Partida Rol por web

Uruk, la gran ciudad. Con cerca de cinco mil habitantes, calles serpenteantes y malolientes, asnos, bueyes, campesinos y artesanos, forma un todo cambiante que extiende su influencia por toda la zona y en el que, crees, siempre has vivido. Pocas son las cosas de las que puedas estar seguro: tu nombre, tu oscura dedicación y tu religiosa observancia a los dioses. Ereshkigal -diosa del inframundo- parece sonreirte estos últimos tiempos.

Tu señor Laqip, sacerdote del templo de Enki -dios del mundo acuático-, acostumbra a ser enviado a otras ciudades como embajador y comerciante. En esas misiones tú "siempre" le has resultado de gran utilidad.

Pero ahora las cosas han cambiado. Por primera vez desde que te pusiste a su servicio, esta noche en la que os reunís en secreto en su casa, te ha pedido un trabajo dentro de Uruk. La víctima ha de ser Ibbi-Adad, sumo sacerdote del templo de Shamash -dios del sol-. Siempre has sido fiel, discreto y efectivo, de manera que es evidente que en esta ocasión no espera menos.

Desde que tengo memoria he seguido las directrices de mi señor, convencido de la verdad de sus actos. Sin saber hacia donde encaminar mi vida, me fue dada una razón de existir..cumpliría con los designios de los dioses que hablaban a través de la voz de mi señor. El encargo de hoy me tiene confuso, es mi primera "caza" en mis propias tierras. La presa, probablemente la más difícil hasta el momento. No habría margen para el error, no aquí, en Uruk. Un pequeño fallo y todo se desmoronaría en torno a mí.
No es que tenga aprecio de mi vida pues soy un mero instrumento de mis Dioses, pero me fue enseñado que mi vida ha de ser conservada, como herramienta útil que es, de los designios de mis superiores. Nunca he cuestionado una orden, pero un Sumo Sacerdote...

Un pequeño palpitar en mis sienes levanta un ligero dolor punzante mientras camino. Me aseguro de no ser seguido, una costumbre desarrollada a través de los años, que me ha permitido seguir sirviendo lealmente a mis funciones. En territorio desconocido conoces los riesgos, cada esquina es una trampa...pero en propio territorio es incluso peor, cualquiera podría ser un enemigo potencial, un asesino disfrazado, la paranoia se dispara en la mente y cualquier gesto fuera de la rutina de las demás personas es tenido como una amenaza.

Cuento con mi instinto, no me ha fallado hasta ahora.
Mi trabajo no será fácil, ni tan siquiera recabar información directa sería apropiado. Por suerte cuanto más alto es un cargo, más pública se hace su vida; más eventos por dirigir o presenciar, más movimiento fuera de la seguridad de las habituales cuatro paredes...; y por tanto más recovecos en su protección.
Ya lo había decidido, seguiría el procedimiento habitual, extremando las precauciones, dejando falsas pistas para los espías que seguramente tendría el propio Sumo Sacerdote

Me dirijo directamente hacia mi vivienda, una acojedora villa, con un escaso atrio de columnatas. Mis ropas no eran adecuadas para mi empresa en los arrabales, el punto de encuentro de uno de mis contactos. Sabía perfectamente donde se encontraba durante las noches, durante años había desempeñado labores de "diplomacia" similares a las mías. Aunque no siempre comprendíamos la postura del otro, el respeto era mútuo. Tras recibir un pequeño refrigerio de parte de mi criado, desfile a través de la puerta directamente hacia la pequeña cantina de los arrabales de Uruk.
No era el edificio más destartalado, y su solidez lo hacía al menos, medianamente seguro. Comprobé nuevamente mis espaldas y los alrededores, al acecho de cualquier vulgar cortagaznates. No eran escasos los ladrones que para obtener una escasa bolsa estaban dispuestos a degollarte; al fin y al cabo Uruk vivía tiempos en los que se catigaba con extrema dureza a los infractores y nadie del "trabajo" estaba dispuesto a dejarse reconocer por su víctima y ser posteriormente perseguido. Mis ropas toscas podrían haber pertenecido a cualquier habitante normal del barrio, de esta forma no llamaría la atención de los "distinguidos comensales". Mi contacto era hombre de antiguos hábitos y aunque retirado de su servicio, todavía gustaba de tomar contacto con los miembros del "oficio" y los bajos fondos.

Seluku, apodado el Rojo por aquellos que realmente saben a qué oscuro trabajo se dedicó en sus "buenos" tiempos, acostumbra a frecuentar la pequeña y un tanto destartalada cervecería* en la que te adentras apartando la tela que sirve de puerta. Escasamente una habitación de 5 ó 6 pasos de largo y 3 ó 4 de ancho, sirve de refugio para unos cuantos viejos sentados en un rincón, entre los que se encuentra Seluku, así como algunas otras personas menos maduras en diferentes estados de embriaguez, la mayoría jugando a las tabas ("dados" hechos con huesecillos de las articulaciones de los animales).

Vuestras miradas se encuentran y el hombre dice algo a la concurrencia, despidiéndose apresuradamente, simulando que eres un familiar que viene a buscarlo. Una vez fuera te mira fijamente, como tratando de leerte la mente...

Te cercioras una vez más de que nadie te sigue y por enésima vez te consigues convencer a ti mismo de que nadie ha sido lo suficientemente cauteloso para seguirte sin que te dieras cuenta.

- Hace ya tiempo Rojo. Busquemos un lugar privado, necesito de tu oficio.- le digo sin apenas ademanes.

Sigo sus pasos por las callejuelas mientras examino su fisionomía. Un cuerpo enjuto, más fibroso que musculado, aunque no carente de fuerza. Su madura edad no parece haber restado un ápice de sus conocidos reflejos; y estos, templados con la experiencia y añadidos a su sangre fría, constituían la mejor arma del Rojo.
Los colegas de oficio lo sabían, yo lo sabía y el Rojo lo sabía; no era hombre de grandes discursos, pero si te mezclabas al Rojo en tus asuntos, mas valía prestar atención a sus palabras.
El respeto era mútuo, pero lejos de eso, no dejaba de ser un asesino más. Aunque reconvertido en informador, todavía circulaban los rumores de que importantes cargos recurrían a sus viejas artes para algunas ocasiones especiales. Esto, unido a mi actual objetivo, me ponían en guardia contra mi propio camarada.
Nunca conoces lo suficiente a alguien, y menos en este mundillo...

-¿Por qué me molestas esta vez? Estaba hablando con unos viejos ignorantes. -Bromea Seluku. Ya has tratado con él otra vez y sabes que es un "adicto" a su trabajo. Nunca se ha retirado del todo, pese a su edad, porque no quiere dejar escapar el recuerdo de viejos y gloriosos trabajos, la emoción, el peligro...

-Hacía ya tiempo que no venías a visitarme y pareces incluso más cauto que de costumbre, debe ser algo importante... -dice a la vez que le brillan los ojos con interés mal disimulado.

Las calles, prácticamente vacías a estas horas, todavía resuenan con conversaciones (y algún grito) dentro de las casas. Algún ladrido ocasional también rompe la monotonía de una noche, por lo demás, bastante calmada. Nadie os sigue y no adviertes peligros emboscándoos.

- Con el tiempo el oficio abre brecha en nuestros coraznes y una ligera paranoia se instala en ellos; aunque esta misma nos permite volver a contemplar el siguiente amanecer. Llevo tiempo fuera de la ciudad ocupado en mis quehaceres y necesito ponerme al día con rapidez. Seme solicita una estricta vigilancia, pues parece que la luz del sol está siendo teñida por oscuros designios -

Sabía que dificilmente podría engañar al Rojo acerca de mis intenciones, pero tal vez mi objetivo permaneciera velado a sus ojos u oídos. El sumo sacerdote era un cargo demasiado elevado como para pregonar mi interés por él; y tal vez su elevada potestad cubriera mis intenciones...¿quién lograría imaginar que fuese la siguiente víctima de un devorador de sombras*?

- Te diré más en cuanto estemos en un lugar más privado, ¿hacia donde nos dirigimos? - interrogo al Rojo con aire de desinterés

El interés del Rojo no parecía ir más allá de lo meramente estipulado por un conocedor del oficio, pero las promesas de riqueza son la moneda de cambio de personas como el Rojo, y aunque exista respeto; las precauciones tomadas no deben ser pocas.

-Por aquí, hay un taller abandonado junto a la muralla.

Seluku te guía entre las callejuelas con paso decidido. Durante todo el trayecto no hay intercambio alguno de palabras, y salvo alguna mirada de reojo para asegurarse de tu posición, no ha habido otra interacción. Finalmente desembocais en la sombra de la muralla y con manos expertas abre el taller al que había hecho referencia tras asegurarse de que nadio os está observando. Luego pasa en silencio y espera a que pases para cerrar tras de ti.

-¿Y bien? -inquiere el viejo mientras sin desviar la mirada de tus ojos su mano derecha se pierde entre su capa.

Paseo mi mirada por el taller rapidamente. Algo dentro de mi interior se inquieta, tal vez sea por la misión que pesa sobre mis hombros. Un error no será ni admitido ni perdonado.
Los movimientos del Rojo infunden sospechas en todos mis sentidos.

Debía revelar la mínima cantidad de información indispensable, tanto por la seguridad de la misión como por mi propia seguridad. Algo me mantenía alerta desde que salí del encuentro secreto con el ilustre Laqip.

- Necesito conocer los eventos que el Templo de Shamash tiene programados en las próximas fechas: localizaciones, fechas, participantes, asistentes y seguridad. Además de un plano del Templo y la descripción de la guardia. -digo con parsimonia.

- Me gustaría saber cuanto de ello me puedes conseguir y el plazo de entrega de la información. Tu impones la minuta y la formade pago. - remato con calma.

La mano entre las ropas de Seluku sin duda reposa sobre una daga oculta, pero no parece tener la intención de utilizarla. Es posible que desconfiara de ti tanto como tú de él. Un viejo asesino seguramente acumula muchos enemigos a sus espaldas con el correr de los años.

- Los eventos que el Templo de Shamash tiene programados -musita- Ummm, vaya, interesante. Sería más fácil si me revelaras en quién en particular querrías que fijara mi atención, aunque sin duda eso elevaría mi precio y me daría conocimientos que no quieres compartir conmigo. -sonríe- Siempre me ha gustado tu forma de actuar.

Un escrutinio del taller y algunas miradas furtivas hacia el exterior durante la conversación te da la práctica seguridad de que nada anormal está sucediendo. Poco a poco podrías empezar a calmarte y centrarte más en la conversación con el viejo asesino.

- Bien, vigilancia, algunas preguntas, algunos contactos... Esto no será barato, eso te lo aseguro. Me llevará unos días, tres o cuatro, al menos. Más si no tienes mucha prisa. Cuanto más tiempo, más fiablidad, como debes imaginar. Para el plazo corto querré un buey. Para el plazo largo una vaca cada semana. Sabes que mi precio es merecido y también que no cederé en ello, así que acabemos cuanto antes. ¿Qué te parece, chico?

- Tres o cuatro días me parece adecuado, el precio también. El pago se hará en cuanto la información este en mi mano. Si requieres un adelanto deberás concretar un día antes de que expire el plazo. Creo que conlo que te he pedido tengo suficiente por ahora. Si necesito máste buscaré en la cervecería en una semana. - digo con aquiescencia.

La lógica me dicta que eventos del Templo deben ser realizados por el propio Sumo Sacerdote. Medianamente satisfecho al saber que mis peticiones serán atendidas, comienzo a pensar de donde sacaré el enorme pago que el Rojo me requiere. Tal vez el señor Laqip pueda realizar el pago, camuflando la procedencia de los bienes. Mi mente comienza a cavilar los primeros pasos del atentado.

Será un ataque en tres fases: elaboración, ejecución y evasión. Probablemente me sea imposible acercarme lo suficiente como para escapar a tiempo. Debería utilizar un medio sutil que no deje rastro...tal vez un veneno...

Tras divagar rapidamente los primeros pasos le digo al Rojo ya más relajado:

- ¿Sigues haciendo algún tipo de encargo por tu cuenta? -

- Alguien como yo nunca deja la profesión del todo, ya lo sabes. ¿Quién hay del que una mano diestra como la tuya no pueda librarse? ¿O tal vez quieras que las sospechas no recaigan en ti? -pregunta con un brillo de divertida maldad en sus ojos.

- No me preocupan las dificultades, las circunstancias que las rodean...bueno eso es otro asunto. De todas formas me gutaría saber si tengo que preocuparme de alguien de nuestro oficio que cubra las miradas de ese templo. ¿Sabes de alguien? - le pregunto intentando aparentar que la cuestión no es trascendente.

- Si alguien de nuestro oficio fuera tan poco hábil como para que mis contactos lo perciban, serás informado. Otra cuestión sería si alguien me preguntara *ahora* si sé de alguien de nuestra profesión que esté interesado en el templo... La información es siempre un arma de doble filo. Pero tranquilo, ya quedan pocos como nosotros y debemos protegernos frente a esas nuevas generaciones de matarifes chapuceros. Nadie más me ha preguntado y si lo hubiera hecho te vendería esa información. -dice el viejo asesino con una sonrisa torcida.

- Creo que ya está todo dicho, ¿verdad? Nadie debe vernos y menos juntos, demos por finalizada esta reunión...

- De acuerdo, por ahora es todo lo que necesito, gracias por tu habitual eficacia - digo con una sonrisa de complicidad.

Con un poco de suerte, sólo tendré que desacerme de la guardia para llegar hasta el sumo sacerdote.

Seluku se asegura de que todo quede como estaba antes de asomar por la puerta tras cerciorarse de que nadie mira, abriéndola lo suficiente para pasar y dejarte pasar y finalmente la vuelve a cerrar como estaba antes de entrar vosotros.

Un ligero asentimiento finaliza vuestra reunión y cada uno parte hacia unas sombras diferentes, en direcciones diferentes.

La noche todavía es transitable, el frío de mi daga me mantiene centrado en mi realidad actual.

Todavía tengo tiempo de hacer una pequeña visita a los alrededores del templo y ver que tipo de vigilancia externa presenta.

Mis pasos se dirigen hacia el templo del sol, curiosamente pronto se verá eclipsado por la tragedia, una tragedia que se cernirá sobre su cabeza visible. Los pensamientos fluyen hacia mis facciones formando una mueca sarcástica, casi una sonrisa.

El templo de Shamash, dios del Sol, se encuentra en uno de los vértices del aproximado cuadrado que forma la ciudad, como guardando una de sus grandes torres. De hecho, la muralla de la ciudad, de unos 6 metros de altura y fabricada en adobe, apenas es sobrepasada por el pequeño y antiguo ziggurat del templo.

Un muro de unos 2 metros y medio separa el recinto del templo del resto de la ciudad, dejando ver sólo la estructura escalonada del centro del recinto, coronada por la pequeña sala donde se protege la estatua del dios, iluminada perpetuamente por una llama. El muro no parece tener espacio para que las personas deambulen sobre él, no tiene carácter verdaderamente defensivo.

Por lo que sabes, dentro del recito del templo hay diversos talleres y dependencias, reservándose sólo el ziggurat para el culto.

Tras deambular un rato, con cuidado, alrededor del recinto (en sus dos partes que no tocan con la muralla) acabarías pudiendo atisbar un guarda recortado contra la entrada del ziggurat que al parecer también deambula alrededor de la "caseta" que corona la estructura escalonada.

La noche avanza y sientes el frío adentrándose en tus ropas, calándote los huesos poco a poco.

El muro es lo suficientemente bajo como para poder escalarlo rápidamente. El problema más claro es la guardia, con la posición ventajosa divisa todo el entorno y está demasiado lejos como para alcanzarlo. Por no decir de más guardias que no pueda contemplar desde el exterior. Una incursión, sólo podría ser realizada de noche y con dificultades sin conocer las rutinas de la guardia y sus puestos. La información del Rojo se vuelve cada vezmás indispensable.

Tal vez..., esos talleres requieren abastecimiento externo, si conociese los turnos de abastecimiento podría sustituir a uno de los transportistas y colarme fácilmente. Despúes tendría que quitar de enmedio al artesano sin despertar sospechas y esperar a la noche dentro del taller para poder acceder al templo...No es descabellado...Mañana será un día largo, tendré que entrevistarme con el señor Laqip y más tarde comprobar la rutina del abastecimiento.

Tras un último vistazo a la figura me alejo hacia mi vivienda buscando el calor del hogar.

Regresas sin incidentes a tu casa, ansioso de algo de descanso. Tu mente sigue cavilando sobre el plan perfecto, pero tus huesos han cogido el frío de la noche y tus músculos entumecidos piden descanso a gritos. Te metes entre las cálidas mantas de tu lecho y duermes plácidamente hasta que los sonidos de la ciudad te despiertan la mañana siguiente.

La mañana se presenta atareada, tras enfundarme en mi indumentaria habitual y tomar un refrigerio me dirijo con paso firme al mercado local donde espero descubrir alguna información de primera mano acerca del suministro al interior del templo.

Es probable que encuentre algún tipo de información útil si formulo las preguntas adecuadamente.