Partida Rol por web

¿Otro títere en las manos de Durius? Posiblemente, aunque al menos era capaz de mostrar empatía, fingida o no. No quedaba otro remedio que solicitar permiso al Secretario Ducal, lo que no significaba quedarse de brazos cruzados. Primero atendería a Tiberiu, y sabiendo que no iba a disponer del servicio se remedió con lo poco que había como refrigerio, apenas unos frutos secos y alguna fruta. Sería suficiente para que su pequeño estómago se llenara mientras el fuego calentaba su triste estado de ánimo.

- Tomescu... -dijo casi ausente mientras observaba las llamas-. Busca al Capitán Ferenk y hazle saber que agradecería conocer el estado en que se encuentra Schaar, pero es importante que se lo comuniques a solas -Parecía el único desligado a las finos hilos de Durius-. Si Durius está cerca evita el encuentro y finge yendo a buscar algo de comida, o lo más sensato que se te ocurra depende de dónde te encuentres.

Recordó su reacción anterior.

- Es un momento delicado, pocas opciones tenemos si mostramos nuestro ímpetu desbordado por traer de vuelta a Schaar con nostros  -Miró a su hijo. Siempre supo que era diferente, especial.

Iría en persona pero... No, era mejor quedarse con Tiberiu. Si lo dejaba con Tomescu y era ella la que andaba de aquí para allá llamaría aún más la atención, por no mencionar que se expondría más fácilmente y no necesitaba mostrar sus cartas, aún.

- En cuanto obtengas respuesta regresa y veremos qué hacer. Lo ideal es poder hablar con él, pero me temo que esta noche será complicado. Tal vez más tarde, pero ahora muchos ojos estarán pendientes. Sí, más tarde...

Despidió a Tomescu con un ligero gesto de su mano hacia la puerta. Tenía que pensar.

Me acerco lentamente a Dubieta con gesto firme.

- Prima, sé que estáis cansada, pero ¿puedo preguntaros qué habéis hablado con el Chambelán? Temía por vuestra seguridad.

DUBIETA:

- Intuyes que Schaar está vivo, pero que le aguarda un funesto destino plagado de tormento.

De pronto, el niño lanza un grito agudo llevándose las manos a los ojos. Sus lloros, su dolor, no consigue aplacarlo ni el abrazo de una madre.

Unos segundos después, vuelve a gritar cayendo al suelo, como si le fallaran las piernas.

TIBERIU:

- Pudiste sentir algo en tus sueños, pero ahora despierto no notas nada más allá de la inquietud normal dadas las circunstancias.

Eso mismo quisiera saber yo. Al menos así paso el tiempo.

Espiar estaba mal, pero Elena no tenía inconvenientes, además esas damas eran tan despreciables como cualquier ser del averno.

Boru se limitó a guardar silencio junto a la puerta, sin alzar la mirada, ni moverse. No parecía tener intención alguna en sentarse, descansar, comer o en pocas palabras, hacer cualquier cosa que no fuera limitarse a estar de pie y vigilar el lugar en silencio, cumpliendo su eterno servicio.

Pudo ver a Tomescu, a quien no veía desde su llegada al castillo, y se acercó a él, parándose y quedando firme junto a él, manteniendo el silencio durante los primeros minutos, hasta que finalmente decidió cambiar esta idea. - ¿Cómo te encuentras? - Desde la última vez que se vieron, Boru parecía más pálido, más cansado.

DAMA DUBIETA:

- Por un momento sientes los ojos de Durius clavados en ti. Son ojos intensamente rojos y luminosos, sin iris ni pupila.

- Pronto la sensación se desvanece y te das cuenta de que Durius no está aquí.

- Poco antes de eso has sentido un dolor agónico en ojos y rodillas. Como si te arrancaran los ojos de la cara, cauterizaran las cuencas vacías con un hierro candente, y a continuación te quebraran las rodillas con una maza.

DAMA RADOVINA:

- Por un momento sientes los ojos de Durius clavados en ti. Son ojos intensamente rojos y luminosos, sin iris ni pupila.

- Pronto la sensación se desvanece y te das cuenta de que Durius no está aquí.

Tras la partida de Tomescu

Su mirada ausente parecía observar el fuego, pero realmente rememoraba la conversación previa antes de entrar a su aposento. Una suave sonrisa se depositó en sus labios, ¿merecía la pena perder el tiempo preocupándose por su seguridad? ¿Acaso no estaba en constante peligro desde hacía...? Ya no importaba, había pasado demasiado tiempo desde que se sintió segura.

<<Aún hay cierta cordura dentro de estas paredes, lo que no ayuda es saber si están al nivel del peligro que nos acecha>>, comenzó ligeramente enigmática pero completamente cauta a la hora de revelar detalles. <<Schaar a debido caer bajo alguna mala arte Basarab, una que ha nublado su siempre buen juicio. Al parecer atacó a Durius, o lo intentó. No me ha ofrecido más información el Chambelán. Eso sí, parece poseer una sincera empatía por mi circunstancia y me sugiere pedir audiencia mañana con el Secretario Ducal>>.

Casi estaba segura que esa eran las palabras que había compartido con su prima.

Agradecía que Tomescu hubiera partido pues era palpable en su semblante la angustia que atenazaba su corazón, su alma oscura que se negaba a doblegarse ante lo que se suponía que debía ser. No dudaría en desmembrar a cualquiera con tal de mantener a salvo a su pequeño, o cometer crueles ardides si podía alcanzar sus propósitos; pero ahora se preguntaba hasta qué punto no era más que un hermoso pájaro enjaulado.

Cayó de rodillas con un grito agónico enmudecido en su garganta, pues tal era el dolor que acababa de sentir que no había forma posible de expresarlo. Sus manos taparon los ojos que estando allí no estaban, y pronto fue casi imposible permanecer de rodillas. Apoyó su cuerpo como bien pudo mientras mordía la manga de su vestido.

"Durius...". Lo supo.

"Durius...". De hecho siempre lo supo.

Podía sentir como afloraba su ira, su sed de sangre y carne. Pero no aún. Todavía no. Lo más preciado yacía sumido en un sueño reparador y con solo mirarlo su esencia se replegaba y permanecía agazapada, esperando el momento.

El soldado nunca había sido de mucha ayuda para su señora, era por así decirlo el plan B por si algo salía mal, pero siempre había estado Schar para solucionarlo. Ahora me tocaba a mí. No sabíamos lo que había pasado, y eso más que nada es lo que nos tenía en vilo. La falta de información agobiaba a Dubieta, así que intentaría encontrarla.

Asiento ante sus palabras, mientras frunco el ceño, tiene que tener muy pocas opciones si me manda a mí a hacer un trabajo delicado.

-Haré todo lo posible Señora- le contesto escuetamente, ya me estoy empezando a poner nervioso.

- El Guardia Tomescu sale de las Estancias de Invitados y se dirige hacia el Patio del Castillo.

Escuchó las palabras de Dubieta en el más estricto silencio. Él había estado allí, sabía lo que había pasado, y el chambelán se había ahorrado no poca información. Aun así, su deber era callar y obedecer, y solo hablar si así se lo decía su señora.