y ella parecía mucho más competente que la Svletana para esos menesteres. No obstante se resistía a abandonar a ese grupo. Estaban tan cerca.

-Voy a acompañarlos.-Dijo al fin- Me ayudará a entender mejor a nuestro enemigo y, en cualquier caso, dudo que piense que alguien con nuestras capacidades está ahí abajo...

Y sin más, bajó. Ilsa se estaba haciendo especialista en decisiones absurdas... pero a pesar de todo...

Bajó.

Camináis por las alcantarillas, iluminados por la ténue luz de las antorchas de los guardias. La luz hace que los túneles parezcan cambiar de tamaño mientras las sombras bailan sobre sus paredes, lo que parece dificultar la tarea de los guardias para seguir el trastro del dindavara y su ayudante.

Observas el lugar mientras te dejas guiar: el trabajo del gremio de constructores se hace evidente en los pasadizos, que más parecen una red de túneles subterráneos que unas vulgares alcantarillas. Camináis por unos estrechos pasillos de piedra que os permiten manteneros separados de los canales que arrastran los desechos de los Barrios Centrales, pero si no fuera por el hedor no podrías diferenciar los túneles de unas catacumbas.

Mientras caminas, puedes observar unas huellas de barro en el suelo, lo que te hace suponer que váis por el buen camino. Sin embargo, la separación de los pasos que váis siguiendo parece indicar que las dos personas que os preceden se movían mucho más deprisa de lo que vosotros lo hacéis. Uno de los guardias hace un comentario al respecto y tratáis de apresurar el paso.

Sin embargo, cuando pasáis por una zona en la que se ensancha el pasillo, una marca en la roca te hace quedarte parada. Un triángulo apuntando hacia abajo con dos ranuras colocadas en lo que parecen los ojos de una máscara. Es una imagen que te hubiera pasado totalmente desapercibida entre las marcas de la piedra si no fuera porque la tienes grabada a fuego en tu mente: es el mismo dibujo que alguien había hecho sobre el pecho desnudo de tu maestro.

Ilsa se queda anonadada al contemplar esa señal.

-¿Dónde estaremos?-Pregunta en un susurro a los soldados.

Las ideas de nuevo acuden a su mente a raudales, como un torrente de sueños. ¿Todo este juego no es más que una pantomima del gremio de asesinos? ¿Pero por qué? ¿Cuál es el propósito de introducir a dindavaras en todo esto, de iniciar una guerra? Aunque confirma una de sus sospechas, comienza a dudar de todo... al fin y al cabo cuántas sospechas no he tenido ya, si incluso dudo de mis compañeros... del propio Eric, con cuyos hombres ahora se encontraba. Sería irónico morir aquí, entre la inmundicia. Pero mucho peor es no comprender nada de lo que ocurre, y que el dichoso Merak me dé lecciones. Él sí parece saber algo, pero Oligis me preguntó por él como si quisiera saber realmente quién es y Merak sí parecía distinguir entre la gente del gremio y Asceltis. A estas alturas ya pienso que tal vez sería mejor hablar con ella... si pudiera localizarla. Aunque ahora mismo la prioridad era encontrar al dinda. Ese objetivo era lo único seguro, el único asidero en un universo cambiante e incierto donde nada era lo que parecía. Así que se aferró a esa certidumbre y a ese deseo como su única esperanza de lograr comprender algo de este maldito laberinto. Oscuro, pútrido, pero perfectamente trabajo, como estas malditas cloacas en las que se hallaba.

-¡Sigamos!

Seguís caminando y finalmente parece que el rastro se para en unas escaleras metálicas. Guiada por los guardias, asciendes para ver que llegáis a una calle de los Barrios Centrales, bastante alejada de la casa donde se quedó Eric.

- Aquí arriba será imposible rastrearles, señora - dice el soldado. - Además, no estamos muy lejos de los Barrios Medios y, si han llegado hasta allí, podrán haberse escondido en mil sitios.

Se encoge de hombros y, preocupado por la frustración que adivina en tu mirada, se vuelve rápidamente para hablar con sus compañeros. Tras unas rápidas palabras, uno de ellos se vuelve hacia ti.

- Maestra, nosotros continuaremos la búsqueda desde aquí. Mantendremos al oficial Eric informado de todo lo que encontremos... Si nos disculpa.

No dan opción a réplica y el grupo se separa antes de que puedas decir nada.

Alzas el vuelo, previendo la futilidad de la búsqueda de los guardias. Tal vez desde el aire seas capaz de ver al dindavara y su cómplice. Sin embargo, deben de haber tomado precauciones previendo tu movimiento, porque no distingues ninguna sombra que pueda indicar su posición. Si, tal y como han sugerido los guardias, han escapado hacia los Barrios Medios, la falta de luz en las calles y la estrechez de alguno de sus callejones bien pueden hacer que se oculten de tu vista.

Frustrada, decides volver a casa de Biza. Vuelas hacia allí y te encuentras con que Stepjan ha cumplido tu orden y el Sargento Fiannar habla con la hechicera y Eric.

Cuando aterrizas, vuelve la cabeza hacia ti.

- Maestra - saluda formalmente. - La Oficial Carkenna me estaba poniendo al día de lo ocurrido. Al parecer el dindavara llegó acompañando a este hombre - dice señalando el cadáver que hay en el suelo. - Este bandido es un viejo conocido de la Oficial - Biza se sonroja ligeramente ante esas palabras - que vino a retarla a duelo. Parece que su acompañante se mantuvo al márgen, aunque utilizó algún artefacto para privar de la magia a su colega - concluye volviéndose hacia la chica. - ¿No es así?

Biza asiente con la cabeza, aprovando la reformulación de sus propias palabras al Sargento unos minutos antes de que llegases.

Ilsa se preocupa por Biza sobremanera. De algún modo la situación confirma ciertas expectativas sobre el pasado de Biza.

-¿Se encuentra bien?- Pregunta al principio- ¿te encuentras bien? -rectifica a continuación.

Pasemos adentro. Este no es lugar donde permanecer.

-Cuéntame cómo era ese artefacto, Biza. Cuéntamelo todo. Dice con verdadera ansia.

Biza te mira con la mirada ligeramente perdida. Obviamente, la chica está en shock, aunque no estás segura de que el motivo sea exclusivamente la pérdida de sus recientemente adquiridas alas. Tarda un momento más de lo habitual en centrar la mirada en ti.

- ¿El medallón? - pregunta en un tono casi incrédulo. Parpadea un par de veces, como si tuviera que esforzarse en recordar. - Lo llevaba el compañero de Fender, el dindavara... No ocurrió nada la primera vez que lancé un conjuro contra Fender, pero cuando se lo pasó a él iluminó toda la calle con una luz azulada. Noté cómo todos mis hechizos se disipaban con esa luz y mis alas desaparecieron como si nunca las hubiese invocado.

Mientras habla parece concentrarse en el objeto, como si eso le permitiese olvidar el resto de los sucesos de esta noche.

- Creo que la clave está en que Fender consiguió resistir mi hechizo. Por eso nunca afectó a la centauro, porque su magia no afectaba a nadie más que a ella. Sin embargo el medallón parece utilizar la fuerza del que lo porta para cancelar la magia ya existente a su alrededor.

Frunce el ceño, como si se le ocurriese una idea. Tras pensar un momento pronuncia una palabra que te resulta familiar, aunque hace años que tú no utilizas: el conjuro de sincronización menor de tu escuela. Al haber obtenido sus alas hace pocos días, la joven hechicera aún recuerda ese sencillo hechizo. Su rostro se ilumina mientras nota cómo la magia vuelve a ella, a pesar de que sus alas aún no han aparecido.

- Interesante - dice. - Ese objeto no anula mi capacidad para lanzar hechizos, - al menos mientras no está cerca, añades mentalmente a su razonamiento - sólo desteje los sortilegios que estén activos... - Para la mayor parte de los hechiceros, que no recuerdan ninguno de los conjuros de sintonización, es prácticamente lo mismo. Sin embargo, no para Biza, puesto que aún conoce las Palabras de Sintonía. Tal vez puedas utilizar ese hecho en tu favor.

Mientras piensas, el silencio hace que la mirada de Biza se vuelva a ensombrecer.

- Ahora, Ilsa, necesito descansar... - dice acompañándote de nuevo a la puerta. - Hablaremos mañana. - Sabiendo que no obtendrás nada más de la obstinada muchacha, vuelves a la calle, donde Eric y Fiannar hacen que sus hombres retiren el cadáver.

Cuando te has alejado unos pasos, la voz de Biza vuelve a llamar tu atención. - ¡Jhifan! - dice. - Fender dijo el nombre de ese dindavara... Algo así como Jhifan.

Asientes agradecida antes de que se cierre la puerta. Estás cansada después de este día, pero hay tantas cosas por hacer...

Ilsa se siente agotada. Sabe que continuar investigando podría desmoralizarla definitivamente, así que, asombrada por su descubrimiento en la alcantarilla, decide regresar a casa rápidamente. Miles de ideas y planes bullen en su mente sin orden ni concierto, pero ninguna llega a concretarse lo suficiente como para incitarle un plan de acción.

Al llegar a la casa, Ilsa espera un instante hasta que los animales que han traído sus sirvientes son sacados de la planta principal. Con un débil saludo, habla unos instantes con Irina y sube a la habitación. Irina le prepara el baño mientras hablan de temas intrascendentes, simulando sin demasiada convicción que sus vidas son normales, que todo tiene sentido y que sus acciones obedecen a alguna lógica. Ya en el baño Ilsa se pregunta por qué no fue capaz de darle el nombre de Merak a Oligis. Muchas cosas podría resolver de ese modo. Y Merak, sin duda, sabía mucho más de lo que estaba dispuesto a decir.

Al salir del baño otras ideas rodeaban su cabeza, pero las dejó de lado y trató de descansar. Pronto la bendita somnolencia cubrió su conciencia y solo unos sueños inconexos, livianos y absurdos la cubrieron con su Velo. Según algunos, tal estado era el que esperaba tras la muerte. Con un último relámpago de conciencia Ilsa pensó. Pensó que aquello no era tan malo, después de todo.

La partida continúa en la siguiente escena:
El Renegado