El cuerpo de Iris se crispó ante el contacto de Felina y sus llantos cesaron. Profirió un grito histérico, rodando un poco para alejarse. El antifaz se quedó tirado en el suelo, en aquel lugar. Iris clavó los dedos en el suelo, temblando.
- ¡No me toques! ¡No me toques! - exclamó la muchacha, que parecía haber perdido el norte. - No voy a dejar que más como tú me engañen... Si te acercas, te golpearé... lo juro. -
Felina retrocedió, casi segura de que lo haría. La miró con los ojos bien abiertos, sorprendida por el repentino cambio de actitud y temerosa por si de verdad se atrevía a cumplir su amenaza. ¿Dónde se había metido Iris?
-Tranquila, tranquila -dijo atropelladamente, retrocediendo un paso más con las manos en alto-. No me voy a acercar, lo siento. Ha sido sin querer. No me acerco. Me... me voy a quedar aquí sentada como antes, ¿vale? ¿Te parece bien? -dijo, señalando con la pierna el punto donde había empezado todo.
Mientras, escudriñaba su rostro con esmero tratando de ver un atisbo de la Vigilante en ella. Si era teatro, lo hacía muy bien, pero tenía la sensación de que no lo era y de que algo grave estaba ocurriendo allí arriba.
Por suerte para Romy, tenía a su lado el carcaj y el arco. Iris, o lo que quedase de ella, miró al arma durante unos segundos, con fijeza, pero pareció aceptar que no iba a poder cogerlo. La mujer se agazapó como si fuese una musulmana rezando a la Meca. Entre los mechones rubios de la mujer Felina pudo advertir una mirada que supuraba odio, asco y desprecio.
- ¿Crees que no sé de qué pie cojean las mujeres como tú, eh? Intentarás ganarte mi confianza, me sonreirás como si fueras mi madre y entonces... ¿¡entonces qué!? ¡Las de tu calaña son peor que los hombres! Apestas a corrupción y herejía... - gruñó, empezando a jadear de pura tensión. Pese a ello, retrocedía poco a poco.
Por precaución pero sin dejar entrever sus intenciones por si eso la alteraba más, tensó los músculos de las piernas dispuesta a saltar hacia el arco o, más bien, frente a él. Sus palabras cada vez sonaban más inapropiadas en boca de la Vigilante, y extrañas. Felina no salía de su asombro. De repente se sentía como si fuese una fulana, culpable de lo que le había pasado a Iris. Si primer instinto fue lanzarle un reproche, pero se mordió la lengua.
-¿Cocrrup...? ¿Qué? -La ladrona se cruzó de brazos, seria, y se sentó como había prometido-. Lo que tú digas.
Iris se tapó la cabeza con los brazos y empezó a sollozar con fuerza. Romy no entendía nada y empezaba a preocuparle de lo que podía ser capaz aquella mujer en ese estado. La Vigilante se descubrió la cabeza y miró su ropa, cogiendo parte de la tela del vientre y arrancándola con un visible odio. - Estas ropas son inmundas e Iris es un monstruo... - sus ojos refulgían y se clavaron en Felina. La mujer se levantó poco a poco... y entonces se lanzó contra ella - ¡...como tú! -
Motivo: Ataque Iris
Dificultad: 25
Habilidad: 17
Tirada: 2 6 7
Total: 6 +17 = 23 Fracaso
-¡¿Qué haces?! -gritó cuando empezó a arrancarse la ropa, alargando la mano hacia ella tratando de impedirlo.
Se quedó boquiabierta, más cuando mencionó a Iris como un ente ajeno a ella. Las piezas empezaron a coincidir justo cuando se tiró a golpearla. No le fue difícil rodar a un lado y evitarlo, quedándose entre ella y el arco. Ahora sí tenía miedo de que le acertase con una flecha.
-¡Dios! ¿Quieres hacer el favor de calmarte? ¡Solamente somos amigas! ¿No te acuerdas? -le chilló en posición defensiva-. Me salvaste la vida.
Iris sólo respondió a sus palabras con un grito de ira mientras se daba la vuelta para encararla y volver a lanzarse. Romy pudo observar que alguien acababa de escalar por la cornisa y cuando quiso darse cuenta, Iris quedó suspendida en el aire agarrada por dos fuertes brazos. Entonces vió que se trataba de Horus, que había enganchado a Iris por la cintura con un brazo y por el cuello con otro. Supo que la estaba ahogando.
El Vigilante le dedicó una mirada de advertencia que decía claramente 'no te acerques', mientras Iris pataleaba e intentaba golpear a Horus, sin mucho éxito.
Felina sabía que Horus no le haría daño a Iris. Le había visto cuidarla y sujetarla en aquella lavandería, y tuvo que aferrarse a ese recuerdo para no lanzarse contra él a intentar liberarla. Probablemente quería dejarla inconsciente, pero eso no quitaba que la escena fuese horrible. Se llevó las manos a la boca y cerró el puño, mordiéndolo después. ¿Pensaría Horus que era culpa suya?
-Yo no he sido. Lo juro -dijo temerosa a la vez que retrocedía acercándose a sabiendas al borde.
Iris se resistió durante unos cuantos segundo más pero aunque estuvo a punto de derribar a Horus un par de veces el vigilante parecía tener bien perfeccionada su presa y consiguió que la mujer perdiera el conocimiento. La soltó en cuando dejó de moverse y la tumbó en el suelo. Aunque la mayor parte de su rostro estaba oculto por la máscara Romy pudo discernir en sus labios una mueca de tensión.
- Lo sé. - dijo él sin más, mientras la acostaba de lado para que no se ahogara con su lengua ni nada por el estilo. Lanzó un profundo suspiro de resignación llevándose una mano a la cara y frotándola bajo la máscara. No se levantó ni miró a la ladrona hasta que hubo terminado - No es la primera vez que ocurre. ¿Cómo ha llegado a pasar? -
Su tono, habitualmente mucho más amable con Felina, estaba cargado de una mezcla entre mal humor y lástima, aunque Romy supo que no tenía que ver con ella si no con la situación de Iris.
Observó la escena disgustada, alternando entre ambos dioses. Finalmente se quitó la gabardina y se acercó para echársela por encima, angustiada por cómo había acabado aquella noche. Agachada a su lado, pensó en cómo alguien tan extrovertido y fanfarrón podía acabar de aquella manera. Suspiró quedamente, pidiéndole disculpas de forma silenciosa. Miró de soslayo a Horus, igual de seria que él.
-Le dije que no me gustaban las mujeres y se volvió loca. Se echó a llorar, y cuando la toqué intentó pegarme.
Tomó asiento junto a Iris. No estaba segura de a quién se iba a encontrar cuando despertase, pero no iba a dejarla sola. Quizá él, que se llevaba tan bien, sí supiese dónde vivía.
El vigilante bajó la cabeza soltando el aire por la nariz y torciendo el gesto. - Lamento que hayas tenido que ver esto. Ella... tiene un problema. - arrodillándose junto a la Vigilante le acarició el pelo con un cariño que a Romy le dió hasta envidia - Su otro yo. Digamos que sufre de doble personalidad. La mujer tras la máscara de Iris es totalmente diferente. Me parece que ya has podido comprobar cómo es. -
La voz de aquel hombre sonaba triste y pesarosa, como si aquello fuera un peso que llevaba encima y no podía o quería soltarla.
- Ya he visto cómo... cambiaba un par de veces. Al principio por lo visto ocurría mucho menos y no era tan grave. Ahora cada vez ocurre más amenudo y... se vuelve más y más destructiva. Como si quisiera quitarse de encima a Iris. Es horrible... y no sé cómo puedo ayudarla. Nisiquiera creo que pueda. -
Romy no entendía de trastornos psicológicos ni cómo encararlos. Había conocido a un par de tipos que claramente necesitaban ayuda de un loquero, pero nada tan grave como aquello. Alternó la mirada entre ambos Vigilantes y se encogió de hombros, impotente. No es que Iris fuese su amiga del alma, pero le daba lástima verlos en aquella situación. Al fin y al cabo eran personas.
-Supongo que necesita ayuda especial. Ya me entiendes... -dijo con cierto temor. Se atrevió a alargar la mano y ponerla sobre el fuerte brazo de Horus-. Lo siento.
Horus le devolvió una mirada pero no dijo nada a su gesto: realmente parecía destrozado por aquello. Cogió a Iris y se la cargó al hombro. Verla colgar de Horus como un maniquí era tétrico y desagradable, pero al vigilante no parecía importarle demasiado.
- Será mejor... que me la lleve a otro sitio donde pueda descansar. Espero... espero verte en un momento mejor. - dijo, antes de enganchar la cuerda que había usado para subir y comenzar a bajar con la mujer al hombro.
-Claro -dijo secamente, todavía noqueada por el suceso. Observó cómo se descolgaba y se acercó al borde para añadir algo-. Oye, espera. Cuando se despierte dile... que está todo bien, ¿vale? Que no pasa nada.
Supo que no sería suficiente, pero era menos que nada. No es que le guardase rencor o algo parecido, no había podido evitarlo. Casi hasta se sentía un poco responsable por lo ocurrido.
Dejó que se marchasen mientras se colocaba de nuevo la gabardina. De repente se sintió nostalgica y falta de afecto, una vaga sensación de vació alojada en el estómago. Se preguntó dónde estaría el Centinela y si no sería demasiado tarde como para intentar llamar su atención en busca de un abrazo. Era envidiable la forma en que Horus cuidaba de Iris, y aunque en cierto modo sabía que él lo hacía con ella, no era tan cercano, o no lo veía así. Se abrazó a sí misma. Quería compartir el calor de una cama con alguien y sentirse querida.
Horus asintió antes de desaparecer y Romy se quedó sola mientras una corriente de aire avivaba aquella sensación de soledad que comenzó a atormentarla. Decidió que intentaría llamar su atención y así lo hizo.
Se dirigió a uno de los pequeños museos cercanos que había. Adentrándose en el interior, se dejó ver por las cámaras lo suficiente para que su hombre pudiera saber que era ella cuando las revisara. Tras ello, hizo sonar la alarma y sin robar absolutamente nada se posicionó en el tejado de aquel edificio de la misma manera que había estado en el de Iris.
Apenas veinte minutos tardó en aparecer la sombra del justiciero oscuro en la misma azotea en la que se encontraban. El Centinela no se acercó a Romy, que se encontraba abrazándose a si misma y con una mirada digna de un cachorro abandonado. Sin embargo, el enmascarado levantó un único dedo antes de desaparecer. Romy se sintió herida por un momento sin comprender qué había pasado, pero una idea le vino a la cabeza y, sintiendo que no tenía mucho más que perder, se dirigió al piso en donde Reed y ella habían compartido ya algún que otro momento.
Tardó unos 40 minutos en llegar puesto que se encontraba bastante lejos de aquel lugar. Sin él, la casa en penumbra parecía un ataud en el que estaba sola y que le empezaba a aprisionar, pero lo consideraba la vaga esperanza de que él pudiera de verdad venir a buscarla.
Cuando pasados los veinte minutos en los cuales casi con lágrimas en los ojos decidió desistir, escuchó el ruido de alguien subiendo a paso ligero las escaleras. Su cuerpo y sus lágrimas se quedaron congeladas hasta que la puerta se abrió y la silueta de Reed se recortó por la luz de las escaleras. Romy no pudo evitar que se le escaparan las lágrimas y lanzarse a sus brazos, aunque se habían convertido en unas de alegría.
Romy dejó caer el antifaz y se lanzó a sus brazos, los cuales sin el traje resultaban cálidos y reconfortantes. Le transmitieron exactamente aquella firme seguridad que buscaba, despejando sus temores. Su corazón cabalgaba como un caballo desbocado, tan fuerte que era capaz de escuchar sus propios latidos junto al oído mezclados con la respiración de ambos. No entendió muy bien el por qué de aquel arrebato emocional, tampoco lo haría horas después cuando todo fuese más clamado, pero ya pocas razones tenía para preocuparse. La esquizofrenia de Iris se volvió una sombra nublada y el frío la abandonó a pesar de que seguía temblando. La espera se le había hecho tan larga y angustiosa como atravesar un desierto sin agua.
-Reed... -murmuró con la emoción gravada en cada una de sus sílabas. Trató de hilarlo con una frase, pero esta se perdió en el hueco de su cuello, donde Romy hundió su rostro. Una amalgama de olores se quedó impresa en su mente, despertando a la vez el vívido recuerdo de la primera vez que había podido probar el sabor de sus labios en una noche tan extraña como mágica.
Sus brazos hicieron presa en torno a su cuello, y tuvo que empujarla con suavidad para poder atravesar el umbral y cerrar la puerta, algo que a ella le dio igual. La noche se acortaba y apenas iba a tener tiempo para arañar unos minutos más cuando llegase la madrugada, no pensaba soltarle ni un sólo instante. Las ganas de llorar se habían apaciguado, pero todavía estaba lejos de poder decir que se encontraba bien. Probablemente él estuviese confuso y desorientado, pero no quería dar explicaciones al respecto, solamente seguir abrazándole bajo las sábanas rezando para que el amanecer se retrasase unos minutos más.
No dijo nada durante un tiempo mientras la cubría con sus brazos y besaba su pelo. Aun pese a que no hubo palabras por su parte Romy no las necesitó, abrazada ahora no solo por sus brazos si no por su corazón. Pese a los hombres con los que había estado en su vida ninguno conseguía lo que Reed conseguía con tan poco. Flexionando las piernas se agachó un poco para coger a Romy mientras la ladrona seguía sin soltar su cuello.
El hombre la llevó hasta la cama, tumbándola encima mientras se ponía a su lado. Comenzando a besar sus labios, con suavidad y sin prisa, le fue quitando la ropa metódicamente besándola a intervalos y sin llevar sus manos más allá de su rostro excepto cuando la desvestía. Al terminar se deshizo de su propia ropa para después abrir la cama y taparles a ambos con las sábanas. Pegó su cuerpo al de Romy mientras la abrazaba con su brazo derecho y besaba su cuello.
- No pasa nada... estamos juntos. - susurró junto a su oído
La ladrona se dejó hacer respondiendo a sus besos con una calma inusitada en ella, dejando la urgente necesidad a un lado para alimentarse del cariño que tanta falta le hacía. Reed lograba aplacar los miedos y hacer desaparecer las dudas tan fácilmente como si se tratase de apagar una vela de un soplido. Apenas unos minutos después, cuando él la tendió con suavidad sobre la cama, el mundo se había reducido al pequeño espacio que abarcaba aquella habitación y todo lo demás dejaba de tener importancia. Cedió bajo sus hábiles manos y se animó a hacer lo mismo con él para luego esconderse entre las sábanas, rodeando su cintura.
-Te quiero -respondió en apenas un susurro.