Partida Rol por web

Su mano se dirigió a su rostro unos segundos, tapando su boca mientras pensaba, intentando evitar que las palabras brotaran descontroladas. Debemos encargarnos de todos ellos en una misma noche, así evitaremos aletarlos de un posible ataque. Tenemos que planear algo eficaz... intentemos poner a esa mujer de nuestra parte... y que el asesino se encargue de controlar al otro objetivo. ¿Conocen tus antiguos a ese asesino? y lo que es aun más importante, ¿le confiarías tu no-vida? Seún podía recordar eran dos los sujetos a los que dar sentencia. Pero podrían ser muchos más los aliados. Necesitaba de toda la información que fuera posible. Ha llegado el momento de que compartas conmigo todo los recuerdoss de ese desencaminado culto. Quizás sea ella la elegida.

-La lealtad del asesino está más allá de toda duda, es la lealtad que únicamente una mente muerta y sedienta de sangre puede ofrecer. No se detendrá ante nada, y no conocerá el miedo, pues será el cadáver reanimado de un guerrero. De hecho, tendrían que despedazarlo para conseguir que detuviese su ataque, y recordará las habilidades que tuvo en vida, así que deberíamos elegir bien y, quizá, darle armas envenenadas por si debe enfrentarse también a guardias mortales.

Una vez explicadas las características de su instrumento, cuenta lo que aprendió durante su estancia en el templo de Osiris, y pregunta qué objetivos tiene exactamente Joseth en mente. Además, sugiere sincronizar este ataque con la infección de los rebaños Osiríacos con una oscura enfermedad de la que no da demasiados detalles, pero que parece poder provocar a su antojo y que se extenderá con facilidad entre los suyos.

Se sorprende al escuchar las habilidades del vástago de ónix, siendo del trodo agradecidas. El sacerdote le intenta explicar que cualquier cosa que necesite para ello, incluso si desea potenciar alguna de los efectos, así como el veneno, podría encargarse personalmente de conseguirlo. Incluso podría atraer a cualquiera que conociera su rostro o su nombre hasta donde él estuviera. Los objetivos son aquellos que organizaban los ataques contra el templo y contra su cervecería. Conociendo de antemano la  presencia de Tch´moar en ambos, espera saber como llegar hasta ellos.

Tras esta provechosa charla pasáis noches completas tratando de encontrar la mejor manera de conjugar vuestras fuerzas y capacidades para hallar la manera de acabar con el culto de Osiris en una sola noche. Es el mismísimo sumo sacerdote de Set quien os saca de estas reflexiones:

-Bienvenido a nuestro culto, Tch'moar, es agradable contar con alguien como tú de nuestro lado. Espero que te hayas aclimatado bien, ahora eres de los nuestros y nos placerá darte cobijo en el templo, si así lo deseas. En cualquier caso, no he podido evitar enterarme de vuestros planes y creo que podría contribuir sembrando una idea en vuestras mentes -dice el sumo sacerdote con una plácida sonrisa en sus labios. Lejos quedaron los días en los que se le veía crispado.

-¿Os habéis planteado hacerlo inmediatamente? ¿Para algo concreto? Os informaré de algo: no estáis preparados. No para un golpe definitivo. No conocéis apenas nada de ellos. Tienen seguidores y aliados por todo Egipto. No se puede acabar con ellos en una sola noche así como lo planteáis. Ni se puede poner en peligro la tarea que te he encomendado, Joseth, por un simple asalto a un templo. De ninguna manera. Preparaos, preparad lo que estábais planteando, pero esperad. Esperad hasta que el faraón esté listo, hasta que todo Egipto se alce a la vez bajo sus órdenes. Acabemos con TODOS los templos de Osiris a la vez. Veamos qué pueden hacer contra sus amados mortales... -su cara se desdibuja en una sonrisa mácabra, de anhelante satisfación vengativa.

-No pretendía ser un golpe definitivo, Gran Anum, pero di deseáis que esperemos, así será. La paciencia es una de mis virtudes. Reuniré información hasta entonces -accede Tch'moar sin dudarlo.

Sin duda una sugerencia digna del sumo sacerdote. Aunque pudiera pensar que había esperado suficiente, esperar no era tarea complicada para su naturaleza. Comprendo querido Anum, en ese caso me dedicaré plenamente en mi cometido siguiendo sus consejos e investigaré al culto desde las sombras. Los impulsos de venganza se mermabana nuevamente, alimnentándose del tiempo, escondidos tras una apacible apariencia que no muestra cuan odio podía albergar sobre aquello que le rodea. Entonces que así sea, estemos informados, deseo comenzar observando a esa mujer mortal, hazme llegar hasta ella Tch´moar. Aunque su tono siempre dulce y acompasado, las palabras eran imperativas, su ira se enfocaba frente a cualquier cosa que estuviera relacionada con Osiris.

A partir de ahora la sangre se encargaría de que su pupilo no sólo deseara aprender una historia corrupta, sino de que llegara a amar a su tutor sin la necesidad del contacto que ello requisiera. Sabía perfectamente como llegar a su corazón, sabía que aunque difícil, con el tiempo esa semilla que había depositado sobre su cabeza, echaría raíces hasta lo más profundo de los sentmientos del futuro faraón.

Y aunque invirtiera todo su tiempo, bien era cierto que las largas noches dejaban espacio para sus conspiraciones. Cualquier contacto, cualquier sucia información, a cualquier precio, pero siempre sobre esa mujer, que mereciera la pena, llamaría la atención del setita, quien se planteaba cada vez más las sugerencias de su sire.

Por su mente aun rondaba perturbando esa idea de procrear, germinar otra semilla de un árbol más siniestro. Se planteaba quien podría ser adecuado y merecedor de tal bendición. Mirándose a sí mismo, meditaba si debiera ser un prometedor sacerdote del templo devoto por la causa o si por otro lado, debiera ser alguien de Menfis, ajeno o incluso antagonista a nuestro Señor, alguien capaz y presa de la tentación, alguien que supusiera todo un reto para su sire en cuanto a educación se refiere. Temía que una vez más necesitaría el consejo de su sire para esta sugerencia que conseguía mantenrle perdido algunas veces, imbuído en lo desconocido.

Las palabras de Anum resultan a la vez un alivio y un cortapisa a tus emociones. No hay que olvidar que por un momento pensásteis en aplastar al culto de Osiris en la ciudad de forma casa inmediata. Nuevamente parece ser tiempo de conspirar, urdir y construir. Tu parte, la más importante de todas, la instrucción de tu joven discípulo.

Evitas el uso de la sangre para conseguir su fidelidad, pues la irrupción en su cuerpo infantil no estás seguro de qué efectos podría producir(1). Usas todo tu encanto personal y tus capacidades de persuasión vampíricas para hacerte con el alma de ese pequeño ser llamado Dyet, llamado a convertirse en el próximo faraón cuando el tiempo sea el correcto. Su educación, en principio inocua, casi inocente, se ve salpicada progresivamente por ideas cada vez más pro-setitas y más enfrentadas a ciertos cultos. Poco a poco el resentimiento hacia el culto de Osiris se ve ampliado, nutrido y justificado hasta el infinito y, cuando cumple 18 años y ya está a punto para poder acceder al trono, su odio hacia ellos es tal que apenas te es posible el controlarlo. Su fidelidad a ti es total, no así su pensamiento racional. Entre divertido y horrorizado eres testigo de la asunción del poder por su parte, arrebatándoselo de malos modos a su propia madre, a la que recluye (más) en sus aposentos de palacio, como primer decreto de su reinado cambia su nombre oficial de Dyet por el de Uadyi y se instaura como el primer soberano oficialmente defensor del culto de Set. Casi se podría decir que está fuera de control.

El tiempo pasa rápido, más de lo que lo había hecho nunca. El trazar planes y llevarlos a cabo emplea mayor trabajo del que jamás hubiérais pensado posible. Poco a poco se forma a los fieles de Set, se les refuerza la lealtad, su necesidad de trabajar para el templo y su capacidad de saltarse todo escrúpulo si los sacerdotes piensan que es conveniente. El poderío del templo crece junto con el de sus seguidores y pronto la ciudad o bien está de parte del templo o bien en su contra, con muy pocos pudiéndose permitir el lujo de permanecer neutrales en la lucha todavía no declarada(1).

Por desgracia, el poderío del templo se ve constantemente puesto a prueba, pues no cesan los pequeños ataques contra él: a sus seguidores, a sus suministros, incluso a las propiedades del mismo. Los sacerdotes son en general esquivados, pero aún así hay cierta crispación que impide que la ciudad caiga plácidamente en manos de los seguidores de Set. Hay miedo y rabia entrelazados y el templo se encarga de perseguir a los causantes de tales incomodidades. Al cabo de un tiempo se descubre que la hábil mano que está tras los ataques no es de naturaleza mortal y se comienzan los movimientos para emboscarla y acabar con ella. Tras varios intentos fallidos, se descubre al atacante, alguien aliado con el templo de Osiris, un vástago hijo de las sombras que no forma parte directa de los llamados Hijos de Osiris, los vástagos osiríacos. Sus ataques prosiguen hasta que llega el día en que casi es cazado, pero, malherido, se refugia en el inexpugnable templo de Osiris, protegido con magia del propio Horus. Nada puede probarse a nivel civil, así que nada puede hacerse oficialmente... todavía. Pronto el poder del faraón os permitirá demoler su templo y nada ni nadie impedirá ya su caída.

Una semana falta tan solo para el vigésimo aniversario de Dyet, discípulo de Joseth cuando éste recibe un presente inesperado: Walidah, esposa de Kemet, el guardían del templo de Osiris, le es entregada profundamente dormida para su uso y disfrute. Tch'moar, el vástago de piel de ébano, es su sonriente captor. Los planes al respecto de ella son puestos inmediatamente en marcha y la muchacha desaparece en los sótanos del templo para cumplir con los deseos de Joseth.

Por fin, al margen, casi llegando demasiado pronto, llega el día del dieciochoavo aniversario(2) de Dyet, día en el cual un nuevo faraón se alza con el poder en Egipto y es, indudablemente, setita.

Tch'moar entrega a la mujer, satisfecho, y se interesa por su destino, dejando claro el deseo de saciar su apetito con su tierna carne cuando deje de ser útil. Además, anuncia que continuará intentando capturar al hijo de las sombras, que no puede ser otro que Aen-ka-Beles, como pasatiempo personal mientras sirve al Rey Serpiente y al Templo de Set.

Con expresión celebrante recibía con gusto a la mujer igualmente satisfecho, elogiando los méritos que el vástago de ónix había demostrado. Sin poder evitar la sorpresa por los deseos del mismo con respecto a su destino, se preocupó especialmente en no decepcionarle al explicarle que había pensado en hacerle formar parte de la familia de su sangre. Se interesó no obstante en conocer su más sincera opinión, mostrando el enorme respeto que profesaría al tratarse de su presa. Con respecto a su próxima caza se siente entusiasmado, comentando incluso su posible participación en ella, teniendo en cuenta que gran parte de su cometido.

Gran amor demostró a su sire cuando el Rey Serpiente se hubo nombrado. Si algo podia apreciarse en su rostro era fanatismo, sentirse realizado tras los frutos y la espera del trabajo realizado en estos años. Su audiencia no tenía más motivos que el de informar los nuevos pasos*, tras haber celebrado su victoria, deseoso de comenzar la esperada destrucción del culto enemigo. Entre sus discursos, pidió consejo ante la idea de esclavizar definitivamente a su pupilo mediante la sangre de forma sutil y discreta.

Una orden del faraón, tan sólo una, expresada en lo más profundo de la noche, en el interior del palacio real, hizo que la ciudad se conmoviera: "Quemar el templo de Osiris. Que se haga lo mismo en todas las ciudades de Egipto y que el culto a ese repugnante dios sea barrido del país".

Y el templo de Osiris en Menfis ardió, o al menos la parte de él que podía prender. Las cañas, telas, paja y adobe predieron con el fuego iniciado por docenas de antorchas empuñadas por los soldados del faraón, curiosamente sin supervisión de los sacerdotes de Set, aunque todo el mundo sabía quién había promovido tal suceso. Tampoco era de extrañar que no estuvieran, dados sus hábitos nocturnos y siendo la ejecución de la orden a plena luz del día. Anonadada, media ciudad contempló cómo el templo ardía. Nadie levantó una mano contra los soldados. Hacer tal cosa hubiera sido un suicidio. Una era de oscuridad se cernía, irónicamente, con un acto que bien hubiera podido iluminar la noche.

A continuación quedaba comprobar que, efectivamente, el culto era erradicado. Los soldados del faraón comenzaron con tal labor ese mismo día.

La rapidez con la que acudió al templo tras festejar con su pupilo aquella noche clebrante esperaba ser al suficiente para encontrar al oscuro seguidor con la que compartía tanta ambición y odio. Por fin ha llegado esta noche, es la hora de participar en esta orden. Arranquemos el alma de aquellos ahora exiliados de su templo. Parecía ser difícil mantener la vista en un rostro tan cruelmente satisfecho, pocos ápices de su anterior naturaleza mas que la forma constiuían este mosntruo, fanático y ansioso, completo por al oscuridad de su señor hasta convertirlo en el portador de una esencia que expandiría a su alrededor. Iré a realizar algunos preparativos, avisame cuando estés preparado.  Una petición un tanto comprometida para los planes que había elborado para esta noche.