Partida Rol por web

En medio de caos, Seráq es un oasis de calma y sangre fría, pero no puede evitar los embites de la gente enloquecida. De repente para, asaltado por un mal presentimiento, pero sólo le da tiempo a levantar la cabeza antes de que las gentes a vuestro alrededor comiencen a gritar enloquecias: "¡¡demonioooo!!".

Una criatura humanoide, enorme, de piel oscura y requemada, de olor extraño y una gigantesca envergadura de alas de aspecto correoso y más bien de murciélago, os toma en las garras que hacen las veces de manos y os eleva en un segundo por encima de las calles de la ciudad mientras donde estábais empequeñece a ojos vista y los gritos y movimientos parecen cada vez menos importantes.

regreso, sorprendente, ojala me ayude pienso.

Mi intuición no me había fallado, si no el tiempo de reacción, había divisado la grotesca figura sobrevolando el aire como un abeja dispuesta a libar de la flor. La multitud no había logrado ocultarnos y ahora estabamos presa de las garras del ente alada que nos transportaba....¿hacia donde?

Si nos hubiese querido matar ya lo habría hecho, eso quiere decir quealguien lo manda, alguien que me quiere para interrogarme...eso no puede suceder, pero perder al sacerdote es un gran error...

Con gesto de frustración compruebo el rumbo que tomamos y calculo un lugar donde la distancia al suelo sea menor, con la esperanza de poder desembarazarme de la presa y caer al firme con el mínimo daño posible. Tenso mis músculos todo lo que me es posible para resistir la caída y corto la garra que me sostiene tratando de buscar el tendón que sustenta el músculo que ejerce la presa.

Con algo de suerte podré esconderme y buscar refugio...

El monstruo toma altura rápidamente, dos pasajeros involuntarios en sus garras. Parece vigilar sobre todo lo que deja a sus espaldas más que lo que tiene delante, pero su dirección es inequívoca, hacia el suroeste. Alejarse de Uruk supone muy poco tiempo, el demonio vuela a gran velocidad. El mundo desde esta altura supone un cambio radical en la óptica del mismo: el suelo no es sino una mancha oscura en la que apenas se distinguen los árboles y sólo las estrellas, las montañas y los ríos son verdaderas guías. Los ríos... en cuestión de 20 minutos os acercáis al Tigris.

El asesino, con movimientos pensados y estudiados desde el principio, saca su daga de cobre y produce un profundo tajo en la garra del demonio, aunque sin llegar a cercenársela. Es igual, el monstruo aulla de dolor y suelta su presa instintivamente. La caída es larga, pero coincide exactamente con el río. La oscuridad de la noche oculta el cuerpo, que no vuelve a la superficie. Tras unos minutos de búsqueda el monstruo retoma altura y curso, alejándose del Tigris, siempre hacia el suroeste...

La caída es espeluznantemente larga. Tal vez de un centenar de pasos de altura. Por fortuna has calculado bien y la media parábola que describes en tu caída te lleva a golpear contra la surficiel del Tigris en vez de la dura roca.

Kingu, el demonio que ya conocías de años atrás, ha supuesto por fin tu liberación, pero no puedes evitar preguntarte el porqué de la dirección del viaje o de por qué no te libera de la estaca alojada en tu corazón.

Tras el incidente del asesino cayendo al río, Kingu prosigue su viaje hacia el suroeste contigo entre sus garras. Éste se alarga durante todo el resto de la noche, lo que no es poco. Por un momento incluso temes que el viaje sea una especie de condena consistente en ver amanecer desde lo alto, pero por fortuna para ti, no es así. Poco antes de que empiece a clarear Kingu desciende y te deposita en el suelo, aunque no muy delicadamente. Y, por fin, con sus poco habilidosas garras extrae la madera que te inmovilizaba. ¡Por fin eres libre! Estás frente a Kingu, junto a la entrada de una pequeña cueva, probablemente usada por cabreros y lejos, muy lejos de la ciudad en la que te criaste y a la que llamabas hogar.

Las frías aguas del Tigris te engullen tras el impacto contra la pared en movimiento que supone su caudal. Escuchas el sonido de tu cabeza retumbar contra su superficie y el atronador impacto te desorienta por completo. Pierdes el conocimiento, no sabes por cuánto tiempo. Por fortuna para ti, cuando despiertas sigues bajo la superficie del río y ningún demonio ha topado contigo para devorarte, ya fuera el que te había llevado en volandas (nunca mejor dicho) ya fueran otros, enviados por el el jefe del sacerdote o residentes del río. Además, tu nueva condición te ha librado del ahogamiento, pues tus pulmones llenos de agua no son más que una molestia, no un impedimento para seguir activo. Sientes ciertas molestias en el hombro, con el que aterrizaste, pero es algo menor que puedes arreglar en cuestión de segundos.

Unos pocos minutos más tarde has conseguido emerger a la superficie por una de las embarradas riberas del Tigris. A tu espalda la ciudad que había sido tu hogar arde en la lejanía. Ante ti el desierto se extiende hasta donde abarca la vista, en la dirección que el demonio y el sacerdote se han dirigido sin duda.

Tras dedicar a penas un instante a mis heridas, centro la mirada en la magnitud de la caída y doy gacias a Haqim por haberme bendecido con estos dones. La búsqueda del equipo es completamente futil, de igual forma mi fiel daga se mantiene pegada bajo la correa de mi antebrazo.
En la oscura lotananza brilla en un mar de llamas la ciudad, el regreso no es una opción, ya no por el peligro en sí, si no por la escasa oportunidad que se presenta ante mi persona por seguir el rastro de mi "huesped" y mi nuevo objetivo.
Afinando el olfato sigo su última dirección de vuelo, tratando de hacerme una idea a partir de mis escasa experiencia en campo abierto de a donde me llevarán mis pasos. Al ser Uruk mi destino dentro del clan, mis intructores no tuvieron a bien prevenir contigencias de este tipo, si bien también podría tratarse de una prueba más del clan para valorar mi pericia y valor.
Así, sin más objeto que seguir un rastro en el mejor de los casos futil, sin experiencia alguna en cruzar el desierto, me embarcaba en un nuevo periplo en pos de mi destino...

En un reflejo instinto parece que tomara una bocanada de aire mientras me toco para ver que todo está bien mientras digo Gracias pero por que me ayudaste? y donde me tragiste

Te cuesta horrores seguir el rastro de la criatura. ¿Cómo seguir a una criatura que vuela? Pero todas las aves aterrizan en algún momento y, tras varios días de búsqueda, al fin encuentras lo que andabas buscando: un refugio donde hace dos o tres días alguien durmió y pueden apreciarse, además, las huellas de garras propias del demonio volador. Tus sospechas quedan confirmadas, el monstruo se dirige como una flecha, cortando el viento, hacia el suroeste. No debería ser tan complicado... pero lo es, vaya si lo es.

Al principio te centras, preocupado, en seguir el rastro, cada vez más lejano, de la extraña pareja de fujitivos. Consigues encontrar uno o dos de sus refugios más, pero te llevan mucha ventaja, una ventaja creciente. A veces piensas que es un viaje sin sentido, pero estando en el desierto, necesitas un objetivo, aunque sea un clavo ardiente al que agarrarte.

Muchas noches pasan, monótonas, incontadas(1), hasta que una sientes el acuciante ataque del hambre. Siguen días de desesperación hasta que topas con nada menos que un camello. Un festín, un muy afortunado festín. Esa presa sola te basta para aguantar algunas noches más. En el límite de tu resistencia, una noche apenas tienes fuerzas para levantarte de tu sueño diurno, tu voluntad flaquea, la bestia ruge en tu interior...

-Mi amo, ordenó que te rescatara y que te llevara al corazón del imperio del Nilo, donde se reunirá contigo. No ordenó como, así que dejo a tu criterio el modo de viaje -su tono de voz encubre claramente su deseo de obligarte a hacer el viaje por la fuerza, pues es evidente que es un demonio violento, pero debe haber recibido instrucciones sobre sobrepasarse contigo. Por otro lado él no va a cambiar de objetivo, no es aconsejable buscar el enfrentamiento con Kingu, que podría provocarte mucho dolor sin demasiado esfuerzo, y Adriel parece tener intenciones de volver a reunirse contigo. Por sólo eso último ya merece la pena el viaje, además de para alejarse de Uruk y tu intento de asesino...

Abiertas...las batientes losas de fría piedra, dificilmente abatibles tras siete años de perfeccionamiento en el camino de la sangre, tiemblan ante el empuje del rugiente eco que se acrecienta en el interior de mi pecho, de los fríos y muertos conductos que atesoran la bilis infecta que impulsa el inanimado ente en el que puedo llegar a convertirme en unos escasos momentos. Las escenas de engaños y manipulaciones...las víctimas de mi pasado y un rostro entre todos ellos...Laqip....pero la volunad trata de imponerse...los susurros de mi tutor Ea-nasir...los buenos y sabios comentarios ala luz de una vela del viejo visir conocido en Alamut...poco a poco el fiero torbellino de sangre parece remitir durante unos instantes...

Apartas a la bestia de tu camino, de tus objetivos, del bien mayor al que aspiras y que tu bestia, tu maldición, no puede tomar. Fuerzas tus músculos, tus colmillos, a obedecerte, tu corazón a ser puro. Los puños apretados, tu mente fuerte como una piedra, logras perseverar(1).

El viaje continúa y continúa. Consigues alimentarte una o dos veces más, de bichos insignificantes, incluso una serpiente. Por fin el paisaje comienza a cambiar. Árido, sí, pero ya no terrible desierto. Las matas empiezan a surgir aquí y allá y un asno pronto cae presa de tus fauces. Un respiro para tu bestia interior. Un ligerísimo rastro de humedad te regocija hasta que tu mente consciente comprende que no es agua lo que necesitas o supondría alivio alguno.

Por desgracia, aunque tu situación, tus posibilidades de supervivencia, hayan mejorado ostensiblemente, te encuentras perdido, sin rumbo, sin objetivo. Has perdido irremediablemente tu presa y sólo tu pesar puede competir con tu hambre.

Entonces tienes la visión. En ese momento en la vida del vampiro en el que despierta del sueño sin sueño, en el que se incorpora fatigoso al mundo que discurre a una velocidad crecientemente diferente a la que él actúa, en ese preciso momento, la ves.

Ella es una belleza de tez oscura, pero ojos azules como el cielo iluminado por el sol. Su cabello oscuro ondea al viento, invadiendo su perfecto rostro.

-Soy Shenasi, del linaje de Mekhet, miembro del consejo de la Ciudad de Piedra. El viento sopla entre las rocas y mueve la arena incansable, pero nadie presta atención a sus susurros. Las estrellas danzan en el cielo, pero nadie entiende sus secretos. Te hablamos esta noche mientras luchas por no desfallecer porque sabemos que tu objetivo debe ser cumplido. Sigue al demonio a su nuevo refugio al corazón de la Tierra Negra, donde duermen los dioses-vivientes, espera el momento en que el padre se reuna con el hijo. Mata al padre y no dejes que el hijo derrame lágrimas de sangre que bañen el Nilo con almas inocentes...

De acuerdo; te agradezco que me hayas ayudado. Cada vez que me meto en problemas me ayudas... doy verguenza. Seguidamente entro a la cueva mientras espero a Adriel, en todo caso no quiero que me coja el amanecer estando a unos pasos de un refugio.

Como te dijo el demonio, sus órdenes son llevarte al corazón dle imperio del Nilo y la noche siguiente está esperando tu despertar para agarrarte nuevamente con sus sucias zarpas y proseguir con el viaje hacia allí. No hay un modo cómodo de hacerlo, aunque en unos días sí logras que al menos sea, menos incómodo. Por lo menos no te descoyunta los huesos con su fuerza, lo que ya es un alivio.

Tu reserva de sangre es más que suficiente para el viaje, pues en menos de una semana habéis atravesado el desierto de Nafud, la península del Sinaí y un golfo. Luego llega de nuevo un desierto, pero pronto puedes ver lo que, bajo otra luz, serían las azules aguas de un gran río y el verdor de las cosechas.

Una ciudad de muros blancos resulta ser el lugar al que se dirige Kingu.

Algo ajeno a mi costumbre, algo se había coldao en mi mente durante unos momentos, algo o alguien para ser exactos. En el pasado nunca habría desdeñado la ventaja ofrecida por un aliado, no iba ser menos ahora, aunque cabía el hecho de tratarse de un juego más complejo que al que realmente parecía limitarse. El tiempo, paradojicamente, iba en mi contra; desdeñando ideas que al caso ahora no tendrían respuesta alguna me limitaba a meditar acerca de las palabras de la mujer, tratando de recordar algo de utilidad geográfica presente, pues las instrucciones parecían más que claras, matar la cabeza de la serpiente supodría poder acabar con la cola...evidente en su simpleza, trato de rocordar algo referente al "corazón de la tierra negra".