Partida Rol por web

El corazón del Centinela

1. Entre tejados

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10/12/2012, 22:12
Narrador

Martes, 13 de mayo de 1976, 02:35 AM
Tejados de Old Betlam

Cuando se nombró a Industrias Wayland la empresa de seguridad más segura (valga la redundancia) de toda la ciudad, el jurado no debía de haber tenido en consideración a Felina. Envuelto en un mantel de seda que había cogido de debajo de la estatuilla de platino que llevaba bajo el brazo, la joven se deslizó por un cable de corriente con ayuda de un enganche que le permitió pasar entre dos edificios que estaban más alejados de el otro.

Cuando sus pies tocaron el suelo de la segunda azotea, Felina desenganchó el dispositivo del cable y se lo guardó en uno de los bolsillos interiores de la gabardina de cuero. Ya se había alejado unos 400 metros de la sala de presentaciones de I. Wayland y ella misma había activado la alarma voluntariamente cuando ya estaba lista para salir. La policía no tardaría en llegar al punto del robo pero ya no habría absolutamente nadie allí.

Sería el crimen perfecto de no ser por él. El héroe oscuro que ya debía saber que ella estaba tras todo lo ocurrido: sabía que posiblemente éste estuviera tras su paso y aquella noche Felina tenía ganas de jugar.

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10/12/2012, 23:25
Felina

Con una sonrisa de plena satisfacción se asomó a la azotea al escuchar el agradable sonido de las sirenas a no muchas manzanas de allí. Los reflejos rojiazules en los cristales de los edificios le resultaban encantadores desde aquella distancia, pero no era eso lo que ansiaba encontrar aquella noche en los tejados de Betlam. Después de burlarse de la mayor empresa de seguridad y hacerse poseedora de un par de hermosas reliquias, nadie podría mejorar aquella resplandeciente noche primaveral excepto el caballero oscuro.

Felina se encaramó al alfeizar de un salto. Su agilidad y equilibro a la hora de moverse eran sólo comparables a la elegancia con la que lo hacía. Sin prisa, avanzó por la cornisa oteando el horizonte, nublado por la contaminación lumínica, y se dejó caer hasta el tejado vecino apoyando una mano al caer. Se incorporo echando la cabeza rápidamente hacia atrás, haciendo que su larga melena oscura siguiese la misma dirección. Después se acercó al borde y decidió que aquel era un buen lugar para emprender una retirada a tiempo, sólo por si las cosas no iban del todo bien. Había una escalera de incendios, y algo más abajo pesados cubos de basura que aguantarían su peso si se dejaba caer. Pero la trampa estaba en la cercanía de ambos edificios y lo fácil que sería alcanzar el siguiente y escabullirse entre los callejones. Sí, le gustaba aquella azotea, que además tenía el añadido de estar orientada hacia el lugar donde brillaba una tintineante luna, tan afilada como su sonrisa.

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11/12/2012, 00:03
Narrador

Pronto, su agudo oído distinguió un ruido más allá de el sonido de los coches yendo y viniendo por las calles de la ciudad, pese a las horas que eran. Old Betlam era un barrio muy importante en la ciudad y aunque el tránsito por la noche era más bien escaso, el flujo de vehículos cruzando sus calles no cesaba en toda la noche.

Se giró con gracia felina para ver que en uno de los laterales de un tejado que tenía a su izquierda se vislumbraba una especie de gancho metálico que tras subir un par de metros por encima de la azotea empezaba a recogerse para engancharse en el alféizar. El sonido de la fibra de aquel cable al rozarse provocó en ella un sentimiento de excitación que la hizo tensarse por completo y flexionar las piernas.

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11/12/2012, 02:18
Centinela

Y allí estaba: de un salto tras llegar al borde de la azotea, el cuerpo acorazado del justiciero se materializó en la azotea. Hubo un intercambio de miradas de apenas unos segundos que le bastó a la ladrona para saber que se encontraba frente a SU Centinela. Aquel que le hacía sentirse realmente viva, aquel que ya le había tenido en sus manos en alguna que otra ocasión y del que se había escapado otras tantas, unas veces por deseo del propio caballero oscuro como por la propia habilidad de Felina.

Pero su vengador no esperó a un saludo amistoso y echó a correr en dirección a Romy. Ésta le sacaba un edificio de ventaja al mítico justiciero, pero sabía que si no empezaba a correr pronto podría verse algo apurada.

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11/12/2012, 11:28
Felina

Romy dibujó una sonrisa al reconocerle, acentuada por el carmín oscuro de sus labios. Le dio la impresión de que él también lo hacía tras aquella máscara que tanta curiosidad despertaba, e incluso que compartía aquellos excitantes escalofríos. Eran sus gestos, la forma en que se movía y se quedaba quieto, mirándola; detalles que para sus ojos felinos no escapaban. Incluso antes de intercambiar una palabra con él ya había notado algo disonante en aquel hombre. Después le bastó muy poco para saber que trataba con dos personalidades diferentes, aunque quizá fuesen la misma persona. O no. Del otro se limitaba a burlarse amistosamente, zafándose de sus vagos intentos por llevarla ante la ley. Le resultaba simpático. Pero él, el héroe oscuro de Betlam, era muy diferente. Había algo en su manera de hablar, en sus intentos de que cambiara de parecer, en aquellas correrías por los tejados que lo convertían en alguien sumamente atrayente para la ladrona de guante blanco. Era un reto, el único reto que aquella adormecida ciudad le ofrecía, y le gustaba.

Habiendo asegurado la estatuilla a su cadera, Felina se echó varios pasos atrás y cogió carrerilla para llegar al alfeizar siguiente. La gravedad tiraba de su cuerpo hacia abajo, pero la adrenalina que fluía por su cuerpo la impulsó mucho más lejos, devolviéndole aquella poderosa sensación de inmortalidad y libertad. Nada podía derribarla mientras caminase por los tejados, demasiado lejos de la tierra de allí abajo, demasiado lejos del cielo regido por la luna. Se sentía en tierra de nadie, y había hecho de aquel lugar su lugar.

Así que siguió saltando y descolgándose por sitios imposibles, volviéndose una sombra imperceptible para los demás. El viento silbando en sus oídos enturbiaba los pasos del Centinela, pero su pesado traje –mucho más que la fina lycra que envolvía el esbelto cuerpo de Romy- le delataba, y de esa manera podía adivinar su posición sin desviar la mirada del siguiente objetivo. Después de todo, no quería perderle. O más bien que él la perdiera a ella de vista.

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11/12/2012, 12:09
Centinela

Aterrizando con ambos pies y una mano, la ladrona de guante blanco rodó nada más tocar el suelo para disminuir el impacto de la caída, una maniobra que había perfeccionado a lo largo de los años desde su participación en la Banda de la Piruleta. Mientras que ella golpeaba el suelo con todo el peso de su cuerpo, el justiciero más famoso de Betlam aterrizaba siempre con facilidad: Felina había ido advirtiendo entre encuentro y encuentro el motivo de ello. Cada vez que miraba atrás para observarle mientras éste hacía un descenso veía su gran capa hincharse tras él, ralentizando su caída. Aquella imagen, la del héroe que descendía a su voluntad como un ser omnipotente, que aparecía a los pocos minutos de que cualquier crimen se perpetrara en la ciudad.

La joven llevaba unos tres años en activo bajo ese alter ego y se había encontrado en más de una veintena de ocasiones con el justiciero. La primera vez que se encontraron, en el quinto gran robo que cometió, fue algo que Romy jamás olvidaría. En esa ocasión tenía en sus manos el busto del que se consideraba uno de los fundadores de la ciudad y una pieza valorada en casi medio millón de dólares. Ella, colgada de un cable, estaba abriendo con sumo cuidado la caja de cristal que protegía la obra. El dispositivo de seguridad, de I. Wayland, activaría la alarma de tocar el suelo o hacer vibrar la caja.

De repente, se descubrió precipitándose contra el suelo. Sus ágiles reflejos le permitieron no darse de bruces contra el suelo y además comprobar lo que había ocurrido: allí arriba, en las vigas por las que ella misma se había deslizado sinuosamente antes de descolgarse, le observaba un Centinela acuclillado que había aprovechado para cortar el cable mientras ella estaba concentrada. Ésta, cogiendo el busto y escuchando como la alarma se disparaba, salió disparada para escalar una librería y salir por una ventana que rompió sin más miramientos.

El Centinela atravesó pocos segundos después la misma ventana tras usar el cable de su gancho como liana para alcanzarla. La persecució entre ambos se desarrolló como ahora, durante varios minutos ambos desafiaron todas las leyes de la gravedad y el sentido común se quedó muy atrás, en el interior del museo. Cuando el Centinela consiguió con maestría que la ladrona acabara en un callejón sin salida, ambos se observaron durante varios segundos.

Felina sonrió, descolgándose el busto del arnés de la espalda e inclinándose para colocarlo frente a ella, insinuante. El caballero oscuro se acercó a ella, despacio, alerta. No era la primera vez que la joven escapaba de la justicia con sus armas de mujer, pero pensó que ni el mismísimo Centinela podría resistirse a algo así. Cuando éste se inclinó a coger la obra, Felina intentó agarrarle para derribarlo contra el suelo y salir disparada con su trofeo. Pero el enmascarado le agarró los brazos, entrecruzándoselos para evitar que los moviera. Volvieron a mirarse, ésta vez frente a frente, a apenas un par de palmos de distancia. Ella intentó ver a través de la pantalla del casco, buscando algo que revelara algo del Centinela: unos ojos, una sonrisa, pero no encontró nada. Aun así, esos segundos juntos fueron suficientes para saber que no iba a llevársela, aun teniéndola en ese momento a su merced.

Aun así, cuando Felina creía que iba a liberarla de su presa, él hizo algo con los brazos y de repente una resistente brida se afianzó entre sus muñecas. El Centinela la empujó con suavidad y cogió el busto, colocándolo bajo su brazo. Dió varios pasos atrás y ella juró haber notado una sonrisa bajo la opaca superficia de su casco. Alzando el brazo, uno de sus ganchos salió disparado y el Centinela pronto se perdió en la oscuridad.

Aquel recuerdo aún la visitaba a veces, consiguiendo que algo se removiera en su estómago, sabiendo que ahora ambos jugaban a algo que deseaban con todas sus fuerzas. Y el recuerdo volvió a ella entre salto y descenso, entre escalada y sprint. Y en seco frenó junto al borde de un abismo al descubrir que había llegado junto a un parque. No sabía muy bien dónde estaba exactamente, pero lo que estaba claro es que no podía seguir saltando. Pero el silencio se había hecho de nuevo y ella ya sabía por qué: no tuvo más que girar sobre el tacón bajo de sus botas para comprobarlo. Al otro extremo de aquella azotea, el caballero oscuro había parado también la persecución.

La primera parte del juego había terminado.

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11/12/2012, 13:39
Felina

Felina contempló la vasta extensión de árboles y tierra, adornada con columpios y bancos. Una encerrona, más o menos como la primera vez sólo que con más luz. Eso le hizo sonreír con ganas, sabedora de que ahora venía lo realmente divertido, justo para reavivar el pulso acelerado que ya comenzaba a normalizarse.

Con un largo suspiro se dio la vuelta para dejarse ver cara a cara. La tenue luz de la noche recortaba su silueta en la oscuridad, dibujando el contorno de sus piernas y arrancando destellos de su cabello azabache. De un salto se bajó de la cornisa y se sentó sobre ella, cruzando las piernas con un movimiento rápido y elegante, como si fuese una dama en una fiesta de gala. Apoyó las manos algo detrás de la cadera pudiendo reclinarse ligeramente, dejando más al descubierto, si es que era posible, su exquisito busto. Después de todo seguía siendo una mujer de exuberante belleza natural, nada que Dios no le hubiese dado. No sacarle partido era un crimen porque, como le había enseñado su maestro, la belleza existía para ser apreciada y reverenciada, admirada, pero nunca desperdiciada como había hecho su madre.

-¿Ya te has cansado de correr? Recordaba que tenías más aguante –ronroneó. Ladeó la cabeza y deslizó una mano enguantada trazando una línea alrededor del cuello de forma sinuosa, descubriendo más a la vez que echaba su melena sobre el hombro contrario. Su pelo era suave y sedoso, formando hondas y pequeños rizos en las puntas. Era una lástima que la falta de luz no permitiese ver aquella mirada intensa y azul, ahora ensombrecida y de tonos grises –Espero que no sea así con todo…

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11/12/2012, 13:45
Centinela

El Centinela no se movió ni un centímetro mientras Felina hacía su pequeño teatro. No dejaba de mirarla ni un instante, y cuando ella terminó de hablar él echó hacia atrás la parte de la gabardina a la altura de su cadera, acercándose unos pasos para recortar la distancia, pero aún algo lejos de ella. La luna decreciente, ahora a la derecha de ambos, se reflejaba en la pulida superficie del casco, imbuyendo al Centinela de un halo misterioso. - Podría seguir hasta que terminaras exhausta a mis pies... - respondió él y supo que sonreía. Su tono de voz era seductor, aunque sabía que no era el suyo. Una vez ella le había pedido, divertida, que se quitara el casco. Se quedó de piedra cuando se llevó la mano a la cabeza y empezó a quitárselo, pero él llevaba un pasamontañas debajo. En ese momento la ladrona casi lo agradeció: por aquel entonces, aunque la curiosidad por conocer quién había bajo el Centinela la llenaba, seguía gustándole el morbo de no saber quién había ahí. Entonces se despidió con su tono de voz natural, algo más grave, y se volvió a colocar el casco.

- Y de dejarte así, rendida a mis pies, sería demasiado fácil darte caza. Y si es fácil no es divertido. - dijo ahora, parándose a unos cinco pasos de ella. La miró de arriba a abajo, dos veces, y ella se dió cuenta, deleitándose con ello. El caballero oscuro chasqueó la lengua varias veces antes de hablar mientras negaba con la cabeza. - Has vuelto a ser una mala ciudadana... -

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11/12/2012, 15:23
Felina

Romy tampoco apartó la vista excepto para hacer algún gesto coqueto. Le resultaba divertido tratar de adivinar quién se escondía debajo de aquel traje, aunque no le importaba tanto su identidad como la verdadera forma de su rostro; su apariencia. Ella, la verdad, dejaba poco a la imaginación, pero él era toda una caja de secretos que descubrir y, conforme los meses se sucedían, más se acercaba la ladrona a su objetivo. Se lo tomaba con paciencia, pues las sorpresas era mejor disfrutarlas poco a poco.

Dejó que se acercara, sonriendo con suficiencia al escuchar aquello de “rendida a mis pies”, aunque en el fondo la perspectiva le parecía realmente seductora. Lo observó con cautela, midiendo la distancia mientras marcaba un ritmo invisible con el movimiento del pie. Y cuando mencionó aquello de ser mala, su rostro cambió. Sus cejas se arquearon por encima del antifaz y curvó los labios poniendo morritos.

-Oh… ¿Lo he sido? –preguntó compungida, volviendo a ser una niña inocente y descuidada, triste porque la estaban regañando. Se encogió ligeramente sobre sí misma, apenada-. Pensaba que les estaba demostrando lo inútiles que son sus sistemas de seguridad. Menos mal que te tienen a ti… -bromeó, y ese fue el fin de la actuación.

Su mano se deslizó hasta la cintura, apartando la capa de cuero, y soltó las ataduras de la estatuilla de platino, descubriéndola al quitarle la envoltura de seda. Su superficie relució a la luz de la luna. Con cuidado colocó la obra de arte a su lado y el pañuelo lo sostuvo unos instantes en el aire. Miró al centinela juguetona antes de dejarlo caer detrás de ella hasta la calle.

-Imagino que has venido a por esto -dijo, colocando el dedo índice sobre la punta de la figura y haciendo que se balanceara suavemente a su merced, al mismo tiempo que hacía su pie-. Pero, ¿sabes? Tengo que confesarte una cosa... -añadió en tono confidencial. Las cinco yemas de su mano se posaron sobre la estatua mientras ella se echaba hacia adelante, mirándole intensamente-. Tu presencia me pone muy, muy nerviosa -ronroneó-. No sé muy bien por qué, y temo que si te acercas más esta preciosa obra de arte acabe hecha añicos en la acera. 

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11/12/2012, 15:38
Centinela

Zing. Las piernas del Centinela se tensaron e inconscientemente éste dió un paso atrás. El hombre abrió y cerró la mano, ahora ligeramente incómodo. En la partida de ajedrez que ambos jugaban, Felina acaba de comerse a su reina. El justiciero inclinó ligeramente la cabeza como si la estuviera estudiando, buscando escudriñar si hablaba en serio. Felina posiblemente jamás haría tal cosa, pero él no podía saberlo.

- No imaginas mal. - pareció meditar las palabras que vinieron a continuación, dubitativo - Tú también me pones nervioso. No quisiera que mi nerviosismo fuera a más como para llegar a tratarte como al resto de escoria de la ciudad. -

Aunque había reculado ligeramente y aquello le quitaba parte de credibilida, su amenaza no parecía del todo vacía. Era obvio que el Centinela se estaba saltando reglas al dejarla ir tantas veces (quizás no tantas, pues la mayoría era la propia Felina la que había escapado por sus propios medio), aunque fueran las suyas propias, pero hasta ahora no había tenido una razón de peso para tener que lanzarse a su captura. Con la presencia del Gran Galletín en la ciudad, la gente como Felina parecía cometer sólo crímenes menores en comparación.

- ¿Y si me acerco? Lo tirarás, ¿y luego qué? ¿Piensas enfrentarte a mi? - dijo, retomando un poco el tono anterior, como si la idea le resultara tan divertida como atractiva - Siempre he oído de las gatas que te arañan hasta que las sometes, pero jamás he oído que fueran capaces de matar a nadie. -

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11/12/2012, 20:36
Felina

El comentario le resultó gracioso, aunque no demasiado ingenioso. Y, en absoluto lo encontró amenazador. Quizá estuviese cruzando esa línea imaginaria que separaba aquel entretenido juego de un asunto realmente serio, pero no era su intención. Sólo pretendía estirar los límites un poco más de lo habitual para dar un paso más al frente. O más bien, para obligarle a darlo.

-Yo tenía entendido que los gatos sólo arañan cuando se sienten amenazados –respondió, y por la postura relajada y desenvuelta que mostraba daba entender que se sentía como pez en el agua con la situación. Chascó la lengua y adoptó cierta seriedad en el habla-. Además, no quiero comprobar si realmente serías capaz de pegar a una mujer. Eso sería… fácil, y si es fácil no es divertido –citó, imitando por un momento el tono grave y distorsionado de su voz.

Cogió la figura entre sus manos, alejándola del borde pero vigilándole por si se le ocurría hacer alguna de las suyas, y la examinó, meditabunda.

-Tal vez estés equivocado –comenzó, pasándose la figura de una mano a otra. Le miró, divertida-. Tal vez no es esto lo que quiero. Y tal vez la alarma no ha sonado porque sea una nefasta ladrona. Y quizá no hayamos acabado en esta azotea sin salida porque no sabía el camino… Pero sólo quizá -sonrió y volvió a dejar la estatuilla junto al borde. Se tomó un momento, deleitándose con la sensación de tener las riendas y al Centinela a su merced. Entonces estiró la pierna mirando con curiosidad el extremo de esta, y cambió de posición con un movimiento sugerente-. Estás a... unos cinco pasos de mí, lo suficientemente lejos como para no tener miedo de tus trucos. Pero con tres más cerca yo diría que ganas una enorme ventaja, y con tu inteligencia y astucia no te resultaría muy difícil arrebatarle a una gatita indefensa su tesoro, ¿no? -Ladeó la cabeza y comenzó a recogerse el pelo con las manos, jugueteando con los rizos que quedaban sueltos a ambos lados de su rostro-. ¿Quieres jugar?

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11/12/2012, 20:52
Centinela

El caballero oscuro no dijo nada, y por respuesta dio un paso. - Quizás yo haya aprendido trucos nuevos desde la última vez que nos encontramos. Y quizás ya te he cazado y no lo sepas todavía. O quizás sea todo un farol. -

- Además, me has llamado inteligente y astuto. ¿Qué buscas de mi esta noche, Felina? Es extraño que ese halago sea a mi y no a ti misma. - preguntó con jocosidad, y dió otro paso más. En ningún momento se curvó su tronco: Felina ya no sabía muy bien si era parte de su papel o sencillamente no podía con esa armadura. - Todos cometemos errores... incluso yo. Quizás se te ha roto el cable y te has caído al suelo. -

Supo que el justiciero volvía a sonreir. Y con su sonrisa, llegó el tercer paso.

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11/12/2012, 21:45
Felina

Se había pasado de atrevido, y eso le quitó toda la gracia al juego. Ya no había tira y afloja porque estando tan cerca no tenía opción de escabullirse ni de manejarle, y enseguida se daría cuenta de que era un farol. Además había perdido la oportunidad de hacerle preguntas con la esperanza de verse obligado a responder.

-¿Y ahora qué? -preguntó, haciendo una mueca de disgusto-. Me vas a quitar la estatua y me voy a escapar, porque esto te resulta divertido y sería una lástima que el juego acabase.

No esperó una respuesta: le lanzó la estatua y al mismo tiempo se puso de pie y echó a caminar, sin prisa.

-Aburrido... -masculló por lo bajo.

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11/12/2012, 22:06
Centinela

Y en el momento que la estatuilla tocó las manos del Centinela, volvió a lanzársela a ella, retrociediendo al mismo ritmo que ella avanzaba.

El hombre volvió a chasquear la lengua. - No tan rápido, gatita. Aquí estamos solos tú y yo, no quieras adelantar unos acontecimientos que no sabes siquiera si ocurrirán. - dijo, parando su retroceso únicamente si ella lo hacía. - Te he hecho una pregunta, Felina... ¿qué debo hacer para que me respondas? -

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11/12/2012, 22:17
Felina

Cazó la reliquia sin problema alguno y le miró largamente mientras escuchaba lo que tenía que decir. Apartó la gabardina de cuero y apoyó una mano sobre su cadera, pensativa. Después de todo sí estaba interesado en ella, al menos hasta cierto punto.Eso le hizo recuperar la sonrisa brevemente.

-No pareces tan buen justiciero después de todo -comentó sin intención de ofenderle, recuperando el tono divertido sin dejar de avanzar, moviéndose como si de un pase de modelos se tratase, pero sin parecer estúpida dando pasos de caballo. Lo suyo era la sutileza y elegancia felina, algo que toda mujer debería tener pero que, por desgracia, sólo unas pocas privilegiadas eran capaces de hacer ver-. ¿Qué estarías dispuesto a dar por obtener esa respuesta? Sería desentrañar los verdaderos motivos que rondan en mi privilegiada mente, y se supone que tú eres un caballero andante que lucha por la justicia. ¿Qué te resulta tan atractivo de todo esto? -quiso saber. Frunció el ceño y movió la mano en el aire, haciendo gestos erráticos. Si él retrocedía, ella avanzaba, a sabiendas de que todo era una estratagema para seguir con aquel juego.-. ¿No hay un código de ética o algo así que ahora mismo te estés saltando? Bueno, desde que fuiste tan simpático de cortarme el cable y luego dejarme libre.

Sonrió de forma sardónica. No había sido una broma de su gusto, aunque gracias a ello se había desencadenado todo aquel juego de atrapar al gato. A la gata, más bien.

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11/12/2012, 22:52
Centinela

El justiciero no se conocía tan bien aquellas azoteas y tuvo que echar la vista atrás un par de veces para saber que no iba a precipitarse contra el suelo. - No eres como los demás. No eres una criminal, quizás lo seas en el sentido más estricto de la palabra... pero tú eres especial. No te mueve el deseo de poder, ni el de salir en la televisión, no te mueve el deseo de hacer sufrir a la gente... y la mayoría de las cosas que roban desaparecen y no se encuentran ni en el mercado negro, al menos las más especiales. Y... por eso me fascinas. -

El caballero oscuro se paró, inclinando ligeramente tras su pequeña revelación. - Pocos han conseguido lo que tú trabajando sola, y no pareces una genio de la tecnología, como Polecat o Blackout. Y hasta el Centinela se pregunta qué convierte a Felina en una mujer tan... - tardó unos segundos en responder - ...atractiva. En muchos sentidos. -

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11/12/2012, 23:34
Felina

No solía creer en las palabras de los hombres, y menos en las que sonaban como halagos o, incluso, las que llegaban a serlo. Pero aquella vez, como excepción, se permitió creer que decía la verdad porque le parecía imposible fingir tanta sinceridad. Dejó de andar sin apartar aquella mirada intensa que se prolongaba más de lo debido, fija en la superficie anaranjada de su casco. Le había robado el habla, dejándola en un estado que danzaba entre la ternura, el orgullo y la excitación, y bajo el antifaz notaba arder sus mejillas. No muchos, por no decir nadie a excepción de su mentor, habían sido capaces de advertir algo más allá de su atractivo, ese don inherente y genuino que había nacido de la necesidad y la supervivencia, transformándola en algo excepcional.

Tardó unos segundos en sobreponerse a la abrumadora experiencia de escuchar algo sincero en aquella ciudad, y respondió repitiendo aquel conocido y sensual gesto con el que se agachaba para dejar la estatua entre ambos. Pero no lo dejó ahí; le devolvió una sonrisa complaciente y avanzó un paso más saltando la reliquia, dejando claro que le importaba más bien nada el robo. Era consciente de que se la estaba jugando, pero lo suyo era guiarse por impulsos, y el que primaba en aquel momento le decía que no había razón para temer.

-Tú sabes quién soy yo, pero yo no sé nada de ti –susurró suavemente-. Quiero escuchar tu voz otra vez.

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12/12/2012, 00:23
Centinela

Si el Centinela advirtió el cambio en Felina, no dijo nada al respecto. La siguió con la mirada cuando dejó la estatua en el suelo.

Las manos del caballero oscuro se cerraron, como si aquella petición significara dejar muy atrás la línea que ya había sido sobrepasada. Aunque ya había ocurrido una vez, quizás aquella fue más una broma de dudoso gusto, un método de provocación para pillarla por sorpresa.

Pero lentamente alzó los brazos y se llevó las manos al cuello. Pulsó algo con los dedos que Felina no pudo advertir y sonó como si algo de aire escapara del interior. Lentamente, el Centinela se desprendió de su casco, dando un instintivo paso atrás y colocándolo bajo su brazo. De nuevo se había tensado muchísimo: aunque parecía confiar en cierta manera en Felina, aquello era desnudar al Centinela como nadie había conseguido hacerlo antes.

- Esto no está nada bien. - no pudo evitar decir con su tono de voz natural.

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12/12/2012, 01:17
Felina

En su rostro se dibujó la satisfacción de aquella pequeña victoria, y sus ojos escudriñaban con avidez las facciones ocultas tras la tela, revelando el deseo de conocer más. Pero en aquel momento se contentó contemplando sus pupilas, fijas en ella, el color acuoso que las rodeaba y la línea recta que formaban sus labios. Estaba nervioso y entendía muy bien el por qué, pero ella no compartía aquella sensación en absoluto, al menos no de la misma forma. Romy no tenía miedo a ser descubierta ni a traspasar los límites. Tampoco se había dado cuenta de que respiraba profundamente, conteniendo el aliento, y movía los dedos de las manos como si intentase alcanzar algo. El contraste de su propia temperatura con la exterior le hacía tiritar levemente, también debido a que ella no llevaba una coraza completa, y empezaba a notar la boca seca.

-Casi nada de lo que yo hago está bien, cielo. Sin embargo, no has salido corriendo –apuntó, y esperó un momento dándole a entender que siempre había más elecciones. Sin meditarlo mucho avanzó otro paso, esta vez con cautela. -No recordaba que tuvieses los ojos tan bonitos –dijo, sonriendo.

Pero esta vez no era un gesto pícaro o sarcástico, sino genuino. Le estaba buscando activamente dejando algo rezagada la parte que mentía compulsivamente todo el tiempo, a modo de protección. Preparó otro pie para avanzar más, y si él quería irse, era el momento, porque lo que se avecinaba sí iba a ser un juego peligroso. Sobre todo par ale Centinela.

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12/12/2012, 01:29
Centinela

El Centinela estaba rígido y no quitaba la vista de la chica. Sus gestos, sus movimientos, todo. La mezcla de alerta y fascinación que sufría en ese momento James Goldfield le hizo separar un poco el brazo libre del cuerpo y estirarlo un poquito hacia ella. Incluso su pie izquierdo se adelantó un poco. Felina no estaba muy segura de que el Centinela estuviera temblando, pero su labio inferior parecía no querer estarse muy quieto.

- Yo, por suerte, soy afortunado de poder disfrutar con más facilidad de los tuyos... - susurró él, empezando a respirar más profundamente. Si el caballero oscuro había sido siempre un misterio para los betlamitas, ese misterio estaba tambaleándose a manos de la ladrona.