Os alejais de la plaza tras aseguraros de que nadie os ha estado observando (al menos, tras estar razonablemente convencidos de ello) y os dirigís una vez más al Grifo Ardiente.
La posada sigue vacía, con un cartel que indica que está cerrada al público. A estas alturas parece claro que Asceltis... ¿o Nadia Dhalbach?... ha usado su influencia (y sus probablemente no despreciables recursos) para establecer este lugar como una base temporal de operaciones, al menos en lo que a vosotros dos se refiere.
La puerta está abierta, lo cual no deja de ser sorprendente, puesto que nadie parece tener la más mínima intención de entrar a robar o nada parecido. Probablemente hubiera sido más fácil dejaros unas llaves, pero la reputación de Asceltis en la Periferia parece suficiente como para desalentar a cualquiera de adentrarse en el lugar. Pese a todo, dado que la mujer parece haber empezado una guerra abierta con el gremio de Asesinos, ni siquiera esta posada es un lugar completamente seguro ahora mismo.
Abris con cuidado, manteniendo la mano en la empuñadura de vuestras armas a pesar de que a duras penas estáis en condiciones de luchar. El interior parece iluminado, y no hay nadie en la sala principal.
¿Quién puede asegurar que la última batalla de esta guerra entre asesinos no vaya a comenzar esta misma noche, en lugar de mañana, como aseguró Asceltis?
Yi Fan recorre con la mirada la estancia desierta, haciendo un gesto hacia Areth para evitar que abra la boca, y que de esa manera el Dindavara pueda escuchar con atención cualquier ruido extraño.
Tanto él como el guerrero necesitan urgentemente descansar sus doloridos cuerpos unas horas para que en el día de mañana sean algo más que un estorbo. Pero este lugar no le inspira confianza... en realidad, si hay asesinos tras su rastro, no hay lugar en la ciudad en el que se puedan sentir a salvo. Así que...
Pasaremos la noche aquí... murmura el Dindavara. En la estancia principal de la posada.
Dicho esto se dirige renqueante hacia la barra de madera. Prepararé té. Areth, esta noche no conviene que pruebes el alcohol.
Areth asiente y registráis el edificio antes de acercaros al fuego para calentar el agua. Cuando estáis seguros de que no hay nadie allí esperando emboscaros, el dindavara se encarga de preparar la infusión. Os sentáis un rato, decidiendo cómo vais a organizaros durante la noche para conseguir dormir un poco y mantener la vigilancia. Areth no consigue evitar torcer el gesto al probar el té, porque seguramente lo preferiría aderezado con un buen chorro de licor, pero no protesta pues sabe perfectamente que necesitará mantenerse despejado.
Os colocáis en una zona apartada de la sala principal de la posada y os turnáis para dormir y mantener la guardia durante la noche, esperando que, tras haber acabado (o al menos dejado fuera de combate) con los grandes maestros del gremio de asesinos y contar entre vuestras filas con uno de sus maestros traidores, no puedan organizarse suficientemente rápido como para preparar un contraataque esta misma noche.
La partida continúa en la escena siguiente:
Sin Rostro