Partida Rol por web

Después de elevar a Borgo al embarcadero, Demian vuelve a empujar la barca hasta que ésta flota en el río pero sin soltarla, pues la corriente la llevaría precisamente hacia el lado contrario al que quieren ir. Con el agua hasta las rodillas, rebusca dentro de la embarcación para localizar los remos sin quitar un ojo a Norwyn, pues sabe que es testaruda y que aunque él la ha advertido, es capaz de cualquier cosa. De hecho, es capaz de cualquier estupidez, como dejarse ensartar flechas orcas hasta quedar como un puercoespín.

La elfa hizo caso a Ergon y se alejó de los orcos que la seguían, mientras sacaba una flecha de su aljaba y la ponía en la cuerda de su arco. Cuando vió a un orco a tiro tensó la cuerda de su arco, tomó aire y aguantando la respiración dejó volar la flecha, después soltó el aire acumulado en su pecho esperando que hubiera tenido buena puntería y que los otros no tardaran mucho en llegar a los botes, porque no podrían aguantar mucho tiempo vivos ahí.

Los orcos ya comenzaban la cometida. Mientras Isilwen disparaba por detras de ellos, dos orcos se enfrentaban a Ergon y Ozbeorn. El Enano con su fiel hacha corrio hacia su oponente primero mostrando la anchura del filo para contrarrestar el golpe y luego zigzageando por abajo, la levanto con sendas manos esperando abrir en dos a su enemigo o al menos romperle la quijada o la superficie con la que impactase.

Los acontecimientos se estaban precipitando y no quedaba mucho tiempo para que Isilwen, Ozbeorn y Ergon escaparan en condiciones.

- ¡Borgo, ahora!- gritó al hobbit sin ninguna ceremonia- ¡No podemos esperar más! ¡Haz el hechizo para que puedan huir con nosotros, sinó los rodearan!

Golpeo a uno de los orcos blandiendo mi espada en un torbellino de tajos y reveses. Cuando éste cae, apenas me da tiempo a andar unos pasos para cerrar hueco y defenderme del siguiente apestoso piel verde.

Ozbeorn golpea con furia incontenible a sus enemigos, blandiendo el enorme hacha con una gran maestría y acabando con cualquier enemigo de un solo golpe.

Apenas acaba con un orco, otro le carga, sin miedos ni contemplaciones, solo odio en sus ojos inyectados en sangre. 

Una flecha tras otra es dirigida contra los orcos, a pesar de la oscuridad su precisión es certera y todas ellas impactan en los salvajes enemigos que comienzan a afluir hacia su posición. La elfa se da cuenta enseguida que pronto tendrá que cambiar su arco por la hoja de su espada, los orcos son más resistentes que los humanos ante sus bien dirigidos ataques.

A pesar de tener clavadas flechas en su cuerpo, los orcos siguen avanzando hacia ella...

Dos orcos cargan contra ambos defensores, mientras el resto se mueven en dirección a Isilwen profiriendo amenazas en su gutural lengua.

Intento evitar el letal golpe, pero el orco viene demasiado deprisa y me embiste con fuerza, primero golpeandome en el hombro, desequilibrándome para a continuación golpearme con su arma. Aprieto los dientes y ahogo un grito de dolor, mientras vuelvo a golpear con mi segundo ataque a la vil criatura.

Pero el daño ha sido mayor del esperado y antes de acertar me fallan las fuerzas y pierdo la guardia. Doy unos pasos atrás y palpo la zona herida, que sangra copiosamente.

Borgo lanza su hechizo* y los guardias de la torre quedan temporalmente cegados. Sin embargo ya tienen el cuerno en sus manos y comienzan a soplar por ellos: un estridente sonido que llena la noche se extiende por el área, avisando a todos que hay intrusos en los muelles.

Un oficial orco se mueve a toda prisa hacia vosotros. Le siguen detrás varios de sus hombres... si no escapáis, es posible que no consigáis hacerlo más tarde.

Tras recitar las palabras, Borgos libera la energía de los Valar a través de su cuerpo y un fogonazo de luz cegadora lo inunda todo. Cuando abre los ojos escucha el sonido de los cuernos dando la alarma y se precipita hacia el bote, dispuesto a echarse al agua.

Los Orcos superan en numero a la empresa pero aun asi por su estilo de combate desorganizado y berzerker, resulta sencillo combatirlos mientras la buena fortuna no brille de su lado.

Ozbeorn es atacado por dos de ellos, pero uno no llega ni a rozarlo por su propia torpeza. En cuanto al otro, el enano golpea con el mango del hacha en su rostro para impedirle atacar y luego le arranca una pequeña porcion de la cabeza con el filo de su hacha, suficiente para que se quede tranquilo sin molestar a nadie.

Un resplandor cerca de la torre se vislumbre y por un momento creyo que estaria amaneciendo sobrenaturalmente, pero luego vio al pequeño Borgo y comprendio mejor la situacion. Eso les daria tiempo a correr a las barcazas y a ellos mismos a terminar con los orcos que se acercaban. Tan solo aquel sonido de un cuerno, podia llegar a hacer una diferencia en aquellos momentos.

Tras el resplandor y el eco resonado de los cuernos dando alarma, Borgo puede ver, antes de saltar al bote que al otro lado del edificio hay muchas más tiendas y agujeros camuflados... de los cuales salen a toda prisa decenas de orcos y soldados balchott en dirección al embarcadero. 

Los soldados armados con arcos, los orcos con cimitarras. Si os quedáis ahí, moriréis con toda seguridad.

Los agudos sentidos de Isilwen le permiten determinar, tras el aviso de alarma, que al otro lado del edificio se han despertado y comenzado a moverse muchos hombres... quizás decenas de ellos, que aún no puedes ver, pero sí escuchar.

Al saltar a la barca, el pequeño hobbit descubre con sus agudos ojillos movimiento tras la torre. Multitud de tiendas y agujeros cmauflados que no habían podido ver hasta ahora.

-RETIRADA! RETIRADA! A LOS BARCOS!! VIENEN REFUERZOS DE DETRÁS DE LA TORRE! ISILWEN, OZBEORN, A LOS BARCOOOS! CORRED POR VUESTRAS VIDAAAS!

Después se volvió hacia Demian y norwyn.

-REMAD! REMAD CON FUERZA!

El capitán rohirrim tiene claro que no hay marcha atrás y que en pocos instantes se decidirá si consiguen terminar la misión o si, por el contrario, Caern Andrhen está condenada. 

Se gira hacia la barca y empieza a empujar, pero el peso de Borgo la ha hecho recostarse en el lecho del río y ni tan siquiera sabe como consigue sacar fuerzas para colocarla en el río. Pero lo consigue.

- ¡¡¡Borgo, Norwyn, remad!!! ¡Intentaré darles algo de tiempo para llegar hasta los botes!- vocifera mientras sigue empujando el bote.

El bote avanza lentamente hasta el centro del río, donde hace ya rato Demian no hace pie. Dudando en sí debe quedarse en la orilla a esperar al resto o subir al bote, se queda en la orilla con el agua hasta la cintura, decidiéndose. Ya que aún no es tarde, pero sabiendo que si no sube, Norwyn y Borgo posiblemente se vean arrastrados por la corriente, río abajo y su misión peligre.

-Remad vosotros, dijo Borgo mientras cargaba una flecha en su arco...

Con el arco en la mano, me quedo petrificada durante unos segundos. No me decido a escoger entre remar y atacar. Si remo, puede que salve la vida, pero a cambio dejo a mis compañeros en la estacada. Sin embargo, si ataco, es posible que muramos todos, pero no tendría que vivir con la conciencia manchada de sangre por haber abandonado a unos amigos.

Una luz se funde en mi cerebro. He perdido la capacidad de raciocinio. Me muevo como una autómata. Lanzo una flecha hacia uno de mis enemigos, uno cualquiera, lo único que quiero es quitarle de encima un rival a uno de mis compañeros.

Acto seguido, cojo mi arco y mis flechas y, con mucho ímpetu, se lo paso a Borgo.

-¡Toma pues! ¡No puedo remar y disparar a la vez! ¡Haz uso de ello!

Sueno autoritaria, y no quiero hacerlo, pero no he sido capaz a evitarlo. No tengo control sobre mi cabeza. No estoy allí. Me siento como su estuviese presenciando desde fuera lo que hacen mis amigos, lo que hace mi hermano, e incluso lo que hago yo. Me veo lanzar horriblemente mal una flecha que se pierde en el agua, me veo soltar el arco y las flechas y vociferar sin intención a Borgo que las coja y actúe en mi lugar -seguro que le va mejor, a mí sacándome de la espada, no sirvo para nada en combate- y para terminar me veo sentarme en la barca y agarrar un remo, aferrándome a él como quien se aferra a la vida. Todo mecánicamente, como si mi cabeza se negara a pensar en lo que estoy haciendo. Como si mi mente no quisiera saber nada de mis decisiones ni mis actos. "Ya pensaré en ello mañana", parece decirme.

Agarro el remo con furia y trato de remar, pero me duele tanto la herida que apenas soy capaz a mover el remo.

¡Maldita sea! ¡Mierda de herida! ¡Mierda! ¡Mierda! ¡Mierda!

No es que esté soltando por la boca perlas de sabiduría que vayan a pasar a la posteridad, pero mis exabruptos muestran claramente lo horriblemente mal que me siento en aquel momento, con una herida abierta que amenaza con volver a sangrar, sin destreza bastante con que manejar el arco, ni fuerza bastante o salud suficiente con que mover aquella pesada barca y a sus tres ocupantes.