Partida Rol por web

Las calles de Uruk a estas horas ya no tienen mucha actividad y de buen seguro que la que tienen sería mejor que no la tuvieran. Si el sacerdote era el causante de toda esta corrupción, desde luego, no ha dejado de ejercer su influencia.

Armado con un arco y con las precauciones de quien desconfía de todos por su propia profesión, te diriges hacia la zona en la que tuvo lugar el enfrentamiento, encontrando por el camino a un ladronzuelo al que ya tenías visto (y para mal). Nadie parece seguirte ni parecía tampoco vigilar tu casa. Allí la escena está todavía fresca. Nadie parece haberse percatado del pequeño desastre organizado, o, si lo ha hecho, ha hecho caso omiso y ha seguido con sus actividades. Algo de sangre, algunas huellas y un impacto contra una pared de adobe de una casa, allí donde golpeó el cuerpo de Seluku tras tu patada. Eres capaz de seguir sus huellas un trecho, pero cuando atraviesan una calle algo más ancha se vuelve una locura, mezclándose sus huellas con otras miles. Pierdes su rastro, aunque puedes determinar que se dirigía al barrio bajo. Allí él te lleva ventaja: ha vivido y trabajado allí muchos más años que tú y no abandonó nunca la ciudad...

- Esto no pude llevar a nada bueno - pienso mientras restallo la lengua contra el paladar.

Me alejo del lugar dejando a Seleku con sus propios pensamientos y regreso al hogar, cerciorándome de que nadie vigila mis espaldas y atrancando desde el interior la entrada de la vivienda. Al descender al interior de la pequeña cámara el sacerdote sigue en el mismo lugar, rígido, apoyado sobre una pequeña parihuela de cáñamo y junco.

Centrando la mirada en los ojos de mi huesped doy a entender cuales son sus opciones ante nuestras próximas conversaciones....

- Debes entender algo...Almab...o así te haces llamar. Ambos conocemos sobradamente los efectos que tiene el hambre sobre nuestros cuerpos, ambos sabemos la intensidad del dolor y las emociones que se producen...nuestra última conversación no pareció dejarte claras mis intenciones, gran error...te estaba solicitando información con cierta amabilidad, porque no soy una bestia descerebrada, creí de veras que podría haber cierto entendimiento entre ambos pero, realmente no necesitaba hacerlo como puedes ver...no desperdicies mi tiempo una vez más por favor...somos inmortales, pero mi paciencia tiene un cierto límite. Si traspasas esa línea te encontraras que no sólo la inanición nos convierte en unos salvajes, uno puede serlo y disfrutar con ello...y creeme, puedo asegurarte que cuando empiece a "reclamarte" información...desearás que te deje atado a una palmera en medio del desierto esperando el amanecer... - le digo con una sorisa de malevolencia como nunca haya visto.

No respondo, sólo cierro los ojos mientras en mi mente ruego que me oigan mis amos y que me ayuden, ya que les he servido con mucho ahinco.

- Descansa un poco, tendrás que ser paciente conmigo, pero te encantará mi hospitalidad - le digo mientras aparto la parihuela y deposito una sábana sobre su cuerpo.

Dicho esto comienza a escucharse el ajetreo en la sala, el sonido del trabajo de un profesional...

Necesitaré algo para calmarlo si pretendo sacarle esa estaca para que hable...un sedante sería apropiado, pero no está lo suficientemente débil como para que tenga un efecto potente...humf...habrá que arriesgarse...

Mis manos se posan en unas pequeñas hojas desecadas que son machacadas con una emulsión de aceite...el trabajo prosigue durante horas mientras el sonido de una animal arañando una pequeña cesta hace casi palpable el contenido de la misma.

Puntualmente la rata callejera es forzada a injerir la droga que en pocos momentos acabará con su vida...antes deque la misma sea segada por el potente efecto corto la cabeza y sobre un cuenco vierto el contenido que irá a para al gaznate del desdichado huesped.

Mezclas, remueves y tratas de adivinar la proporción correcta. La rata no hace más que ponerte nervioso, escuchando sus arañazos contra la cesta. Cual rata atrapada, que no es otra cosa, busca desesperadamente la libertad. Araña, muerde, rasga e incluso trata de escarbar, pero cuando está a punto de conseguirlo la liberas... durante una fracción de segundo, para atraparla de nuevo y obligarla a ingerir el mejunje que has elaborado.

La rata no tarda en tener espasmos y quedarse muy rígida. Su sangre no debía ser muy apetitosa de buen principio, pero ahora no sabrá a otra cosa que rayos. Al pobre bicho le quedan unos pocos segundos de vida, tal vez un minuto.

El tiempo ha pasado lento, muy lento. La angustia invadía tu mente. Nadie ha acudido a rescatarte todavía. Cuando el asesino se reune de nuevo contigo porta nuevos materiales y sin ninguna delicadeza deposita un trozo de tela de lana para impedirte la visión. Nada puedes hacer para evitarlo, ni siquiera para cerrar los ojos. Pero sigues escuchando al hombre trabajar en algo. Machaca alguna hierba y prosigue con ruidos poco reconocibles para ti. Su trabajo prosigue durante horas. Sólo un sonido más te llega, el de algún animal, posiblemente una rata, arañando un cesto, cesto que luego se ve sustituido por algo de cerámica, lo que en cierta forma incremente los ruidos. Finalmente los ruidos del trabajo de tu asesino cesan, así como los arañazos de la rata. Cuando por fin te levantan el trozo de lana de la cabeza, ves aparecer un cuenco ¡con sangre! Nada puedes hacer para evitar ingerirlo. Tu cuerpo no responde. Más que beberlo, sientes que se desliza por tu garganta, espeso y de un sabor desagradable como pocos. ¡Es la sangre de la rata!

Casi regozijado por lo que parecía un buen trabajo, esperaba que la rigidez comenzase a afectar a los músculos muertos animados por la impía sangre. En el momento en el que el primer rigor comenzaba a surtir efecto, comprobe con satisfacción como el habla parecía no estar afectada pues los gorgojeos al principio toscos y alguna sílaba mal compuesta comenzaban a aflorar de la garganta del sacerdote...Cuando el efecto parecía patente ya en el cuerpo del sacerdote extraje la flecha no sin antes asegurarme completamente de la inposibilidad de movimientos de las extremidades.

- Ahora, mi buen y fiel sacerdote, hablemos con más calma, tenemos toda la eternidad si es preciso...puedo asegurarte que nadie sabe donde estas, es más...borra de tu mente cualquier esperanza o sueño, los rastros sobre nuestra pequeña disputa ya han desaparecido...ten por seguro que soy concienzudo en lo que hago...lo más probable es que si no cooperas mañana estes de camino a un lugar en el que jamás podrás ser encontrado...- digo al sacerdote mientras este parece tomar consciencia de su escasa movilidad, de la que antes carecía.

Tras ingerir el apestoso y desagradable líquido pasaron algunos minutos hasta que el asesino se decidió a extraer la estaca. Aunque no entendías su movimiento, esperabas poder reaccionar, escapar, hacer algo. Nada de eso sucede al principio. Apenas puedes moverte, incluso te cuesta mover la mandíbula. Tienes, además, las heridas no curadas fruto del fatal encuentro, de manera que entre unas cosas y otras el dolor y la falta de movilidad te atacan cual auténtica tortura. Sólo pareces poder hablar y hacer movimientos erráticos y poco coordinados, además de dolorosos. Tal vez hablar con él gane tiempo para tu rescate...

me intento mover e intento hablar de manera erratica y vana. Al oir la voz de mi captor me quedo quieto y haciendo un gran esfuerzo digo:que quieres?

- Refrescar tu memoria mi buen huesped. Veamos, vuelve a relatarme nuevamente aquel suceso de hace cinco años del que tan reacio eras a hablar en nuestra anterior reunión, me gustaría saber quien era el guerrero de la hacienda a por el que fuiste, tus motivos, y tus métdos...sobretodo acerca de los rumores de esa criatura alada de aspecto grotesco....para empezar. - le digo haciendo girar la daga sobre la palma de mi mano como futura advertencia.

- ...y por cierto, no insultes a mi inteligencia, sabré si mientes...creeme... - termino por añadir.