Partida Rol por web

Cuando volvéis al lugar donde estuvo la emboscada de los templarios, veis en el suelo a los templarios que habíais matado, a aquellos que no conseguisteis matar ya no se encuentran en la zona.

Miro a quien me acompaña y luego otra vez a los templarios muertos. Lentamente bajo del caballo pensativa, y finalmente hablo. Nunca he sido muy religiosa y no se me dan bien estas cosas. Pero creo que lo más oportuno sería enterrarlos y rezar por sus almas para que encuentren la salvación junto a aquel por quién luchaban. Creo que eso sería un modo más que oportuno de disculparles por atacarnos.

- Sí - contesto a Bilyana -, creo que será lo mejor.

En mis años de soldado nunca había "perdonado" a mis oponentes. No era desprecio, simplemente en la batalla sabes a lo que vas: a combatir, a matar, y a sobrevivir. Por lo que te ordenan, por lo que crees. No importa nada más y no combates pensando en la culpabilidad de los soldados del otro bando ni en si te perdonarán por ello. Hubiera pensado en una palabras sobre los cadáveres, unas palabras de disculpa y conciliación. Me hubiera sentido ridículo y desubicado. El planteamiento de Bilyana era más adecuado.

- Enterrarlos, incinerarlos o cubrirlos con piedras - añado, pues creo que haber traído palas.

Piero observaba los cadáveres de los templarios, sin saber qué debían hacer. ¿Perdonar a unos cadáveres hechos trizas? Para colmo, él había perdido a Enrico, su mejor amigo, esa misma noche, lo que hacía que no se sintiera especialmente compasivo.

-Eran templarios, guerreros de la fe cristiana, así que supongo que lo más honorable sería enterrarlos junto a sus espadas, ¿no? -planteó el pintor, aunque no demasiado convencido. Hasta hacía escasos días, no había tenido que matar a nadie, y mucho menos perdonar a quien había intentado matarle.

Respiró profundo, no le agradaba, estaba cansado, odiaba a los cristianos por haberle atacado, a los vampiros por haberlo convertido en esa... Esa pecaminosa y odiosa existencia, y a si mismo, por no haber rechazado la oferta, la vida mundana podría haber sido tranquila, ¿pero que podría esperar? Morir cómo humano hubiera estado bien.

Cargar con la inmortalidad era un peso que se le hacía muy dificil de aceptar, pero quien primaba en la situación actual no era su persona, si no los muertos que a sus pies se encontraban.

Si, serán enterrados con sus espadas y posesiones, más es lo correcto, además de pedir por sus almas, y rogar que encuentren la paz tras las puertas del cielo.

Algo que se nos arrebató.

Pensó con tristeza en su mierto corazón, dejando caer el alo de rabia que cubria este por estar maldito y condenado.

Demosle el perdon cuanto antes, no vaya ser que sus compañeros vuelvan pero dudo que los rezos de nuestras almas condenadas le abran camino al cielo, ¿acaso no somos nosotros a sus ojos enemigos de dios y ellos la espada que imparte castigo? igual simplemente tocar sus cuerpos les pareceria impio a sus amigos - dice  con  dudas de que todo aquello sirva para algo, pero todo fuera por los conocimientos ocultos de ese libro

"Quién esté libre de pecado que tire la primera piedra". O también "como nosotros perdonamos a los que nos ofenden". Aunque estemos condenados no creo que un Dios misericordioso como el que cuentan los cristianos católicos vaya a ignorar el perdón de sus enemigos. Al revés, que tus enemigos te perdonen por haberles atacado debería ser señal de su valor como guerreros. Yo no lo veo como algo inútil.

Dado que no tenemos palas, empiezo a ponerlos en una hilera para luego cubrirlos con piedras. Además, dado que aquí el terreno no tiene demasiada tierra, creo que sería lo más fácil. Luego voy buscando palos para hacer con ellos cruces lo más dignas posibles y ponerlos en cada tumba.

Antón volvería con el resto, aquella parada en su camino no les suponía ningún retraso, pero dar la vuelta... eso sería otro cantar.
Algunos de aquellos insensatos habían muerto por su mano.
- Imagino que pese a sus intenciones de esta noche fueron personas. - Suspiró Antón. - Personas que rieron, lloraron, lo pasaron bien y lo pasaron mal. - Añadió poniendo a los que pudo y como pudo a un lado del camino, en hilera, con los ojos cerrados y las manos cruzadas sobre el pecho.
- Espero que el padre y el hijo y el espíritu santo os acojan y que no os llevéis rencor hacia mi del mismo modo que yo pienso viajar sin rencor hacia vosotros en mi corazón.
Con su condición, manipular los cadáveres y dejarlos en una pose digna le llevaría lo suyo si nadie lo ayudaba.

- Ojala la situación hubiera sido diferente, todos en una taberna con música y buen vino.
Sus palabras que hasta ahora iban dirigidas a los atacantes se interrumpieron para dirigirse a sus compañeros.
- Esta gente debería descansar en tierra sagrada, deberíamos arreglarlo. - Sugirió ante las iedas de sus compañeros de enterrarlos ahí, a los cristianos les horrorizaría la idea de no descansar en un cementerio.
- Volveré al monasterio y pediré que vengan con un carro. Debería haberlo pensado allí, pero no se me ocurrió. - Reconoció Anton - ¿Quién vuelve y quien sigue para hablar con nuestros perversos amos? - Preguntó al grupo.

Mientras sugeríais que hacer con los cadáveres, algunos habían propuesto enterrarlos con sus armas, otros ponerles piedras, Anton llevarlo a un sitio sagrado, mientras habláis y decidís que hacer los pedazos de los muertos se recomponen, sus heridas se cierran y se ponen en pie, milagrosamente, han vuelto a la vida. 

Parecen confusos, están en un estado de shock y no parecen poder hablar, comienzan a seguiros allá a donde vayáis

- ¡Demonios! - susurro con incredulidad al ver cómo se levantan de nuevo.

En la mitología de mi tierra los estos muertos vivientes no son desconocidos pero nunca había visto uno. Hasta ahora. Puede que en otro momento hubiera salido corriendo por instinto pero ahora, siendo lo que soy, es algo nuevo que incluso me despierta algo de curiosidad. Si yo mismo soy un demonio, por qué iba a sorprenderme de lo que veo ahora.

- ¿Sabría esto ese anciano? ¿Cappadocius? - digo y, al ver que nos siguen, continúo -. Volvamos, como nos indicó.

          - Por favor ayuden a hacer una fosa para darles una santa sepultura intercambiándonos las palas, les he pedido tres o cuatro palas a Capadocius y los suyos para enterrar a los restos de los aquí caídos, antes de rezar por sus almas! -     Dice con voz alta la duquesa Borgia mientras que levanta las palas para que todos las puedan ver, mientras que mira atenta a su alrededor cuando reconoce el milagro de los cuerpos incorporándose y se persina asustada, asintiendo las palabras de Nicolae y Anton, susurrando al ver a los restos de los templarios incorporarse :

            - Esto es un milagro o una maldición infernal?     Lo ha hecho alguno de ustedes o habrá sida Capadocius?

Antón pegó un respingo hacia atras distanciándose de los cadáveres reanimados y recompuestos.

- ¡Jo-der! - Exclamaría al ver al aquello.
Tras ver lo que acababa de ver iba a volver al monasterio a por respuestas, no podía ser de otro modo.
- Volvamos y llevemonos a estas cosas con nosotros, sea lo que sean... - Dijo estupefacto, no sabía quien lo había propuesto, pues no se había fijado demasiado en lo que decían sus compañeros debido a la sorpresa.

Piero no daba crédito a lo que estaba contemplando. Los templarios a los que habían dado muerte ya no estaban muertos, sino que después de que les rezaran y se produjese el perdón hacia aquellos que les habían atacado, los templarios habían regresado a la vida. Parecían estar en estado de shock y sin capacidad de hablar, aunque más allá de ello, el pintor no notaba nada raro en ellos.

-¿Creéis que Cappadocius sabía que resucitarín? -preguntó Piero, asombrado por lo que estaba contemplando. Definitivamente aquello era un auténtico milagro.

Enzo se quedó impresionado al ver a los muertos alzarse ante ellos... - Vale lo mejor es llevarlos al monasterio, la verdad no sé si Capadoccius sabía esto, pero lo mejor será llevarlos allí y que nos siga guiando. No estoy muy a gusto con muertos alzados así que cuanto antes lo llevemos mejor. Enzo mirando con asombro todavía a aquellos cadáveres se acercó a Piero para encontrarse más resguardado.

Observo sorprendida como los templarios que habían muerto se levantan. Incluso aquellos que prácticamente había partido por la mitad con mis garras lo hacen. Por un momento me preparo para sacar nuevamente mis garras pero me contengo a tiempo, quedando simplemente estupefacta ante lo que veo.

Y es que contrariamente a las historias sobre muertos reanimados qué tantas veces he escuchado, estos muertos parecen como si estuvieran vivos, como si se hubieran recompuesto como una estatua de barro.

Escucho lo que dicen los compañeros pero, en vez de ello, me voy acercando a cada uno de los templarios para ponerme frente a ellos. Yo te perdono por tus actos en mi contra. Comprendo que actuabas como creías que era lo correcto y por tanto no tengo nada que reprocharte. Voy haciendo eso con todos y cada uno, aunque me giro a mis compañeros.

Haced exactamente lo mismo, igual a esto se refería Capadocius. Y si no, no nos hace daño y luego podremos volver al monasterio.

Albert se vio sorprendido por el levantamiento de los caballeros, algo que primero lo aterro un poco pero el temor rapidamente se convirtio en curiosidad insana por como habia pasado aquello - han perdurado a la muerte, que interesante y digno de estudiar- comenta mientras rodea a uno observandolo con detenimiento

Considero las palabras de Bilyana y creo que tiene razón. Así que antes de marchar, con cada uno de los templarios revividos, la imito.

- Luchaste con honor y por lo que creías. No somos enemigos, ya no hay nada que perdonar.

Fue sorprendente, en verdad, el ex monje se se sintió superado por la situación, pero no podía dar marcha atrás, tenía que poner voluntad y hacer lo que correspondía, concordando con sus colegas.

Si... Deberiamos llevarlos, si, eso sería lo correcto, tal vez.