Descripción: Esta zona es una de las más antiguas de Nueva York, llena de edificios más bajos que el resto de la ciudad. Hoy en día es una zona cultural llena de colegios. En su interior se puede encontrar el antiguo barrio judío, con el museo de la Sinagoga de Eldridge Street. En esta zona también se puede encontrar el New Museum de Arte Contemporáneo. LES conecta con Brooklyn a través del puente de Manhattan y con Williamsburg a través del puente de Williamsburg, con varias zonas de parques alrededor del río. 

Botín y premios: Curación si entra en la Sinagoga. Chaleco antibalas ensangrentado/SUERTE +1 (PERCEPCIÓN 2)

Personajes: Medico

Eventos:

Muñecas bomba (9):   En un callejón, habrá tirados por el suelo varios bebés y muñecas de juguete sucios controladas por un par de viejas locas que estarán sentadas en unas escaleras de emergencia encima del callejón. OCULTACIÓN VIEJAS 3. Faciles de matar. Los pjs deberán tener velocidad 2/3 o se les restará AGUANTE -1 por herida de quemadura en pierna.

Hospital improvisado en Sinagoga. Tendrá una bandera blanca.

Otras características: Ocultación media, ...

Puntos de entrada:

• Norte (East Village): New Museum
• Oeste (Little Italy): Sinagoga de Eldridge Street
• Sur (Tribeca / Chinatown): Parques, puente de Manhattan.
   

Imágenes relevantes:

• New Museum: 
• Sinagoga de Eldridge Street: 
• Puente de Manhattan: 
• Puente de Williamsburg: 

LOWER EAST SIDE

Esta zona es una de las más antiguas de Nueva York, llena de edificios más bajos que el resto de la ciudad. Hoy en día es una zona cultural llena de colegios. En su interior se puede encontrar el antiguo barrio judío, con el museo de la Sinagoga de Eldridge Street. En esta zona también se puede encontrar el New Museum de Arte Contemporáneo. LES conecta con Brooklyn a través del puente de Manhattan y con Williamsburg a través del puente de Williamsburg, con varias zonas de parques alrededor del río. 

Entradas/Salidas:

• Norte: East Village
• Oeste: Little Italy
• Sur: Tribeca / Chinatown

Tamaño de zona: Grande 

Las clases habían sido más agitadas de lo habitual, pues estaba claro que aquellos monstruos hormonados también estaban ansiosos por que llegase la noche. Preguntas como "¿Por dónde vais a ir?", "¿Vamos a robar esa tienda?" o "¿No te vas a rajar, no?" se repitieron todas las horas, entre clases y en ellas, en voz baja. Por fortuna para ti, no importaba cuán molestos fueran tus alumnos pues pronto acabarían las voces de varios de ellos, fruto de sus malas decisiones y las malas influencias. 

El día se pasó rápido y aunque los alumnos ya se habían marchado a casa, como siempre, tenías que quedarte a "corregir ejercicios". El instituto cerraría del todo una hora antes de la Purga, aunque para entonces casi todo el mundo ya se habría marchado a casa. Entre los cotilleos de tus alumnos, habías escuchado los planes de varios grupillos de ellos. Los más "inocentes" hablaban de quedarse por la zona y reventar todos los escaparates que pudieran, además de llevarse lo que pudieran de ellos, mientras que otros pretendían pasearse en grupo por ahí y "darle amor" a cualquier purgadora que encontrasen. También los había que parecían emocionados por una "Feria" y por supuesto que no faltasen los que decidían organizar macrofiestas esa noche.

A pesar de que Todd Parsons siempre describe a sus alumnos como bestias asalvajadas e involucionadas, sus clases son de las más tranquilas y silenciosas del centro gracias a su presencia severa y esa intensa mirada suya que dice "sigue hablando, sigue hablando....".

Pero por primera vez desde que es docente, el profesor decide dejar atrás sus creencias de que para aprender hay que estar concentrado y en silencio. Es por eso que en lugar de observarles a todos desde un punto estratégico, hoy se pasea entre los alumnos durante la clase de Química en el Laboratorio.

Todo está pensado para que los alumnos se sientan en confianza y hablen entre ellos, ya que naturalmente el profesor Parsons dedica más atención hacia los alumnos aventajados, los que se sientan en primera fila. Así, los salvajes de las últimas filas pueden hablar.

De esa manera es como el Profesor decide a qué grupo impartir una lección. Aunque el vandalismo gratuito no le haga ninguna gracia, puede llegar a entenderlo como la respuesta a un frustrante futuro de mediocridad. Pero una violación es claramente un acto anticristiano que merece ser castigado, incluso un día como el de hoy. ¿Qué futuro puede esperarle a unos jóvenes que se sonríen al pensar que pueden forzar sexualmente en grupo a una mujer? ¿Cuántas veces ha dicho Todd Parsons, durante sus clases de Física, que toda acción tiene una reacción? ¿Que todo acto tiene su consecuencia?

"Está claro que no lo entienden" piensa, fingiendo no escuchar a sus alumnos a pesar de que se puede ver en su expresión que algo le disgusta.

Antes de finalizar la clase, llama la atención a esos alumnos en concreto para solicitarles que vayan a verle a su despacho después de clase.

— Por supuesto, no hace falta decir que saldrán de aquí antes de La Purga, pero si no vienen... no habrá Purga que les salve de repetir el curso. —les amenaza.

Después de clases, se reune con estos mismos alumnos y les da un breve discurso sobre cómo sus notas son de las peores de la promoción y que, por mucha empresa familiar que puedan tener, serán unos inútiles para el país si siguen siendo tan... incompetentes. Les ofrece hacer un trabajo para mejorar notas, pero obviamente es evidente que no lo harán. No importa. Todo es una excusa para que se queden hasta más tarde.

En cuanto les llamas la atención, los de la fila de atrás se miran entre ellos, con un gesto de asco y aburrimiento. Un clásico. Finalmente, el que ya tienes fichado como líder de la pandilla, conocido como Kenny Mendels, asiente con un rápido "sí, señor", bastante grave por todo lo que se fuma el chaval en los descansos y fuera del instituto. Ves que el resto del grupo hace un gesto similar, imitándole como monos. En cuanto te vas, les oyes despotricar de mil maneras distintas, aunque los insultos directos hacia tu persona parece que se los guardan para más tarde.

En el despacho, ves las mismas miradas a otro lado, los mismos resoplidos de aburrimiento de siempre. El que se mantiene más atento es Kenny, dejando claro quién es el "alfa" de todo el grupo. Queda poco para que sean las 18:00 y el instituto cierre, cuando Kenny carraspea y toma la palabra en alguna de tus pausas.

- Mire, señor Parsons, no nos importa hacer tarea extra, ¿de acuerdo? Pero sí nos importa llegar a casa antes de que empiece la Purga esta, y nos puede retener aquí. ¿Qué pasa si alguno pierde el bus y no llega a casa antes de la sirena? ¿Qué le va a decir a nuestras madres si acabamos muertos, eh? ¿Que quería mejorar nuestras notas? - Kenny se encoge de hombros - Yo lo siento pero tenemos que irnos ya. Nos puede seguir hablando de ese trabajo mañana, pero no puede retenernos aquí.

El resto de chicos asienten, apoyando lo dicho por Kenny y aunque tal vez no tendría efectos legales, sabes que cuanto menos problemas tengas, mejor podrás mantener tu reputación. Así que finalmente el grupo se marcha. Dejas cerrado el despacho, las clases que quedan y vas a cerrar las puertas principales del centro, con la idea de ir al punto de encuentro que han mencionado, cuando te encuentras con una sorpresa: Apenas se han alejado una manzana por la calle y no parecen tener intención de moverse mucho. 

Pasa un buen rato cuando llega otro chico cargando varias mochilas. Para tu sorpresa, no es otro que Jill Houston, uno de tus mejores alumnos. Buen comportamiento, buenas notas y no lo suficientemente popular para pertenecer a la banda de Kenny.. O eso pensabas. Ves cómo todos van sacando distintas máscaras de plástico de Halloween, incluido Jill, y hurgan algo en su mochila, seguramente armas. Aunque están lejos y hablando entre ellos, puedes ver cómo más de una vez señalan o miran el instituto con cara de asco. 

Llegado un punto, la sirena que anuncia el principio de la Purga suena por varios megáfonos, seguida de las normas habituales. Es entonces cuando los chicos se colocan las máscaras, sacan la navaja de sus mochilas y echan a andar a paso rápido hacia el instituto. 

"Oh, ¿en serio alguno de ustedes cree que me importa lo más mínimo que puedan llegar tarde y ser asesinados? Por supuesto, a vuestros padres les diría que no son más que parte de la gran historia de América, que han muerto para que nuestro país sea un lugar mejor... o que Dios tiene un plan para ustedes."

Eso es lo que piensa Todd Parsons cuando se queda mirando a ese mediocre "líder" de la pandilla después de su discurso. Un lateral de los labios del Profesor se curva en una media sonrisa cínica, pero finalmente les deja marchar con un solemne "salgan de mi vista y hagan el trabajo para el último día de la semana que viene si quieren acabar sus estudios en este centro".

Poco después, Parsons abandona su despacho cargando su maletín, pero se detiene antes de salir del centro al ver a sus alumnos. Sus intenciones están claras y, por primera vez en muchísimo tiempo, Parsons nota su corazón bombear sangre como un loco. La adrenalina empieza a recorrer todas y cada una de sus terminaciones nerviosas, el aumento de oxígeno en sus vasos sanguineos hace que no solo su cuerpo, sino que también su mente trabaje a un ritmo más alto. Y es por eso que se dirige hacia su coche a dejar su maletín y recoger otro maletín distinto y una bolsa, se da la vuelta y vuelve a entrar en el centro, cerrando con llave el acceso principal. Vuelve rápidamente hacia su despacho, aunque por el camino abre con las llaves una de las puertas de emergencia y la deja medio cerrada.

Abre la puerta de su despacho, enciende las luces y enciende la radio con la que ameniza las largas horas extras corrigiendo trabajos o preparando sus clases, con música clásica de fondo. Para ser más exactos, una conocidísima canción de Vivaldi llamada las Cuatro Estaciones, que por supuesto los asalvajados de sus alumnos confundirían con la canción de un anuncio tan mediocre como sus mentes.

Después de cerrar la puerta del despacho dejando las luces encendidas y la radio sonando, Parsons entra en el despacho de otro de sus colegas, a oscuras. Aún puede escuchar al gran Vivaldi gracias al profundo silencio del centro, así que tararea la melodía por lo bajo mientras se toma su tiempo en quitarse los gemelos, la chaqueta del traje, la corbata, la camisa, el cinturón y los pantalones. Dobla perfectamente su ropa y lo guarda en el segundo maletín, de donde extrae un mono de trabajo rojo y una bolsa hermética con una máscara de Salvador Dalí, unos guantes y otra pequeña bolsa con utensilios dentro.

Para cuando la Purga inicia, Parsons ya está vestido y espera la señal, comprobando su pistola de bolsillo. 6 balas cargadas y totalmente letales, con 6 nombres escritos en ellas.

Pese a todo esto, Parsons no está feliz ni animado. Más bien, debajo de esa expresión eternamente dura y severa, está triste.

"Aah, Jill, Jill, Jill... nunca habría esperado eso de usted. Qué terrible es la condición humana. Por querer ser parte de un grupo social popular, un buen estudiante va a tener que recibir una lección" piensa Parsons con aflicción. Realmente le gustaba ese chico, era una de sus pocas esperanzas con la juventud, pero está claro que se equivocaba.

Con el traje y la "lección" preparada, esperas a que los chicos se acerquen al instituto. Kenny va a la cabeza, con una desagradable y claramente cara máscara del Joker, mientras que los demás llevan máscaras de cerdo o fantasma, bastante menos logradas. En último lugar va Jill, con una máscara bastante simple pero bien conocida, aunque de momento no ha sacado ningún arma de la mochila.

Puedes escuchar desde el despacho cómo las puertas del instituto crujen cuando intentan abrirlas. Oyes también cómo parecen discutir algo, amortiguado por el sonido de la música, y al poco tiempo escuchas unos toquecitos sobre la puerta. Tras unos segundos de duda, se escucha un golpe más fuerte y el sonido de varios cristales cayendo al suelo, seguramente pertenecientes a la parte de arriba acristalada de la puerta de la entrada. Oyes algunas quejas entre ellos mientras terminan de tirar más cristales y aunque no les ves del todo, no te extrañaría nada que intentasen entrar por la ventana rota en vez de intentar abrir la puerta. 

Sin saber que se dirigen a su muerte, los alumnos destrozan las ventanas de entrada de una manera muy inteligente (nótese el sarcasmo). ¿Para qué revisar todas las puertas del centro y entrar por la salida de emergencia que tan amablemente el Profesor les ha dejado abierta? Es más fácil romper la ventana y alertar a todo el mundo (bueno, a su verdugo) de que se acercan. Y luego los padres se preguntan por qué tienen las peores notas...

Por un momento, el Profesor tiene el impulso de ir hacia allí y abrir fuego contra el primero que entre a través de la ventana, que probablemente sea Kenny, pero como buen Americano de bien que es, el Profesor logra esperar con paciencia para que todos entren. No sería nada divertido tener que ir a perseguirles y, aunque su objetivo principal sea Kenny, es su deber dar la lección a todos ellos. ¿Cómo madurarán y asentarán la cabeza sino? Si creen que alguien más cargará con el castigo por sus actos, jamás aprenderán que toda acción conlleva su consecuencia. Eso le haría tan mal profesor como mal alumnos son ellos, ¿no es cierto?

Así que sin hacer ningún tipo de ruido, de pie en el interior del despacho de su colega, espera pacientemente a que su presa piense que lo tiene todo bajo control.

Durante unos segundos que se te hacen eternos, escuchas algunas risas cerca de la entrada, junto con más ruidos de cristales rotos y algunos quejidos. Después un fuerte golpe y finalmente el chirrido de la puerta al abrirse. De alguna forma, parecía que los muy animales habían conseguido abrir a base de fuerza bruta. Múltiples pasos avanzan por el pasillo, junto con voces hablando en voz baja que consigues escuchar a pesar de lo alta que está tu propia banda sonora.

- ¿Dónde se habrá metido ese gilipollas?

- Ya aparecerá... Tío, no me puedo creer que no se haya enterado de los cristales, vaya puto boomer.

- Si tiene la radio puesta para putos viejos... Se va a cagar encima cuando nos vea. 

Con varias risillas, se van acallando los unos a los otros hasta que llegan a tu despacho. Se miran entre ellos y uno levanta ligeramente la pierna, a lo que los demás asienten, haciéndole hueco. Cogiendo algo de impulso, ves cómo uno de esos brutos le propia una terrible patada a la puerta, abriéndola y haciendo que rebote ligeramente contra la pared. Al ver que no hay nadie, puedes ver cómo Kenny alza los brazos con desesperación y los demás siguen distraídos mirando al interior.

- ¡ME CAGO EN DIOS! 

Con una ligera carraspera, el Profesor se aclara la garganta antes de entrar en el escenario. Aún tiene unas pequeñas opciones para dejarlo correr, esquivar a esos idiotas y largarse a casa antes de mancharse las manos de sangre. Pero eso tiraría al traste toda una semana de planificación y le haría tan culpable de permitir la desviación de la juventud como sus colegas.

Además, Kenny no debería haber blasfemado.

El Profesor sale del despacho caminando tranquilamente, con su vista fija en los lacayos de Kenny. No le importa a quién pille, así que simplemente levanta la pistola después de acercarse a ellos unos pasos y apunta hacia el más cercano, apretando el gatillo.

Todavía están sonando las Cuatro Estaciones cuando sales del despacho, casi al tiempo del crescendo de los violines de verano. Aunque hay varios aún mirando a tu despacho, el que está más atrás y cerca de ti, se gira al escuchar la puerta del despacho abrirse. Casi te parece que el mundo va a cámara lenta cuando levanta su triste navaja contra ti. Con un fuerte "bang", la bala impacta directamente contra su cabeza, dejando un agujero limpio en su horrible máscara de halloween. 

El resto de chicos se giran entre sorprendidos y asustados y la mayoría de ellos se quedan paralizados por el miedo, sin saber qué hacer. Al verles, no parece que el joven Jill esté entre ellos. Sin embargo sí está Kenny, con su máscara de joker y es el primero que se lanza contra ti, dispuesto a golpearte con su bate de beísbol. 

- ¡CABRÓN! - grita con su voz ronca

Ahhhhh, uno casi puede imaginar a Vivaldi componiendo esta canción justo para este preciso momento. El corazón del Profesor latiendo desbocado, el estruendo del disparo procedido por un intenso olor a pólvora, la visión del cuerpo de uno de los alumnos cayendo poco a poco al suelo, sesgado del largo y mediocre futuro que tenía por delante... son los mejores complementos.

"¡Bravo! ¡Bravo!" como en una orquestra, todos los oyentes se levantarían y aplaudirían emocionados por tan épica composición.

Salvo que Kenny nunca ha sido un buen oyente. Más bien es como una rata, que se lanza a muerte cuando se ve acorralado. Sí, el Profesor lo tiene claro. Kenny es una rata. Él es el culpable de que en sus clases haya esa especie de peste negra llamada rebeldía.

Por desgracia para Kenny, el Profesor evita su bate con aparente facilidad.

— Señor Mendels, pregunta de examen: si una bala viaja a una velocidad media de 340 m/s, ¿cuánto tardará en alojarse en la cabeza de cuatro alumnos que corren a una velocidad de 15 km/h?

El bate golpea con un simple "clonc" la pared a tu espalda. Te da la sensación que el resto de alumnos estaban esperando por si Kenny te llegaba a dar con el bate, porque en cuanto ven que falla el golpe, dos de ellos echan a correr torpemente hacia la salida. El tercero sigue paralizado al lado de la puerta, con apenas una navajilla plegable en la mano. Echa algún que otro vistazo nervioso a Kenny y luego al cadáver de su amigo en el suelo, pero está claro que por mucho que hablen de la "educación de las calles", ni escuchar rap ni hacer graffitis les ha preparado para ver una muerte real. 

En cuanto planteas tu fabuloso problema, Kenny se queda parado un momento. Y aunque no puedes ver su expresión bajo la máscara, sí te fijas en que agarra el bate con más fuerza y su postura se tensa, volviendo a intentar darte con él.

- ¡Por mí se puede meter la velocidad por el culo, puto señor Pelmasons! - grita con ese apodo secreto que te has "ganado" entre los alumnos.

Todo se volvió oscuridad. Cuando abriste los ojos a lo lejos divisaste una imagen, desenfocada al principio, más clara después.

Eras tú cocinando. Tu mujer se sentaba enfrente de ti, con ese bonito y recatado traje que tanto te gusta. Tus hijos entrando con su impoluto uniforme de vuelta de sus clases de refuerzo sin llevar el móvil en las manos. En el pequeño televisor de la cocina anuncian que gracias a la Purga, la inmigración y la mendicidad se ha erradicado por fin....

Y la luz volvió.

El dolor era tan atroz que en un primer momento no podias moverte. Sentias cierta tirantez en el rostro. Era el reguero de sangre seca que habia brotado de tu nariz magullada. No parecias tener heridas evidentes, pero que se habian ensañado contigo golpeandote estaba claro.

Cuando te incorporaste ya no habia ni rastro de los chicos. Tampoco de tus armas.

"Aah, maldición" se lamenta el profesor para sus adentros. ¿Se había confiado demasiado? Está claro que la respuesta era sí. Ahora bien, la pregunta más importante es "¿por qué sigue vivo?".

Medio grogui, el profesor se dirige a buscar a los estudiantes. Debe recuperar su arma si no quiere pasarse lo que queda de día escapando y rogando por su vida. Pero como no los encuentra, se dirige hacia el cadáver del alumno al que le pegó un tiro en la cabeza para rebuscar entre sus pertenencias, con la esperanza de que sus "amigos" no se lo hayan llevado o le hayan saqueado.

Una navaja es mejor que ir a puño limpio. Sin embargo...

"Quiero mi pistola. Debo recuperarla" piensa. El primer paso será ir a su despacho para buscar la información de contacto de Kenny. Al parecer, habrá que ir a tener una charla con sus padres.

Al levantarte, necesitas apoyarte un momento en la pared más cercana mientras te colocas la máscara. La cabeza aún te da vueltas y aunque está claro que Kenny Mendels no es precisamente un genio, sabes de sobra lo "contento" que está el profesor de gimnasia con él. Si es que ese energúmeno puede estar contento con algo aparte de una ración de aros de cebolla del bar de enfrente. 

Por suerte para ti, tus alumnos problemáticos no son tan inteligentes como para rapiñar el cuerpo de uno de sus compañeros caídos. Así que nada más acercarte a él te fijas en que lleva puestos unos puños americanos. No serán tan cómodos como tu pistola, pero sin duda son algo con lo que hacer daño. 

En tu despacho encuentras bastante fácilmente la dirección de la casa del chico. No es la primera vez que tienes que llamar allí ni mucho menos o enviar alguna carta con las notas, viendo que el joven las suele "perder" accidentalmente. No está muy lejos del instituto, en el East Village, cerca de esa Feria de la que todos los jóvenes hablaban esta misma mañana. 

Sentado en el sillón de su despacho, el Profesor se toma unos largos segundos para respirar y dejar de tambalearse. No se quita la máscara para revisarse, pero de seguro que tendrá un buen hinchazón en unas horas. En el fondo sabe que se lo merece, por confiarse y querer infundirles terror disparando uno a uno. Debería haber abierto fuego contra todos en cuanto los tuvo a tiro.

— En fin... —comenta, levantándose del sillón con un quejido.

Quizá haya sido para bien. Ahora por narices tendrá que estar más atento y ser más astuto, no arrogante. Comprueba una vez más que sigue teniendo las bridas, el químico y los nuevos adquiridos puños americanos. Curioso nombre para un arma. No se había planteado nunca que se mancharía las manos así, pero quizá sea hasta el destino: dar una lección con la justicia del puño de América.

Una vez más, el Profesor coge aire y sale de su despacho para dirigirse a East Village. No coge su coche, prefiere ir caminando ya que usar un vehículo llamaría demasiado la atención. En cambio, como un vulgar ladrón, se desliza por calles secundarias y cruza las calles lo más rápido posible, intentando quedarse en las sombras.

Con su teléfono móvil, llama al número de casa de los Mendels a pesar de que cualquier persona con media neurona no contestaría a ninguna llamada esta noche. Por supuesto, como docente preocupado por uno de sus pupilos, el Profesor ignora el peligro de seguir trabajando a estas horas e insiste en llamar a los padres para informarles sobre la caída en picado de las notas de Kenny. Es por el futuro académico de su hijo, que a este ritmo pisará la universidad como lavaplatos.

Cuando vas a salir, ves que el cristal de la puerta de entrada está destrozado, e incluso en algunos trozos de cristal puedes ver destellos rojos de sangre, seguramente de los torpes de tus alumnos al intentar entrar o incluso salir. Ya en las calles, queda bastante más claro que la Purga ha empezado. Apenas ves gente por ellas, por lo que te resulta fácil irte escabullendo por los callejones. 

Al fondo de una de las calles principales ves ondeando una bandera blanca, aproximadamente en el mismo lugar en el que recuerdas que hay una sinagoga en la zona. Como sabes ya de otras Purgas, las banderas blancas suelen ser buena señal para la gente que está herida o necesita ayuda y aunque no siempre, a veces se respetan esos lugares como zonas "seguras". 

Por mucho que lo intentas, nadie te coge el teléfono en casa de los Mendels. Sin embargo, mientras estás en ello y sigues avanzando por los callejones, te fijas en una muñeca que hay en el suelo. Es bastante más parecida a las de tu época que a las actuales. Y no sólo eso, sino que más adelante ves muchas más, como si se hubieran caído de algún sitio o alguien hubiera decidido deshacerse de su colección.

Por un momento, el Profesor está muy tentado a ir a la zona "segura" y dejar todo atrás ahora que aún puede. Sí, por enésima vez se hace la pregunta: "¿Debería parar?". Es sencillo, únicamente debería quitarse el disfraz, la máscara e ir hacia allí tambaleándose, simulando ser un atacado que, gracias al golpe de Mendels, no es una mentira ni una exageración.

Sin embargo, la simple idea de tener que volver a ver a Mendels y su pandilla el próximo lunes hace que se le suba la bilis, que su visión se vuelva roja y apriete los puños con tanta fuerza que le duele. Una vez más se reafirma: va a ir con todo hasta el final.

Continuando su camino, ve las muñecas y a primera instancia piensa en agacharse a coger una, pero algo le dice que no es buena idea y decide no tocarlas. En cambio, mete sus manos en los bolsillos de su mono rojo y se pone el puño americano... por si acaso. A pesar de ser un hombre que dice no dejarse llevar por los placeres humanos y ser un creyente de Dios, el Profesor no puede evitar dejarse llevar por la curiosidad. Así que sigue el rastro de muñecas.