El reingreso en el cuerpo por parte de Chandrelle Jones no fue gratis. Sabía que probablemente le preguntarían por si necesitaba algún tipo de ayuda psicológica desde la agencia. Esperaba incluso que se lo impusieran. Al fin y al cabo, había perdido a su hijo. Alguien lo había raptado y no sabía nada de él. Si estaba vivo o si estaba muerto y ese asunto sin cerrar le perseguiría toda la vida. Además de sus dos intentos de suicidio...
Lo que no esperaba era que se lo comunicaran por escrito, de una manera tan fría. Eso había estado mal por parte de la jefa, aunque al fin y al cabo, era posible que se lo hubiera ganado a pulso. Desde que había regresado estaba que mordía a la más mínima y en un estado de alteración como el que tenía, no podían devolverle el arma y sin arma no podían asignarle ningún caso ni compañero alguno.
Fuera como fuera, su primera vista con el psicólogo sería la misma mañana en la que recibió la carta nada más entrar por la puerta del edificio Central. No tenía tiempo para prepararse nada, ni para pensar en que tenía que decir ante las preguntas que sin duda iban a hacerle. Ese tal doctor Ellidor sin duda iba a ser duro con ella, al menos en esa primera sesión de la que dependía en gran medida su continuación en la OFI.
Pues la carta la decía muy claro. La primera sesión con el psicólogo servirá para determinar si podía portar armas. Tendría que realizar un test psicotécnico y acto seguido recibiría una entrevista personal con el psicólogo. Era una prueba que no podía eludir, pues como bien decía la carta, si se negaba a participar, podría ser objeto de un expediente disciplinario. Así que no le quedaba otra que pasar por el aro...
Pues ya está abierto el gabinete. Si quieres, tu primer post puede ser acerca de cómo te sientes con la cartita y como te diriges a ver al Dr.
La ayuda psicológica era obligada, pero también una pérdida de tiempo. ¿Acaso unas palabras podrían devolverle lo que había perdido o cuantificar su nivel de sufrimiento? ¿Es que el resultado numérico de un test era suficiente para determinar si estaba capacitada para hacer su trabajo?
Para la Agencia sí, desde luego.
Todos odiaban al gabinete de psicólogos. Era el trago por el que casi todo el mundo había pasado, después de matar a alguien, perder a un compañero o a un civil en una misión, o simplemente, tras sufrir un penoso divorcio. En mi caso, era peor que todo aquello.
Lo comprendía, pero también, al igual que todos, lo rechazaba.
Con la carta hecha una bola de papel, apretada entre mis dedos y encerrada en mi puño, me dirigí hacia la oficina del doctor Ellidor. En cuanto vi una papelera por el camino, la eché dentro y me invité a mí misma a mostrarme tal y como me sentía en aquellos momentos. ¿Deseaban saber cómo me sentía? Eso no era muy complicado. Bastaba con perder lo que más querían en este mundo y entonces, y solo entonces, serían capaces de comprenderlo.
Llamé a la puerta y en cuanto oí el "adelante", entré. El doctor estaba esperando sentado en su escritorio. Parecía un hombre tranquilo y paciente. Mucho me temía que conmigo, su paciencia tendría que rozar el infinito.
-Soy Jones -dije en cuanto me encontré dentro -. Tengo entendido que deseaba verme.
Y tengo entendido que deben mejorar su forma de comunicar las cosas, pensé, aunque no lo dije... por el momento.
- Así es Chandrelle. - Respondió el señor Ellidor. - Tenía una cita con usted. Llámeme Aaric por favor. - Le dijo. - ¡Y tome asiento! - Le ofreció.
Aaric Ellidor, al igual que la Jefa de la División de Homicidios, era de raza élfica y de piel oscura. No era la primera vez que Chandrelle le veía, pero si la primera que se veía obligada a cruzar más de un "hola" y un "adiós". Por desgracia no iba a ser la última.
- ¿Sabe porque está aquí, verdad? - Le preguntó y Chandrelle asintió con la cabeza. - Siempre que a un agente le sucede un hecho dramático, le toca venir aquí. Se que para usted, ésto es una perdida de tiempo, pero la ley exige una evaluación psicológica tras una baja de larga duración y más cuando es una baja psicólogica. - Ellidor había estado ordenando unos papeles hasta que dijo aquello y entonces alzó la vista para encontrarse con la de Chandrelle. - Tengo que pasarle un aburrido test, pero antes me gustaría hablar un poco con usted, Chandrelle. - Ella no dijo nada. - Dígame Chandrelle, ¿Qué espera de está sesión?
Confianza.
Todo "locólogo" que se preciara buscaba establecer una conexión entre el paciente y él, un estado de máxima confianza en el que finalmente, creyese que era posible encontrar un estado de bienestar que le permitiese, a mí en este caso, alcanzar una paz interior.
Obviamente, no veía que eso fuera posible, y si Aaric, como me había dicho que le llamase, era la mitad de inteligente de lo que decían, lo sabría.
-Sí, claro que lo sé -le respondí. Ambos sabíamos que era una obligación, trabajo para él, burocracia para mí
¿Esperar? ¿Quiere decir... si creo que me será de utilidad? La respuesta es no, porque nada de lo que aquí se diga va a solucionar las cosas. ¿Me devolverá esto a mi hijo? ¿Me dirá qué sucedió con él, por qué desapareció y cuál es la causa de que el destino me haya arrebatado lo que más quería?
No, por supuesto que no.
Pero no iba a decirle lo que pensaba, porque si estaba allí era porque deseaba trabajar, recuperar algo de mi vida, si es que iba a continuar con ella.
-Nada. Es un trámite para volver a trabajar -le dije con sequedad y quizás algo de brusquedad, aunque no creía que fuese ni a sorprenderle mi tono ni a ofenderle. Debía entender que no era nada personal.
Inconscientemente, me bajé las mangas de la chaqueta para que cubriese más allá de las muñecas. Era una pequeña manía que había heredado y que no me apetecía quitarme, sobre todo porque no quería que nadie supiese nada de mí, sobre todo, lo que había estado a punto de conseguir.
- Entiendo... - Dijo mientras apuntaba unas notas en uno de sus cuaderno.
Entonces el doctor se bajó las mangas de su camisa, como imitando a la agente que estaba siendo analizada. Ella captó lo que pretendía al instante. Clásica terapia Rogeriana. Aquel hombre estaba copiando sus gestos de forma sutil, por tal de conseguir, de alguna forma inconsciente, establecer algún tipo de vínculo empático con ella. Clásico de los psicologos. Posiblemente, las notas que estuviera tomando, o fueran más que garabatos si sentido, pero que provocaban en el paciente, la falsa ilusión de que el terapeuta lo tenía todo bajo control y sabía lo que estaba haciendo.
- Que sepa, que todo lo que vamos a tratar en estas sesiones, va a ser del todo confidencial. - Le dijo. - ¿Lo entiende, no? No revelaré a nadie nada de lo que aquí se diga. Si tengo que hacer un informe favorable o contrario a devolverle el arma y a que pueda realizar los servicios con normalidad, tampoco contendrá datos de carácter privado. - Le comentó. - Eso es algo, que es importante que sepa desde el principio. - Hizo una breve pausa. - ¿De acuerdo? - Realizó una breve pausa. - Pues bien, si quiere, podríamos comenzar por que usted me contase algo, lo que quiera. Algo que le inquiete, algo que le de miedo, o algo que le cause alegría. Algo sobre usted. Debemos conocernos para que esto salga bien. ¿Comprende?
Apreciaba el interés y algo repetía en mi interior que estaba allí para intentar ayudarme, pero aquella idea era solo eso, una idea, que apenas podía rascar la superficie de la tumba en la que la vida me había enterrado. Aquel símil era quizás el mejor para describir como me sentía.
Me asfixiaba.
Cada vez que debía salir de mi apartamento, mostrar interés en algo o trabajar, era como si me faltase el aire. ¿Lo peor de todo? Qué no había oxígeno suficiente para librarme de aquella sensación.
Además, incluso allí, en aquel despacho, pensaba en mí como si fuese una estafadora. Sí, eso era. Sonreía por compromiso, asentía porque a mi alrededor esperaban que así lo hiciese, y simulaba interés cuando en realidad, nada de todo aquello podía importarme menos, incluyéndome yo misma entre lo que más indiferencia me generaba.
A pesar de todo, el doctor parecía saber lo que hacía. Bien por él. Claro que todo era confidencial. ¡Faltaría más! Pero en aquellos momentos no me sentía con tanto ánimo como para hablar de algo que pudiese ser considerado como tal.
-Doctor -empecé a explicarle, ignorando su petición para que le tratase por su nombre, manteniendo así las distancias -. Entiendo cuál es su papel en todo esto, al igual que sé que usted comprende cuál es el mío, pero no... hay nada que pueda hacer por mí. Este trabajo... no me importa más que la ropa que uso, pero es lo único que tengo. Me cuesta levantarme por las mañanas y salir de casa, pero me obligo a ello, solo porque sí. Cuando me encuentro con alguien que quiere hablar, yo solo escuchpo, y si me preguntan, lo más normal es que no responda. No me interesa la gente, ni el mundo en general. ¿Puede entenderlo? No sé... si volverá a hacerlo alguna vez, pero ahora mismo, todo lo que puedo ofrecer es un poco de profesionalidad. Solo eso. Haré bien mi trabajo; lo mejor que pueda. Pero no me pida que viva de nuevo porque eso sí que no podré hacerlo.
Si quería una confesión, ahí llevaba una. Tendría que bastarle con eso porque estaba empezando a sentir la necesidad de salir de allí como fuera e incluso me había dado cuenta de que respiraba más rápidamente de lo normal.
Malditos ataques de ansiedad.
Así que nada más terminar de hablar, me metí la mano en el bolsillo para sacar el bote de pastillas y tragarme una o dos. Eran relajantes que me habían dado para que usara cuando sintiese que todo se me venía encima, como en aquel momento. Pero lo hice con tanto nerviosismo, que se me cayó al suelo, abriéndose la tapa y saliéndose buena parte de ellas.
Sin perder tiempo, me agaché para recogerlas, devolverlas al frasco y quedarme con una en la mano.
Al hacerlo, vi que me temblaba la mano. Era normal. Los ataques de ansiedad me provocaban esos temblores, pero pasaban enseguida. En cuanto me tomara la pastilla, se me pasaría. Así que rápidamente, me la llevé a la boca, me senté de nuevo y cerré los ojos, esperando a que me hiciera efecto.
Jajajaja, que difícil me lo pones para que te dé el alta! XD
jajajajajajajajaja
Vamos, doc, se bueno. Dame un voto de confianza para que te demuestre que puedo ser buena en mi trabajo. Anda, guapetón XD
Aaric, que estaba apuntando notas (o lo que fuera que estuviera haciendo), dejó de escribir. Alzó la mirada y alzó las cejas. Parecía impactado ante lo que acababa de escuchar. Unas palabras duras que no esperaba escuchar. Normalmente, los agentes con los que se entrevistaba no eran tan sinceros como Chandrelle lo estaba siendo y eso podía ser un hándicap para ella si es que realmente quería volver a estar definitivamente de alta.
- Entiendo... - Dijo. Y se llevó la mano al mentón. Se quedó unos instantes pensativo mirándola. - Eso que me cuenta, es sencillamente devastador. ¿Qué es lo que le ha llevado a sentirse así? - Le preguntó. - Piense que no la conozco de nada. Sería un mentiroso si dijera que no he escuchado rumores, pero no suelo hacerle caso a las habladurías. - Tomó aire. - Trato de ayudarle y también mentiría si le dijera que no estoy aquí para evaluar si puede reingresar al cuerpo en activo al frente de una investigación o no. Pero eso usted ya lo sabe. ¿No es así?
El doctor Ellidor trataba de que Chandrelle se abriera a él. Pero tenía claro que eso iba a ser realmente difícil. El hermetismo de aquella mujer era muy anterior al trauma que le había supuesto la desaparición de su hijo y desde luego, aquel trágico suceso le había provocado que se encerrara todavía más en si misma. Ellidor tenía bastante claro ya, cual iba a ser el resultado de su informe. En las condiciones en las que Chandrelle estaba, no podía reingresar al cuerpo. Tenía que continuar de baja. A no ser que le diera un giro espectacular en lo que quedaba de entrevista, algo que sin duda, era difícil que pasara.
El doctor no solo tomaba notas. Yo era una buena investigadora y sabía cuando la gente que me rodeaba sentía algo, por mucho que me lo quisieran ocultar. Así que no me costó darme cuenta de que además de tomar notas, estaba intentado gestionar todo lo que había visto y oído de mí.
Parecía preocupado.
Más allá de sus respuestas, que percibía pero no me interesaban demasiado, estaba el hecho de que parecía que nadie le había advertido sobre mí. ¿Rumores? ¿Es que no sabía por qué estaba allí? ¿De verdad? Eso fue lo que me enfureció. Pero yo misma me respondí a aquello. Sí, sí que lo sabía. Solo deseaba saber qué era lo que pasaba por mi cabeza cuando luchaba cada día porque no fuese el último.
Así que a pesar de haberme puesto en tensión, no tardé demasiado en volver a relajarme y adoptar una postura más sosegada y asertiva, dentro de lo que era capaz de ofrecer en aquel estado y apreté los puños para canalizar la presión que aún no había conseguido desechar.
-Yo... ya sé que es para ver si puedo volver al servicio activo, pero no sé que espera de mí. ¿Una recuperación completa, es eso? ¿Quiére que me olvide de mi hijo, de que volví la cabeza un instante y desapareció para siempre? No puedo hacer eso. C-cada vez que lo recuerdo.... -me costaba trabajo terminar las frases que tenían que ver con él, porque era demasiado doloroso. Jamás hubiera pensado que podía existir algo que me causase tanto daño, no físico, sino emocional -. Para mí aún esta vivo, en alguna parte. Eso lo hace todo mucho más difícil. Me cuesta preparar comida para mí sola, no entrar en su dormitorio para recoger los juguetes que estén tirados por el suelo o coger sus galletas preferidas cuando voy al supermercado. Por ese motivo cada día... es una lucha constante por seguir, por recordar y olvidar a la vez. Yo... lo intento, pero...
Era tan difícil... como llevar un peso al cuello que tiraba de mí hacia abajo, me asfixiaba cada día un poco más y también cada día me acercaba un poco más al fondo. Yo tiraba hacia arriba, pero en el fondo me preguntaba... y para qué. ¿De verdad merecía la pena?
Mientras me rehacía con todas estas preguntas, miré al doctor.
-Afortunadamente, usted no ha tenido que pasar por lo mismo que yo, pero debe entender que esto es una batalla diaria. Puedo luchar sola o hacerlo con armas. Creo que mi trabajo podría ser el arma que necesito. Aparte de eso, no hay nada más que pueda decirle, salvo que si no me da el alta, no tendrá ningún sentido que continué en la Agencia.
Tras decir esto, saqué mi placa y la dejé encima de la mesa. Después me puse en pie.
-Todo es culpa mía. No tenía que haber dejado de mirarle -le dije, antes de girarme y prepararme para salir de allí.
Pues allá vamos. Te lo pondré un poquito más fácil XD
Aaric Ellidor relajó el rictus de preocupación cuando Chandrelle expuso sus últimos argumentos. Era evidente que aunque seguía sin tenerlas todas consigo, el discurso menos fatalista que acababa de lanzar, había logrado en parte, sembrar la duda en el psicólogo. Si Chandrelle estaba condenada a volver a casa, parecía que ahora tenía una oportunidad.
El doctor siguió apuntado algunas notas en su cuaderno, aunque en esa ocasión parecía que realmente apuntaba algo en relación al asunto que estaban tratando. Una vez dejó de escribir, revisó unos instantes lo que había escrito y alzó la mirada. Su rostro volvía a ser amable y su postura, con las manos entrelazadas sobre la mesa y ligeramente inclinado hacia su paciente ayudaban a que sintiera cierta cercanía.
- Bien Chandrelle, le diré lo que vamos a hacer. - Tomó aire mientras asentía con la cabeza. - Le permitiré que siga en el servicio activo. Creo que en éstas circunstancia es o mejor para usted y para su recuperación. - Hizo una breve pausa. - Pero... - Siempre había un "pero". - Con ciertas restricciones. Primero, tendrá que seguir viéndome por un tiempo. Semanalmente de hecho. Ya concretamos las fechas. Segundo, se le asignará un compañero. Eso de trabajar sola se ha acabado. - Sonrió. - Al menos por ahora. Y tercero, no se le asignará arma por ahora. ¿Lo ha comprendido? - Antes de que dijera nada, añadió algo. - Son las tres condiciones innegociables. ¿Bien?
No podía ser más sincera en mis afirmaciones. Estaba segura de que nadie podía comprender el dolor que sentía, al igual que no eran capaces de entender la desesperación que suponía tener que seguir viviendo, porque cada día eran veinticuatro horas más para recordar a mi pequeño y para preguntarme en dónde estaría, qué le habría sucedido o por qué había sido tan descuidada.
Veinticuatro horas sintiendo que moría, todos los días del año.
No esperaba volver al trabajo, pero el doctor pareció reaccionar con cierta indulgencia. Volvería... pero asistiendo a terapia, algo que era de esperar, con un compañero y sin arma.
Miré alrededor, como si buscase algo que me indicase cómo era aquel doctor, si cuando hablaba lo hacía en serio o no, si era posible negociar, si en verdad le preocupaba o simplemente, deseaba cumplir el expediente. Pero lo único que tenía era aquel rostro de preocupación, que bien podía ser sincero.
-No tengo alternativa, ¿verdad? Entiendo lo de venir a las sesiones. Me lo esperaba. No me apetece tener a un compañero, pero puedo entenderlo. Es mejor que no trabaje sola para no encerrarme demasiado en mí misma. Tengo conocimientos básicos en psicología criminal, así que conozco el procedimiento. En cuanto al arma... si voy a ser agente de campo, debería llevar una. No podré proteger a quien me asignen si no dispongo de una. ¿Y si le prometo... dejar el arma en la oficina cuando regrese a casa? Yo... suelo cumplir mis promesas, ¿sabe?
Puede que fueran innegociables, pero al final, lo importante era que yo pudiera trabajar bien y a mi entender, no había dicho ninguna tontería. Esperé de pie, junto a la puerta, a ver cuál era su respuesta.
- Me temo que no, Chandrelle... - Le dijo con una sonrisa. - Es muy pronto todavía para eso, pero todo se andará. - Posó una mano sobre su hombro de forma cómplice. - Que se preocupe por su compañero es una buena señal. Pero aún insuficiente. La semana que viene lo hablaremos de nuevo. - Sonrió de nuevo. - Buenos días, Chandrelle... - Y así, amablemente dio por concluida la sesión y le invitó a salir de su gabinete.