Partida Rol por web

—¿Quién sabe qué...?—dije enigmáticamente—¿fue antes el huevo o la gallina? ¿El juego o el programa informático? Tanto vale tu respuesta como la mía. Cada percepción es una nueva realidad y cada realidad una fina hebra de un racimo cuántico de realidades. 

Ahora ya sí que podía interpretar la muchacha que estaba loco, del todo, hablando de física cuántica encerrados en un cuarto que olía a flores. Por ello agradecía que la chica fuera sensata y me hablara de jueguitos reales en vez de conceptos imaginariamente sesudos en los que ni a veces yo creía firmemente. Escuché la interpretación de sus palabras y mucho de lo que dijo ayudó a encender las bombillitas de mi cabeza armando una feria de luces.

—Tenemos que empezar a probar con intuiciones y descartar las que no sean válidas. Cualquier idea a priori puede servirnos. —dije callando y diciendo mucho con la mirada cuando hizo el comentario sobre quedarse con él—. La canción y el paquete de pipas ya lo tienes, dale una oportunidad al resto ¿Hay alguien de los presentados con quien te hubiera llamado la atención coincidir?

Quedé encantado con el uso que la chica hizo a través del lenguaje de las flores sobre mi condición. No había interpretado según el papel que tenía delante pero su adecuación para mí se asemejaba bastante. Claveles rojos y rosas salvajes. Sin embargo cuando dijo las suyas leí las indicaciones y los volvía releer sin dar del todo crédito.

—¿Amapolas y rosas blancas? ¿No puedes, ni eres libre?—Me compadecí enseguida de mi imperiosa curiosidad. Quizás era meterme donde no me llamaban pero no podía quedarme con la duda de aquella enigmática respuesta—¿De qué? ¿Estás casada o fuera de cobertura?

Fui consciente de la mirada de Jackie sobre el reloj que marcaba el número 9. Consciente de que aún no había pasado ni siquiera la mitad del tiempo la miré fijamente y capté su atención haciéndole una caricia amistosa en el brazo. Tomé entonces  uno de los pinceles y se lo enseñé con expectación. Mis pesquisas habían dado algo de frutos.

—Mira, Jackie. En este tiene grabada la palabra H₂O. Creo que podría ser el pincel que hace las veces de lápiz óptico para pintar yo que se qué—adelanté sin querer que mi pensamiento fuera demasiado por delante de mi razón—. Y aquí en la paleta pone acuarela. Tal vez no ande muy desencaminado eso que has dicho de los colores del arco iris. 

Pasé la paleta por el cuadro para ver si aquello provocaba algo. Comprobé la superficie y luego lo pasé por el lugar donde estaba grabada la palabra acuarela. Traté de reflexionar en voz alta para que Jackie pudiera también aportar sus impresiones.

—Podemos probar a posar una de las flores sobre la paleta tal como tú dices...

En el momento que Yoel toca con el pincel el lienzo, una imagen se materializa en el mismo: un florero con un ramo de varias flores. La de afuera son azules, luego rojas, despues rosadas, nuevamente rojas, luego blancas, y finalmente en todo el centro una sola flor blanca.

—Claramente, la gallina y el programa informático —respondí, aunque sabía que era una de esas preguntas sin respuesta concreta. Aun así, expuse mis ideas y noté que algo en sus ojos comenzaba a encajar. Asentí, de acuerdo en dejarnos guiar por la intuición e ir probando cosas. Su siguiente pregunta, sobre si alguien más en la sala me había llamado la atención, me hizo tensar ligeramente el rostro.

—La verdad, no. No se me dan bien las relaciones sociales últimamente, y creo que tuve suerte de topar con alguien lo suficientemente alegre como para hacerme salir un poco de mi cascarón —añadí, algo avergonzada. Los otros me parecían demasiado... secos, formales o simplemente locos. Al principio, Yoel me había parecido extraño con lo del mote y la metralleta imaginaria, pero resultó ser bastante guay. Y guapo, también.

Para no distraernos del juego y aliviar la sensación de que el tiempo se me venía encima, volví mi atención a las flores. Me aventuré a imaginar cuáles podían representar a cada uno. Cuando mencioné las mías, queriendo confirmar si mi "mensaje" era que ni podía ni era libre, asentí.

—No, qué va —reí, agitando la mano cuando me preguntó si estaba casada—. Es que, como te digo, no soy muy buena relacionándome. —Quise explicarme sin entrar en detalles—. He pasado por una temporada muy mala y... me cuesta mucho abrirme y confiar en los demás. No creo que ahora sea capaz de sentir algo real que no esté sesgado por mis vacíos o heridas —dije, mirándole a los ojos, deseando por un segundo que no fuera cierto.

Miré el reloj, pero su caricia en mi brazo fue como una descarga eléctrica que me ancló al presente, alejándome de la ansiedad por lo que pudiera venir después.

Me fijé en el pincel que él sostenía, que no había mirado más de cerca hasta ese momento. Hizo algo y el cuadro reaccionó, revelando un florero en la pantalla.

—¡Aquí está! ¡Lo has conseguido! —exclamé emocionada, sintiendo una oleada de adrenalina que desconocía.

—Vale, vale, ahora... las flores. De fuera hacia dentro... —musité, mirando la imagen del florero que había aparecido ante nosotros.

—Flores azules, rojas, rosas, rojas, blancas... y dentro una flor blanca —recité, observando las flores a nuestro alrededor, intentando ver si coincidían con la imagen—. Voy a copiarlo en vivo, no vaya a ser que se apague la pantalla y nos quedemos sin referencia. Espera —dije, tomando uno de los floreros vacíos para recrear la imagen de la pantalla lo más rápido y fielmente posible.

—Oh... el suficientemente alegre soy yo—dije riéndome con agradecimiento—. Pues estoy seguro que debajo de ese cascarón hay una linda personita deseando salir así que ve abriéndole paso.

Me acerqué a ella y tocando con los nudillos sobre su brazo hice un sonido hueco con la boca.

Toc, Toc...

Las explicaciones de mi partenaire me hicieron suspirar. ¿Y quién era capaz de librarse de los vacíos y las heridas? Asentí tratando de mostrarme compresivo con esa realidad que expresaba.

—A veces dejamos que esos sesgos se apoderen de nosotros pero hay que continuar. Por muy bien que aparentemente nos encontremos todos llevamos una mochila bien cargada de ausencias—comenté mirando mi estuche de guitarra y luego a la chica—. Hay que intentar llenarlo de música.

Yo también sentía la guillotina del tiempo haciendo de péndulo sobre mi cabeza pero al ver como el pincel hacía brotar las imágenes toda la piel se me empezó a erizar sabiendo que estábamos ya enfilando la solución del enigma. Mis ojos se encontraron con los de Jackie, con su emoción. La seguí hacia el jarrón vacío. Y vale, le miré el culo mientras estaba de espaldas, pero solo hasta que se dio la vuelta.

—¡Buenísimo!—exclamé mirando las flores y haciendo recuento—Aunque de la lista hay varias de cada color. Azules son los jacintos, Iris y Aciano. Rojas la Amapola, Aljaba, el Clavel y el Tulipán. Rosadas la rosa salvaje y la cayena. Y blancas son las Campanillas, la Flor de manzano y la Rosa blanca...

Armando el ramo, Yoel y Jackie descubren que las Campanillas de Canterbury no son blancas, sino azules, y así con varias de las flores. Finalmente, por medio de comparación entre la imagen del florero y las flores a su alrededor, descubren el siguiente orden:

-Campanillas de Canterbury.
-Clavel Rojo
-Rosa Salvaje
-Amapola
-Margarita
-Rosa Blanca

En cuanto Jackie armó el ramo Yoel echó un vistazo rápido al reloj temeroso de que aún hubiera más pasos que dar antes de abrir aquella puerta. Por esa razón y en un arranque de nervios se acercó hasta el micrófono, tomó en sus manos los dos trozos de papel y leyó el orden que le decían las flores. Engolando la voz dijo el mensaje que creía percibir tras el lenguaje de las flores.

Campanillas de Canterbury. Clavel rojo. Rosa salvaje. Amapola. Margarita. Rosa blanca...

—Recibí tu carta. Mi corazón arde por ti. Placer y dolor. No soy libre. Te amo con sinceridad. No puedo.

A continuación esperó las reacciones de la habitación posando su mirada en Jackie con una sonrisa.

—Por un lado estoy deseando salir de aquí, por otro...—dijo de forma intrigante—No me importaría seguir conociéndote un poco más.

Sus ojos brillaban por la adrenalina de conseguir pasar la prueba. Se le notaba el aura competitiva de un superviviente dispuesto a cualquier cosa por no desfallecer en sus intentos. 

—Siempre nos quedaran los parques...—sentenció esbozando una gran sonrisa.

Los números en la pantalla se iluminan en orden, del 1 al 6. Suena una campana a lo lejos, y lo que parecen aplausos lejanos. En la pantalla del lienzo comienza a verse como si una brisa suave moviera los pétalos dentro del florero, y una dulce voz femenina se escucha alrededor.

He recibido tu mensaje,

Mi corazón arde por ti

Pero es placer y sufrimiento

Porque no soy libre de elegir

Y aunque te amo con sinceridad

Contigo no puedo estar.

-Felicidades, han completado el primer reto.- Escuchan desde algún lugar de la sala. Frente a ellos notan el sonido de un cerrojo mecánico al abrirse, y la puerta se mueve levemente, como señal de que cederá si la intentan empujar. En la corneta, la voz suena de nuevo.

-A veces el camino nos obliga a separarnos, aunque duela. A veces no tenemos el control sobre estas decisiones, solo quedan los momentos compartidos, los recuerdos, y la esperanza de que mas adelante, los caminos pueden volver a cruzarse. Solo uno puede pasar por la puerta. Elijan quien será, y digan sus despedidas para continuar al siguiente tramo.-

—Sí, tú —dije con una sonrisa tímida cuando él pareció darse cuenta de que le hablaba.

Yoel era mucho más de lo que mi primera impresión me había revelado. Trabajamos juntos en el acertijo, y lo cierto es que hacíamos un buen equipo. Me gustó ver cómo reaccionaba de forma positiva a mis ideas. Separamos las flores por colores y, mientras armábamos el ramo, nos dimos cuenta de que algunas no encajaban bien. Tras revisar la imagen de referencia y aplicar un poco de lógica, logramos componer un mensaje que Yoel leyó en alto.

Mis ojos se clavaron en los suyos cuando dijo que, aunque deseaba salir de allí, no le importaría quedarse un poco más conmigo. Mordí mi labio inferior con una sonrisa tímida. ¿Ese nudo en el estómago era adrenalina o era Yoel quien estaba logrando despertarme del letargo en el que había estado sumida?

—La verdad es que yo también... pero tenemos una cita de pipas, parque y música, así que espero que no se te olvide —dije, con una sonrisa que se hizo más libre—. Siempre nos quedarán los parques.

Di un pequeño salto cuando escuché el sonido de una campana y unos aplausos que parecían venir de ninguna parte. En la pantalla aparecieron números, y una voz femenina me hizo mirar hacia el techo. La voz recitó correctamente el mensaje, y enseguida otra nos felicitó por haber completado el reto.

Me giré hacia Yoel, emocionada.

—¡Lo hicimos! —exclamé, tomándole del antebrazo un instante antes de soltarlo—. Perdón, la emoción —añadí, avergonzada.

El cerrojo de la puerta se abrió, pero otro sonido me hizo tensarme. Tal como intuía, nos iban a separar. Por eso odiaba encariñarme con la gente. Miré a Yoel y tragué saliva, preocupada por su partida.

—Te hicieron falta menos de 15 minutos para que ahora no quiera que te vayas —admití, con cierto pesar—. Gracias... por algo que te diré cuando estemos con esas pipas —dije, retorciendo un poco los dedos de puro nervio—. No te mueras en la siguiente sala, ¿vale? —le pedí, mirando hacia la puerta, sin saber si prefería que pasara él o yo primero.

La alegría por la victoria iluminó mi rostro. Aunque cuando la voz de la voz de guía se dejó oír permanecí impaciente por si aún había que hacer algo antes de que la aguja del reloj marcara el cero. La demostración de Jackie me contagió hasta el punto de que aproveché su agarrón para atraerla hacia mí y celebrarlo con un abrazo.

—Lo hicimos— le contesté con buen humor y —. Deberías darte permiso para expresar más de vez en cuando tu emoción.

Desvié la atención de la muchacha observando como la puerta empezaba a abrirse y la voz nos brindaba las siguientes órdenes. Tras emitir el enunciado volví a poner de nuevo la atención en mi compañera.

—Te invito a que seas tú la que avance a través de la puerta—dije caballerosamente mientras me acercaba a la pared y recogía la funda de la guitarra, mi única compañera fija de viaje, y una de las flores de entre los jarrones—. Pues si no vas a contármelo entonces me guardaré la historia de mi apodo de "el ruso" para entonces.

Me reí con la broma de Jackie mientras avanzaba hacia ella y le entregaba una flor de jacinto. 

—Que tengas mucha suerte en los próximos retos— aseguré con tono solemne mientras colocaba la funda de la guitarra en forma de fusil como esperando que de un momento a otro la habitación fuera a llenarse de soldados armados, zombies hambrientos o cualquier otro tipo de engendros salidos de algún averno.

—Haré lo imposible por sobrevivir—​​ dije con ancha sonrisa y mientras le guiñaba un ojo de forma cómplice—. Pero no te vayas sin darme antes un besito...

Yoel me cedió la oportunidad de ser yo quien saliera primero por la puerta. Una de las flores del jarrón, un precioso jacinto (si no recordaba mal, símbolo de belleza), hizo que me sonrojara al instante.

—Guárdala, volveremos a vernos —dije con voz tímida, refiriéndome a la historia de su apodo.

Olí la flor y sonreí, mirándole a los ojos mientras él me deseaba suerte para los próximos retos.

—Espero no salir eliminada en la siguiente prueba. El mejor compañero se queda en esta sala —contesté con cierto pesar, escondiendo la flor tras mi espalda.

—Conocerte es de lo mejor que me ha pasado en meses —le confesé, segura de ello.

Era caprichoso cómo, en solo 15 minutos, podía sentir algo tan fuerte. Estaba a punto de marcharme cuando él, con una sonrisa juguetona, bromeó con la idea de que le diera un beso antes de irme. Me puse roja de nuevo. ¿Lo decía en serio? Dudé, solo un par de segundos, antes de acercarme, acunar su rostro con una mano y darle un beso rápido y efímero en los labios. Me giré rápidamente y salí corriendo, casi huyendo de la vergüenza.

—¡Me gustan las pipas saladas! —le recordé mientras cruzaba la puerta.

Y puede que también me gustes tú, pensé, aunque no me atreví a decirlo en voz alta.

Al cruzar la puerta, no encontró otra habitación, sino un pasillo estrecho, iluminado suavemente por pequeñas lámparas. Luego de andar unos metros, el pasillo se desvía a la derecha, luego a la izquierda, y finalmente, ante una nueva puerta. Al abrirla...

La puerta se cierra, mientras las luces se hacen mas y mas tenues. El reloj cucú empieza a sonar, un alegre colibrí sale por la puertecilla. Sin embargo, no hace "cucú". El sonido que emite es "Now. Now. Now."

La habitación queda a oscuras, y en esa oscuridad, se ve una flecha que apunta hacia arriba. Del techo, un compartimento secreto se abre, y desciende una escalera para subir.

Arriba de la escalera se extiende un ducto iluminado suavemente por tiras fluorescentes que corren por el techo. Yoel no sabe por cuanto tiempo avanza, cuando súbitamente, el ducto se inclina en una resbaladilla, por la cual se desliza inevitablemente...