Ken Watanabe estaba tranquila y pacificamente durmiendo en su cama cuando algo lo sobresaltó, cuando la puerta se abrió de repente haciendo que este se despertara con brusquedad, y ahí estaba, frente a la puerta no otro que Alexander Sekitan, no había sonado ninguna alarma de la mañana aún, por lo que parecía ser que se despertó de propio para ir hasta su habitación por algún motivo.
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La pulsera de Alexander Sekitan empezó a sonar con unos "Beeps" bastante sonoros e intensos, probablemente fueran capaces de despertar a todos los presentes con aquellos pitiditos. Pero a parte de sonar, este mostró la acción prohibida de aquel muchacho, al parecer, la había incumplido con este acto.
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Rápidamente el veneno de la pulsera se inyectó en la muñeca de Alexander Sekitan y su piel de por sí pálida empezó a tornarse de un color morado y purpúreo a la par que sus ojos se inyectaban en sangre y sus lágrimas que caían eran también de estab substancia rojiza. A parte de eso, la boca del muchacho empezó a esputar espuma hasta que todo su cuerpo finalmente colapsó, cayendo al suelo como si no fuera más que una muñeca de trapo.
Aquel día había sido largo, lleno de experiencias en las que aquellos jóvenes practicamente apenas podían soportar pero, aún así miraban con cierto optimismo -quizás ingenuo- el futuro, uno lleno de esperanza por poder terminar con todo eso de una buena vez, aunque quizás lo que no sabían era que la desesperación siempre estaba al acecho.
Con las esperanzas de dormir tranquilos durante la noche, estos se refugiaron en las habitaciones como un lugar aparentemente seguro para poder descansar... aunque bien sabían que esto estaba lejos de ser cierto, una noche que contaba como dos repletas de asesinatos lo habían demostrado.
Aún había algo de tiempo para hacer cosas, por lo que si era lo suficientemente valiente o suficientemente insensato este alumno secuestrado podría salir de su cuarto y tratar de hacer algo según sus posibilidades y habilidades, o esperar a que nadie fuera a hacerle nada.
Ya era bastante tarde en la noche, por lo que Ken Watanabe se despidió de Kiryu Akame para regresar a su cuarto; a fin de cuentas este muchacho no quería ser castigado por aquel oso por incumplir las normas y quedarse dormido en alguna otra habitación que no fuera la suya.
Luego de aquel largo día con un asesinato por envenenamiento (o algo así) y un juicio, lo primero que esta persona deseaba hacer con todas las ansias del mundo era simplemente irse a dormir; por lo que esto hizo, con las esperanzas de poder despertarse por algo que no fuera tan molesto como el disparo de una escopeta en el pecho de alguno de sus compañeros o un "BEEP BEEP" de la pulsera.
La pantalla que se encontraba en la habitación se encendió, y tras mostrar un pequeño vídeo de un reloj con varias partes móviles girando en direcciones contrarias, incluso el minutero iba en sentido anti-horario; el fondo cambió al de Monokuma, al parecer iba a dar otro aviso escolar, puesto que habló con su aparente pulcreza, elegancia y clase.
-¡Buenos días a todos!. ¡Son las 7 a.m. y el horario nocturno se ha terminado!. ¡Es hora de despertarse y brillar!. -Comentó de forma alegre- ¡Preparáos para dar la bienvenida a otro hermoso día!.
Estando sorpresivamente vivo, aquel alumno secuestrado se dispuso a salir de su cuarto con las esperanzas de encontrarse a alguien más muerto en aquella noche, no eran unas esperanzas ni unos deseos de verlos muertos, sino que simplemente era lo que esperaba que pasara.
Aquel día había sido largo, lleno de experiencias en las que aquellos jóvenes practicamente apenas podían soportar pero, aún así miraban con cierto optimismo -quizás ingenuo- el futuro, uno lleno de esperanza por poder terminar con todo eso de una buena vez, aunque quizás lo que no sabían era que la desesperación siempre estaba al acecho.
Con las esperanzas de dormir tranquilos durante la noche, estos se refugiaron en las habitaciones como un lugar aparentemente seguro para poder descansar... aunque bien sabían que esto estaba lejos de ser cierto, una noche que contaba como dos repletas de asesinatos lo habían demostrado.
Aún había algo de tiempo para hacer cosas, por lo que si era lo suficientemente valiente o suficientemente insensato este alumno secuestrado podría salir de su cuarto y tratar de hacer algo según sus posibilidades y habilidades, o esperar a que nadie fuera a hacerle nada.
Ken era probablemente el que por lejos más sabía del resto de participantes ¿Habría tomado notas sobre sus Ultimates? ¿O sobre sus investigaciones? Solo había una manera de saberlo.
Saki buscó el cuaderno de Watanabe, primero en los lugares más obvios, como sobre las mesas o la cama, y progresivamente en lugares más complicados: debajo de la almohada, en cajones, entre la ropa y detrás y debajo de muebles. Si lo encontraba y resultaba tener información interesante, se llevaría el diario con ella y lo guardaría en su propia habitación, no podía permitir que los infiltrados se hicieran con él.
Tras rebuscar y cotillear, -pues eso era lo que ambos podían hacer- estos dos muchachos curiosos se encontraron con no otro que el diario de Ken Watanabe; no era algo demasiado difícil de encontrar, puesto que estaba justo en donde había encontrado el suyo propio.
Al parecer Ken Watanabe no lo había usado siquiera, puesto que este se encontraba en perfecto estado y no parecía que había sido manipulado por nadie, y aún así, este se encontraba en blanco.
Ya era bastante tarde en la noche, por lo que Saki Tomoe se despidió de la habitación de Ken Watanabe para regresar a su cuarto; a fin de cuentas esta muchacha no quería ser castigada por aquel oso por incumplir las normas y quedarse dormida en alguna otra habitación que no fuera la suya.