Partida Rol por web

A la mañana siguiente todo el castillo se despertó para afrontar un día movido, se habían organizado una excursión de cacería y un pequeño torneo para todo aquel que pudiera disfrutar de no tener que asistir a la reunión de los reyes.
 El clima no acompañaba para nada, en la noche había nevado algo y en el cielo se cernían nubes que decían que pronto volvería a Nevar.

 En el salón principal se preparo una gran mesa para que los grandes reyes y señores se pudieran sentar había varias jarras de vino dispuestas en la mesa y en los muebles del lugar. En esa reunión no habría coperos ni nadie que no fueran los invitados, la reunión se tenía que llevar en secreto absoluto. Todos los invitados debían dejar sus armas en la entrada y fueron respetuosamente inspeccionados por los guardias por si llevaban algún arma oculta. Prácticamente los que allí se reunirían se sentaron en la mesa con solo sus ropas y sus joyas cosa que no agrado a más de un Skagosí.

El único que conto con el privilegio de llevar algo más que lo mencionado fue el Maestre que se le permitió llevar tinta y pergaminos para tomar notas y hacer los acuerdos.

una vez estuvieron todo reunidos y sentados en la mesa el rey rojo tomo la palabra.

-Como todos aquí sabemos tengo fuertes intenciones de hacerme con los Dominios de Benjen Stark.- Comenzó diciendo con un tono que demostraba un fuerte cansancio. -En este último tiempo me han llegado datos de que ha logrado una unión con los clanes de la montaña por lo que ahora son muy peligrosos. ¿Que les impide ahora invadirnos y tomar nuestros reinos por derecho de conquista? Pregunto a los presentes y sin esperar respuesta siguió hablando.

-No podemos esperar a que eso ocurra, si dejamos pasar el invierno les daremos un tiempo más que prudencial para juntar fuerzas y cuando llegue la primavera caerán sobre nosotros y nos eliminaran del mapa.-

El rey del pantano tomo la jarra de vino y lleno 3 copas, una se la quedo él, otra se la paso al rey de Skagos y otra al rey rojo. -Entiendo la situación en la que nos encontramos y también nos enteramos de lo mismo. Sabemos a lo que nos podemos enfrentar y lo peligroso que es comenzar una guerra con el invierno tan próximo.- El rey Adam bebió de su copa y continuo hablando. -Ya que fuiste tú quien organizo esta alianza me gustaría que nos dijeras que tienes en mente para forjarla.- Dijo y guardo silencio.

El Maestre había entrado en silencio, casi como una sombra. Tenía habilidad para no hacerse notar aún a pesar de su edad y su estatus. Pero era bueno... muchos decían que usaba magia para ello. ¿Sería verdad? Probablemente sólo él lo supiera realmente. De algo había que estar seguro: uno de esos eslabones estaba enteramente dedicado al estudio de la magia.

Cuando se sentó, con parsimonia y metodismo ordenó sus pergaminos, la tinta y las plumas. Además, luego de que todos se hubieran servido, tomó una copa para sí. En silencio, con suavidad, con naturalidad.

El Rey iba al grano sin rodeos. En cierta forma eso le gustaba, más que nada porque para el salvaje de Skagos seguramente las intrigas lo exasperarían y no llegaría a buen puerto nada. Pero el Rey del Pantano era otro cantar...

Escuchó con atención y atento a las reacciones y gestos de los presentes. A veces se podía saber muchas cosas sólo observando gestos y reacciones. Y a eso se iba a dedicar el Maestre de la Casa Real Bolton. No podía hablar sin que el Rey se lo permitiera, a menos que fuera muy necesario. No quería sufrir ningún tipo de castigo, ni mucho menos uno parecido al de Lyra, ya que nadie lo curaría a él.

Tomó un sorbo y esperó a que el Rey comentara lo que tenía en mente.

El rey Ethan volvió a tomar la palabra. -Tengo pensado en forjar alianzas matrimoniales con las dos casas y también ofrecer territorios.- Comenzó diciendo el rey que no parecía encontrarse muy bien, su hablar era lento y pausado casi como si hubiera tomado de mas y estuviera sufriendo los efectos de una veisalgia.
-Me gustaría casar a mi hijo Till con Angrborda Bonegnawer, a mi Hijo Gorek con Edena Warlock y a su vez a Eskoll Bonegnawer con mi hija Vanya y a Armand Warlock con mi hija Mía.
 Por otro lado ofrezco todo territorio que este por arriba del rio ultimo a la casa Bonegnawer. A la casa Warlock le ofrezco toda la zona costera hasta los límites del inicio de bosquespeso. Dijo señalando en un mapa toda esa zona costera. Además quiero ofrecer también a mi Hermana Lyra Bolton Para que se case con alguno de los señores de Skagos.- Termino de hacer la oferta y espero a que los reyes hablaran.

Antes de que algún rey tuviera oportunidad de decir algo fue Lord Locke quien se levanto de su asiento y tomo la palabra. -Mi cuñada Lyra Bolton y su hijo Ludwing Locke están fuera del trato.- Dijo con ímpetu. Tanto la esposa de mi difunto hermano y mi sobrino están bajo mi protección y no permitiré que la alejen de mi zona de influencia.- El hombre miraba a los ojos al rey sin miedo a lo que le fuera a pasar. -¡Esta es una condición para que mi gente se una a este combate, si no se cumple los Locke no combatiremos esta guerra!-
 
 El rey miro a su vasallo con ojos desorbitados casi como si quisiera clavarle una daga en su corazón allí mismo. El maestre sabia que Lord Locke contaba con el ejercito más grande se sus señores vasallos y era el 20% de las fuerzas militar de los reyes rojos.

-Nos ofreces restos de carne como si fuéramos unos perros de tu perrera Ethan.- Dijo el rey Einar. Nos das a tu hija lisiada, a tu hermana y su sobrino además de una tierras frías y duras para sembrar. Tu hijo Till no está a la altura de la sangre de los Bonegnawer y no cruzaremos nuestra descendencia con la de los sureños. Estas condiciones no me agradan y no me uniré a tu guerra si esto es lo único que nos ofreces.
 

Krilan había estado atento pero callado, como una estatua a la que no se le presta mayor atención que la de saber que está allí sin hacer nada. Pero estaba junto al Rey, como su cargo lo ordenaba: siempre al servicio del Rey.

Cuando hubo tal explosión de respuestas, Krilan no pudo dejar de estremecerse un poco. El Rey era una de aquellas personas a las que no le gustaba que le llevaran la contra y, ahora, no sólo tenía un Rey impulsivo amenazando con retirarse y menospreciando la generosa oferta del Rey (¡Salvajes!), sino también a uno de sus más importantes vasallos... por Lyra Bolton.

Sin perder tiempo, intentando mitigar la posible furia que comenzara o ya hubiese tomado el cuerpo del Rey, acercó su boca al oído de Ethan para susurrarle.

-Alteza, ofrézcales a Draken... él será de buen ver para aquellos salvajes, pero antes escuche qué es lo que quieren ellos, así verá sus aspiraciones y se podrá mostrar generoso pero también con autoridad a la hora de negociar- sugirió rápidamente, aunque sabía que aquello era aún poco para lo que parecía que querían esos salvajes. En cuanto a tierras no había mucho más para ofrecer, después de todo, ¿querían Fuerte Terror acaso?

-Que Lyra se quede entonces... no perdamos a los Locke por esa simple unión- concedió el Maestre en el mismo tono mientras esperaba a que el Rey le diera una respuesta o hiciera alguna seña para que volviera a su postura anterior.

Esa postura de consejero (inclinado levemente hacia el costado, con la atención puesta a no invadir el espacio personal del Rey, pero a la vez la distancia justa como para que los demás no escucharan las palabras) hacía tiempo ya que no le era del todo cómoda. No porque no le gustara o disfrutara de aconsejar, sino por la edad. La maldita edad que hacía que cada vez más le costara moverse, valerse por sí mismo, ser práctico e independiente. Ahora necesitaba recaderos y ayudantes para casi cualquier cosa. Ojalá pudiera encontrar una cura o un hechizo para esa enfermedad...

El rey escucho lo que le dijo Krilan e hizo un pausa para acomodar sus ideas. -Creo que Till cumplira con sus funciones como marido para Angrborda, es un hombre capaz y seguro su hija quedara conforme.- Dijo sin dar la opción a que Draken se case con ella. Al final de cuenta tal vez Till heredar el reino y eso sería más jugoso para los Bonegnawer.

-Con respecto a Lyra puedo considerar el hecho de que la mujer se quede hasta que le encuentre marido entre mis señores vasallos.- Sus ojos miraron con repulsión a Locke que seguía en una postura estoica.

-Que es lo que quieren los señores de Skagos, ¿cómo podemos ajustar la oferta para que el tratado sea favorable?-

El Rey Einar escucho a Ethan y volvió a tomar la palabra. Queremos las tierras ofrecidas por ustedes pero queremos extender nuestros dominios un poca más al sur dijo marcando en un mapa un punto algo cercano a Invernalia, la fortaleza de los Stark.- Puedo aceptar el trato con Till pero no casare a mi hijo con una lisiada no habrá trato por ese lado.- Agrego puntualizando tal vez un poco de mas la palabra "Lisiada". -Además queremos a todo príncipe y rey muerto en combate para disponer de sus cadáveres como nosotros queramos.-

Eso solo podía significar una sola cosa, tenían intenciones de comerse a los Stark. En los libros que había leído Krilan hablaba de la importancia de la carne noble, según comer la carne de un ser tan superior como un rey o un príncipe podía darle años de prosperidad a aquel que la comiese.
 Krilan sabía que si se cerraba el trato entonces los hombres de Skagos harían sus ofrendar a su dios caníbal, elegirían a los guerreros encargados de llevarle la victimas a Gorr y una vez hecho eso la guerra sería imposible de parar. Los hombres de Skagos no pueden frenar una promesa de carne una vez hayan hechos los festivales a su dios.

-Por mi parte las regiones ofrecidas están bien y los matrimonios me parecen adecuados.- Dijo Adam aceptando sorpresivamente los ofrecimientos sin pedir nada mas.

Krilan apenas contuvo una mueca de disgusto al escuchar que no seguía sus concejos más que el de escuchar la propuesta de Einar. Pero más allá de eso, el Rey estaba en la posición correcta como para hacerlo. No había nada que reprochar y mucho menos ante la afirmación del Rey de Skagos.

Sabía que no podía estar todo el tiempo susurrándole palabras al Rey sino éste y sus congéneres creerían que el Maestre era el verdadero poder detrás del trono y eso no les ayudaría en lo más mínimo. Por lo que guardó silencio y escribió las condiciones que aceptaba el Rey Adam. Su rápida aceptación le hizo dudar del Rey, observándolo discretamente para dilucidar sus intenciones. Tal vez, con suerte, algo entendería de ese hombre misterioso y enigmático.

Cuando hubo terminado, algo que no le era difícil ante su vasta experiencia, se acercó nuevamente a su Rey.

-Al Rey reclámelo usted, tal vez como salvaguarda o para negociar después- sugirió Krilan -Y que sus dominios no bajen del Lago Largo... ¿no cree?-

Fueron pocas palabras, al menos para la costumbre del maestre, pero lo que no fueron pocos fueron los tragos que dio para disimular luego.

De todas formas había algo que aún le daba vueltas. ¿No querría negociar nada Adam?

El rey Ethan volvió a escuchar al maestre y miro a su par de Skagos.
-Nada que pase de lago largo.- Dijo poniendo su oferta. -Yo soy quien más tropas pone y debo repartir mis dominios entre mi gente así que no puedo ceder más del terreno que ofrezco. Si no están de acuerdo entonces los invito a dejar la reunión.- Dijo a modo desafiante. -Ademas el Rey Stark es mío y de nadie más. Con los príncipes hagan lo que quieran. Benjen es para hacerme una abrigada capa de lobo Huargo.- Agregó.
Todos vieron como una sonrisa se dibujaba en la cara de Einar, una sonrisa tal vez algo peligrosa.

-Tomare las tierras que ofreces y las ganancias de uno de los molinos de Invernalia, no tomare posesión sobre esas tierras pero si quiero sus ganancias. Por lo demás acepto el matrimonio y las tierras.- Contesto el hombre de Skagos.  Al parecer la posibilidad de un acuerdo era ahora mas factible.

El maestre hubiera sonreído si hubiera estado solo. Pero no lo estaba, estaba rodeado de los hombres más poderosos y peligrosos del Norte, por lo que su rostro no demostró ninguna emoción.

Más bien, dedicó a terminar de vaciar la copa y mirar al Rey para ver con sus propios ojos la respuesta. Para Krilan el Rey Rojo había sido bastante claro con sus últimas palabras, además, ¿de qué servían tierras a las que no se pudieran sacar beneficios? Pero bueno, el Rey tenía la última palabra.

"He dicho que si los términos no te gustan, puedes retirarte..." pensó que podría decir Ethan ante la nueva negociación de Einar, pero él no era ningún adivino ni podía dar la respuesta que quisiera. Sólo podía esperar y estar atento para terminar de transcribir las condiciones de las alianzas.

"La Triple Alianza"... no, suena muy común... "Pacto de acero"... no... aunque... "El pacto de sangre"... ese podría andar... o mejor... "El invierno rojo". Ese será, así lo escribiré... pensaba Krilan ante la perspectiva de ser el Cronista de semejante hazaña, y el artífice del nombre que podría denominarla.

-Puedo ceder las ganancias de uno de los molinos.- Dijo aceptando la oferta final del hombre de Skagos. A partir de ese momento se noto que la tensión comenzó a bajar. Entre los reyes y los vasallos comenzaron a hablar sobre las posibilidades militares y precipitaron estrategias. Todo en un ambiente más relajado.

-Antes de aventurar estrategias primero firmemos el pacto.- Dijo mirando al maestre. Cuando este termino de redactar el acuerdo con todos los formalismos necesarios los reyes estamparon sus firmas y todos aplaudieron al acuerdo.
El rey estaba más cansado que nunca y una fina capa de sudor se le había marcado en su frente.

-Para cerrar este acuerdo de caballeros brindemos.- dijo El rey del pantano ofreciendo una copa al Rey Ethan y al Rey Einar. Todos alzaron sus copas y bebieron para honrar el acuerdo que pondría fin al linaje Stark.

El Maestre se había apresurado para terminar los acuerdos, no quería molestar al Rey, ni a ningún Rey. Cuando estuvo todo firmado, él mismo lo enrolló y se guardó en un tubo para pergaminos con un labrado exquisito.

Cuando el Rey Adam adelantó la copa, un frío corrió por la espalda de Krilan. ¿Y si era veneno? No entendía bien por qué la desconfianza, tal vez era por lo poco que había escuchado sobre el Warlock, pero de algo estaba seguro: él no tomaría de aquel vino.

Ahora su atención estaba fija tanto en su Rey como en el Rey del Pantano. Había algo que le daba mala espina y esperaba estar equivocado. 

Él sirvió las copas... ¿y si los envenenó? ¿Y si NOS envenenó? La fama de los habitantes del pantano estaba haciendo estragos en la mente del Maestre, que comenzó a transpirar. Pero no de calor, sino una transpiración fría, llena de incertidumbre...