Aquella sarta de discursos no podía resultarme más indiferente. Sabía cómo era el trabajo de calle y que no había nada "romántico" en ello. Cuando veías toda la miseria que rodeaba a la condición humana, te volvías consciente de la maldad que había en cada uno de nosotros.
Así que todas aquellas sonrisas me parecían sacadas del "manual para el buen diplomático" o "consejos para ser un lameculos", algo que cualquiera que deseara medrar dentro de aquella agencia, debía tener en su mesita de noche. Obviamente, yo no los tenía. Más bien, solía leer "Cómo conseguir que todo el mundo te deje tranquila". Lo hacía todo el tiempo.
Así que en cuanto empezó a hablar, desconecté.
También lo hice con el director de la Agencia y con la entrega de medallas. No me sentía con ánimos de aguantar tanta falsedad, sobre todo con lo que llevaba encima. Puede que no fuese la agente más simpática del cuerpo, pero al menos, no mentía ni tampoco disfrazaba las cosas.
Cuando todo el mundo se puso en pie, yo también lo hice. Charddan se había quedado muy callado después de mi exabrupto. Era lo mejor. Si no tenía ganas de hablar con nadie, él no iba a ser una excepción y por mucho que supiera que solo era un pequeño pesado y nada más, podía ganarse algo peor que unas simples palabras mal dichas.
Miré a mi alrededor, desde el mismo sitio en el que me había sentado, sola a pesar de estar rodeada de gente, completamente inmóvil mientras todos parecían ir a alguna parte, y pensando que si en cinco segundos no sucedía nada, me iría de regreso a la oficina en donde continuaría clasificando papeles.
Era lo mejor de mí día.
Escuché en silencio los discursos de mis superiores mientras que mi pierna no dejaba de moverse inquieta. La verdad es que estaba hecho un manojo de nervios. A pesar de no considerarme una persona tímida, no me gustaba hablar demasiado en público y menos aún ser el centro de atención. Era más, con el capullo de Mik Jaglas y sus hienas cerca, hablar para todos aquellos agentes y mis superiores era algo que se me atragantaba, puesto que sabía que en cualquier momento saltaría Jaglas con sus burlas y me dejaría en evidencia.
Era lo habitual con él.
Y mientras escuchaba sus arengas, me daba cuenta del cinismo existente en aquel lugar con respecto a Geor y de que al final todos nos íbamos a repetir con lo mismo. De hecho, algunas de aquellas frases parecían sacadas de mi propia cabeza por no decir que estaban dentro de lo que había preparado para aquella ocasión. Es más, parecía que no solo yo le debía la vida en aquel lugar.
Pero por casualidades de la vida, no se llegó a dar para mí el momento de hablar y rendirle tributo. Me habían olvidado, algo que me hizo respirar aliviado, hasta que Jaglas lo aprovechó para reírse de mí nuevamente.
Al menos solo lo hizo para el pequeño grupo de personas que estábamos sentadas juntas y no supuso mayor problema para mí. - Lástima que tú no sigas su ejemplo y también pases de mí. - Le respondí por primera vez, bastante más molesto por la situación en sí que por haber sido olvidado de aquella manera.
Y mis ojos se clavaron en Fortnigar y permanecí atento a sus palabras, como siempre hice desde que me lo asignaron de compañero, hace tanto tiempo que me dolía verle marchar. Y fue cuando le vi caminar apresurado hacia la salida, cuando me levanté y corrí tras él. Lo que iba a decir en público, debía saberlo él, puesto que eran para él aquellas palabras.
- Espera Fortnigar.- Le detuve a la salida del salón. - Déjame al menos agradecerte todo lo que me enseñaste en estos años y como sobrevivir ahí fuera. En la academia te dan mucha teoría, pero la realidad siempre es otra y... se que fue un palo para ti que me asignasen como tu compañero hace ahora tantos años. - Le sonreí. - Que una cosa es un novato, pero otra muy distinta un agente de campo novato que se ha pasado la mayor parte del tiempo siendo una rata de biblioteca.
» Quiero decir... que sin ti seguramente me hubiesen volado la cabeza la primera semana ahí fuera, sino que además no sería un agente de campo como soy ahora. Sabes que siempre serás mi compañero y espero que me permitas acudir a ti siempre que lo necesite. - Le tendí la mano, aunque la verdad era que quería darle un abrazo, pero no se lo iba a poner tan fácil a Jaglas.
Quizás yo fuese el único que realmente le echaría de menos en aquel lugar.
Y me quedé en la puerta, viéndole marchar para siempre de la OFI, hasta que le perdí de vista. Suspiré resignado y con pocos ánimos para nada me uní al resto. Para ellos quizás fuese motivo de celebración que Fortnigar se jubilase al fin, para mí era lo contrario. Lejos de mostrar mis sentimientos, oculté mi dolor con una sonrisa, cogí un refresco y me quedé mirando por la ventana a la espera de que los directivos se marchasen o diesen por concluida la ceremonia, para volver a mis quehaceres.
Herbert ni siquiera puso los ojos en blanco, no era necesario, era una profesional y no dejaba que las pataletas de agentes insubordinados le afectaran. Tratar de responder a la pulla de Fortnigar solo la pondría en envidencia ante los demás agentes, así que decidió no hacer nada, de hecho mostró la misma indiferencia de siempre.
Luego habló con los demás agentes hasta que Thaallasvashj le pidió hablar a solas sobre la nueva compañera de Daeric.
-¿Qué quieres comentarme que no hayamos comentado ya? -preguntó Herbert, una vez lejos de oídos indiscretos-. Creo que está lista para volver al cuerpo, es una muy buena agente y quedarse en casa para pensar en lo sucedido en su familia no la ayudará en absoluto. Necesita volver a la acción.
- Si... - Dijo la elfa. - Lo sé. Se que es buena, pero... - Sacó un fajo de papeles que portaba en una carpeta bajo el brazo. - Verás, me han pasado el informe del psicólogo y bueno. Está de alta, pero con restricciones. - Informó Phiachel. - Se ve que Aaric - Aaric Ellidor era el psicólogo de la Agencia. Un elfo de piel oscura como la propia jefe de homicidios - no está del todo convenido de que Chandrelle esté del todo recuperada. Al fin y al cabo, la pérdida de un hijo - Fue raptado en el parque cuando estaba con ella. No se sabe nada de su desaparición y Chandrelle se culpa a si misma por no haberle vigilado mejor - sigue afectándole y además está lo de los dos intentos de... - Tragó saliva. Si, Chandrelle había tratado de quitarse la vida en dos ocasiones, aunque los médicos ya le habían dado el alta, quedaba que el psicólogo le diera la suya para reeincorporarse a su puesto. - El caso es que Ellidor quiere verla al menos una vez semanalmente. Quiere que se le asigne un compañero si o si. Que la tenga vigilada. Y bueno... no le podemos entregar un arma. No todavía. - Resopló. - De hecho, me ha comentado Ellidor, que cree que si en una semana la entrevista es similar a la primera que tuvo hace dos días, no le quedará más remedio que sugerir apartarla de nuevo del servicio. Tú decides...
Mik Jaglas se quedó unos momentos pensando. Frunció el ceño y luego sonrió. Acto seguido se giró hacia sus compinches.
- ¿Habéis oído? - Les preguntó. - ¡Pues tiene razón el tío! - Soltó una risotada y sus dos secuaces empezaron a troncharse como las hienas que eran. - ¡Eh Daeric, no te enfades, yo...! - Exclamó acto seguido Jaglas, pero Kharisya estaba lo suficientemente lejos como para no tener que atender de nuevo a ese payaso y por lo tanto, ni se giró.
Kharis Daeric tenía cosas más importantes que hacer que parlotear con Jaglas y sus esbirros. Debía despedirse del que fuera su compañero durante tanto tiempo y no tenía tiempo que perder. Le interceptó antes de que saliera de la sala de actos y tuvo unas palabras con él.
Geor sonrió tras lo que dijo Daeric. No era una sonrisa cínica, ni sarcástica, parecía que agradecía de verdad a su antiguo compañero lo que acababa de decirle. De todos los hombres y mujeres que allí dentro se encontraban, era de Kharis Daeric de quien más valoraba su opinión y sin duda era todo un alivio que pensara así de él. Pues era evidente, al menos para Fortnigar, que las palabras de aquel agente, eran sinceras. Lo sabía porque le conocía bien y sabía cuando mentía. Lo hacía poco y lo hacía mal y esa no fue una de aquella ocasiones.
- Gracias amigo. - Le dijo y en vez de estrechar la mano, le dio un abrazo. - Cuenta conmigo para lo que necesites. - Le comentó. - ¡Cualquier día te llamaré para hacer unas birras! - Le dio unos toquecitos en la espalda. - ¡Nos vemos Daeric!
Katja se cruzó de brazos mientras pensaba en lo que le decía su superior.
-Me parece todo bien, pero antes de decidirnos, me gustaría hablar directamente con la agente Jones, para ver si realmente se encuentra en condiciones. Necesita seguir adelante y no estancarse, necesita que alguien la escuche y la tome en serio. Quiero apostar por ella, desde luego, será mejor que Fortnigar. Deja que hable con ella.
Demasiadas pegas para que Jones volviera el servicio. Si estaba de alta, estaba de alta; sino lo estaba, pues no lo estaba. Pero no podían decir unos que sí y otros que no. La mujer necesitaba distraerse con algo que no la tuviera pensando todo el día en su tragedia, necesitaba superarlo, encontrar un camino.
Eso es lo que pensaba Katja, pero bueno, no era ninguna experta.
Intentado hacer caso omiso de Meghan, Alexander empezó a recoger los archivos que ya le esperaban en su mesa. Pese a estar concentrado no pudo evitar escuchar la conversacion entre Jaglas, Fortnigar y los demas.
Jaglas nunca le había caído bien. En su momento se estuvo riendo de el porque se le rompió la camisa al agacharse a coger un boli, algo que le habia pasado un par de veces después de los días de espalda. Pero eso era lo de menos, incluso haberle llamado musculitos de escritorio, comparado con su comportamiento general. Solo era atrevido rodeado de sus chacales, cuando se encontraba con Alexander a solas, ya fuera en la cafetería, el ascensor o cuando iba a la Oficina Forense. Era serio y profesional, no era para menos, seguramente el forense le sacaba una cabeza y al menos treinta kilos. Ese comportamiento lo hacia igual con todos los objetivos de sus bromas, como un misero cobarde.
Tanta falsedad le sacaba de sus casillas. Disimulo su enfado y cuando paso cerca de Fortnigar le tocó el hombro y le sonrió, ofreciéndole la mano mientras aguantaba las cajas de forma precaria.
— Adios Fortnigar, ha sido un placer trabajar contigo.